miércoles, 15 de diciembre de 2004

Mi Buenos Aires querido...

Otra vez me tocó transitar el mismo camino que hace siete meses, pero esta vez en sentido inverso: De Barcelona a Madrid y de allí, tras cinco horas de espera en el aeropuerto, a Buenos Aires. Otras trece horas metido dentro del avión y entonces la pude ver: Emergiendo a la costa del Río de la Plata, a la ciudad de Buenos Aires. La reserva ecológica. La costanera. Aeroparque. La cancha de River (toda ciudad tiene defectos). Más allá se divisaba la General Paz y la Panamericana, para luego virar hacia la izquierda y enfilar para Ezeiza.
Un aterrizaje bastante suave, como para compensar todas las turbulencias del viaje. Una caminata de dos mil metros dentro del aeropuerto, desde una terminal hasta la otra. Pagar un peso y medio al ladrón que alquila los carritos para llevar el equipaje y esperar a que por la cinta llegue mi valija. Esperar, esperar y esperar durante treinta minutos. Tiempo que a uno le lleva resignarse y aceptar que le perdieron el equipaje.
Al salir por la puerta del aeropuerto me reencontré con mi familia. Qué loco ver a mi hermano con barba. La alegría del abrazo con mi viejo. Las lágrimas que se le escapaban a mi vieja. Volver a casa fue muy raro. Asfaltaron la cuadra, cosa que en la vida pensé que sucedería... Encontrar a las perras, rompebolas como siempre. El jardín verde, florido. Llegar a mi cuarto, a mi cama, para descubrir que mi hermano lo transformó en su sala de ensayo y ni siquiera me quiero imaginar para qué usó mi cama.
Estar de vuelta en la Argentina es raro. Por un lado uno tiene la impresión de que nada cambió, de que todo sigue igual, de que metieron al país en un freezer y durante siete meses estuvo congelado. Lo que pasa es que son tantas las emociones que se tienen cuando viaja y son tan intensas que emocionalmente para mí pasaron como siete años y no siete meses. Pero por otro lado cada pequeño cambio se ve magnificado, y hasta resulta increíble, como que tal famoso se murió, tal vecino se mudó, que tal político está preso y que a tal otro lo largaron.
Pero si hay algo bueno de este país es el folclore urbano. Cada segundo en la calle, cada pequeño encuentro con lo más argentino lo disfrutaba de una manera increíble, cada detalle de nuestra idiosincrasia. Ya sea que pasen tren bondis y ninguno te pare. O el auto que no arranca y hay que empujar. Viajar como ganado en el tren y no saber si es que algún degenerado te está manoseando, algún chorro afanando o simplemente estan todos juntos y revueltos en el vagón donde no entra ni un alfiler más. El bondiman gritando “para el fondo que hay lugar” o cagándose a puteadas con algún pasajero. Las cosas más típicas de esta ciudad, como la calle Godoy Cruz llena de trabas. Los teléfonos que en realidad son tragamonedas encubiertos. En fin, seguiré disfrutando de todas estas cosas y de muchas más durante las semanas que esté por estos pagos tan surrealistas que conforman Argentina.

sábado, 11 de diciembre de 2004

Adeu Barcelona...

Estos últimos días en Barcelona fueron muy raros. Salí a recorrer la ciudad, que tiempo atrás me era completamente desconocida y ahora ya me es propia. Entonces me invadió una extraña sensación. Es raro sentir que uno pertenece a una ciudad que apenas conoce. Una ciudad que por unos meses fue su hogar. Caminar por sus rincones, sus plazas, sus calles, es como revivir las primeras impresiones de esos lugares, pero con la carga emocional y el recuerdo de los momentos que en ellos pasó. Es como si uno al tratar de impregnarse de los lugares de la ciudad, intentara impregnar la memoria y el alma con las sensaciones y las emociones vividas en esos lugares.
Al despedirse de los amigos que uno hizo y de la ciudad que lo cobijó, uno se da cuenta que, como dice la canción, que las personas no son de aquí ni son de allá, o al menos yo. Y es que me acabo de dar cuenta de una gran putada que tiene esto de viajar: en el corazón de uno se meten los amigos, los lugares, las vivencias del lugar donde uno está. Al irse de ese lugar es como si una parte del corazón se desgarrara.
Viajar es algo maravilloso, pero encierra un terrible mal. Cuando uno viaja se está condenando a que el corazón se le rompa en tantos pedazos como lugares y amigos uno haya hecho. Y ya nunca uno va a volver a tener todo el corazón entero.

jueves, 2 de diciembre de 2004

Así se escribe la historia

Cuando yo era niño mi bisabuela me cantaba una nana para dormir que decía “La mora grande, la mora con dientes verdes”. Yo creía que la mora era como un grillo pero gigante. Creía esto porque es por todo niño sabido que los grillos tienen los dientes verdes (excepto Pepe Grillo, a quien Disney le pagó la ortodoncia para salir en la película de Pinocho).
Pero al ir creciendo me di cuenta que La Mora era el femenino de el moro, forma despectiva de nombrar a los Arabes en España. Mi bisabuela, que de niña supo ser Española, había crecido escuchando esa canción y terribles historias de lo malo que fueron los Moros en sus ocho siglos de ocupación en España y lo bien que hicieron los cristianos en echarlos.
Esa es la historia que yo mismo creí hasta que viajé a Toledo. Cuando uno se pone a hablar con los comerciantes suelen decir “Hace mil años esto era un ejemplo, Cristianos, Musulmanes y Judíos vivían juntos y nadie imponía nada a nadie” Y cuando les preguntás que pasó después, te dicen “Y bueno, los cristianos se hicieron del poder y se fue toda la convivencia pacífica al carajo”.
Dicen que la historia la escriben los que ganan, y es cierto. Yo siempre creí que los Moros invadieron y conquistaron el reino de España. Muchos siglos después los Españoles los echaron y recuperaron su tierra. Pero allá me enteré de otra historia. En toda la tierra que hoy es España, después de la caída del impero romano, no quedo nada más que unas tribus nómadas que vagaban por ahí, más algún que otro reino, ninguno era lo que se llama España. Fueron los Moros los que construyeron las ciudades, fueron ellos los que trajeron la civilización a estas tierras. Prueba de ello es La Alhambra, ultimo bastión de los Moros en España. Dicen que cuando el último Rey musulmán la tuvo que dejar se puso a llorar, y su madre les dijo estas palabras de consuelo “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”
Yo me pregunto, si la Historia la escriben los que ganan ¿Quién escribirá nuestra historia?. Estará escrita en un ingles que tiene como principal adjetivo la palabra “Fuck”. En tal caso nosotros seremos los nuevos monstruos infantiles por no tener el “pensamiento homogéneo”. Quizá la Historia se escriba en extraños dibujitos chinos y a los niños los asusten con el terrible hombre de los ojos redondos. O quizá esté escrita con esas estéticas letras arabes, y el terror infantil sea el hombre blanco que arrancaba de las entrañas de la tierra el oro negro y a su paso sembraba muerte, destrucción y miseria.

La verdad no importa en qué idioma este escrita la Historia. Porque gane quien gane, nosotros siempre perdemos.

viernes, 26 de noviembre de 2004

Por la manchega llanura

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre prefiero no acordarme, no hace mucho tiempo que transitaba un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran dormilon y amigo de la caza. Quieren decir que tenía por nombre “Pablo”. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración de él no se salga un punto de la verdad... Esta historia ya me suena, pero mejor empecemos por el principio, para ver como este noble caballero llegó a las tierras castellanas.
Un amigo de un flaco que conocí en un rodaje tiene un empresita que monta la decoración en discotecas. Necesitaba mano de obra barata para irse un día a Toledo y otro a Avila a trabajar, por lo que recurrió a mí. El viaje fue apacible, manejando el furgoncito por la autopista, atravesé la desértica tierra conocida como Cataluña, la meseta castellana y adentre me en Castilla La Mancha.
Llegué para el tiempo de la cena a Toledo. Me hice de un mapa de la parte antigua y empecé a hacer vida de turista. Toledo es increíble, es una ciudad de más de mil años, llena de desniveles por ser un pueblo “colgado de un barranco” con construcciones antiquísimas. Cerca de media noche, extenuado por la jornada, me fui a dormir. Temprano me levanté al día siguiente, desayuné sin prisa y salí a pasear otra vez más por el casco antiguo. Toledo es la capital de la actual comuna de Castilla La Mancha, lo cual la convierte en el lugar ideal para conseguir todo tipo de merchandasing del Quijote. Además es la cuna del famoso acero español. Acero que en el pasado era el mejor y con el cual se construían las armaduras y las espadas de los caballeros. De hecho fue la fábrica más importante de espadas y armaduras de Toledo la que hizo todas las espadas y armaduras para la película de “El señor de los anillos”. O eso dicen los comerciantes de la zona. Como Toledo es una ciudad montada para el turismo, en cada cuadra te encontrás con tres o cuatro negocios de “artesanías” lleno de quijotes, armaduras, espadas y por supuesto el escaparate dedicado a todo lo del Señor de los Anillos. Pero lo más gracioso son los nombres de los monumentos históricos religiosos. La mezquita “La luz de Cristo” o sinagoga “Santa Maria Virgen”. Tienen esos nombres porque en la reconquista de España los católicos rebautizaron todos los templos musulmanes y judíos.
Por la tarde y la noche me tocó trabajar y temprano al día siguiente partí para Ávila, una ciudad también muy antigua, a unos 200 km. El viaje fue tranquilo, por un camino de montaña que subía y subía. Dos cosas me parecieron impresionantes del lugar. Primero la muralla antigua. Grandes piedras formando una mole de quince metros de alto y cuatro de ancho. La segunda es el frío que hacia. Ay, cómo me cague de frío. Yo con mi puto vaquero mientras mi pantalón de polar se moría de risa en Barcelona. Por suerte tenia los escarpines que las manos de hada de mi abuela me tejieron para mi cumpleaños. Contrariamente a Toledo, Ávila no es una ciudad turística, por lo que no hay tantos negocios. De lo que sí me pude informar es que la ciudad data de más de mil cuatrocientos años, pero la muralla sólo de ochocientos. Avila es muy muy chiquita, pero es un sueño.
Meterme en esas dos ciudades fue como meterme en la época medieval. Espadas, armaduras, ciudades amuralladas. A pesar de estar cansado por lo trabajado, me lo pasé muy bien.
Al otro día desayuné rápido, para estar temprano otra vez en ruta. Atravesé media España y pude ver los molinos que por cientos aparecían en la meseta. Hoy en su versión siglo XXI, transformados de molinos de maíz a grandes generadores eléctricos impulsados por el viento. Con la vista de estos gigantes se terminó mi viaje al corazón de Don Quijote de La Mancha.

jueves, 11 de noviembre de 2004

Un lugar Mágico.

Barcelona es una ciudad llena de rincones, pasajes, callejones y espacios maravillosos. Es en ese sentido (y en muchos otros) una ciudad muy hermosa. Pero hay un lugar al que el único adjetivo que le hace justicia es “mágico”. Ese lugar es la plaza Sant Felip Neri. Situada en el corazón del barrio gótico, nomás al entrar uno ya siente cierta extraña energía en el lugar. Es una plaza muy chiquita, a la que se entra por una angosta calle y al llegar uno se siente transportado a otro mundo. Durante mi primer día en Barcelona pasé de casualidad por esa plaza y me enamoré de ella. En aquella ocasión (y aún hoy) me llamó poderosamente la atención el silencio del lugar. Lejos del ruido de los miles de turistas que siempre están en el barrio, en la plaza no se oye nada más que alguna que otra paloma jugando en la fuente que la plaza tiene en el medio.
Sobre un lateral, ocupando todo el largo de la plaza hay una iglesia. Lo curioso es que la fachada de la iglesia era usada como paredón de fusilamiento en la época de Franco. “No matarás” reza uno de los mandamientos que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí. Mandamientos sobre los que se cimienta la Fe cristiana, la misma Fe que llevó a construir esa iglesia hace siglos y que la hizo servir como escenario de muchas muertes hace cincuenta años. Hoy, como monumento a la memoria, los agujeros que dejaron los impactos de bala siguen en la fachada, recordando a todo el que pasa por allí lo que esas paredes vivieron.
Al lado de esa iglesia hay un pequeño jardín de infantes y si uno va por la mañana puede ver alguna clase al aire libre. Todos los nenes sentados en el piso y el profesor explicando cualquier cosa. Es como si el lugar quisiera redimirse de los crímenes en él cometidos y ahora se empeñase en educar a las nuevas generaciones para que nunca más suceda lo mismo. Por la noche la luz se enciende y lo curioso es que es el único lugar en toda Barcelona donde la luz no es eléctrica, sino a gas. Justo cuando se prenden uno oye el sonido del encendedor y de pronto se hace la luz, naranja, tal como era la iluminación pública de Barcelona hace un siglo.
Siempre que viene un amigo o alguien de Argentina una de las cosas que le muestro es esa plaza y todos se quedan maravillados. Se las muestro antes que recomendarles ir a la Sagrada Familia o a la Casa Batlló, porque sin duda ese lugar dice mucho más del alma de Barcelona que cualquiera de las otras atracciones turísticas.
Hará cosa de unos meses pusieron un barcito. Son sólo cuatro mesas y el bar está muy lindo y muy bien puesto, pero desentona en ese lugar. Antes del bar uno iba por las noches y siempre había gente sentada en el portal de la Iglesia tomando unas cervezas o incluso algunos yonkis* que dormían ahí. Pero ahora toda esa gente se fue, llevándose consigo un poquito de la magia del lugar.
Pero a pesar del bar, la plaza sigue siendo un lugar mágico, un lugar donde de vez en cuando me voy a sentar en el suelo aunque más no sea por dos minutos y me logra despejar de todos los trajines e inconvenientes de la vida moderna. Un lugar que toda persona que visite Barcelona debe conocer.

*Yonki: Persona adicta a la heroína y que además que vive en la calle. En Barcelona hay una gran cantidad de ellos.

sábado, 23 de octubre de 2004

Los Aeropuertos y yo

Los aeropuertos son lugares raros. Uno está en un aeropuerto porque está llegando, porque se está yendo o porque está con alguien que está llegando o se está yendo. Llegar es lo más. Cuando uno llega le entra a picar el estómago con una maravillosa sensación. Porque cuando uno llega con un vuelo a un aeropuerto solo caben dos posibilidades:

1) Que esté llegando a su ciudad. De vuelta a su hogar, con la alegría de saber que va a volver a dormir en su cama, volver a escuchar el acento familiar, volver a su baño y a su ducha, que por más que no tenga presión el agua, uno ya lo sabe y la quiere igual.
2) Que esté llegando a un lugar que no es el suyo. La excitación de estar en un lugar extraño, con proyectos en la cabeza, con la intriga de que tal lo va a pasar. Ya sea viaje de visita, de ocio, de negocios, llegar a un aeropuerto es magnifico.

Cuando salgo del área restringida a pasajeros y paso al hall central me entra una embriaguez, una sensación de sentir con cada célula del cuerpo que estoy hecho para viajar, para moverme. En todos los aeropuertos que estuve estos espacios están separados por una puerta automática, esas al estilo Star Trek. La gente va caminando, con la mochila al hombro, arrastrando su maleta con rueditas o metiendo varios bultos en un carrito y la puerta se le abre casi mágicamente a sus pies. Y es la puerta a un nuevo mundo.
La primera vez que llegué a Barcelona, esas puertas se me abrieron y toda la adrenalina que podía contener mi cuerpo estaba circulando por mis venas. Ese momento no lo voy a olvidar nunca. Esos escasos segundos antes de encontrarte con quien te espera, donde los pelos se te erizan y se te pone la piel de gallina, son preciados segundos donde toda la energía de cualquier viaje se concentra en las entrañas.
Claro que la contrapartida, lo malo, es cuando uno se va. No por el hecho de irse en sí, que suele ser muy gratificante, sino por el Check In. Nunca entendí por qué te hacen ir dos horas y media antes al aeropuerto. Si es cierto que hay que buscar la ventanilla de la empresa aérea, ver los pasaportes, despachar el equipaje, pelearse por el sobrepeso y todo eso, pero dos horas y media me parece una exageración. Cuando volé de Barcelona a París era más el tiempo en el aeropuerto que el tiempo de vuelo.
Recuerdo que en aquella ocasión salí tarde de casa (como siempre), como era de esperar el tren se me escapó por treinta segundos, mientras lo veía irse me enteré de que los trenes funcionaban con servicios mínimos por huelga (en el primer mundo también hacen huelga), llame a la oficina de mi empresa de vuelo virtual (por no decir empresa de vuelo fantasma) y la operadora me dice “Pero como ¿Usted no está en el aeropuerto ahora? Ya tendía que estar haciendo el Check In” El tema de misión imposible empezó a sonar en mi cabeza. Igual, gracias a Dios nunca perdí un vuelo. Aquella ocasión fue la más jugada y llegué con abundantes tres minutos antes de que cierren el embarque.
Hay gente que no le gusta ir a recibir o despedir a los seres queridos. A mi me encanta. Cuando llegan la alegría del reencuentro. Cuando se van la emoción de saber que uno los acompaña en el inicio del viaje (más la sana envidia de querer ser uno el que se va). Pero sin duda, lo peor de los aeropuertos en tener que ir a buscar gente que uno no conoce. Por mi trabajo me tocó uno o dos veces y estar parado viendo salir a la gente, con un cartelito en la mano y con cara de idiota es la cosa que más me molesta del mundo. Supongo que yo siento lo que debe sentir un cristiano devoto cuando alguien escupe el piso de una iglesia, siento que se está profanando un lugar sagrado.
Es que para mi los aeropuertos son eso, un lugar sagrado. Lugar donde uno se encuentra o se despide de sus seres queridos. Lugar donde se renueva la ilusa esperanza de echarse un polvo a 10.000 metros sobre el nivel del mar. Lugar donde uno piensa ¿Qué carajo hago yo si me pasa como a Tom Hanks y termino en una isla desierta?. Lugar donde siempre algo comienza. Ya sean unas vacaciones, un nuevo año laboral, un viaje o una nueva etapa de la vida.

jueves, 14 de octubre de 2004

Tengo un nuevo trabajo: Mentir

Por una amiga de un amigo conseguí trabajo en un instituto de encuestas. Dentro del mismo hago varias tareas, soy data entry, encuestador callejero y también soy el supervisor del departamento de encuestas telefónicas.
Pero el mejor trabajo es el de mystery shopper, es decir, el comprador misterioso. El mismo consta en ir a una tienda, hacer como que voy a comprar algo y evaluar diferentes variables, según quiera el cliente que encarga la encuesta. La última, donde tuve el honor de participar, era de American Express. Ir a las tiendas, hacer que yo iba a comprar algo, pagar con Amex y arrepentirme en el último minuto. Nunca en mi vida me divertí tanto con un laburo.
El perfil de la persona que usa Amex es de clase alta o muy alta, compulsivo, caprichoso, consumista y muy bien vestido. Y nos tocó ir a negocios muy high society. Hay que actuar y mentir como si uno lo fuera.
Fui a una tienda de pinturas para yates. Anteojos negros super fashion, camisita de seda negra, pantalón sport, zapatillas Adidas, todo en perfecta combinación, paso elegante, voz firme y seductora. “Mi padre se compro un velerito, pero no le gusta el color, es un bordó medio oscuro. El lo prefiere blanco y yo quería regalarle la pintura para su cumpleaños”
En una casa Armani me probé una camisa de 350 euros “mmm… no me convence... mejor me pruebo aquella” (400 euros) “aja.. no está mal y aquella” (530 euros) “uf… no…. me queda fatal, me llevo mejor la segunda” y al último segundo arrepentirme “por que no tiene tan buena percha”.
En un lujoso hotel “Disculpe, en unas semanas viene unos potenciales clientes, para cerrar unos negocios conmigo. Necesito alojarlos en un excelente hotel. Quiero ver las habitaciones, si es posible.

Si tienen la oportunidad de mentir tan descaradamente y encima que les paguen (y bastante bien) háganlo. Es algo tremendamente divertido.

jueves, 23 de septiembre de 2004

Las palabras y las cosas

En una charla que tuve sobre accidentes laborales antes de empezar mi primer trabajo me llamó mucho la atención una frase que dijo el profesor: “España es el país del cachondeo”. Nunca antes había escuchado esa palabra y quería tratar de encontrarle el significado.
La charla fue, además de inservible, imbancable, pero fue muy graciosa para mi gracias al profesor, de franca inclinación franquista. Me resulta muy gracioso como los españoles hablan. (Leer con marcado acento gallego) “Claro…. tu trabajas en una barra de un boliche y por no llevar los auriculares de protección al cabo de cuatro años estas más sordo que una tapia, pero claro, no lo usas por que todos en el boliche están de fiesta y a nadie le gusta que lo tomen para el churrete, si es que este es el país del cachondeo, y por eso a los jóvenes todo lo que sea para cuidar la salud les parece una gilipollas o motivo de risa, y así en que todos los fines de semanas varios se matan porque conducen con más alcohol que sangre en el cuerpo y después se quejan por que las calles no están bien señalizadas… y es que con la borrachera en que maneja no vería una vaca muerta ni aunque la tenga tirada en la capota del coche, y los pobres infelices son ustedes, que se quedan sordos… y claro, como son discapacitados, sus esposas se llenan los cojones y se divorcian”
Imagínenme a mi, en primera fila, tratando de no morirme de la risa con lo que decía el tipo este. En cuanto terminó la charla escuché a uno de los presentes decirle a otros que el trabajo que todos íbamos a realizar estaba muy bueno, que uno se podía “escaquear” mucho. Otra palabra que no había escuchado en mi vida y me puse manos a la obra para averiguar su significado.

Las palabras dicen mucho de la sociedad que las genera y de la forma en que esta sociedad percibe la realidad. En la sociedad occidental el agua está liquida, y se llama agua, está gaseosa y se llama vapor o está congelada y se le dice hielo. Y esa es la realidad del agua, el agua es así y punto. Pero los esquimales tienen como seis o siete estados del agua, cuando el hielo es trasparente es un estado, cuando es blanco, otro estado, etc: en su realidad el agua tiene muchos más estados que en la nuestra, por el simple hecho de que existen palabras para nombrarlos. Como diría Michel Foucault las palabras y las cosas están íntimamente relacionadas y eso muestra cómo es la sociedad que las genera. Yo acá les dejo la definición de cachondeo y de escaquiar. Saquen ustedes sus conclusiones.

Cachondeo: Estado de ánimo, una persona está de cachondeo. Estado en el cual, en un lugar serio, una persona tiene ánimo de irse de fiesta, estar de joda con la mayor irresponsabilidad posible siendo plenamente consiente de que sus acciones, cualesquiera que fuesen, no tendrán ni la mas mínima repercusión. Ejemplo: camarero con resaca le cae mal la pareja de turistas que le pide un café en un idioma raro y como los gritos del turista para hacerse entender le hicieron doler la cabeza, éste le escupe el café. Todo esto ocurre frente a los ojos del encargado del bar, quien no hace nada porque el camarero estaba de “cachondeo”.

Escaquear: Acción. Es cuando una persona, en su jornada laboral, finge trabajar pero no lo hace. No confundir con descanso, que es algo merecido. Ejemplo: empleado de la oficina mal dormido no tiene ganas de trabajar y se sienta frente a la PC a escribir pelotudeces en su blog.

miércoles, 8 de septiembre de 2004

Valentino Rossi un poroto...

Un viernes cualquiera en mi trabajo de camarero en el Pizza Hut me entero que el día siguiente era mi último día de trabajo. Un tanto desesperado encaro al gerente, argentino, bastante cagón. Cual madre judía, me puse manos a la obra para hacerlo sentir cumpla. Al día siguiente el gerente me llama aparte, culposo y arrepentido me dice:

- Pablo te puedo hacer un hueco para que labures, pero no de camarero
- ¿De que?
- ¿Por qué no sos motorista del delivery?
- Por que no tengo moto
- Nosotros te damos una
- No tengo registro Español
- Usás el argentino
- Es para manejar autos
- Eso no importa
- No conozco el barrio
- Eso se aprende
- Nunca en mi vida me subí a una moto
- No me vengas con tecnicismos, ¿querés trabajar o no?
- Si
- Bueno, el trabajo es tuyo.

Con un ciclomotor de 1992, que anda como el culo, está medio fundido, que come más aceite que nafta, voy yo por las calles de Barcelona. Obviamente me pierdo todas las veces y las pizzas llegan frías. Eso se compensa con la calentura de los clientes. La verdad es que es muy divertido.
Hay que aclarar que los que hicieron la numeración de las calles son unos brutos. Le pusieron número a las casas no por los metros que ocupan en la cuadra (como en Argentina), sino por orden. Es decir, la primer casa es la 1, la del frente la 2, la de al lado de la 1 la 3 y así. El problema es que en la antigüedad los terrenos eran muy grandes, y hoy se dividieron en varios terrenos y duplex, con lo cual entre el 1 y el 3 existe el 1 Bis, 1 Bis A 1 Bis B, 3 Bis Derecha, el 3 Bis Izquierda. De esa forma para ir del 5 al 79 de una calle tenés que hacer diez cuadras. Con esta lógica las cuadras donde hay una plaza no se cuentan, por lo tanto las alturas de las calles paralelas ¡no coinciden!
Te podes encontrar con una calle que en una vereda impar va del 1 al 11 y en la par va del 124 al 136 en la misma manzana. Esto es así porque, por ejemplo, cuadras atrás en la calle de una vereda hay un gran parque y no se cuentan casas, pero en frente sí.
Además no sólo existe la calle Don Pindonga, sino el pasaje Don Pindonga y la Avenida Don Pindonga y la calle Plaza Don Pindonga. Con esta falta total de urbanismo, la irregularidad con la que se construía en el pasado, y con que cada fin de semana se organiza “la caminata por la no violencia a las mujeres” o “la bicicletada por la dignidad” o “maratón por los perros abandonados” o “el recorrido peatonal a favor de las ballenas” o pelotudeces por el estilo, cortan todas las calles del barrio olímpico. La ciudad se convierte en un laberinto. Y por ese laberinto voy yo, con mi uniforme y mi casquito, a 20 km por hora. En cualquier momento le quito el titulo mundial de motos a ese Valentino Rossi. Sin mencionar la vez que la policía me puso una multa por que la moto no tenia patente, dado que se cayó, lo cual demuestra que las motos están que se caen a pedazos. La vez que me metí con la moto en el estacionamiento privado de los patrulleros y casi me cagan a tiros, todo porque el comisario pidió una pizza para almorzar.
Cabe aclarar que odio las motos. Dentro de unas semanas empieza la temporada de lluvia, con lo cual el asfalto se transforma en una pista de patinaje sobre hielo. Coincidirá, por lo tanto, el comienzo de dicha etapa de lluvia con el fin de mi etapa motoquera. Como siempre dice mi sabio abuelo, el paragolpes de una moto es la cabeza del conductor. Por más que lleve casco mucho no me fío. Porque yo creo que con la motos hay dos finales. O vos terminas con ellas o ellas terminan con vos.

miércoles, 11 de agosto de 2004

La mejor joya de la corona

En las afueras de París se encuentra el Palacio de Versalles. El mismo fue vivienda de El Rey Sol (no Marquesi*, sino Luis XIV, el de “El hombre de la máscara de hierro”). Los franceses dicen que fue un rey muy querido en Francia. Gracias a su gran inclinación hacia las artes París es conocida como la capital mundial del Arte (sí, con “A” mayúscula). La historia dice que fue un muy buen Rey. Además fue un rey muy longevo, de hecho creo que vivió más que todos sus hijos y su nieto heredero, dejándole el trono a su bisnieto. Esto último no lo puedo aseverar dado que no entiendo nada de francés y capaz fabulé todo eso mientras la guía hablaba de cómo se lavaba los dientes (por no ser grosero y decir otra parte de su anatomía).
El palacio es algo impresionante, construido en forma de “U”. Lo curioso es que no tiene pasillos. Si uno quiere ir del salón comedor a la recámara del Rey tiene que pasar por cinco o seis salones intermedios, en los cuales se desarrollaban otras actividades. Al parecer el pasillo es una invención moderna de una sociedad obsesionada con lo privado, derivado de la obsesión por la propiedad privada.
Pero lo más impactante del Palacio son los jardines. Un bruto lago artificial de tres kilómetros de largo en forma de cruz es el eje de los jardines, donde el Rey practicaba deportes náuticos. Antes de llegar al lago hay jardines, algunos con forma laberíntica, otros floridos. Realmente sabían vivir los reyes esos. Mas allá hay unos bosquecillos y dos pequeños palacios, donde el Rey alojaba a su madre y luego él mismo al retirarse de la vida política. El palacio fue muy dañado en la Revolución (como todos los monumentos o iglesias de París), pero Napoleón 1º, “El grande”, lo reconstruyó para sí y para Maria Antonieta.
Sé que es una tontería, pero nunca antes había estado en un lugar donde haya vivido un rey. Y para ser honestos estos tipos vivían como reyes. También en ese lugar se entiende lo de la Revolución Francesa. Yo pago un excesivo alquiler en Barcelona por una habitación fría en un cuarto piso por escalera. Viendo tanta majestuosidad, tanta hermosura, tanto despilfarro, del dinero de mis impuestos, agarro al hijo de puta que vive en ese palacio y lo paso por la guillotina.


*Nota del Autor:
El Rey sol Marquesi era un popular personaje televisivo en Argentina que estaba en su máximo apogeo cuando se publicó este post.

sábado, 7 de agosto de 2004

Las Ciudades y el Cine

Un amigo fue a Nueva York y al preguntarle cómo es la ciudad me dijo “Igualita a la de las películas" Antes de irme a Barcelona vi Piso Compartido para ver algo de la ciudad. Funcionó, porque me hice una idea mas o menos parecida de cómo es. A mi me pasa que cuando veo alguna película (bien) hecha en Buenos Aires siento esa magnificencia presencia de la ciudad.
Pero nunca me iba a imaginar que algo así me pasaría en París. Para empezar la Catedral de Nôtre Dame, vivienda de Quasimodo alias El Jorobado. No tengo ni idea en qué versión de la película la vi, pero se que la vi y muchas veces. Todas esas gárgolas y ese altísimo campanario. Lugar desde donde se suicidó una testigo de Jehová, con tanta mala suerte que cayó justo encima de la madre de Amélie y la mató.
La Ciudad Universitaria, que tiene de todo menos una universidad, es igual a esas universidades que uno ve en películas yanquis. Esas donde los alumnos viven y cada cual tiene su casa. Todo el ambiente se parece al colegio de La sociedad de los poetas muertos.
El barrio de “Montmartre” es el típico barrio que uno se imagina cuando piensa en Paris, sus calles angostas, que van bajando de la loma en curva, casa antiguas y atelier de artistas, muchos pintores y dibujantes en la calle vendiendo sus trabajos. Caminar por allí es un sueño, todo el lugar tiene una atmósfera bohemia y grandes artistas e intelectuales viven o tienen sus talleres allí. Cuando paseábamos por ahí con mi novia nos agarró una llovizna pasajera y nos refugiamos en un bar que resultó ser el bar donde trabajaba Amélie. Luego de un vigorizante café en dicho bar nos cruzamos por azar con la calle de aceras más angostas de todo París, la misma del beso de la película Piso Compartido, para llegar finalmente al mítico Moulin Rouge. Si se sigue bajando a pie se llega hasta la Opera Garnier, lugar donde transcurre El fantasma de la opera.
Siempre que alguien se va a ir para alguna ciudad yo le recomiendo ver alguna película que en ella transcurra, aunque sea sólo una. Si van a París vean Amélie. Tómense una tarde para ir caminando desde la Basílica de Sacre Coeur, bajando todas las callejuelas hasta el centro, recorriendo todo esos lugares que uno ya conoce aunque nunca haya estado en persona.
Con tanta pelotudez que se armó con el libro "El Código Da Vinci" seguramente hagan la película. Espero en tal caso que la rueden en París y en el Louvre, y no en un estudio en Hollywood. Porque hay algo de la ciudad que queda en la película. Es como si el hecho de capturar una imagen robase un pedazo del alma de la ciudad.

El departamento de la Mercé

El departamento donde estoy se encuentra ubicado en la calle La Mercé. Esta calle está en la parte mas “baja” del barrio gótico, es decir la parte más cercana al mar y el departamento queda muy cerca del edificio de correos.
La ubicación es de puta madre. Estoy cerca de dos avenidas, con muchos bondis y también cerca del subte. Pero lo mejor es que en bici estoy a tres minutos de la playa y del parque de la Ciudadela, donde me voy a tirar un rato a hacer la siesta, leer el libro de turno o practicar malabares.
Al entrar al edificio por un portal desvencijado (y en el cual la llave nunca va bien) uno se encuentra con una escalera irregular, de sesenta centímetros de ancho, con vueltas de noventa y ciento ochenta grados. El piso es el segundo, pero como el edificio es gótico tiene entrepiso, principal y más y más. En total hay que subir por la escalera el equivalente a un cuarto piso moderno.
La primera vez que entré me lleve un sobresalto. Subir con cuarenta y cinco kilos de equipaje esas escaleras para abrir la puerta y ver un departamento que tenía más tierra que el Chaco y más desorden que la cabeza de un esquizofrénico. No me quiero hacer el ordenado, mucho menos el pulcro. Cabe aclarar que he tenido periodos en mi vida de mucha mugre. De mochilero estuve varios días sin bañarme. He dormido en pocilgas. He, incluso y contra toda lógica, ido una vez al baño de caballeros de la estación de Flores. Pero este departamento me causo un fuerte impacto.
El piso no está nada mal. La cocina no es muy grande pero es lo suficientemente cómoda. El baño esta muy bien, el living comedor es espacioso y está bonito. La habitación que me tocó en suerte está muy bien, con balcón a la calle y todo. En la mayoría de los edificios y casas construyen las paredes en ángulo recto, pero este no es el caso. Mi habitación no tiene ni un solo ángulo recto. De hecho parece un embudo: una punta es como medio metro más ancha que en la otra. Me estuve rebanando el cerebro para entender ¿Cómo fue que a alguien se le ocurrió construir una habitación así?. La verdad es que no tengo ni puta idea. No es una modificación posterior ni es que el edificio este sobre una calle diagonal. Es un absoluto misterio cómo es que mi habitación tiene esa forma.
Misterios que tiene la vida.

miércoles, 21 de julio de 2004

¡Metete la Gioconda por donde te entre!

Por ahora solo fui una vez. Espero volver. Mi estadía se me hizo corta y fueron once días, lo cual es mucho teniendo en cuenta que la mayoría de la gente va con esos tours de cuatro días. Tours que te llevan de museo en museo, de arriba abajo, de la Torre Efiel al Panteón en tres minutos y al final no sabes una mierda qué viste y en dónde.
A mí en Paris me encantó el Museo Picasso. Me gusta mucho Picasso y para los amantes de la pintura, o simplemente los que disfrutan de ella como yo, es un paseo que recomiendo fervientemente. Es inútil tratar de describir lo que una obra trasmite o te hace sentir, así que me limitaré a decir que es realmente interesante ese museo. Debe ser el único de todo París que podés recorrer íntegro en una tarde, así que se lo recomiendo a los que tengan un poco de tiempo en la ciudad. El museo de Orsay, donde se puede apreciar a los impresionistas, y a Van Gogh, es otra maravilla. Igualmente maravilloso es el Centro Pompidou, museo de arte moderno.
Consejo: si uno se aburre con eso de los museos y esas cosas es mejor no perder tiempo ni dinero en ir. A mi la pintura me encanta. La entiendo, la comprendo, la conozco y la disfruto. Pero no tengo sensibilidad para la escultura. Estuve diez minutos mirando la Venus de Milo y no me movió un pelo. Entre eso y un cacho de concreto tirado de una construcción hay diferencia, pero no tanta. Soy un negado en ese arte. Como lo se y lo admito sólo voy sólo a ver las cosas que me causan placer, y no malgasto mi tiempo en algo que no me llega.
En los museos hay algo que yo nunca voy a entender ¿Por qué la gente le sacan fotos a los cuadros? NUNCA salen bien. Es más fácil comprarse una postal o bajarse la reproducción de Internet. Por no decir que en la mayoría de los casos está prohibido sacarles fotos porque el flash daña la pintura. En París vi a un flaco que le sacaba fotos a todos los cuadros. No los miraba, sacaba la foto y se iba. Horas después, cuando salí del museo, lo vi sentado en un bar contemplando las fotos detenidamente. Puede ser que en la sociedad moderna uno esté mucho más acostumbrado, más cómodo y más seguro teniendo una experiencia mediatizada de las cosas que una experiencia directa. Se siente mejor ver algo por la TV que vivirlo en la realidad. O puede ser que tenga algo que ver con el caretaje. Como si las personas no le sacan fotos para recordar la obra, sino para mostrar a los demás y decirles a sus amigos “Yo estuve allí, lo ves, soy un groso"
Y como no podía faltar también fui al Louvre. Un mes antes de ir a París había terminado de leer “El código Da Vincci” y me interesaba conocer ciertos detalles de su arquitectura. Igual, desde niño, quería conocer el llamado “mejor y más grande museo del mundo” cuya atracción principal es la Mona Lisa.
En el gigantesco laberinto del museo uno puede ver cartelitos mal fotocopiados de la Mona Lisa con una flechita indicando el camino para llegar hasta ella. En los últimos docientos metros de dicho camino la gente se empieza a amontonar, y los últimos veinte parecen el pogo de un recital de una banda heavy satánica. A unos cinco metros uno dobla a su derecha y la ve. Lo que es una forma de decir. La ve detrás de un vidrio opaco que no deja ver nada, detrás de dos carteles de ‘prohibido sacar fotos’, detrás de los dos empleados de seguridad que la cuidan, detrás de las trescientas personas que le sacan fotos con flash, haciendo que el vidrio opaco se trasforme en un espejo.
Después de avanzar dando codazos y pisotones a los trescientos especímenes sub humanos que se interponían entre el cuadro y yo, llegué finalmente a estar de frente al cuadro, a un metro. Que es una pintura chica ya lo sabia, mide tan sólo 80cm x 60cm, pero la verdad es que no es gran qué. La mina esa (si es que es una mina y no en tipo con peluca) riéndose con cara de “yo se algo que vos no”. La verdad que fue una desilusión. Para colmo en los tres segundos que la tuve en frente hubo como treinta flash de cámara. Parecía una discoteca haciendo juegos de luces y no un museo. Y fueron tres segundos porque el cabrón del segurata me dijo en un pésimo ingles “c’mon, move”. Que alguien me devuelva los veinte minutos que malgasté de mi vida para llegar a ver ese cuadro. Y que se metan la Mona Lisa en el orto, franceses hijos de una gran puta. Yo me fui a ver otras obras mucho más interesantes que están en el mismo museo.

En definitiva, si van para París vayan a ver las cosas que le gustan. Si entre ellas está la pintura vayan a esos museos que hay obras realmente impresionantes, no como la insulsa Mona Lisa.

jueves, 15 de julio de 2004

Liberté, Egalité, Fraternité

El azar quiso que yo estuviese en París un 14 de julio, aniversario de la Revolución Francesa. Siempre me llamó la atención que la Revolución Francesa, con su reivindicaciones tan sociales, con su declaración de los derechos universales de todos los hombres, es para muchos el inicio de la era moderna de la humanidad. Era que se caracteriza, irónicamente, por ser una de las menos solidarias.
Para tal ocasión París se viste de fiesta y lo festeja a lo grande. Bien temprano a la mañana empieza un desfile de tropas, policía, bomberos, políticos y todos aquellos con algún rango cívico. Pasan tanques y camiones militares, para cerrar el desfile pasan varios aviones haciendo piruetas y al final pasan tres aviones tirando humo con los colores de la bandera de Francia. Todo muy hermoso, o por lo menos así se lo vio en la nota de dos minutos del noticiero de las 12:30, horario en que nos levantamos después de la cena con amigos del día anterior.
Como ese era un lindo día de sol (cosa rara en París) las calles se apestaron de franceses que salían como estudiantes en el día de la primavera. Yo aproveché para comer una de las comidas parisinas mas típicas: “Crêpes”.
Por la tarde fuimos al barrio latino. Este debe su nombre a intelectuales del siglo XIX que hablaban en latín, y no a que viven latinoamericanos. Caminando por sus calles me di cuanta de una curiosa costumbre parisina: en las mesas que los bares tienen en la calle, las personas no se sientan una frente la otra, mirándose. Se sientan los dos paralelos mirando a la gente que pasea por allí. Sentarte a tomar un café con alguien es realmente molesto, por que te agarra torticolis de tanto girar el cuello para ver a tu interlocutor.
Yo me pregunto: ¿Cómo una sociedad donde las personas no se miran a los ojos puede llegar a ideales tan nobles? Quizás los parisinos (y el resto del mundo) estemos más preocupados en mirar (y ser mirados) como si estuviésemos en un escaparate luciendo la moda de esta temporada (y fuésemos maniquíes) que en mirarnos a los ojos. Quizá si lo hiciésemos volveríamos a vernos como humanos. Entonces los ideales de libertar, igualdad y fraternidad entre todos los hombres no serían de antiguas temporadas. No estarían démodé

lunes, 12 de julio de 2004

¡¡¡olalá... París!!!

París es hermoso. Es LA ciudad para ir enamorado. Salir a caminar es en sí mismo una experiencia increíble. La gran putada de París es el clima (la otra gran putada son los parisinos, pero ese es otro tema). Con Cecilia fuimos a pasear un día por el barrio “Marais”, barrio tradicionalmente gay de Paris. Caminamos desde allí hasta la Bastilla, lugar donde ocurrió algo que tiene que ver con la Revolución pero no se bien qué. Después hasta las islas en el Sena. Para los incultos (como yo) que se pasaban la hora de geografía jugando al ahorcado (como yo) Paris está atravesada justo a la mitad por el río Sena. En el centro hay dos pequeñas islas, de una, dos, o tres cuadras cuando mucho. En una de ellas se encuentra la catedral de Nôtre Dame. Una maravilla. No se puede describir con palabras la sensación de estar ahí dentro. Tiene mil cosas curiosas, pero sin duda lo más curioso es que la catedral está firmada. Como un cuadro, el arquitecto que la reconstruyó en el siglo XIX firmó su obra. Pero eso no es todo: sobre el techo se eleva una especie de cúpula y de ella bajan los apóstoles. Todos con la cabeza gacha y cara triste, después de la crucifixión. Pero la escultura de San Pedro (El primer Papa y fundador de toda la iglesia si no mal no recuerdo) fue reemplazada por una estatua del arquitecto, subiendo y felizmente sonriendo, admirando su propia obra. Tiene cara de estar diciendo “Después de la divina, la mía es la creación mas grande que hay”. Modestia, lo que se dice modestia el tipo este no tenía. Subir los 442 escalones de la infinita escalera caracol para llegar al campanario vale la pena. Al llegar a los balcones generales, uno encuentra a las famosas Gárgolas y Quimeras, esas extrañas aves nocturnas, representación de espíritus malignos y oscuros de mitologías paganas que nadie tiene ni puta idea de por qué protegen un templo cristiano.
Luego seguimos con nuestra caminata de reconocimiento por los bordes del Sena hasta llegar a la Torre Eiffel. Cuando uno mira un mapa de Paris se da cuenta de que es una ciudad chica. Pero tampoco hay que tomárselo tan a pecho. Uno mira en el mapa y dice “desde acá hasta acá son unos… ocho o diez centímetros” El problema es aplicarle la escala. Toda la caminata a orillas del Sena nos llevó casi tres horas. Y aunque es largo, es un paseo hermoso. Caminamos hacia el fin de la tarde, observando las barcas pasearse por el Sena, mientras en el horizonte atardecía.
La silueta de la Torre Eiffel contra el cielo se recortaba ya desde lejos, pero nos metimos por un camino desde el cual no se veía nada hasta de la torre. De repente uno dobla y aparece justo en la base. La imponente construcción que salta delante de los ojos. La verdad es que no esperaba mucho de la Torre Eiffel. Uno la vio tantas veces en TV o por fotos, que no pensé que me fuera a impresionar, pero me equivoqué. En una ciudad donde no se construye nada con más de cinco pisos, ver ese monstruo de 330 metros, todo de hierro, construido hace mas de un siglo, impresiona. Realmente es una gran obra del ingenio humano. Sin corriente eléctrica ni combustión a base de petróleo se mandaron unos ascensores que se utilizaron por más de 90 años. La Torre tiene tres niveles. A los dos primeros se accede tanto por ascensor como por escalera, al último sólo por ascensor. Es algo realmente digno de conocer, la vista de todo París desde el tercer nivel es magnifica.
El Arco del Triunfo es lindo, un clásico que hay que hacer, linda vista de Paris para la foto, pero nada más, de hecho me molesta eso de “El más grande monumento a las victorias del más grande ejercito: el francés” Todos sabemos que esa frase encierra al menos tres mentiras. Luego nos metimos en una capillita increíble, la Sainte Chapelle, la mandó a construir Luis IX para las reliquias de Cristo. Es decir para la corona de espinas y parte del madero de la cruz. Lo curioso es que la planta superior no tiene paredes, solo hay vitraux y algunas columnas que sostienen el techo.
La verdad es que Paris es un sueño. Es una de las ciudades más bellas en las que he estado. Su belleza es rara de definir. No sólo proviene de su tan peculiar arquitectura, de sus angostas calles o de su minúsculos bares, del río que la atraviesa. Hay algo más, algo que flota en el aire, es la magia de esa ciudad y uno se impregna de ella con cada bocanada de aire frío. Es un lugar único y fantástico, al que espero volver algún día.

miércoles, 30 de junio de 2004

Mentiras Graciosas

La noche de Sant Joan tuve un pequeño incidente. Por el mismo terminé con el labio partido y el ojo morado. En definitiva terminé con la cara rota y sin un buen motivo para merecerlo. Como el alquiler hay que pagarlo igual y en el Pizza Hut donde trabajo de camarero pasan de todo, yo trabajaba con ese aspecto. La historia real es muy larga para contarla, y se torna aburrida si siempre contás lo mismo. Por eso me puse a improvisar incoherentes respuestas cada vez que alguien me preguntaba que me pasó en la cara. No me acuerdo de todas las que inventé, pero dejo acá un pequeño dossier de las que más me gustaron:
  • No se me abrió el paracaídas
  • El león que tengo en casa hoy se levanto juguetón
  • Problemas con el KamaSutra
  • Es que con la otra mesa me equivoqué al tomar la orden.
  • Me lo hizo mi mujer... pero hizo bien por que me lo merecía.
  • ¿Oyó hablar del realismo de los nuevos videos juegos? Ayer yo me compré uno de boxeo
  • Me paso programando la video casetera.... es que es muy cabrona.
  • Accidente en pancha
  • Si le digo la verdad... le miento
  • Es el premio al mejor empleado del mes.
  • ¿Sabe usted señora qué es el sadomasoquismo?

domingo, 27 de junio de 2004

Me cago en Sant Joan

El 24 de junio es la fiesta popular de Sant Joan. Mucha idea de lo que se festeja no tengo, pero para sumarme a las costumbres locales después de trabajar con un grupo de compañeros nos fuimos a la playa donde se concentran todos los festejos. En la playa hay muchos barcitos al estilo publicidad de Gancia. Algunos se congregan alrededor de estos bares, se ponen a bailar en la playa y a tirar petardos como locos. Otros se acercan más a la costa donde la música no suena tan fuerte y se sientan en la arena para charlar o cantar al son de alguna guitarra o tambor.
No estando de ánimo como para bailar nos sentamos a la vera del Mediterráneo a hablar de boludeces. Así fue trascurriendo el tiempo, hasta que en un momento la cerveza hizo su efecto en mi vejiga y me tuve que retirar al baño. Lo bizarro ocurrió cuando volvía. Tratando de identificar a mi grupo en la oscuridad me fui paseando entre distintos grupitos, cuando veo en la arena un petardo encendido. Aturdido ya de tanto petardo me tape los oídos con las manos y proseguí mi camino. Una vez que el petardo explotó salpicando de arena a su alrededor me saqué los dedos de las orejas y, como había identificado a mi grupo, fui a su encuentro. Faltando tan sólo unos metros para llegar siento una mano que me agarra el hombro y me tira fuerte hacia atrás, hasta darme vuelta. Me encontré frente a frente con el dueño de esa mano que me dice “Tu te crees gracioso por andar tirando petardos por allí” “¿Cómo?” Dije. Resultado: Mexicano hijo de su chingada madre 2, Pablito 0. Dos goles me metió. ¿Puse goles?. Fue un error de tipeo, quise poner dos golpes. En respuesta a mi pregunta recibí un cabezazo en los labios (suerte que mi agresor era petiso) y un excelente puñetazo en el ojo izquierdo, que me hizo caer planchado al suelo.
Luego de media hora tirado en el suelo, con la compañía de mis compañeros de trabajo y con una bolsa de hielo en la cara que me cedió un amable Pakistaní vende cervezas, me levante y me fui a casa. Recién me di cuenta de que había sangrado cuando agarré las llaves para abrir la puerta y vi mi mano con una mancha roja. Para colmo no había luz en casa y con una vela me fui al baño a mirarme la cara (o lo que quedaba de ella). El ojo roto, los labios ensangrentados, la luz de la vela, era todo muy decadente y muy cinematográfico. Me hizo acordar de la escena de Terminator 1 donde Schwarzeneger se saca el ojo en un baño de un hotel de mala muerte. En mi delirio etílico yo trate de razonar con el mexicano, sin entender que era imposible. En mi baño también me acorde de una línea de diálogo de la película: “La máquina no tiene compasión, no tiene remordimiento, no se puede razonar con ella”.
El día siguiente era feriado y estaba todo cerrado. Tuve que esperar otro día para poder ir al médico, que me recetó ajo y agua… Ajoderse y aguantarse, además de unas pastillas anti-inflamatorias y una gotas de un antibiótico para el ojo. Yo creía que el hecho de que te peguen era malo y doloroso, pero ir a los médicos es peor.
Sabido es por todo el mundo que el consultorio de un dentista es un moderno cuarto de tortura. Pero si lo del dentista fue malo, lo del oftalmólogo fue peor. Me puso el mentón en un aparato raro y con un telescopio tamaño espacial empezó a mirarme el ojo mientras decía “Ahh... Mmm... Mirá arriba… a la izquierda… no a TU izquierda” Mierda, veinticuatro años y todavía no se cuál es la izquierda y cuál la derecha. “¿Eres alérgico a algún medicamento?” Cagamos, cuando un medico te preguntan eso es porque te están por dar una pichicata de la gran puta. “Por que está todo bien, no hay ningún problema, pero por las dudas te voy a hacer un fondo de ojo, ya que viniste”. Eso si que es una tortura. Me metió unas gotitas en los ojos que hicieron que mi pupila creciera hasta tener el diámetro de una grande de anchoas y prendió una luz que más que luz era como un sable láser Yedi entrando por mi ojo.
Yo siempre fui un poco vampiro y la luz me molesta. Después de esa experiencia no sólo me molesta la luz, sino que además la odio, al igual que odio a todos los oftalmólogos de este mundo (exceptuando aquellos oftalmólogos que ahora están leyendo esto).
Finalmente la sesión de tortura terminó y volví a mi casa sin ver mucho por dónde. Veía todo con una sobredosis de luz, alto contraste y con un efecto fumé. No efecto “me fumé” alguna porquería (mal pensados) sino efecto fumé, que es cuando se ven las cosas media borrosas.
“La venganza es un plato que se sirve mejor frío” dice un antiguo proverbio Klingon. Nunca entendí que significa, si alguien lo hace por favor háganmelo saber. Lo que sí se es que si algún día me cruzo con el mexicano hijo de una gran puta le parto un palo en la cabeza.

martes, 22 de junio de 2004

Las Artes oscuras Vs. Arquímedes

Siguiendo con mi no rutina de trabajos inestables conseguí mi segundo laburo. En Barcelona, ese fin de semana, se corría el mundial de motos. Esta vez me tocaba trabajar en un puestito ambulante dentro del autódromo.
Lo que más me llamó la atención fue la actitud del que seria nuestro jefe, que a los cinco minutos nos dijo “Oídme…. vosotros tomáis y comáis todo lo que queráis, sin problema, sin estrés, que yo este curro lo tengo más que nada para no estresarme, para desconectarme un poco y ver la carrera… Acá estamos para disfrutar del espectáculo y no para hacernos mala sangre”.

Tres conclusiones saqué ese día:
1º El decadente estado sanitario de los lugares donde se venden panchos y todas esas porquerías.
2º Que si sigo trabajando en el rubro gastronómico voy a engordar mucho, dado que no tengo límite físico para comer.
3º Que soy un maestro en el arte de servir cerveza tirada.

Pero sin duda lo mejor de todo fue presenciar la siguiente situación: no teniendo heladeras, las bebidas se enfriaban en unos contenedores muy parecidos a bañaderas, pero de plástico. Se estaban acabando las aguas minerales y los dos flacos que trabajaban conmigo en la barra se proponen reponerlas. El hielo, ahora devenido en agua, llenaba casi todo el contenedor. Pero como el contenedor estaba inclinado, debido a un desnivel en el suelo, el agua estaba del lado izquierdo a dos mililitros de rebalsar, mientras que del lado derecho le faltaban unos cinco centímetros. Al introducir la primer botella, casualmente muy cerca del borde izquierdo, el nivel del agua subió tal como lo formuló Arquímedes hace 2500 años (cuando gritó Eureka). La subida del nivel del agua ocasionó un pequeño desborde del lado izquierdo. “Joder tío, que se cae el agua” dijo uno. El otro se quedó unos largos segundos mirando el contenedor y meditando. Al cabo de un rato halló una maravillosa solución y sentenció: “Pongamos las botellas del lado derecho, que esta mas vacío”.
Mis oídos no podrían creer lo que oían, al parecer este ser (que no me atrevo a llamar pensante) creía que mágicamente solamente subiría el nivel del agua de una mitad del contenedor, al estilo la película “El abismo”. Grande fue el asombro del gallego al introducir juntas cuatro botellas del lado derecho y ver que el agua se rebalsaba del lado izquierdo, atribuyendo sin duda este fenómeno a una obra de brujería.
Luego de pensar un rato bien largo cómo proceder, decidieron que lo mejor era poner las botellas en otro contenedor que no estaba tan lleno, no sea cosa de darle oportunidad a las artes oscuras de hacer de nuevo de las suyas.

lunes, 14 de junio de 2004

Mi primer trabajo en el viejo continente.

Y tenía que llegar. Luego de un mes sabático se hacia imperioso empezar a trabajar y así lo hice. El trabajo era de vendedor de latitas de coca cola y cerveza en un concierto. Un día antes nos juntaron a todos para darnos una charla y al terminar el coordinador dice “El evento es en el palacio san jousdorshusoth, el concierto de daniensoudn biseojsbvj, ¿Vale?”
Siempre tuve la curiosa cualidad de lograr que los nombres propios se me borren de la memoria diez segundos después que me los dicen. Con suerte recuerdo alguna letra y el resto las invento según disponga mi imaginación. A veces recuerdo dos o tres letras, pero siempre invierto el orden o las mezclo. Ya estoy acostumbrado después de toda una vida de dislexia. “Entendido” respondí, sin tener idea de que carajo había dicho el catalán. “Vale, les dejo el mapa del palacio, los veo mañana a las 18:50 allí ¿Vale?”
El día del concierto partí con tiempo de sobra. Agarré las llaves de la bici, el dichoso mapa y partí hacia plaza España, lugar de donde me tomaba el bondi. A mitad de camino entre mi casa y la parada me di cuenta que no tenía dinero para el colectivo. Ya no me quedaba tiempo para volver al depto y emprender otra vez el viaje, así que sólo quedaba seguir adelante, aunque no tenía idea de dónde era “adelante”. Sólo tenía tres datos: un concierto, en un palacio, y el lugar donde me tomaba el bondi. Llegué a la parada y para mi sorpresa tres colectivos paraban allí. Haciendo uso de mi memoria numérica, que funciona un poco mejor que la alfabética y confiando un poco en el azar, elegí uno para preguntar por su recorrido. Ahora sabía que el (supuesto) bondi subía al monte Montjuic. Metí la mano en el bolsillo para sacar el mapa y lo único que encontré fue un agujero, seguramente la vía de escape del puto mapa. “Piensa McFly, piensa” me dije. Agarré la bici y pedaleé hasta la base del cerro, donde la até y encaré por la escalera mecánica que subía. Pregunté a un basurero, a tres puestos ambulantes, a seis viejitas transeúntes y a una infinidad de pre adolescentes. “Mira, estoy buscando el palacio ese, donde hoy toca el tío ese” “Ah, el palacio san jodjertsdefvsadfg” o “El concierto de danienkdjfpdñmdñlfki” empezaban la mayoría de las respuestas, seguidas por alguna indicación geográfica. Así fue como llegué a la puerta principal del palacio San Jordi. Haciendo esta vez uso de mi memoria visual, que para compensar a las otras dos funciona admirablemente, visualicé el mapa en mi mente y me dirigí a la puerta de acceso al personal. Llegué a la 18:48, dos minutos antes de mi hora. Estaba esperando el coordinador, unos minutos después nos acreditamos y entramos al palacio.
Una vez dentro me dieron el uniforme, las latas y me mandaron a unas tribunas. Deberían haberme visto, pantalón blanco, remera roja y negro, gorra azul. Así vestido, todo tímido como soy, completando el cuadro con unos cuántos granos en la cara. Era el estereotipo de adolescente yanqui vendedor de fast food, excepto porque lo de la adolescencia terminó hace años. Para colmo el concierto resulto ser de David Bisbal. Yo no lo conozco, pero es una mezcla de Ricky Martin y Luis Miguel. Mezcla mal hecha, con pinta de cantante de cumbia grasa. Todo musculoso, con pelo largo, rizado y teñido de rubio, con la camisa con los tres botones superiores sin abrochar …en fin. Es él que canta ese sacrílego tema que reza “Ave María: si te tuviera nunca te dejaría, Ave María: si te alcanzara nunca te soltaría, Ave María: si te agarrara como te garch….”
Por un segundo y medio me mire a mí mismo y por primera vez en este viaje pensé “¿Qué carajo hago acá? ¿QUE PORONGA ESTOY HACIENDO?. En Argentina tengo un buen trabajo, de lo que me gusta hacer y muy bien remunerado. El aeropuerto queda unos 30 kilómetros hacia…. allá, al sur, tiro estas latas y este uniforme a la mierda y me vuelvo. Vuelvo a mi ciudad, vuelvo con mi familia, vuelvo a mi casa, vuelvo con mis amigos, si empiezo a correr en unas 5 horitas llego al aeropuerto”.
Por suerte sólo fue un segundo y medio. Después respiré hondo, recordé las razones que me trajeron hasta acá y empecé a susurrar “coca, cerveza, bien fría” Al principio con cierta timidez, pero al cabo de un rato gané confianza y terminé gritando “Lloren chicas lloren, acá están las cocas y las cervezas”
Así transcurrió mi primer jornada laboral en el viejo continente. Que El Señor no me hizo para trabajar es una revelación que tuve siendo aún un niño. Por suerte este tipo de trabajos son irregulares, porque si llego a tener que trabajar en una oficina con un horario fijo me muero de aburrimiento.

miércoles, 12 de mayo de 2004

Signos universales

Anoche fui a cenar con unos amigos de mi amigo. Yo estaba más desubicado que chupete en el culo. O para decirlo más finamente, era sapo de otro pozo. La cena ocurrió en un restaurant chino. Me puse a pensar en el globalizado mundo en que vivimos y en los inmigrantes chinos sobre la faz de la tierra. Se puede discutir mucho acerca de la globalización, sus defectos y ventajas. Defectos hay muchos, pero yo he descubierto una ventaja que ningún teórico postuló todavía, a saber: uno puede pedir comida de todo el mundo en todo el mundo. El chop suey y los rollitos primavera de Barcelona son exactamente iguales a los del restaurant chino al lado de mi casa en Buenos Aires.
Más tarde nos fuimos a un boliche. A los tres minutos el lugar explotó: a gente entró como manada y se puso a saltar como Mohamed Ali al ritmo de la música electrónica y cantando en catalán. Otra ventaja del mundo globalizado, puede no saber el idioma, pero hay signos universales. Ver una M amarilla sobre un fondo rojo significa, en Bs. As., Vietnam, Moscú y Barcelona comida chatarra y dominación cultural. Ver un montón de gente saltando con una botellita de agua mineral al ritmo de la música electrónica es un signo igualmente universal. Al rato la gente con la que estaba fueron desapareciendo. Algunos salieron del boliche y se fueron a comprar alcohol mas barato a un kiosco cercano. Las costumbres de los adolescentes, al parecer, también son universales (y para mimetizarme con los locales yo también salí con idénticos propósitos). El sello en nuestra mano nos permitía salir y entrar cuantas veces quisiésemos.
Lo curioso sucedió al volver a entrar al boliche: todos subieron la escalera cuya única indicación era la de los baños. Ávido por continuar con mi análisis (y de no alejarme de la botella de cerveza que ilegalmente introducimos al recinto) los seguí. Grande fue mi sorpresa al ver que ninguno entro a los baños: todos atravesamos una tercera puerta, tras la cual se encontraba otra pista de baile. Una que hubiese sido el deleite de los amantes de la música de los 80. Bailamos Madonna, Genesis, Queen y una versión muy graciosa de Vuela Vuela en catalán, para terminar haciendo pogo al grito hey hou, let’s go de los Ramones. Siendo las 4:30 de la mañana y viendo que mi amigo se tenia que levantar a las 7:30 para cumplir su rol de esclavo capitalista, decidimos retirarnos discretamente aquella noche.
“Levántate vago de mierda” junto con un sacudón en el hombro fue la forma de recibir el sábado. A los quince minutos partimos hacia el subte para llegar una rato después al mercado de las Glorias. Esto es algo raro de describir, aquellos que estuvieron en Ciudad del Este o en Asunción tendrán una idea más aproximada de lo que es. Mezcla de mercado persa y feria americana, es un predio de tres o cuatro cuadras, bajo el rayo del sol, donde arman unos puestos tipo feria artesanal de cualquier plaza. Con un gran barullo de fondo se escucha gritos tipo “barato, todo barato” o “todo por dos euros”. Allí se puede conseguir de todo, cosas nuevas, usadas y robadas. Desde placas de video a 2€ a campera de cuero a 300€, pasando por cosméticos, celulares, bicicletas, artículos de ferretería, CD, maquinas industriales, DVD, colchones, pornografía, muebles, plantas, sahumerios y hasta verduras frescas. Todo el mundo gritando y regateando precios, es un digno espectáculo que yo solo creí que se daba en el tercer mundo pero no, también ocurre en el primero.
Quizás el regateo sea el nuevo signo universal de la pobreza que se extiende en este globalizado mundo como se extienden los inmigrantes en el planeta y se tienden platos de arroz tres delicias en las mesas de los restaurantes chinos de todas las ciudades del mundo.

domingo, 9 de mayo de 2004

Perdido en Barcelona

Ayer quise ir a una universidad a conectarme gratis a Internet. Tenía la dirección, una explicación verbal de cómo llegar y sin embargo me perdí. Hoy temprano me levanté y me fui al registro de extranjeros, y me volví a perder, pese a que me explicaron muy bien como llegar. Finalmente, después de preguntar y preguntar llegué y pude solicitar mi NIE (número de identificación de extranjero) el cual permite trabajar, estudiar y sacar residencia en España. Luego me fui a la oficina de información al ciudadano para hacer el empadronamiento, lo cual me da derecho a la salud pública, pero nuevamente me perdí. Intentaré ir mañana.
Dado a mis constantes extravíos en la laberíntica ciudad decidí usar un nuevo método para llegar a destino.

NUEVO METODO:
1 Conseguir un mapa.
2 Ubicar en el mapa el lugar de destino.
3 Ubicar en el mapa lugar de origen.
4 Trazar la ruta.
5 Ante cualquier duda preguntar.

VIEJO METODO
Caminar al azar.

Una vez establecido el nuevo método y haciéndome de un mapa en la oficina de información turística decidí caminar al azar por la ciudad a ver a dónde llegaba. El azar quiso llevarme al puerto viejo de Barcelona, lugar lleno de veleros, cines, y un parque con estructuras arquitectónicas raras. Me senté a continuar con mi novela. Luego de un rato el frió carcomió mis huesos y decidí pasear por La Rambla, que es una ancha peatonal que va desde plaza Cataluña hasta el mar.
Aún no he ido al museo Picasso, ni a ver las obras de Dalí, ni admirar los edificios de Gaudi. Tampoco paseé por los parques ni fui a la playa. Todavía no me he puesto en contacto con los amigos de amigos para quienes traje regalos y palabras de cariño. Ni siquiera he desarmado las valijas o acomodado adecuadamente en el desordenado depto donde vivo. Mientras este clima de mierda siga dudo que lo haga, lo que sí hago es tener los ojos bien abiertos, las orejas destapadas, el alma atenta y el corazón dispuesto para disfrutar cada minuto como si fuera el primero en esta ciudad y el último en mi vida.

lunes, 3 de mayo de 2004

Mi primer día en Barcelona

Ya llegué a Barcelona. Partí de Ezeiza y después de una agitadísima escala en Madrid aterricé en Barcelona. Luego de estar volando en un amplio cielo azul, sobre un colchón de nubes que se extendía hasta el horizonte, el avión inicio el descenso. Una cosquilleante sensación de por momentos tener el estómago en los pulmones y por otros sentir que medís diez centímetros menos se apoderó de mi. Atravesé la capa de nubes con varias sacudidas. Del manto de bruma emergió la ciudad de Barcelona y el mar mediterráneo. Todo se fue agrandando hasta que esas finas líneas se convirtieron en anchas calles y el avión tocó tierra. Pronto advertí que el hermoso océano de nubes que se divisaba bajo mis pies desde el avión también se veía con los pies en la tierra, convertido en un horrible cielo nublado de un frió día de otoño en el cual amenazaba con llover. Al parecer el invierno en el hemisferio norte decidió quedarse a esperarme y mostrarme su cara unos cuantos días más. Crucé la puerta de salida del aeropuerto donde me esperaba mi amigo Estaban, doce meses más viejo desde la última vez que lo ví, diez kilos más flaco y con considerablemente menos pelo.
Después de los saludos y abrazos que la ocasión ameritaba nos encaminamos hacia el tren donde nos pusimos al día con el “pelado” de nuestras vidas, le sacamos el cuero a nuestros amigos en común, hablamos boludeses y cosas por el estilo. Lentamente el tren iba dejando las afueras de Barcelona para adentrarse en la ciudad. Nos bajamos en plaza Cataluña. Allí emprendimos una marcha de una quince cuadras (con mis 45 kilos de equipaje) primero por la Rambla, luego por el laberíntico barrio gótico para llegar al edificio donde está el departamento y muy fatigado descubrir que el mismo se ubica en un cuarto piso por escalera.
Hay muchas cosas que impresionan de Barcelona. Lo primero es la gente. Cuando habla en castellano parece que uno está metido en una película de Almodóvar. Escuchás a dos amigas hablar y tenés la sensación de que ambas están al borde de un ataque de nervios. Es muy gracioso como habla la gente acá. Mi amigo sin ir mas lejos llama nevera a la heladera, metro al subte, ordenador a la PC. Pero eso no es todo, acá la gente es más despreocupada sexualmente, con decir que mi amigo me comentó como si fuera lo más normal del mundo “hace dos semanas me cogí un resfriado”
Otra cosa que impresiona es el barrio gótico. La primera vez que uno entra piensa “si me meto acá me encuentran dentro de diez días tirado en una zanja y con el culo roto”, pero no. Entre un edificio y el que está en frente hay como máximo cinco metros y entre ellos están las dos minúsculas veredas y una calle por donde pasan autos. De vez en cuando mirás para arriba y te encontrás con una arcada techando la calle. Hay miles de calles de tres metros de ancho, donde no pasan autos y siempre a ambos lados se elevan edificios de cuatro o cinco pisos. Las viviendas no están en la planta baja, allí sólo hay las entradas al edificio y negocios. Uno va encajonado entre paredes antiguas y rostros marroquíes en ese laberinto en el cual es muy difícil ubicarse. Suena feo pero es muy hermoso.
Para seguir cronológicamente, luego de terminar de subir las dos valijas me tiré exhausto a lo que parecía ser un colchón sin sabanas debajo de un montón de ropa sucia, en donde trascurrieron apaciblemente seis segundos hasta que mi amigo me dijo “joder tío, que nos tenemos que ir a un bar acá cerca, que he quedado con una amigo a tomar unas cervezas” “¿Cervezas? – Respondí – son las dos de la tarde” Como si alguna vez me hubiese importado el horario para tomar cerveza. “que son las siete tío, levántate y anda”. Como Lázaro obedecí y nos fuimos a un bar cercano a tomar una cervezas con esta gente. Al rato esta gente se va y Esteban dice “ven, acompáñame”. Fuimos caminando por el barrio gótico hasta llegar a una plaza rodeada toda por edificios y con solo una pequeña calle como vía de acceso donde se encontraba una fuente y una vieja iglesia. Dos cosas me llamaron la atención en ese lugar, el silencio, no se oían autos, gente, nada excepto las palomas en el agua, y el frente de la iglesia lleno de balazos, fruto de que fue usado como paredón de fusilamiento en la época del franquismo.
Después, en casa, nos pusimos a armar una computadora con retazos de cosas encontradas en la calle (es decir basura). Es increíble las cosas que tira la gente. En mi corta estadía vi una cama, un sofá cama, un bafle en perfectas condiciones, una cocina, una heladera, un changuito de supermercado (ya apropiado por mí) y un silloncito.
Extenuado por el maratónico día que arrancó en Buenos Aires y terminó 36 horas después en Barcelona, me fui a dormir.

PD: para los físicos, ingenieros y amantes de los Simpsons: es verdad, acá arriba el agua gira al revés.

domingo, 2 de mayo de 2004

En la Ruta

Harto ya de estar harto ya me cansé
de preguntar al mundo por qué y por qué
la rosa de los vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear
entre el cielo y el mar
vagabundear.

J. M. Serrat

Cuando yo era un niño con mi familia salíamos de vacaciones, siempre en auto. Hubo años en los que nos teníamos que ir a un camping por que no teníamos ni un centavo. Otros que nos permitíamos pagar casas de lujo en la costa de Brasil (que salía bastante barato al cambio). Pero siempre en auto. Las horas de viaje eran interminables porque rutas argentinas y de países aledaños son interminables. Nosotros tratábamos de matar el tiempo escuchando música. Fue en estos viajes donde aprendí las estrofas que cito. Pero no sólo aprendí las estrofas, sino mamé su significado.
Hoy, varios años después, siguen sonando esos versos en mi cabeza. Siguen prendiendo fuego en mi alma y en mi corazón. Hoy parto en un nuevo viaje, en una nueva aventura, con la misma alegría con la que un niño sale de vacaciones, con las mismas ganas que tiene un niño de aprender nuevas cosas y de tener enriquecedoras experiencias.
Hoy parto hacia un nuevo rumbo, dejando a muchos seres queridos, con la esperanza de pronto volverlos a ver. Hasta entonces estaremos en contacto por esta maravilla llamada Internet.
Besos.