viernes, 26 de diciembre de 2008

La cuna del terror

Quizás pocos lugares despierten la imaginación como lo hace la zona de Transilvania, en Rumanía. En este lugar nació Vlad Tepes Draculea, también conocido como el Conde Drácula. En Barcelona los rumanos tienen fama de ser ladrones, sucios y poco amables. Nada más lejos de la verdad, en mi experiencia. Rumanía me pareció seguro, limpio, moderno y muy bonito. Nos alojamos en Brasow, ciudad medieval que es como la capital de Transilvania. En esta ciudad se encuentra la catedral gótica más grande del este de Europa y tiene la particularidad de ser negra. El color se lo dio un incendio hace muchos años y la dejaron así. La parte antigua de la ciudad está en el valle entre dos montes y la plaza del centro, además de poseer wireless gratis, tiene una gran vista de ambas laderas. A un costado de la ciudad se ven los restos de una antigua muralla, y al otro las torres de vigilancia, hoy transformadas en museos.
A menos de una hora de bus se encuentra el pueblo de Bram, donde está el castillo de Bram, que es conocido como el castillo de Drácula. En lo alto de una loma está la edificación que originalmente era un fuerte de soldados. El castillo es muy pequeño y al recorrerlo uno se hace una idea de cómo era la vida en aquellos días. Vale la pena ir, pagando la entrada algo excedida en el precio. Pero hay que aguantar a los cientos de turistas, que a diferencia de uno que va callado sacando fotos, van a los gritos. Al salir del castillo están los típicos puestos de cualquier lugar turístico donde venden tazas de Drácula, camisetas, cartas, llaveros, rompecabezas, espadas, condones y todo lo que uno pueda imaginar. Nosotros no le dedicamos mucho tiempo a esto y nos fuimos a Rasnov, pueblo vecino. En el hay un antiguo fuerte que fue base de operaciones de toda la región en la lucha contra los turcos.
Al día siguiente quisimos ir al pueblo de donde Drácula es oriundo. Por un error de interpretación más la mala intención del conductor nos tomamos un bus que nos condujo tres horas en sentido contrario. Entre la ida y la vuelta perdimos todas las horas de luz. Al día siguiente, mejor informados, llegamos hasta Sighisoara, pueblo donde nació Vlad Tepes Draculea. En su casa natal hoy hay un restorante y es casi lo único turístico del lugar. El pueblo está en un estado bastante ruinoso y éramos los únicos turistas. Este pueblo conserva aún hoy todas sus murallas, así como las puertas de acceso y las torres de vigilancia. A un costado del pueblo, sobre lo alto de la cuesta y dentro de la muralla se encuentran la escuela, la iglesia y el cementerio. Para llegar hay que transitar por una escalera de ciento setenta y cuatro escalones. Entre el frío de la montaña y esa subida a mi me llama la atención que la deserción escolar no sea total en ese pueblo.
Entre el mito y la realidad, entre la leyenda y la historia, Transilvania hoy sabe sacar provecho del atractivo turístico que despierta su hijo más renombrado. Hay que poder ver más allá de las pegatinas de murciélagos en todos los negocios, los colmillos de plástico que te venden en cada tienda o las figuras del famoso Conde. Hay que poder ver que Transilvania es una hermosa región de montañas boscosas, con pueblos medievales llenos de encanto y, sobretodo, gente amable y servicial.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Como en casa

Moldavia es un país cuya existencia desconocía hasta un mes antes de pisarlo. Es un pequeño estado que se encuentra entre Ucrania y Rumania. Al principio la idea era ir a la costa del mar negro en Ucrania y desde allí cruzar a Moldavia. Resulta ser que la zona fronteriza reclama su independencia de una manera no muy pacifica, por lo cual, para evitar problemas y la confiscación de nuestras pertenencias por la policía local decidimos no ir por esa ruta. En su lugar entramos por el norte. Salimos de la capital de Ucrania en un tren nocturno que nos dejo a la mañana siguiente en un pueblo cerca de la frontera, donde esperamos unas cuantas horas y pasado el mediodía salimos en un autobús que nos dejo al final de la tarde en la capital de Moldavia, la ciudad de Chisinau. Como en esta parte del mundo, en esta época del año, anochece a media tarde cuando arribamos era noche cerrada. Al igual que la casa de cambio por lo que carecíamos de moneda local. Además llegamos a una estación que no era la que creíamos que íbamos a llegar, sino una más alejada del centro. Tan alejada que estaba en medio de un descampado. Como es típico en estos países una turba de taxistas se nos acercaron como moscas. Después de repelerlos salimos de la estación y fuimos hasta una gasolinera a preguntar cómo llegar al centro. Aunque no entendíamos el idioma desciframos perfectamente que los taxistas le gritaron al empleado que nos diga que solo se podía ir en taxi. Logramos llegar hasta lo que creíamos era la parada del autobús, una rotonda cercana. La misma carecía de luz o de otro signo de civilización. Temiendo por nuestras posesiones así como por nuestra virginidad anal decidimos acercarnos a la luz de la estación, donde encontramos un joven taxista que no solo nos inspiró confianza sino que nos acepto los pocos billetes ucranianos que nos quedaban. Llegamos al hotel de donde no salimos hasta la mañana siguiente para ir a la estación de tren y comprar el pasaje para esa misma tarde.
La ciudad en sí es tan pequeña que en dos o tres horas uno ve todo lo que hay que ver. Yo que nací en un país muy extenso, estar en estos mini estados me causa una sensación de irrealidad. Este país, que tiene la fama de ser el más corrupto de Europa, es el único mini estado tercermundista que he pisado. En él permanecí menos de veinticuatro horas, pero tengo que confesar que los lugares con las calles poseadas, los taxistas mafiosos, las rutas oscuras, los lugares inseguros y los políticos corruptos me hacen sentir como en el barrio de mi infancia.

viernes, 12 de diciembre de 2008

спасибо

Llegamos a Kiev, capital de Ucrania después de veintiséis horas de tren. Nos habían dicho que Ucrania todavía conserva el encanto de la Rusia socialista, a diferencia de los otros países del este que ya están “europeizados”. La verdad tienen razón. Para empezar el tren era comunista, es decir de la “era” comunista. Fácilmente tenía unos cuarenta años. Por otro lado nadie habla inglés, castellano o italiano. En otros lugares nos pasó que la comunicación verbal era imposible, pero uno se terminaba haciendo entender. Acá no. Vas a la estación de tren a comprar un pasaje y te hablan en ucraniano. Cuando le decís que no entendés te cierran la ventanilla en la cara, dejándote hablando solo y sin respuesta para tus dudas. Preguntás algo en la calle y la gente pone cara del increíble hulk cuando se esta enojando, te gritan “Niet”, se dan media vuelta y se van.
Mas allá de la falta de hospitalidad hacia el extranjero la ciudad no es bonita, pero sí interesante. Muchas iglesias y edificios públicos están pintados con los gloriosos colores azul y oro, aunque sospecho que es por el escudo nacional y no por el gran club de fútbol argentino Boca Juniors. También hay en la ciudad un parque dedicado a la memoria de la segunda guerra mundial. Allí se ven tanques, helicópteros y cañones. Uno camina por el parque y sin darse cuenta entra como en una alta cueva donde suena una marcha militar claramente soviética. Estatuas de cuatro metros muestran el heroísmo de los ucranianos. Pero las estatuas no solo son de jóvenes soldados, sino también de viejos obreros con el fusil en la mano, de ancianas ayudando a los soldados y de mujeres luchando. Caminar bajo la mirada de las estatuas, con la música de fondo, causa una profunda impresión, y realmente logra trasmitir el mensaje ideológico que exalta, de una manera muy comunista, los logros del pueblo unido contra en fascismo. Al finalizar el parque se encuentra una estatua de una mujer que mide más de cien metros de alto y que es el monumento a la Madre Patria.
Estando en Ucrania yo quería ir a Chernobyl, lugar donde hace algo más de veinte años se produjo el mayor accidente nuclear de la historia. Muchas partes de la zona aun hoy están cerradas por la contaminación radiactiva, con lo cual ir uno solo, sin guía no es seguro. Como el tour excedía mucho el presupuesto nos conformamos con ir al museo de Chernobyl en la ciudad de Kiev. Museo que seguramente debe ser muy interesante si no fuese porque sólo esta en Ucraniano y no se entiende absolutamente nada.
Mas allá del idioma, del frío o que fue en el único lugar donde nos quisieron robar, la ciudad de Kiev resultó un buen punto para ver los resabios de lo que fue la unión soviética, ya que cancelamos nuestra ida a Rusia al carecer de visado. Una lástima, sobretodo porque he aprendido mi primer palabra en ruso ¡NIET!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Una pausa a orillas del Danubio

La contemporánea ciudad de Budapest resulta ser la unión de dos antiguas ciudades, la de Buda y la de Pest, una a cada orilla del Danubio.
Pest es la moderna, con edificios de dos o tres siglos de antigüedad. En ella se encuentra el parlamento y la catedral, que guarda momificada la mano de un Santo milagroso. Además tiene un bello parque donde esta el zoológico y un palacio gótico en muy buen estado.
La parte de Buda es la más antigua. De este lado del río se alzan dos montes, en uno hay un fuerte militar que era el que defendía la ciudad, en el otro está el castillo. Pero es en los alrededores del castillo que se encuentra lo más bonito de Buda. Antiguas casas conforman un pequeño barrio que esta coronado por una gran catedral cuyas tejas de colores dibujan simétricas figuras muy llamativas. Al lado comienza el barranco para bajar hasta el río, sobre el cual se construyó una muralla medieval y una escalera.
Quizás Budapest no tenga el encanto de otras ciudades europeas, pero la rivera sinuosa, el antiguo fuerte y el castillo componen un hermoso lugar donde reposar unos días.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Dos caras

El 1º de enero del próximo año en Eslovaquia empieza a circular como moneda oficial el Euro. Por tal motivo en toda Bratislava está la publicidad de cómo serán los billetes y las monedas. En cada negocio los precios ya están en la antigua moneda y en la nueva. Nosotros, por un tema de utilidad cambiamos dinero y nos manejamos con la vieja moneda local.
Por toda la ciudad también se encuentran, además de la publicidad del Euro, estatuas muy curiosas. Desconozco por qué, pero se ve que a algún político se le ocurrió llenar de estatuas la ciudad. No en las plazas o en los parques, sino en las calles de la zona antigua, que es toda peatonal. Como salimos a pasear al atardecer, la ciudad estaba inundada de la luz anaranjada del sol mezclada con la amarillenta del alumbrado público, creando una atmósfera un tanto irreal que a mi me encantó.
Al otro día fuimos al Castillo, que se encuentra a un costado de la ciudad. Para acceder subimos una empinada cuesta que nos dejó sin aliento. Al llegar a la cumbre descubrimos que al castillo lo están restaurando y por tal motivo esta todo tapiado con la publicidad del Euro, no se ve nada. Al mediodía nos alejamos del centro y fuimos a comer a una taberna llena de obreros. Esas que al entrar se hace un silencio y todos miran con mala cara a los forasteros que entramos tosiendo por el humo del tabaco. No english... english centrum... nos dijo el tabernero mientras señalaba la avenida desde la cual veníamos. Lo ignoramos, nos sentamos y pedimos el plato del día, que resulto ser excelente. A la mañana siguiente Natalia y yo continuamos nuestro camino en tren, mientras Leonardo y su primo, compañeros de viaje desde Riga, continuaron en coche por el suyo.
Como las monedas de euro, que de una cara en toda Europa son iguales y de la otra cada país graba lo que quiere, esta cuidad tiene dos caras. Una es la de la nueva Europa, el centro de aceras bonitas y edificios vistosos, de restaurantes que hablan en inglés y tienen precios acordes al mercado común. La otra es la vieja Europa, la comunista, la de los suburbios con calles poceadas y la viviendas con las fachadas deterioradas por las décadas que hace que no las pintan, la del obrero local en la taberna fumando ajeno a toda regulación europea. Como las dos caras de una moneda separadas por el fino canto de una avenida, las dos Bratislabas se unen una mezcla de deseos, los de ser Europa y los de ser esa nación independiente que se formó hace apenas quince años.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La capital de la bohemia

Todo el mundo dice que Praga es hermoso. La verdad es que lo es. Llegamos a la ciudad después de una odisea en coche para darnos cuenta que el hostal que teníamos reservado no nos gustaba para nada. Después de deliberar un rato decidimos pasar sólo una noche en ese lugar y después cambiar de alojamiento. Con lo cual esa tarde la dedicamos a buscar otro hostal, y posteriormente reservarlo. Dando vueltas por los alrededores del centro se podía intuir que la ciudad era muy bonita.
La mañana siguiente hicimos el check out del primer hostal, dejamos las mochilas en el segundo, ya que el check in no era sino hasta dos horas más tarde y los cuatro argentinos nos fuimos a pasear por el centro de la ciudad. El mismo consiste en una gran plaza en donde se encuentran dos iglesias, una estatua con muchos hombres en postura altanera y una torre que posee un reloj astronómico a la cual se puede subir y ver toda Praga. Lo raro de esta plaza es que en frente de una de sus iglesias construyeron dos edificios. Pero no frente al otro lado de la plaza o cruzando una calle. En el frente, de tal forma que la pared trasera de estos edificios es la fachada de la iglesia. Como son más bajos que la iglesia, ésta sobresale y se pueden apreciar sus dos torres y sus campanas. Para entrar a la iglesia hay que entrar primero a uno de los edificios, bordear un restaurant y pasar por un túnel.
A unas cuadras de la plaza se encuentra en barrio judío, con un cementerio, que dicen, es de los más bellos de Europa. Quisimos ir, pero como era sábado el cementerio al igual que todos los negocios del barrio estaban cerrados. Desde allí se divisa, al otro lado del río, en lo alto de una colina un gigantesco metrónomo que marca el ritmo de vida en la ciudad. Varios puentes cruzan el río, pero el más turístico es el “Puente de Carlos”, dado que lo mandó a construir un Rey llamado Carlos IV (Y que nada tiene que ver con uno de los más nefastos presidentes de la reciente historia Argentina).
Del otro lado del puente se encuentra el Parlamento, edificio que llama la atención porque en su jardín hay una pajarera enorme con lechuzas, un estanque con patos y peces de colores, además de pavos reales que se pasean sin temor a los visitantes. Otra peculiaridad de este edificio es que una de sus paredes está decorada con falsas estalactitas haciendo dibujos muy raros.
Mas allá del Parlamento, subiendo una loma, se encuentra el castillo de Praga. Antes de viajar, cuando pensaba en un castillo se me venía a la cabeza la imagen de Disney o de Harry Potter. Hasta ahora no vi ni un solo castillo de ese estilo. El de Praga, es un conjunto de edificios de muchos estilos arquitectónicos diferentes, ninguno de más de tres pisos de altura, en torno a varios patios y a una imponente catedral gótica. A un lado del castillo están los jardines reales y de otro se alza un monte donde hay un gran parque. En él se encuentra el observatorio astronómico, una réplica en chiquito de la Torre Eifell, pero sólo con tres pies. También hay una casa que tiene esos espejos que deforman la imagen así como un laberinto donde uno se pierde entre sus múltiples reflejos. Junto al niño que llevo en mi interior y que a veces aflora demasiado a la superficie pase en este lugar uno de los momentos más divertidos de todo el viaje.
Pero mas allá de su geografía hay algo en esta ciudad que la hace merecer el apodo de “La ciudad dorada” y estar entre las veinte urbes más visitadas del mundo. No son sus bellos edificios, ni su sinuoso río con muchos puentes. No es que sea la ciudad de Europa del este con mejor infraestructura de transporte. No son los casinos y los prostíbulos que se abrieron con la llegada del capitalismo. Quizá tenga que ver que esta ciudad fue la capital del antiguo Reino de Bohemia. Es como un extraño polvo mágico que recubre la ciudad. Es algo que años atrás tenía Barcelona. Creo que es ese ambiente multi étnico cosmopolita sumado a una atmósfera de vanguardia cultural que se respira. Mezcla que se da vaya uno a saber por qué. Rara consecuencia de la globalización, este ambiente logra que el transeúnte, además de admirar la belleza del lugar, se sumerja en una atmósfera que lo deja fascinado.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Un largo e interminable camino

Salimos de Tallin un miércoles a las 10:00 de la mañana con el auto. El plan era ir hasta Praga, a mil seiscientos kilómetros de distancia. Planeamos hacer noche en un pueblo de Polonia que estaba a unos 1.100 Km de nuestro punto de partida. Éramos cuatro conductores y el plan era mantener en buen ritmo. Era un buen plan, lástima que no lo pudimos cumplir. Quizás los cuatro argentinos ya nos acostumbramos a las autopistas españolas o quizás fuimos unos ingenuos. Para mantener un promedio de cien kilómetros por hora hay que ir bastante más rápido que eso y hacer paradas breves sólo cuando hubiera que cargar combustible. Nada de eso ocurrió.
Largas filas de camiones, tramos donde la ruta era sólo de un carril, con lo cual había que esperar nuestro turno para avanzar. Malas indicaciones de las rutas. Atravesar ciudades sin circunvalación. Todo eso contribuyó a que lleguemos al pueblo donde queríamos hacer noche a las 3:00 de la madrugada. Tardamos media hora más en encontrar el hostal, donde fue imposible pernoctar porque estaba completo. Finalmente decidimos seguir camino hasta Praga, ya que tan solo faltaban quinientos kilómetros. Diez horas más tarde arribamos a esta ciudad. Tal cúmulo de horas fue en parte por una densa neblina que impedía ver a cinco metros y nos obligó a detenernos en una estación de servicio, a las 6:00 de la mañana y con cero grados. En parte el retraso fue gracias a los fondos de integración europea, que logran que en Polonia a todas las rutas las estén refaccionando o convirtiendo en autopistas. Esto suena bien pero hay que entender que esta todo cortado, lleno de desvíos, con máquinas trabajando y momentos en que cortan la circulación de vehículos.
Llegamos a Praga después de un viaje en coche de veintisiete horas. Algunos de ustedes pensaran que viajar en coche es una mejora con respecto a viajar en tren. Les quiero aclarar que no sólo era un coche chico, sino que las mochilas no entraban en el maletero por lo que fueron en el medio del asiento trasero. Tres de los cuatro ocupantes éramos hombres, cuya higiene no siempre es la mejor y a partir de la doceava hora encerrados en un auto eso se nota. Por otro lado sólo había dos CD, uno de música punchi punchi de Ibiza y el otro incluía hits de Cristian Castro. Además, como ironía del destino, el coche era un Skoda Fabia, auto de origen checo cuya campaña publicitaria se realizó en Buenos Aires y en la que yo trabajé la última vez que estuve en Argentina.
En cuba viajar para mi fue una odisea, en Marruecos tuve alguna que otra experiencia con final no muy feliz en el trasporte público. Ni que decir tengo de los Chiken Bus de Guatemala. Pero este viaje se lleva el premio al más largo, más cansador y más maltratador para mi cuerpo.

sábado, 22 de noviembre de 2008

4x4

Estonia, Letonia y Lituania eran de esos países que cuando los estudiaba en geografía decía: "En la puta vida voy a pisarlos". Que equivocado que estaba. Claro que cuando yo estudié geografía eran parte de la Unión Soviética. Pero a decir verdad no esta mal dedicarles una semanita y recorrerlos a los tres. Algún entendido dirá que merecen más tiempo, y puede que sea cierto, pero con uno, dos o tres días en cada capital a mi me bastó.
La capital de Lituania, Vilnius, es una bella ciudad, coronada en un extremo por un monte donde se encuentra un antiguo fuerte que hoy sirve de mirador hacia la ciudad. Kaunas, la otra ciudad importante de Lituania, tiene una zona antigua muy bonita. Lo curioso de este lugar es que a todos los que le preguntamos qué hacer nos dijeron de ir a la Acrópolis. Nosotros creíamos que eran una ruinas griegas de mil años o algo de ese estilo. Resulto ser un centro comercial, con menos de diez años de antigüedad. El único de la ciudad y lo único abierto el domingo. Me maravilló algo que, creo, era la fiesta de una calle. Los negocios de la misma ponían una mesita en la acera y regalaban muestras de sus productos. Comimos un poco de torta, tomamos un café y fuimos invitados a un sótano donde además de agasajarnos con vino escuchamos en vivo un violonchelo y tres violines interpretando a Piazzolla.
Riga, capital de Letonia, más allá de sus puentes, su río, sus magníficos edificios antiguos, tuvo el valor agregado de que nos encontramos con gente amiga. Al igual que cuando se cumplió un mes desde la partida de Barcelona nos encontramos con amigos míos, ahora en Riga, al cumplir los dos meses de viaje, nos encontramos con Leonardo, un amigo de Naty, y con su primo Leandro. Cena y birras hasta entrada la madrugada fue el factor común de las dos noches en Riga.
En el auto que ellos tenían llegamos hasta Tallin, capital de Estonia. Quizás sea porque la recorrimos a esa hora de la tarde donde las farolas están encendidas pero la luz del sol todavía alumbra, o quizás por la magnífica catedral ortodoxa rusa, o porque de todas las capitales de estos países ésta es la que mejor restaurada está, pero fue la que más me gustó. Realmente me pareció una preciosidad.
Más allá de la hermosura de estos lugares, esta parte del viaje que comenzaba me asustaba un poco. Estoy muy bien acostumbrado a viajar solo. De esta manera voy a donde quiero, me quedo los días que quiero, como donde quiero y a la hora que quiero. Viajar de a dos implica hacer un aprendizaje para tener en cuenta los deseos y necesidades del otro. Viajar de a cuatro, sometiendo cada decisión a los gustos de cada uno y tratando de que todos quedemos satisfechos se me hizo un tanto difícil y agotador. Por suerte la compañía era buena.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Horror

Arbeit macht frei es la frase que se leé al entrar a Auschwitz. Significa El trabajo hace libre. Eso era lo que veían las miles de personas que entre 1940 y 1945 fueron a parar a este complejo, que fue parte del mayor campo de concentración y exterminio de la Alemania nazi. Atravesar hoy esos alambres de púas y caminar por el campo causa una sensación en el pecho similar a la que se sentiría si te tiran una tonelada de plomo encima. A pesar de ello yo creo que hay que ir.
La fábrica de muerte funcionaba de una manera tan despiadada que da escalofríos. Los trenes llegaban y entre el setenta y el setenta y cinco por ciento de sus ocupantes directamente pasaban a la cámara de gas. La gente se desvestía para ir a darse una ducha de la cual nunca salía agua. Los nazis se quedaban con sus pertenencias. Le cortaban el pelo y lo vendían a fábricas textiles. Les sacaban los dientes con empastes de oro y los fundían para financiar la guerra. Las cenizas que no salían por las chimeneas y eran respiradas por los vivos, se recogían en los hornos y se usaban como fertilizante de los campos vecinos. Todo era aprovechable, con todo se lucraba. Muchos de los que no iban a la cámara de gas morían por el agotamiento del trabajo esclavo, el hambre, la tortura o enfermedades originadas por las pésimas condiciones sanitarias.
Auschwitz Uno era originalmente un cuartel militar polaco que los Nazis ocuparon. No era muy grande y por eso a tres kilométricos construyeron Auschwitz Dos. Si Auschwitz Uno impresiona, ir a Auschwitz Dos hiela la sangre. Al caminar por las ciento setenta y cinco hectarias del campo se van viendo los restos de las más de trescientas barracas. Las primeras eran construidas de ladrillo. Después directamente de madera, sin piso. Las camas eran tablas, con suerte tenían un poco de paja. Cinco o seis personas dormían en la misma cama. La vista desde la torre de vigilancia más alta, donde se ve en toda su extensión el campo me dejó mudo. El final de las vías del tren. Los restos de lo que fueron las cuatro cámaras de gas y los crematorios. Las ruinas del laboratorio del Dr. Mengele.
Al recorrer los interminables kilómetros del campo no pude más que preguntarme como es que todo eso fue posible. ¿Tanto odio? ¿Tanta falta de humanidad puede llegar a tener el hombre? Parece increíble que tanta maldad sea posible. Que aquella locura haya tenido tantos cómplices. Después recuerdo que la gente no elije entre hacer el bien o el mal. La gente elije entre hacer lo correcto o lo que le es cómodo. Siempre hay gente que prefiere no perturbar su modo de vida. Que quiere cuidar su metro cuadrado de tierra. Su trabajo. Gente que guarda silencio para proteger su posición social. Gente que por acción o inacción se hace cómplice de tanta locura.
Esta historia parece un mal cuento de terror. Pero fue real. Por eso creo que hay que ir a Auschwitz. Más allá del dolor que uno siente al caminar por el campo, más allá de las lágrimas, más allá de la rabia o impotencia, recorrer el campo se hace necesario para que en la piel se quede como un tatuaje lo que fueron los horrores de la segunda guerra. Para que en la memoria se grabe a fuego todo aquel sufrimiento que no debemos olvidar.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Orígenes II

Yo quería ir a Pruchnik, en Polonia. ¿Por qué? Allí no hay nada me decían los polacos a los que le contaba mi deseo. Yo quiero ir igual, porque es el lugar donde nació mi bisabuelo. De él heredé la carga genética rubia. Gracias a él gozo del privilegio de poder ser "in cívico" en cualquier lugar del mundo tranquilamente sin que la policía me moleste.
Desde Cracovia nos tomamos un tren por dos horas y después un autobús otra media hora para llegar al medio día a Pruchnik. Nadie en el pueblo hablaba una palabra de inglés o castellano. Conseguir un lugar donde dormir nos llevo cerca de una hora, comunicándonos con señas. Peor fue cuando quisimos ir al cementerio. Entre mímicas representando la muerte y dibujitos de lápidas pudimos llegar hasta donde descansan los restos de mis antepasados. La gente debió pensar que estábamos locos, pero la verdad es que yo quería ir a ver la tumba de mis ancestros. Pasear por un cementerio puede parecer algo raro, pero es algo que a mi siempre me gusto. Este cementerio, al ser de pueblo, no esta muy bien diagramado. Las tumbas se amontonan una al lado de otra y se hace difícil recorrerlo sin pisar alguna. Para colmo por la lluvia estaba todo embarrado y bastante resbaloso. A pesar de todo pudimos encontrar varias tumbas, algunas muy antiguas otras escalofriantemente recientes, en la cual figuraba mi apellido. Claro que no se escribe exactamente igual debido a la ineptitud de los empleados del registro civil de Argentina y a cierta tendencia al analfabetismo de mi abuelo.
Después del cementerio fuimos a la iglesia del pueblo. Resulta ser que toda la iglesia, de hecho todo el pueblo, reverencia a Bronislao Markiewicz, quien tiene el honor de ser mi tío tatarabuelo. Este señor, en vida, era cura y fundó la orden religiosa de los Miguelinos. No solo eso sino que, en la actualidad, se encuentra en proceso de beatificación. Esta por ser nombrado Santo. Cuando yo me entere de esta historia, hace algo menos de medio año no la podía creer: ¿Un santo en mi familia?. Pero es cierto. En la iglesia tienen su cuadro y estampitas. En el pueblo hay una estatua donde nació. No pude gozar de la fama que merezco al ser pariente del ídolo local porque a nadie logre explicarle, ni por señas ni por dibujitos, que yo era pariente del futuro Santo.
Al menos cuando San Pedro me mire de pies a cabeza, cruce en mi camino una soguita roja cerrándome el paso y me diga No flaco, vos acá no entras yo le voy a poder decir ¿Pero sabes sobrino de quien soy yo? Mejor dejame pasar o se te pudre todo con el de gran jefe.
Si quieren tener un lugar asegurado allá arriba congraciándose con mi tío a través de mi persona, escríbanme un mail y les paso el número de mi cuenta bancaria.

Si no creen que tengo un tío Santo vean la biografía del mismisimo en la web del Vaticano, haciendo click acá.

martes, 11 de noviembre de 2008

Tras la cortina de hierro, vidrieras vistosas

Entrar en Polonia fue como un respiro, pero no para nuestros pulmones sino para nuestros estómagos. Llegamos a un pueblito que no tenía nada más que el puerto donde nos dejó el barco, la estación de tren y el bar de la estación de tren. De inmediato nos dimos cuenta de dos cosas:
1) En Polonia se puede comer bien y barato.
2) Nadie mayor de veinte años habla inglés o castellano, pero si ruso o alemán.

El tema del idioma acarrea ciertas complicaciones pragmáticas. Como jugando al Pictionary, me encontré dibujando una cama y luego tachándola para explicarle a la vendedora que quería un pasaje de tren en asiento y no en camarote. De niño iba al mercado con una nota de mi mamá y casi sin decir palabra se la daba al almacenero. Exactamente igual procedimos en el correo para mandar una carta, ayudados por la nota explicativa que escribió en polaco la recepcionista del hostal. Pero sin duda lo mejor de desconocer un idioma es ir a comer. Muchos restaurantes, alertados ya del turismo que llega en grandes masas tienen la carta con fotos. Pero los bolichones de los obreros, esos antros poco higiénicos en los que me gusta comer, no. Allí uno simplemente se sienta y elije, guiado por el precio y confiando en el azar, un plato que no sabe si es sopa, carne, helado o te de menta. En general no me llevé ninguna desilusión, o quizás el hambre hacía que vea con buenos ojos cualquier comida. Otra técnica útil es la de pararse, muy maleducadamente acercarse y ver que están comiendo en las otras mesas. Cuando se encuentra un plato atractivo sólo hace falta señalarlo con una mano mientras que con la otra se apunta a uno mismo mirando al camarero.
El asunto idiomático revela el hecho de que hasta hace veinte años este país estaba del otro lado de la cortina de hierro. Era parte de la Rusia Comunista. Hoy Polonia es parte de la Comunidad Europea y trata de adaptarse al ritmo de vida occidental.
Cracovia es la capital cultural y la joya arquitectónica. Cuenta con un castillo muy bonito hecho en el mismo lugar donde el fundador de la ciudad, un tal Krak, mató a un dragón que asolaba aquel paraje. Esta hermosa ciudad es la que concentra la mayor cantidad de turistas. Como tal en cada negocio hay folletos de tours por la ciudad, de hoteles y hostales. Nosotros hicimos un tour que nos sirvió para integrarnos con la cultura local. Un tour que consistía en el testeo de diferentes tipo de vodkas.
Varsovia que es la capital política del país no me pareció tan linda. La parte antigua fue destruida en la segunda guerra y la reconstruyeron tal cual era, y es digna de ser recorrida. En la parte moderna no hay muchos edificios altos, pero los que hay tienen en la azotea carteles de neón y sobre un costado gigantografias. Todos están plagados de publicidad. En Europa no vi una ciudad tan bombardeada por la publicidad con Varsovia.
Polonia fue una buena manera de entrar a la Europa del este. Aquella que hace dos décadas era imposible visitar. Esa que hoy está sumergida en la marea del consumo y el turismo.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Fuertes, sirenas, molinos, pero sin cuentos

Copenague, como ciudad es linda, pero no mucho más. Creo que lo bueno de Copenague son pequeñas perlitas que hay distribuidas por la ciudad. Ejemplo de esto es el antiguo fuerte donde vivían los soldados de la guardia real. Como todo fuerte que se precie esta rodeado de un foso lleno de agua. Pero en lugar de ser cuadrado o circular el foso tiene forma de estrella. Dentro del fuerte, además de los barracones militares, se encuentra un antiguo molino de viento. Creo que es el mejor conservado que he visto.
Me llamó la atención las cúpulas que se divisan por la ciudad, estan retorcidas. Parecen castillos de los cuentos de hadas, pero en realidad son de algunas iglesias o edificios antiguos.
Una cosa curiosa es como hacen los panchos o hot dogs o frankfurts o cómo se llamen. En lugar de cortar el pan lo ahuecan. Le hacen un agujero en una punta, comprimen la miga y en ese espacio introducen la salchicha. He de decir que parecen interesantes pero no son nada buenos. De hecho, dado a lo elevado de todos los precios, Dinamarca fue el lugar donde peor comimos. Caro y de calidad dudosa.
También es curiosa la escultura de La Sirenita que hay en el puerto. La historia de esta señorita mitad humana mitad pez que renuncia a la inmortalidad por un amor humano es una leyenda popular danesa y fue escrita en su forma actual en el siglo XIX, mucho antes de la película de Disney.
Lo más espectacular es el Barrio Libre de Christiania. Antiguo barracón militar abandonado éste fue tomado por hippies a principios de los 70. Hoy sus habitantes proclaman su propio auto gobierno y no reconocen al de Dinamarca. De hecho en una de sus entradas hay un cartel tallado en madera que, como si fuera una señal de la frontera, al salir del barrio dice “You’re entering now the EU”. En castellano significa “Está entrando a la Unión Europea”. En la actualidad es el único distrito de Dinamarca donde la venta y consumo de marihuana y hash es legal. Llegamos a este barrio de casualidad, sin saber nada, un viernes por la noche. Entre carteles de prohibido sacar fotos y bares un tanto heavys paseamos un rato cada vez más asombrados de este estrambótico lugar.

martes, 4 de noviembre de 2008

Memoria

Berlín me enamoró. No como París, que me enamoraron su belleza y sus museos. Berlín no es linda. Lo que me enamoró de ella fue ver una ciudad tan viva, tan nueva y sobretodo con tanta memoria para la historia. Berlín es el centro de los principales acontecimientos históricos del siglo XX. La primer guerra mundial. La surgida del fascismo y la llegada de los nazis al poder. La segunda guerra mundial. El enfrentamiento entre el bloque socialista y el mundo capitalista. El muro. La caída del muro. La caída del socialismo. Todo en una ciudad. Y todo a la vista.
Lejos de lo que ocurre en Argentina, donde el pasado se trata de meter bajo la alfombra y olvidar, Berlín es una ciudad que no olvida. Como mea culpa el pueblo alemán construyó en los apenas diecinueve años desde la reunificación una ciudad que guarda testimonio de los horrores de las épocas pasadas. Sin darse cuenta, la gente camina por la ciudad que es un gran memorial. Me impresioné al ver en la plaza de la antigua biblioteca pública, hoy universidad de leyes, un cristal en el suelo. Era una ventana en el piso. A través de ella se ve un sótano lleno de estanterías vacías. Al lado hay una placa que dice que en esa plaza las juventudes hitlerianas quemaron libros prohibidos por el régimen. Hay también una frase del escritor alemán Heinrich Heine. La escribió ciento veinte años antes de la segunda guerra mundial y dice “Allá donde primero se queman libros se acaba quemando también personas”.
Por toda la ciudad hay trazado, en las calles y en la vereda, una fina linea de adoquines al ras del suelo. Sobre esa linea antes estaba erguido el muro. En las partes donde se conserva se están construyendo diferentes memoriales, como por ejemplo uno a las personas muertas tratando de cruzar el muro. Otro trozo del muro coincide con el lugar donde estaba el cuartel general de la Gestapo, la policía secreta nazi y la inteligencia militar. En ese espacio se está construyendo otro memorial, y en la actualidad se ve una muestra fotográfica de los horrores de la guerra que se idearon desde ese mismo lugar geográfico. La tercera parte que se conserva del muro, es quizás la más representativa de la nueva Berlín. Es un mural de tres metros y medio de alto por algo más de un kilometro de largo donde diferentes artistas fueron invitados a pintar sus impresiones sobre el muro. Digo que es la más representativa no sólo porque en frente hay un gran y nuevo centro comercial donde hace veinte años era impensable, sino porque muestra que es una ciudad abierta al ciudadano. Una ciudad llena de grafitis, donde el arte no solo esta en los museos sino también en la calle.
Berlín, escenario de una de las más nefastas historias de nuestros días, es hoy una ciudad que se construye con vistas al futuro. La construyen siendo plenamente consiente de que, aunque suene cliché, solo se puede construir un futuro mejor si no se olvida el pasado.

viernes, 31 de octubre de 2008

Sin techo

Salimos temprano de nuestro hostal en Frankfurt, nos tomamos un tren, llegamos a Munich tres horas después y bajo la lluvia fuimos al hostal. Lo siento, estamos completos, y toda la ciudad esta igual por el Octoberfest, dijo la recepcionista. Resulta ser que para tal festividad hace seis meses que todo alojamiento en la ciudad ya está reservado. Dejamos la mochila en el locker de la estación y fuimos a caminar un poco por la ciudad y, por supuesto, al octoberfest. Esto, creía yo, que consistía en una plaza donde únicamente se encontraban una tienda por cada gran fábrica de cerveza y se vendía mucha cerveza, obviamente. Pero resulta ser mucho más. No es en una plaza sino en un gran parque. No sólo hay venta de cerveza, sino que es una gran feria, con montaña rusa, tiro al blanco, casa del terror y todo lo que siempre hay en las ferias que hacen que uno gaste plata a lo loco. Cama donde caer borrachos no tenemos y, plata para gastar tampoco pensamos con Natalia. Finalmente sólo pasamos el día en la ciudad y a la noche nos tomamos un tren.
Llegamos a Hamburgo por la mañana y fuimos al hostal. Lo siento, estamos completos y toda la ciudad esta igual por la fiesta de reunificación de las dos Alemanias, dijo la recepcionista. Dejamos las mochilas en la recepción de hostal y fuimos a pasear un poco por la ciudad. Ésta es el puerto más importante del país. Lo que más me impresionó de la ciudad es una antigua iglesia, destruida por la guerra, que la conservan tal cual, es decir destruida. Solo hay una pared y la torre de las campanas. El resto es una plaza y uno camina por ella casi sin darse cuenta que antes era una iglesia. Por la tarde dimos un paseo en barco por los canales de la ciudad.
Llamamos al hostal de Berlín a la noche. Lo siento, estamos completos y toda la ciudad esta igual porque, como fue fin de semana largo, todo el mundo se vino de fiesta a la capital, dijo la recepcionista. Obviamente Alemania no nos estaba tratando de la mejor manera. Testarudos como somos igual nos fuimos a Berlín, llegamos a media noche y dormimos en el suelo de la estación de tren. No era la primera vez en mi vida que la noche me encontraba en una ciudad extraña y sin cobijo. En mi mente no vislumbré problema alguno. Pero el frío, los guardias de seguridad que nos movían de un lugar a otro de la gigantesca estación y el hecho de que era la segunda noche de mal dormir le pasaron factura a mi cuerpo al día siguiente. Estaba todo dolorido. Me estoy haciendo viejo, la puta madre.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Placeres y recreos al estilo europeo

Amsterdam es una ciudad de lo más bizarra. Desde el punto de vista geográfico se puede decir que está llena de canales. A diferencia de Venecia, donde la ciudad esta en medio del agua, en Amsterdam el agua esta en medio de la ciudad. Los canales están trazados de forma tal que si se miran desde el cielo (O con el Google Earth) se ve claramente que uno camina en una rara tela de araña. Llena de puentes y circulada por miles de bicicletas la ciudad tiene pequeñas maravillas. Una de ellas es la casa donde Ana Frank se ocultó de los Nazis y escribió su diario. Hoy esta trasformada en museo, logra ponerte la piel de gallina emocionándote hasta las lágrimas.
Pero Amsterdam es famosa por dos cosas. Una de ellas son los coffee shop. Como en cualquier bar o café la gente se sienta y ve el menú, pero en estos establecimientos la carta consiste en diferentes tipos de mariguana y hongos alucinógenos. Cada cual con la explicación de sus efectos y para que son idóneos, optando uno por consumirlos en el lugar o en la comodidad de su hogar. No se puede consumir drogas en la vía pública. Eso si, en los coffee shop, como en cualquier otro bar o restaurante, esta prohibido el consumo de tabaco, porque es malo para la salud. Solo se lo puede fumar en la vía pública.
Lo segundo por lo que es famosa Amsterdam es el barrio rojo. Al caer la noche abren los sex shop, los “Girls show alive”, las tiendas porno. Entrado ya el siglo XXI la gente esta acostumbrada a encontrar algún sex shop en la calle y ver dentro todo tipo de cosas raras. En Amsterdam llama la atención sin embargo que están uno tras otro tras otro, con sus escaparates vistosos. Dentro se pueden encontrar cosas tan raras que no sabe si se usan al derecho o al revés. Aparatos de las más diversas formas, colores, con lucecitas y bolitas dentro que giran de un lado para el otro. Instrumentos del tamaño de una botella de coca cola de dos litros y medio que hacen sentirse a uno poca cosa. Pero lo mejor del barrio rojo es ver a las prostitutas en las vidrieras. En la calle, en tanga, las putas se cagan de frío, me dijo un holandes. Tiene razón. Gordas, flacas, viejas, jóvenes, mas o menos atractivas las señoritas exhiben sus atributos a través de los escaparates y como cualquier otra mercancía venden sus servicios al transeúnte. Este golpea el cristal, arregla un precio y pasa al cuarto de atrás. Todo a la vista del turista, todo tan civilizado, tan europeo, tan organizado. Las chicas hasta tiene su propio sindicato.
Nunca me gusto derrochar el dinero pagando por algo que puedo conseguir gratis. Por eso no aproveché las delicias del barrio rojo. Por otro lado, a causa de una cirugía en la cabeza, mi neurólogo me prohibió ingerir cualquier sustancia que altere mi química cerebral. Debía ser el único turista en Amsterdam que no se fue de paseo por la nubes. No es algo que me importe o de lo que me lamente, ya que con sus canales, sus bares y sus museos me di cuenta de que esta es un hermosa ciudad. Me di cuenta de que Amsterdam, además de ser para alucinar, es alucinante.

lunes, 27 de octubre de 2008

Que locura


Quizás sea impresión mía, pero Rotterdam es una ciudad llena de locuras. No de gente loca, no se me mal interprete. Tampoco es un lugar donde está permitido hacer esas cosas que uno normalmente llama hacer locuras. No. Lo que pasa es que al ir caminando por la calle no se puede evitar alzar la vista y decir Que loco aquello. No se si es porque este país, al estar bajo el nivel del mar, produce un efecto raro en el cerebro de los Holandeses o porque los porros son legales.
Lo cierto es que la ciudad esta llena de cosas que bien encajarían en una exposición de arte surrealista.
Para ser justo esta ciudad tiene muchas otras cosas más. Hermosos canales, puentes, bares. La bicicleta es el medio de transporte por excelencia.
Pero hasta las bicicletas son de formas locas. Eso es lo que me llevo como recuerdo de esta ciudad. Mas allá de las hermosas calles y de la gente, en mi memoria este lugar destaca por estar lleno de elementos de lo más curiosos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

De birras hasta que nos suenen las campanas

De Bélgica yo sabia que era algo así como la capital de Europa. En este país se encuentra el parlamento europeo, toda la gran maquinaria burocrática de la comunidad europea y es donde los presidentes de los países miembros se juntan de vez en cuando a hablar de esas cosas de las que siempre hablan los políticos cuando tiene pocas cosas que decir y muchas que hacer.
Me fue grato descubrir que hay muchas mas cosas en este país. Por un lado el sentir lo sociable que son los Belgas. La cultura del bar esta ampliamente difundida y es común que la gente te empiece a hablar, birra mediante. Esto es otro tema muy importante. La variedad de cervezas que tiene es asombrosa. Solo oriundas de Bélgica hay más de ciento cincuenta. En Bruselas esta el bar que ostenta el récord guinnes de tener, más que ningún otro bar en el mundo, cervezas provenientes de cada rincón del planeta. En esta ciudad se puede salir a pasear. Se puede ir al Atomiun, que es una replica 165 mil millones de veces mas grande del átomo del cristal de hierro que construyeron hace cincuenta años para la exposición universal. Se puede entrar en las iglesias o se puede subir a la terraza de un edifico de diecisiete pisos para ver toda la ciudad. Pero sin duda lo más tradicional es salir a tomar cerveza y hablar con los locales.
Otro lugar interesante en Bélgica es Brujas. En este pueblo toda la construcción y toda la arquitectura se quedó detenida en el tiempo, cuatrocientos años atrás. Es una frase hecha, pero pasear por Brujas es como pasear por un cuento de hadas, claro que sin castillos y con turistas. A la gran torre del reloj se puede acceder y después de subir los trecientos sesenta y seis escalones de la empinada y estrecha escalera caracol se llega a la sala de maquinas y campanas. De chico yo tenía un pequeño instrumento que al darle vuelta a una manivela hacía girar un cilindro dentado. Cada diente golpeaba una varita de metal que producía una nota musical. Magnificado en tamaño este reloj poseía lo mismo, un cilindro de metro y medio de diámetro en el cual cada diente accionaba una pequeña campana. Cada hora, en el minuto cincuenta y nueve, suena una melodía durante un minuto y al finalizar la gran campana anuncia que hora es. Tuvimos suerte por partida doble ya que, por un lado, subimos justo para ver el funcionamiento de este prodigio mecánico y, por el otro, subimos justo a la una y no, por ejemplo, a las doce. Comprendan que encontrarse a medio metro de una gran campana cuando suena te deja el cerebro tololo por un rato (Ahora entiendo porque Cuasimodo, en sus alucinaciones, hablaba con las gárgolas de piedra de Notre Dame).
En definitiva, entre cervezas y cuentos de hadas, entre campanadas ensordecedoras y charlas con belgas, disfrutamos de unos hermosos días en un país que por lejos es mucho más que el cerebro organizativo de la nueva Europa.

martes, 21 de octubre de 2008

Pequeña joya

Luxemburgo es uno de esos países que por ser tan chiquitos no entran en la cabeza de alguien que creció en Sudamérica. Entrar a un país por un lado y salir por el otro media hora después simplemente no encaja en mi escala geográfica. Escala conformada de niño, cuando viajaba quince horas para recorrer mucho menos de la mitad de Argentina.
Pequeño en extensión Luxemburgo guarda grandes tesoros, y no solo porque sea un paraíso fiscal. La ciudad está en la cima de una montaña, rodeada de ríos y barrancos. Desde allí se ve el valle lleno de pequeños edificios y miles de verdes. En la plaza principal hay un mercado de fruta y verdura de las estancias de alrededor. El tamaño de las hortalizas que allí se vende parece querer compensar con lo pequeño del país.
En la antigüedad Luxemburgo fue la fortaleza mejor fortificada del centro de Europa. Su gran maravilla son las Casamatas. Cavadas dentro de la montaña se encuentran laberínticas galerías y estancias. Capaces de albergar a cuarenta mil soldados, establos, cocinas, herrerías y las habitaciones de los reyes. Justo encima de todo esto se alzaba el palacio. Hoy día queda poco de todo aquello. Lo que queda, patrimonio de la humanidad, es digno de ser visitado. Uno se va sumergiendo por interminables escaleras caracol más y más profundo en las entrañas de la tierra.
Puede que no sea muy grande y con un día alcanza de sobra para ver lo que hay que ver, pero no hay que subestimar su hermosura. Quizás sea cierto, en este caso, aquello de que el tamaño no importa.

viernes, 17 de octubre de 2008

A la Madonna

La única vez que estuve en París estaba enamorado. Cuando el ser humano se enamora alguna sustancia química se produce que altera el normal funcionamiento cerebral y distorsiona la percepción de la realidad. Por eso estaba un poco asustado. Temía que el encanto de París hubiese desaparecido por estar antes en mis ojos y no en la ciudad. Por suerte no es así. París es una ciudad que me fascina.
Esta vez estuve sólo tres días, por lo cual no fui ni a un museo. Me dediqué a pasear por la ciudad. Hice el clásico circuito de Notre Dame, Torre Eiffel, Arco del Triunfo, Sacré Coeur, pero sin duda lo mejor de París fue el concierto de Madonna. Natalia es fanática. Ella fue la ideóloga de ir al concierto y hacía meses que teníamos las entradas. Planeamos con amigos de Barcelona ir todos juntos al concierto y parar en el mismo hostal. La verdad es que Madonna me gusta, pero estoy lejos de ser un fanático o, aunque más no sea, saber todas las canciones del último disco. Pero el concierto en sí es un gran show, con un muy buen despliegue técnico. Además el hecho de ir de a muchos siempre ayuda a disfrutar más.
París, en conclusión, es hermosa. Poco importó que justo empezaba el otoño, tanto en el calendario como en nuestro viaje, que ahora continúa más y más al norte y al frío. Fue un lindo fin de semana. La compañía de amigos, ver un gran espectáculo y volver a esta ciudad encantada fue la mejor manera de celebrar el primer mes del viaje.

jueves, 16 de octubre de 2008

Imperios

Siempre escuche que Roma es la cuna de la civilización occidental. Yo no entendía por qué. Los griegos, cuatrocientos años antes que los romanos fueron los que cimentaron la filosofía, la matemática y la forma de pensar de nuestro hemisferio. Por eso yo afirmaba que ellos eran la cuna de nuestra civilización. Eso afirmaba hasta que fui a Roma.
En esta cuidad uno puede pasar semanas sin terminar de ver todo lo que hay para ver. Mientras uno la camina de repente ve unas ruinas de dos mil años. Por todos lados. Ver la tumba de algún romano, las murallas de algún edificio antiguo o catacumbas, es extremadamente fácil porque, repito, están en todos lados.
El Panteón, originalmente un antiguo edificio construido en honor a alguna divinidad romana y después convertido en iglesia es la reliquia mejor conservada. Circular, caminar por ese piso que fue hecho hace dos milenos es impresionante. La cúpula tiene, justo en el centro, un tremendo agujero por el cual se pueden ver las estrellas, a menos que sea de día o esté nublado, como me paso. Los acueductos, gigantescas canaletas a quince o veinte metros de altura traían el agua a la ciudad desde las montañas a más de cien kilómetros. Es impresionante, estos tipos, hace dos mil años, tenían cloacas cuando nosotros hace veinte no las teníamos en Buenos Aires.
El Vaticano también es algo impresionante. La basílica de San Pedro, sobretodo. Esta llena de pinturas, de esculturas de Miguel Ángel. Es curioso, tiene un lugar donde la gente se puede confesar en diferentes idiomas. La capilla Sixtina en cambio no me pareció gran cosa. Su mayor atracción, es el cuadro ese donde la mano de Dios casi toca la del hombre. No se puede llegar apreciar porque está en medio de una ensalada de otros cuadros que también decoran el techo, sumado a los flashes de las cámaras de fotos, que son muy molestos. Hay otras grandes maravillas en el museo del vaticano que la gente ni las nota, como las paredes decoradas por Rembrandt, cuadros de Dali o la parte dedicada al mundo egipcio o al chino.
Pero lo más impresionante de todo, a mi parecer, es el Coliseo. Salí del subterráneo y lo vi erguirse a mis pies, imponente y desafiando al tiempo. Dentro es imposible no cerrar los ojos y transportarse al pasado. Sentir cuando entre esas paredes los hombres luchaban contra las fieras, o con otros hombres, al estilo película Gladiador. Es imposible no asombrarse ante tan majestuosa obra de ingeniería, que podía albergar a cincuenta mil personas, con sus instalaciones sanitarias y toda la maquinaria, las poleas, los ascensores, los engranajes necesarios para que el espectáculo funcione. Pero más impresionante es el concepto que encierra el Coliseo “Pan y Circo”. Hace dos mil años políticos corruptos e ineficaces se enriquecían mientras el pueblo estaba distraído viendo el espectáculo que ellos le ponían. Reconociendo esto es imposible negar que aquella sociedad es la cuna de la nuestra. Con la diferencia que aquellos políticos entendían que aparte del circo hay que dar pan, no como los políticos actuales.
En la era del imperio del miedo, del circo mediático y del consumo, lejos están esos ideales griegos de un gobierno por, para y del pueblo. Pero viendo las ruinas de aquel imperio uno no puede negar algo obvio, que son ruinas. Y si ese imperio cayó, también va a caer el actual.

viernes, 10 de octubre de 2008

Todo se hereda

En Argentina hablamos el idioma de la que es nuestra madre patria, pero al visitar el sur de Italia uno se da cuenta de que gran parte de nuestra identidad nacional proviene de allí. Es que la forma de ser de un pueblo no solo se demuestra en su lengua. También esta en la forma de vivir de una ciudad, en la forma en la que hablan unos con los otros y, por que no, en la forma de conducir.
En Nápoles el tráfico es un caos. Bocinas, gritos, semáforos que no funcionan o si pero que nadie respeta. En esta ciudad, sucia, ruidosa y mal oliente, la gente es el gran atractivo. Los viejos dicen piropos en la calle a las chicas, la gente putea cada tres palabras y podes hablar con cualquiera en cualquier lado y ya ser como amigos. Para ser justos hay que decir que esta ciudad tiene también como atracción la catedral más bella en la que he estado, un castillo que se alza sobre las aguas del mediterráneo y que la ciudad esta a cuarenta minutos de las ruinas de Pompeya. Ruinas, por otro lado, simplemente majestuosas.
En Mesina, ubicada en la isla de Sicilia, es el reino de los giros en U. Los vehículos van en una dirección y de repente frena, ponen el intermitente y giran 180º para continuar por la misma calle pero en dirección contraria. Tanto es así que vi un camión con acoplado hacer un giro en U en plena avenida principal ocasionando tal quilombo de tráfico que complicó a todo el pueblo. Ahora, para hacer honor a la verdad, la catedral de Mesina tiene una torre con un reloj que a cada medio día hace que varias estatuas cobren vida y se muevan al ritmo del Ave María. Un espectáculo como no vi en otro lado.
En la ciudad de Catania queríamos ir a un hostal que no estaba cerca de la estación, por lo cual nos tomamos un autobús. Un mercado en medio de la calle interrumpía el trafico. No me sorprendió ver que el conductor no dudó en subir un costado del vehículo a la acera y conducir así unos cuantos metros. Aunque quizás lo que mejor describe a los italianos del sur es lo que sucedió al llegar al hostal. La pareja que lo regentea nos dice que no está habilitado. Desconsolados nos quitamos las mochilas y le pedimos un vaso de agua. Más que amables no solo nos dieron agua sino que llamaron al otro único hostal de la ciudad y resulta que estaba lleno. Lo que sigue es una traducción al castellano lo más fiel que pude hacer de la conversación que tuvimos:
Natalia: Mirá... yo soy mitad calabresa mitad argentina... el hostal no esta habilitado pero... ¿De alguna forma no se podrá arreglar?
Chica del hostal: Y... no se
Chico del hostal: Si se quedan acá nos puede caer un paquete tremendo
Yo: En un hotel nos van a romper el culo con el precio... de última dormimos en la calle.
La cuestión es que terminamos parando tres días en la casa de veinticinco metros cuadrados de esta pareja. Y no dejaron que le paguemos ni un centavo. De su mano exploramos una faceta desconocida para nosotros de Sicilia, la de la juventud local. Esto no solo nos permitió conocer mucha gente muy copada sino que además incluyó: fiesta surfer en la playa con birra gratis y chicas bailando en bikini, salida a una discoteca y excursión al Etna, el volcán activo más grande de Europa.
En Palermo, para dar otro ejemplo, el transporte público es incomprensible. Una hora esperamos un autobús urbano en la parada, hasta que nos dijeron que la habían cambiado a la otra esquina. En esta ciudad es frecuente ver a los turistas tratando de que un italiano les explique cómo llegar a algún lado, pero el turista hablando en inglés y el italiano sin entender palabra. Por eso fue sorprendente ver como una chica italiana hablaba en inglés con unos turistas. Claro que resultó que no era Italiana, sino argentina, que había vivido en un montón de países de Latino América y Europa. Ahora vivía en Palermo. A la noche siguiente salimos de bares con ella y, obvio, como el trasporte público deja mucho que desear después de las nueve de la noche no teníamos como volver al hostal. Así que terminamos durmiendo en su casa.
Así es. Así somos. Gente, para quien la ley es algo interpretable y flexible, a usar según convenga, donde todo es "arreglable". Gente solidaria que te abre la puerta de su casa, que es amistosa y leal. Con todo lo bueno y lo malo no hay duda que ésta región de Italia influyó mucho en la cultura argentina tan difícil de describir, definir o explicar. Si España es la Madre Patria no hay duda de que Italia es el Padre.

martes, 7 de octubre de 2008

Orígenes

Yo quería ir a Ascoli Piceno. ¿Por qué? Allí no hay nada me decían los italianos a los que le contaba mi deseo. Yo quiero ir igual, porque es el lugar donde nació mi bisabuelo. De él heredé la ciudadanía italiana. Gracias a él gozo del privilegio de poder vivir en Europa tranquilamente sin que las autoridades me molesten.
Nos levantamos muy temprano para tomar un autobús y tres trenes con la intención de llegar al medio día. Teníamos los minutos contados para hacer los trasbordos y ningún retraso estaba permitido.
El primer problema surgió cuando para ahorrar, decidimos no pagar los trenes y pasó el inspector. Con muestra mejor cara de boludos le dijimos que queríamos comprar el pasaje abordo. Eso no era posible. Nos hizo bajar, aunque al final se apiadó de nosotros y nos dijo que volviéramos a subir a otro vagón.
El segundo problema surgió en el último tren, cuando arrancó de una de sus paradas y al observar por la ventana noté algo raro:
– Che boluda – le digo a Natalia – el tren arrancó para el otro lado... estamos yendo al revés.
Ascoli Piceno era la última estación en la línea. Habíamos llegado y, cinco minutos después, el tren volvía sobre sus pasos. Desesperados nos bajamos en la siguiente estación (que en realidad era la anterior).
El tercer problema surgió al mirar las vías
– Che boluda – digo – hay solo un par de vías.
Esta simple afirmación encerraba el hecho de que solo podía circular un tren a la vez. Por lo tanto teníamos que esperar una hora a que el tren del cual nos acabábamos de bajar llegue hasta la otra punta del recorrido, más otra hora a que vuelva para tomarlo en el sentido que nosotros necesitábamos.
El cuarto problema surgió al mirar nuestro entorno. Nos habíamos bajado en medio de la nada. En un pueblo que bien podía ser el escenario post apocalíptico de la película Mad Max.
Yo me quedé en la estación custodiando las mochilas y Natalia fue a buscar víveres que aseguren nuestra subsistencia en tan remoto paraje. Al minuto vuelve gritando que encontró un coche que nos llevaba hasta Ascoli Piceno. Cargamos nuestras mochilas al hombro, corrimos hasta el auto, hablamos en italiano las cuatro palabras de cortesía con la señora del coche.
– Che boluda – digo – metamos las mochilas atrás
– ahh... - dice la señora del coche – son argentinos, yo también, de Rosario.
Hicimos los catorce kilómetros con esta señora que hace diecisiete años vive en Italia. La charla en el auto fue un derroche de léxico argentino, donde "boludo" fue la palabra estrella. He de aclarar que tal derroche de términos rioplatenses sólo son permitidos en la exclusiva presencia de argentino y uruguayos.
Finalmente llegamos a Ascoli Piceno y valió la pena. Lejos de ser un pueblo donde no hay nada, es una ciudad con más de 2.700 años de historia. El punto comercial más importante en la ruta por tierra de sal proveniente del Adriático y que posteriormente fue conquistada por los romanos. Sin contar que es donde se inventó la famosa bebida alcohólica Meletti. Por sus calles irregulares se ven construcciones de diferentes épocas y estilos. En las afueras se ven ruinas romanas como la puerta de entrada a la ciudad, la muralla que la protegía o el teatro. Por toda la ciudad quedan las torres que las familias pudientes construían para ostentar su riqueza. De hecho el hostal en que nos alojamos esta sito en una de ellas.
Pero más allá de esta ciudad llena de bellezas, yo estaba fascinado al saber que este lugar esta ligado a mi historia prenatal. Para mi, que durante mucho tiempo creí firmemente que el universo empezó el día en que nací, caminar por las calles en que siglos atrás caminaron mis antepasados fue como estar en un sueño. Un sueño que tengo hace años. Un sueño hecho realidad. Uno de los tantos que, espero, se transformen en realidad en este viaje.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Renacimiento

Florencia es la ciudad donde el renacimiento esta más a flor de piel. Aquel movimiento filosófico artístico que sacó a la humanidad del medioevo y puso al hombre como centro de la vida y la mirada esta en cada rincón de esta pequeña urbe. Construida en la costa de un río, la cuidad rebosa de esculturas en cada plaza, en cada fuente y en muchas fachadas de los edificios que la componen. Las iglesias son en realidad galerías de arte. Esto ocurre en toda Italia. Gigantes óleos decoran las paredes y en la entrada hay un mapa de la iglesia indicando en que lugar esta cada pintura, quien la pinto y en que año.
Sobre el río se extienden varios puentes. Todos, menos uno, fueron destruidos en la segunda guerra y posteriormente reconstruidos. Lo curioso es que sobre el único que sobrevivió se alzan edificios, negocios y casas. Los modernos puentes fueron hechos para el transito de coches. El antiguo puente es superficie utilizable y resulta curioso ver todas esas estructuras sobre las aguas.
Al permanecer varios días en Florencia uno empieza a ver la vida en la ciudad. Empieza a ver en que plaza se juntan los jóvenes a beber o cual es el lugar donde los lugareños comen barato y bien. A mi siempre me gusto poder encontrar esas cosas que hacen que una ciudad sea única, esa gente que sabe de un lugar por haber pasado años en el. Como el viaje, por ahora, viene con un ritmo medio frenético, poder hacer un alto de unos días en una ciudad y empezar a respirar a su ritmo fue un hecho altamente reconfortante. Además al ser la primera ciudad donde dormimos en un hostal, ya que no conocíamos a nadie que nos aloje, me dio la sensación de que el viaje recién empezaba allí. Fue en esta ciudad donde entré en esa frecuencia cerebral tan particular, hermosa y extraña en la que entro cuando hago un viaje. Conjugado todo esto con la maravilla de estar en un entorno plagado de arte me hizo sentir un fuerte recambio de energía, una recarga de baterías. Estar en esta ciudad fue para mi como un pequeño renacer.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Es evidente, yo no soy fashion.

Quizás sea porque salí de los agradables veinti pocos grados de Suiza para internarme en los treinta y muchos de Italia. Quizás sea porque la noche anterior dormí poco y estaba muy cansado. Quizás sea porque la ciudad estaba desierta ese sábado a la tarde. Quizás sea porque nunca tuve (ni tengo) el menor sentido de la moda. O quizás porque las marcas de ropa me son todas iguales y me importan poco o nada. Lo cierto es que Milán no me gustó. Yo no encajo.
Todos estaban vestidos super fashion. Las italianas, que tienen la ventaja genética de venir generosamente dotadas en su parte de adelante, se arruinan pintarrajeándose la cara como si fuese un óleo renacentista. Viejas paquetas hablando a los gritos sobre que tal o cual vestido está en rebaja. Turistas que se sacan fotos junto al escaparate de Gucci como si fuera el techo de la Capilla Sixtina o la catedral de Notre Dame. Adolescentes de pechos operados vestidas con ropa que probablemente pagó algún señor, que bien podría ser su padre (o no). Yo que soy un negado para las cosas de la moda me aburrí. Natalia, que de adolescente era una concheta, se sentía como si hubiese vuelto a un viejo hogar abandonado hace años. Que cada quien viva su vida como se le cante, mientras respete a los demás, fue siempre mi filosofía. Por eso, que los milaneses vivan como quieran, a mi con cinco horas de esa ciudad ya me bastó. Salimos de la estación y caminamos bastante hasta llagar al centro. La parte antigua sería muy bonita si no hubiesen reformado la planta baja de todos los edificios para trasnformarlas en negocios de marcas como Cristian Dior, Emporio Armani o Versace entre muchas otras que no conozco ni recuerdo. El subte, sucio y chillante, fue una tortura para los tímpanos y los dientes.
Tres cosas me gustaron de la ciudad: La Catedral, hermosa e imponente, bien al estilo italiano. El antiguo fuerte medieval, que aún se conserva en muy buenas condiciones. El gran parque verde que hay detrás del fuerte. Ese espacio de naturaleza fue como un oasis donde pude refrescarme y descansar antes de volver a partir.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Tiempo y Dinero

Si Berna es la capital política y cultural de Suiza, Zurich es la económica. No solo porque los precios son superiores, sino por la atmósfera que se respira, los coches que se ven, las prostitutas de alto standing y sobre todo la gente de traje caminando apurada mirando el reloj. No me había dado cuenta que Siuza, famosa por su devoción a los relojes, también es famosa por ser un lugar donde esconder millones no siempre bien habidos. Alguna extraña relación debe haber entre querer cuantificar el tiempo y hacer fortuna. Después de todo en los escasos lugares del mundo donde el tiempo no es una mercadería a vender, comprar o invertir, la gente cuando no hace nada, no pierde el tiempo. Simplemente esta haciendo nada.
Más allá de ser meca del lavado de dinero y evasión fiscal, Zurich es una ciudad atractiva. Construida en la desembocadura de un río a un lago, la ciudad antigua se alza a una orilla y la no tan antigua en otra.
La noche que pase solo en esta ciudad fui haciendo un recorrido de bares y adentrándome cada vez más en los suburbios. Al primero que fui era el bar “alternativo” de Zurich, montado en un vagón viejo de tren al lado del río. En él te sirven la cerveza en vaso de plástico y la gente se sienta en el pasto de la orilla. Cuando llegué sonaban Los fabulosos Cadillacs a todo volúmen, porque el bar, como me explicó el dueño suizo, tiene onda “latina”. Lo que quiere decir que está pintado de naranja, verde y amarillo, decorado con fotos tipo disco de Manu Chao y trabajan sudamericanos. El siguiente bar fue más clásico, de esos que uno encuentra en cualquier ciudad del mundo. La última birra la hice en un patio de colegio primario, que por las tardes es una plaza y por las noches, gracias a una barra medio improvisada, se transforma en el punto de encuentro de la juventud de Zurich. Lo que más me llamó la atención es ver a la gente, de noche, jugando a las bochas en este patio de escuela. No viejos jubilados sin nada mejor que hacer. Eran jóvenes e incluso adolescentes que jugaban a la vez que se emborrachaban. Además no usan las bochas grandes de madera sino unas más chiquitas, del tamaño de una pelotita de tenis, de metal macizo. Teniendo en cuenta el grado etílico de los jugadores, la escasa luz y lo pesadas que son las bolas es un milagro que no haya alguno que termine con la cabeza rota. Eso sí, en los veinte minutos que estuve en esta plaza, vi varios accidentes y dos casi craneos rotos.
A la mañana siguiente fuimos a pesear por la parte vieja, caminamos por la calle comercial, recorrimos el pequeño parque en la costa del lago mirando los veleros amarrados y los adolescentes nadando, nos subimos a un fonicular que nos dejó al lado de la universidad. Al caer la tarde emprendimos la vuelta, no sin antes comprar un poco de chocolate en la tienda más tradcional de Suiza. Zurich, con sus callecitas finitas e irregulares, con su triple costanera (a ambas orillas del río y la del lago) con sus iglesias y torres de relojes gigantes es una bonita ciudad. Sin embargo no es lo mejor de Suiza. Quizá por la extraña paradoja de que Berna, siendo la capital, tiene un ritmo de vida mucho más pueblerino que el frenético tic tac financiero de esta ciudad bancaria.

¡No solo un paisaje bonito!

Como era previsible, aunque no por ello menos hermosa, Suiza es como una gigantesca postal. El tren fue atravesando las verdes laderas de montañas con picos nevados. Casitas de madera con ventanas minúsculas esparcidas por el valle o agrupadas en la costa de algún lago. Vaquitas pastando al cuidado de un pastor, que bien podría ser el abuelo de Heidi.
A media tarde, el paisaje rural fue dándole paso a un entorno más urbano, para llegar a Berna. Ya en la estación vi un reloj fuera de hora (¡Que sorpresa: Hay relojes que funcionan mal en Suiza!) Poco después vi gente fumando. (¡Hay gente fumando en los lugares públicos en Suiza!) Fue como si de un plumazo Berna quisiera quitarse de encima los prejuicios de “Civilizada, ordenada y puntual” que tiene Suiza. De esta manera te deja la mente en blanco y se puede disfrutar de una de las ciudades más hermosas en las que he estado. Esta construida sobre un peñasco justo en un punto donde un río hace una U. Para defenderla sólo se tenía que construir una muralla cerrando la U, ya que el río era defensa natural en los otros tres lados. Pero como hace siglos que Suiza es neutral en toda guerra no había necesidad de defensa, se construyeron varios puentes y la ciudad creció en la otra orilla. En este lugar encantador, con el río a los pies y las vistas a los Alpes, se alza la ciudad antigua. Calles empedradas, fuentes cada treinta metros, ajedrez gigantes en la calle donde los transeúntes juegan, el entretejido de los cables de los autobuses eléctricos y la peculiaridad de que haya negocios en los sótanos la convierten en una ciudad mágica. Resulta que en la antigüedad los sótanos se usaban para guardar las provisiones para pasar el invierno. Hoy, que existen los supermercados, aprovechan que los sótanos tiene entrada por la calle para trasformarlos en todo tipo de tiendas, desde relojerías hasta mini restaurantes. Cruzando uno de los puentes, al otro lado del río y subiendo una gran ladera, hay un parque lleno de rosas desde donde se ve toda la cuidad antigua. Justo detrás de la ciudad se ve poner el sol.
Al anochecer nos encontramos con Julia, una amiga de mi hermano que nos brindo hospedaje. Fuimos hasta su casa, a unos quince minutos a pie del centro. Ella tiene un estilo de vida bastante hippie (¡Hay hippies en Suiza!) Vive en un lugar muy raro, un edificio de dos pisos y con departamentos que constan de una mini cocina/salón/comedor y una habitación/estudio. El baño es común y esta afuera, en el balcón. La ducha, en el sótano, también es común y hay que cuidar que haya agua caliente. Esto es lo que en España se llama una vivienda precaria (¡Hay vivienda precaria en Suiza!)
Por la noche fuimos a un local okupa (¡Hay casas okupas en Suiza!). Antiguamente era una escuela de equitación para chicas bien. En la actualidad funciona como un bar y sala de conciertos. Esta justo en la explanada debajo de un puente lleno de grafitis (¡Hay grafitis en Suiza!) donde se pueden ver a un montón de drogadictos hechos mierda. (¡Hay gente con el cerebro limado en Suiza!).
Al día siguiente fuimos a un lugar muy raro. Resulta que algunos frikies (¡Hay frikies en Suiza!) fanáticos del cine montaron un museo/centro cultural lleno de proyectores, moviolas, cámaras viejas y todo tipo de aparatos antiguos relacionados con el cine. Tenían, y usamos, esas máquinas prehistóricas donde uno da vueltas a una palanca a la vez que pone los ojos en una ranura y ve un mini corto. Tenían también algo como una rocola, pero que retro proyectaba videos musicales de los años 50. Natalia y yo estábamos más felices que nene en tienda de dulces.
Así fue nuestra aventura en Berna, que también incluyó una travesía de traking por los Alpes, la compra de una navaja del ejercito suizo al estilo McGyver y la realización de un ritual muy extraño: Caminar río arriba unos cientos de metros, tirarse al agua y dejar que la corriente te arrastre (¡Uy que fría es el agua en Suiza!). A mi este país me sorprendió gratamente. Tiene unos paisajes hermosos, pero eso ya es sabido por todo el mundo. Lo que me sorprendió fue encontrarme con un montón de elementos que, en mi ignorancia, descreía que existían en Suiza. Pero más que nada me sorprendió ver que no todos los suizos son unos fanáticos de los relojes sino que disfrutan tanto como yo de una vida desordenada.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Mentiras Piadosas

Cuando fui a Cuba descubrí algo curioso: La gente cree más en las mentiras, por extrañas que sean, que en la verdad. En aquella ocasión viaje con una amiga gallega y antes de viajar ambos estábamos un poco expectantes. Sabíamos de los “afectuoso” que son los cubanos con los turistas. Pero al cabo de unas noches vimos que en interés que despertábamos en los cubanos del sexo opuesto era tendiendo a nulo. Nosotros decíamos la verdad, que éramos amigos y nada más. Pero a pesar de ello un dejo de duda se vislumbraba en los ojos de los cubanos, que no se creían que un hombre y una mujer pueden viajar como amigos sin que haya algún tipo de relación sexual.
Para poder compenetrarnos de lleno con todos los aspectos de la cultura cubana tuvimos que inventar una mentira: Decíamos que éramos hermanos. Que tuviésemos una diferencia de menos de nueve meses de edad era un problema que se podía zanjar mintiendo sobre la edad de alguno. Que yo hablase en un argentino muy reconocible y ella en un castellano muy agallegado podría haber supuesto un problema.
Después de pensar un rato creamos una gran mentira, sobre un padre en común, marino mercante con familia en ambos continentes. Gigantesca fábula que incluía historias de cuando éramos adolescentes viajando de un lado al otro del Atlántico a conocer a la “otra” familia y muchas otras cosas. Nadie, ni una persona, dudó que aquello fuese cierto. Con el nuevo rótulo de hermanos comprobamos como los/las cubanos/nas se aproximaban más y pudimos hacer el apropiado intercambio cultural con los caribeños.
Hoy, que vuelvo a viajar en la compaña de una amiga, en el sentido más estricto de la palabra, hemos inventado otra mentira. Esta radica en que somos primos e incluye pelea de nuestros padres por temas de herencia y cosas por el estilo. Veremos que aceptación tiene esta historia. Ojala sea mucha, porque si tenemos en cuenta que Europa es un lugar muy caro, mientras más noches consigamos una cama gratis mejor.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Caminar sobre las aguas

Nos despertamos muy temprano, nos llevaron hasta la estación de tren y tres horas después llegábamos a Venecia. Ésta ciudad tiene fama mundial y no es para menos, es impresionante. A uno le dan ganas de ser araña para ver todo con ocho ojos. El tren entra por un puente donde ya se puede ver agua a ambos lados. Resulta ser que Venecia es como una gran isla que de un lado tiene una laguna pantanosa y del otro el mar Adriático. Un gran canal la parte en dos y la atraviesan cientos de pequeños canales por donde circulan las góndolas, los barquitos y los vaporetos.
Existen los lugares clásicos, llenos de miles y miles de turistas. Son muy bonitos, pero tanta gente a mi me canso. Por esta parte uno va caminando y ve los puentes, los canales, las casas de comida italiana, los gondoleros buscando clientela y los puestos de la artesanía local, entre la que destacan las máscaras. Pregunté de donde salían esas máscaras y me contaron dos historias: Venecia se hizo rica porque era la puerta de entrada a Europa para los mercantes provenientes de Asia. Así se creó un grupo de "nuevos ricos" que, en carnavales, les gustaba festejar con la plebe y por eso se disfrazaban para mezclarse con ellos. La otra historia es que estos nuevos ricos se montaban unas orgías magistrales y usaban las máscaras para que no se supiese quien matraqueaba* con quien. Supongo que la verdad esta en un punto intermedio entre ambas historias.
Pero Venecia también tiene la parte "under". Allí viven los estudiantes, los gondoleros, los inmigrantes. Esas partes están desiertas. El contraste es increíble entre el recorrido turístico clásico y la esta otra parte de la ciudad. Por eso creo que lo mejor que uno puede hacer en Venecia es perderse. Dejar el mapa en la mochila e ir al azar entre las callecitas. Mientras más se aleje uno de los turistas, mejor. Me di cuenta de una verdad tan obvia como oculta, el único medio de trasporte para los ciudadanos es por el agua (o caminando). Las casas tienen un embarcadero chiquito en lugar de garaje y en ellos se ven las canoas de la gente, no las góndolas fashion de los turistas, sino los barcos viejos y destartalados de los habitantes. En ellos las madres llevan a los nenes a la escuela, los hombres van al trabajo y los adolescentes se ocultan al amparo de un canal oscuro.
Para mi eso fue lo mejor del día en Venecia, una ciudad que no es arquitectónicamente bella, pero que los canales le brindan una magia única. Al finalizar la jornada desandamos el camino hecho a pie, pero esta vez en vaporeto, que es en nombre italiano a las lanchas-autobús como las del Tigre en Argentina. La vista de la ciudad desde este singular transporte público al caer la tarde es majestuosa. Una birra bien fría mirando el gran canal fue la forma de despedirnos de la ciudad. Quedó pendiente el paseo en góndola, el presupuesto no lo permitía. En otra ocasión, quizás.

*Matraqueaba: Conjugación verbal de "darle a la matraca"

viernes, 29 de agosto de 2008

Comenzar con el pie derecho

El viaje empezó como se debe empezar un viaje: Complicado. A mi me llevaba hasta la estación de tren un colega en coche, pero debido a la suma de muchos pequeños retrasos llegué justo a tiempo. Peor fue el caso de Natalia que se olvidó el portadocumentos, con los documentos dentro. Pero finalmente después de correr como locos, de meter en el camarote las dos mochilas, más dos valijas, más tres bolsos, más una mochila de mano, más tres bolsitas, más un cuadro y de despedirnos de aquellos que nos acompañaron a la estación, partimos rumbo Milán. Las razones para llevar todo ese equipaje son dos:
1. Al abandonar la ciudad de Barcelona decidimos también abandonar parte de nuestras pertenencias en ella. Pero aquellas cosas que no queremos abandonar ni llevar de viaje se quedan guardadas en la casa del hermano de Natalia cerca de Milán.
2. Natalia, a pesar de su inclinación sexual, sigue siendo una minita.
Por suerte el camarote era para cuatro personas pero solo viajábamos nosotros dos. Al rato del viaje vino la azafata a abrirnos la cama y otro rato después nos tiramos a dormir. Media hora antes de llegar la misma azafata nos despertó. En Milán descargamos todas nuestras pertenencias en el anden donde nos encontramos con el hermano de Natalia que nos vino a buscar.
Cuando salíamos de la estación se me acercó un italiano con un perro mugroso y me dijo algo que no entendí. Yo creyendo que esta persona era un punki / mendigo / taxista / vendedor de pelotudeces lo espante de una manera no muy amable. Fue entonces cuando sacó una placa de policía. Al darme vuelta veo que otro policía de civil y cinco uniformados estaban rodeando a Natalia y a su hermano. La policía es igual en todo el mundo: Prepotente, arrogante y rompe bolas. Por suerte la policía italiana no es corrupta a nivel ciudadano (sino mucho mas arriba) con lo cual no había riesgo de que nos pidan una "contribución" ni tampoco que se excedan demasiado en los malos tratos físicos. Dijeron algo como que el perro había olido sustancias ilegales y que iban a pasar a revisar todo nuestro equipaje. Amablemente nos escoltaron hasta su oficina donde procedieron a llamar a una oficial mujer para que revise a Natalia y empezaron a inspeccionar mi riñonera, prestando especial atención a los preservativos (como buen ex boyscaut yo estoy siempre listo). Repetidas veces nos advirtieron de que si teníamos algo lo cominicásemos y solo tendríamos una multa. En cambio si nosotros lo negábamos y ellos encontraban algo iba a ser mucho peor. Repetidas veces nosotros les dijimos que no teníamos nada y que procedan al revisar todo, pero rápido porque si seguíamos hablando el tiempo pasaba y no queríamos estar todo el día en la estación. Si los italianos no se destacan por hablar bajo los policías italianos menos. Y tanto Natalia como su hermano no se pueden describir como personas de suaves trato y caracter. Ambos poseen sangre italiana. Con lo cual entre grito va grito viene los policías se convencieron de nuestra inocencia. O quizá simplemente no tenían ganas de pasarse cuatro horas desarmando todo nuestro equipaje. Después de diez minutos de circo nos dejaron partir.
Así comenzó nuestro viaje. Veremos que otras aventuras nos deparan y, esperemos, no tengamos muchos más encuentros con la ley.

jueves, 21 de agosto de 2008

El hada Madrina

Siempre fui una persona muy curiosa y creó que eso lo herede de mi Madrina. Recuerdo que durante mi adolescencia ella siempre tenía una pregunta en la boca: ¿Cómo te fue este año en la escuela? ¿Por qué no te cortas ese pelo de delincuente? ¿Acaso no sabes lo que es lavar la ropa? ¿A qué hora llegaste anoche?
En el verano que yo termine la primaria y tenia que decidir que tipo de secundario cursar para de esta forma sacar el máximo provecho a lo que seria mi vida laboral adulta mi Madrina me pregunto:
- ¿Qué querés hacer cuando seas grande?
- Viajar por Europa - dije yo siendo un borrego.
No se por que dije eso ni se de donde surgía ese deseo, pero allí estaba. El hada Madrina de los cuentos pregunta cual es tu deseo y simplemente agitando su varita mágica se convierten en realidad. En el mundo real materializar este sueño me costó esfuerzo, determinación, trabajo, voluntad, superar mis propios miedos y limitaciones. Pero fue mi Madrina en el mundo real la que me hizo descubrir mi deseo y no solo eso, ella fue y es un ejemplo a la hora de tener un propósito y entregarse de lleno para conseguirlo. Hoy, década y media después de aquella charla, cierro los ojos y dejo que una voz surja en mi cabeza ¿Qué querés hacer? Yo trato de responder de corazón y que ese deseo sea el que guíe mis pasos.
Ahora comienza este gran viaje, con el cual soñé desde niño. Voy con la compañía de Natalia, una gran amiga. Mientras desmonto mi habitación y me vuelvo a quedar sin un solo espacio mío, sin nada que se asemeje a una casa me entra una especie de inseguridad que me dice que estoy loco, que me deje de joder, que siente cabeza. Pero vuelvo a cerrar los ojos, pienso que el mundo es mi hogar y que, como canta mi Madrina cuando esta feliz, la vida la vivo a mi manera.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Colage

– ¿Te gusto Londres? – me pregunto un colega hace unos días
– Si - respondí
– ¿Es lindo?
– No
Me puse a recordad los siete días que estuve en Londres. No es una ciudad bella, es atractiva, pero sobretodo es un lugar extraño.
Extraño es el paisaje urbano. Los suburbios con esas cuadras interminables de casitas iguales, blancas o con ladrillo a la vista. Grandes parques o pequeñas zonas verdes por todos lados. Los teléfonos públicos rojos, al igual que esos autobuses de dos pisos. Claro que ya no son los míticos que uno siempre ve en la tele, hace tres años los reemplazaron por otros más modernos, también de dos pisos. Al parecer los antiguos, los de la década del cincuenta, no tenían acceso para silla de ruedas y el hecho de que la parte trasera fuera abierta, sin puerta, hacía que cada tanto algún apurado por subir al autobús en movimiento se cayera y lo atropellara vehículo que venia atrás. Es cierto que se salvan tres o cuatro vidas al año, pero Londres perdió mucho al sacar de circulación los viejos autobuses. Por suerte quedan dos líneas que aún los conservan, como atracción turística.
Extrañas costumbres, como la comer en los trasportes públicos. No es que mascan un chicle o se comen un alfajor, se clavan dos hamburguesas como si nada y después tiran la basura al suelo. Por seguridad no hay cubos de basura en los andenes del subterráneo y la gente se acostumbro a tirar todo al suelo. En la vía pública hay más (aun que no muchos) lugares donde tirar la basura, con lo cual no se ve tanto, pero si se huele. En el centro de Londres se respira una atmósfera de comida chatarra. Otra cosa extraña es que un ochenta por ciento de los negocios en la zona céntrica son cadenas de comida rápida. Cientos de cadenas con cientos de locales que componen un red de miles de lugares donde comer al paso. Da la impresión de que en el ritmo de vida londinense no hay tiempo para comer. A la hora del almuerzo se ven a miles de personas comiendo mientras caminan, o se sientan en un parque nunca más de tres minutos y después siguen todos apurados.
Extraños sucesos ocurrieron justo cuando yo fui a Londres. Esa semana entraba en vigencia la prohibición de tomar bebidas alcohólicas en los trasportes públicos. Como gesto de protesta ciudadana se organizó una borrachera colectiva en una línea del “underground” que es circular. Miles de personas se pusieron a dar vueltas bajo los cimientos de Londres a la vez que se embebían hasta más no poder. Trate de asistir a tal fenómeno socio cultural pero la policía astutamente cerró los accesos a esa línea una hora antes de lo habitual.
Extraño evento me sucedió un día mientras estaba sentado en la esquina de un parque viendo los autos pasar. Justo enfrente mío había un policía con el típico casco sombrero raro que llevan en Londres haciéndose entender por señas para dirigir el tránsito. De algún lado a este tipo lo conozco, pensé. Enseguida supe de donde me sonaba y mi mente hizo una especie extraña de flash back a esas noches de mi infancia frente al televisor. El policía era igual el viejito petiso y pelado de los skech mudos de Benny Hill. Yo, que soy un fiel admirador del extraño humor ingles, nunca pensé que tal condición me trajera problemas, pero si. El tema idiomático no es tan complicado, el verdadero problema para entablar comunicación está en que los londinenses hablan igual que los Monty Python. Por lo cual tuve que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que dicen y no reírse por como lo dicen. Casi me tiene que internar en un neuropsiquiátrico cuando en mitad de la calle me empecé a destornillar de risa al oír un inglés diciendo “Nobody expects the Spanish Inquisition!"
Extraña es la oferta culinaria. En toda urbe cosmopolita moderna hay una gran variedad gastronómica oriunda de todo el mundo. Pero Londres esta fuera de escala. En un mercado del Candem hay un minúsculo patio de comidas y en menos de diez metros uno encuentra locales de comida oriental, indonesa, china, de Marruecos, asiática, japonesa, tailandesa e india. Esta superposición de opciones gastronómicas me llevo a encontrar la palabra que mejor describe a Londres: Colage. Londres es un extraño colage de arquitecturas, de comida, de etnias, y de sub culturas urbanas a una escala gigantesca.
Extraño, sobre todas las cosas, es que en Londres todas estas personas conviven en armonía. Un típico señor inglés puede estar sentado al lado de un punk en el autobús y está todo bien. Nadie mira a nadie con desprecio o con miedo. Existe una ley no escrita en Londres “Todo el mundo es libre de vestir, peinarse y actuar como quiera que será tratado con respeto y dignidad mientras él trate con respeto y dignidad a los demás” Da la impresión que no existen esos juicios (o prejuicios) tan típicos que la gente tiene cuando va por la calle Si te veo en una calle oscura me cruzo a la acera de enfrente ó Que cara de boludo te hace ese peinado.
Extraño colage de frikys, señoritos ingleses, góticos, oficinistas y punkys es la ciudad. Este salpiqué de comida chatarra de todo el mundo, de edificios de todas las épocas, de gente de todo el planeta. Estas pinceladas de extraños eventos que quizás no terminan de cuajar de una forma bella pero si armoniosa gracias al absoluto respetó por el prójimo lo que convierte a Londres en una ciudad muy atractiva.

martes, 8 de julio de 2008

Fiesta

Y al darles el sol la espalda, revolotean las faldas
bajo un manto de guirnaldas, para que el cielo no vea,
en la noche de San Juan, como comparten el pan,
su mujer y su galán, gentes de cien mil raleas.
Joan Manuel Serrat
Nunca supe que era lo que se festejaba en San Juan. Si se muchos motivos que la gente tiene para celebrar, pero de donde viene la tradición del festejo era algo que ignoraba. Este año, Internet mediante, me propuse a develar el misterio. Y aquí esta lo que pude encontrar: Su origen es bastante simple, alguien dijo que la noche del veintitrés al veinticuatro de junio era la noche más corta del año. Yo creo que la noche más corta es en realidad la del veintiuno al veintidós, al anochecer el día del solsticio de verano. Pero más allá de la incongruencia de fechas la idea era esta: Al ser la noche más corta, brujas, malos espíritus y todas las magias negras en general tiene menos poder. Por lo cual se hace un ritual para espantarlos por otro año. El ritual consiste en prender fuego a muñecos de diablos, hechiceros y brujas, aun que también se quemaron alguna que otra bruja “real” en el pasado.
Hoy por hoy no parece del todo “europeo” prender fuego a los impíos pecadores (no queda bien, aseveran los del departamento de marketing de la unión europea). Pero no por eso no se festeja a lo grande. En la actualidad al fuego se suma la pirotecnia. Hay que entender una cosa, en este hemisferio la Navidad cae a la mitad del invierno. Es por eso que esta es LA fiesta del año, la fiesta en la que se celebra el fin de las clases, fiesta inaugural del verano. Es como la Navidad y el año nuevo en el hemisferio sur, pero juntos en una sola noche, sumado a no tener que preocuparse por los regalos, por ver películas de baratas Disney en la tele, promesas que no vamos a cumplir para el año que entra, cocinar para mil invitados, ver gordos de barba blanca y traje rojo que nos dicen “Se libre y feliz: toma coca cola” Ni que hablar de soportar a esos parientes pesados que cuentan malos chistes en la sobremesa. Es sin lugar a dudas mi fiesta favorita y la de la mayoría de los jóvenes españoles. Tiene de todo, playa, pirotecnia, amigos, mar, cerveza, fuegos artificiales, y con un poco de suerte podes ver algún que otro edificio prendiéndose fuego y bomberos tratándolo de apagar.
El barrio de la Barceloneta, al lado del Mar, es donde se concentra la gran fiesta. Al caer la noche, ya oscuro, se celebra un espectáculo bastante raro. Un grupo de gente se disfraza representando todo tipo de criaturas infernales y con unos sombreros llenos de petardos. Se acercan a la hoguera del centro de la plaza, prenden fuego su sombrero y corren como locos entre la gente mientras de su cabeza salen chispas, explosiones y demás variantes de pirotecnia. Dos cosas caven aclarar sobre este curioso show. UNO: Es realmente divertido verlo. DOS: Esta gente esta toda loca. Un poquito de ubicación, después se quejan de que hay cientos de quemados. Qué pretenden si la gente se pende fuego la cabeza y sale corriendo entre la multitud. El gobierno alienta y organiza este tipo de festividad pero le pide a la gente prudencia con la pirotecnia. No se dan cuanta que es un contrasentido total. En fin, así es funciona la lógica en este país.
Los festejos generalmente continúan en la playa, donde se sigue tirando petardos y fuegos artificiales a la vez que en los barcitos un DJ te hace mover el esqueleto toda la noche. Cuando el calor acecha todos al mar y si después del mar el frío se instala en los huesos un tequila y más baile. A las seis de la mañana la policía amablemente te invita a retirarte.
Este año yo me abstuve de la playa, quizás para no repetir la experiencia de mi primer San Juan. En lugar de eso cene con amigos en una terraza desde donde se veía el mar y los fuegos artificiales brillaban a la altura de nuestra nariz.
La mágica noche donde los malos espíritus dejan esta tierra, la gran noche de fiesta del pueblo catalán, la noche más corta en minutos reales y más larga de festejos con el amanecer llega a su fin. Como siempre se hace corta, aunque los festejos son largos.
Y con la resaca a cuestas,
vuelve el pobre a su pobreza.

jueves, 26 de junio de 2008

Veintiocho

28 de mayo. 28 años. Londres.
Me desperté tarde. Me di una ducha relajante, desarme sin prisa la mochilita de mano que era todo mi equipaje y me fui caminado tranquilamente a la estación del “undergruond”.
Mientras viajaba en el subterráneo caí en la cuenta por primera vez que ese era el día de mi cumpleaños. Veintiocho años. Veintiocho siempre fue mi número favorito. No sólo es el día en que nací, sino un montón de acontecimientos importantes en mi vida se produjeron un veintiocho. Algunos fueron buenos y otros no, pero todos marcaron algún tipo de clik, de cambio en mi vida. Nunca creí mucho en la cábala ni en la numerología, pero cumplir veintiocho el día veintiocho de un año que empieza en dos y termina en ocho me hizo entrar en una especie de trance mítico. Tuve (y tengo) la certeza de que el año de mis veintiocho va a ser un muy buen año, sin duda quedará en mi memoria.
Inmerso en este sentimiento me bajé en Covent Garden y me puse a pasear por Londres, a disfrutar de una mañana en soledad en una ciudad donde nadie me conoce. Di unas vueltas por el Covent Garden Market, que es un antiguo mercado remodelado, lo cual lo convierte en un shopping muy bonito. Después me fui hasta la orilla norte del Thames. Caminé por la costa hasta el Big Ben, que no es un monumento al gran Benny Hill, sino el famoso reloj que uno vio en decenas de películas y cientos de fotos de Londres. Luego atravesé el St. James´s Park, donde se pueden ver pequeñas ardillas que corren por el césped, llegue hasta el Bukingham Palace y presencié el cambio de guardia de los soldados esos vestidos de rojo y con una peluca a lo Marge Simpsom, pero en negro. Almorcé en Notting Hill, luego de pasear un rato por la calle Portobello. Por la tarde fui al Candem. Esto es un barrio, o una zona, o un mercado o algo muy raro. Técnicamente es una calle comercial con tres mercados o galerías. Es como si fuera una gigantesca feria hippie, pero en lugar hippie es punk. No venden camisas de colores, colgantes con el símbolo de la paz o mini estatuas de duendecitos con cara graciosa. Venden todos los artículos necesarios para ser un punk, o un gótico, o un darky. Botas de cuero con tachas, ceniceros con formas de calaveras que les sale una serpiente por los ojos, pantalones negros, cientos de vestidos un tanto sadomasoquistas o complementos que uno se imagina que usan los vampiros. Por la noche nuevamente me llegué hasta el centro y cené en un restaurante italiano un buen plato de pasta acompañado con vino tinto.
Así terminó el día de mi cumpleaños, sin pastel, sin velitas y sin regalos pero con la maravillosa sensación de comenzar un excelente nuevo año de vida. Con la inmensa alegría de poder seguir caminando en esta tierra, con el placer enorme que me produce viajar y encontrarme, el día de mi cumpleaños, en una de las ciudades más maravillosas del mundo.

jueves, 12 de junio de 2008

El Reino del Revés

Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés

María Elena Walsh
27 de mayo. 27 años. Barcelona.
Me desperté temprano. Me di una ducha rápida, arme velozmente la mochilita de mano que era todo mi equipaje y me fui pitando al aeropuerto. Cuatro horas después aterrizaba en Luton, uno de los aeropuertos de Londres. El mes de Abril había sido especialmente agobiante, por lo cual decidí aprovechar la excusa de mi cumpleaños para hacer unas mini vacaciones.
En el aeropuerto me tome un autobus y en la primer curva vi un camión que venía directo de frente hacia nosotros. He de aclarar que cuando alguien ve un Scania acercándose a toda velocidad, hay medio segundo en que se le anula la capacidad lógica cerebral. Si no me creen vayan a la carretera más cercana para comprobarlo. Acá nos matamos pensé el hijo de puta viene de contramano aunque medio segundo después surgió otra voz en mi cabeza que dijo: Boludo, acá manejan al revés.
El sentido de circulación automotriz afecta un montón de ámbitos de la vida cotidiana que uno ni sospecha. No solo es que los fabricantes de autos tengan que poner el volante a la derecha o que en las rotondas se gira para otro lado. En un centro comercial estaba urgido por llegar al baño que se encontraba en una planta superior y decidí subir al trote la escalera mecánica. Encaro la de la derecha y empiezo a subir cuando me percato que siempre estoy en el mismo punto. La escalera, en lugar de subir, bajaba y yo como un mamerto haciendo ejercicio escalón tras escalón para no llegar a ningún lado. La gente caminando en las aceras van al revés produciéndose colisiones frontales entre los peatones constantemente. En las escaleras del “undergroud” la gente que baja choca con la que sube por que ignoran el cartelito que dice “conserve su izquierda”.
Teniendo en cuenta que más de la mitad de la población de Londres no es originaria de Reino Unido desplazarse por la ciudad en un caos. Tanto es el desconcierto que en cada esquina escrito sobre el asfalto hay una señal que dice "Mire a la derecha". Menos mal que tiene una flecha por que entre mi dislexia, los autos que van al revés y que todavía no me aprendí bien cual es la "left" y cual el "right" es un milagro que no me haya pasado uno de esos autobuses rojos de dos pisos por arriba.
El bus desde el aeropuerto me dejo en la estación de tren y el tren también va al revés, o al derecho, depende de donde uno lo mire. Los trenes circulan al revés de Barcelona pero igual que en Buenos Aires. Hace años, al llegar a Barcelona, me pasó que me pare en el andén mirando hacia un lado y el tren vino por la nuca. Ahora que ya me acostumbre a los trenes en Barcelona voy a Londres, me paro en al anden mirando a un costado y… ¿Por qué todos me miran? ¿Estaré despeinado? Pero no es que me mirasen a mí, sino al lugar por donde venía el tren, que ataca por retaguardia.
Me paso en Paris y también en Londres: Una ciudad con un río en el medio es fabuloso. Los puentes, los barquitos que te llevan de un muelle a otro. Cuando con el tren cruzamos el Thames por un puente la vista de la ciudad era majestuosa vista. La hubiese disfrutado enormemente si no fuera por que sabía que tanto la estación de tren King's Cross donde debía bajar como el aeropuerto de Luton están del mismo lado del río. Si yo lo estaba cruzando era que me pase. En cualquier sistema lógico de transporte ferroviario si uno se pasa de estación, se baja en la que sigue y se toma el tren que va en sentido opuesto y llega. En Londres no. Los trenes sí venían de King's Cross, pero no iban. Tuve que salir de la estación de tren, cruzar la calle y tomarme el subterráneo. Esto que parece tan fácil no lo es. Londres tiene catorce líneas de subterráneo. Pero no son líneas comunes. En algunos andenes pasan trenes de diferentes líneas. O puede suceder que un tren recorra un camino y en siguiente otro, pero son de la misma línea.
Si serán complicados los ingleses. No solo conducen al revés sino que miden en pulgadas o millas, pesan en libras, contabilizan el agua en galones y usan pounds en vez de euros. Era mi último día de veintisiete años y tenía la sensación de haberme sumergido en un bizarro universo paralelo donde las cosas parecen iguales pero son diferentes. Más que al Reino Unido sentía que había arribado al Reino del Revés.