Siguiendo con mi no rutina de trabajos inestables conseguí mi segundo laburo. En Barcelona, ese fin de semana, se corría el mundial de motos. Esta vez me tocaba trabajar en un puestito ambulante dentro del autódromo.
Lo que más me llamó la atención fue la actitud del que seria nuestro jefe, que a los cinco minutos nos dijo “Oídme…. vosotros tomáis y comáis todo lo que queráis, sin problema, sin estrés, que yo este curro lo tengo más que nada para no estresarme, para desconectarme un poco y ver la carrera… Acá estamos para disfrutar del espectáculo y no para hacernos mala sangre”.
Tres conclusiones saqué ese día:
1º El decadente estado sanitario de los lugares donde se venden panchos y todas esas porquerías.
2º Que si sigo trabajando en el rubro gastronómico voy a engordar mucho, dado que no tengo límite físico para comer.
3º Que soy un maestro en el arte de servir cerveza tirada.
Pero sin duda lo mejor de todo fue presenciar la siguiente situación: no teniendo heladeras, las bebidas se enfriaban en unos contenedores muy parecidos a bañaderas, pero de plástico. Se estaban acabando las aguas minerales y los dos flacos que trabajaban conmigo en la barra se proponen reponerlas. El hielo, ahora devenido en agua, llenaba casi todo el contenedor. Pero como el contenedor estaba inclinado, debido a un desnivel en el suelo, el agua estaba del lado izquierdo a dos mililitros de rebalsar, mientras que del lado derecho le faltaban unos cinco centímetros. Al introducir la primer botella, casualmente muy cerca del borde izquierdo, el nivel del agua subió tal como lo formuló Arquímedes hace 2500 años (cuando gritó Eureka). La subida del nivel del agua ocasionó un pequeño desborde del lado izquierdo. “Joder tío, que se cae el agua” dijo uno. El otro se quedó unos largos segundos mirando el contenedor y meditando. Al cabo de un rato halló una maravillosa solución y sentenció: “Pongamos las botellas del lado derecho, que esta mas vacío”.
Mis oídos no podrían creer lo que oían, al parecer este ser (que no me atrevo a llamar pensante) creía que mágicamente solamente subiría el nivel del agua de una mitad del contenedor, al estilo la película “El abismo”. Grande fue el asombro del gallego al introducir juntas cuatro botellas del lado derecho y ver que el agua se rebalsaba del lado izquierdo, atribuyendo sin duda este fenómeno a una obra de brujería.
Luego de pensar un rato bien largo cómo proceder, decidieron que lo mejor era poner las botellas en otro contenedor que no estaba tan lleno, no sea cosa de darle oportunidad a las artes oscuras de hacer de nuevo de las suyas.
Lo que más me llamó la atención fue la actitud del que seria nuestro jefe, que a los cinco minutos nos dijo “Oídme…. vosotros tomáis y comáis todo lo que queráis, sin problema, sin estrés, que yo este curro lo tengo más que nada para no estresarme, para desconectarme un poco y ver la carrera… Acá estamos para disfrutar del espectáculo y no para hacernos mala sangre”.
Tres conclusiones saqué ese día:
1º El decadente estado sanitario de los lugares donde se venden panchos y todas esas porquerías.
2º Que si sigo trabajando en el rubro gastronómico voy a engordar mucho, dado que no tengo límite físico para comer.
3º Que soy un maestro en el arte de servir cerveza tirada.
Pero sin duda lo mejor de todo fue presenciar la siguiente situación: no teniendo heladeras, las bebidas se enfriaban en unos contenedores muy parecidos a bañaderas, pero de plástico. Se estaban acabando las aguas minerales y los dos flacos que trabajaban conmigo en la barra se proponen reponerlas. El hielo, ahora devenido en agua, llenaba casi todo el contenedor. Pero como el contenedor estaba inclinado, debido a un desnivel en el suelo, el agua estaba del lado izquierdo a dos mililitros de rebalsar, mientras que del lado derecho le faltaban unos cinco centímetros. Al introducir la primer botella, casualmente muy cerca del borde izquierdo, el nivel del agua subió tal como lo formuló Arquímedes hace 2500 años (cuando gritó Eureka). La subida del nivel del agua ocasionó un pequeño desborde del lado izquierdo. “Joder tío, que se cae el agua” dijo uno. El otro se quedó unos largos segundos mirando el contenedor y meditando. Al cabo de un rato halló una maravillosa solución y sentenció: “Pongamos las botellas del lado derecho, que esta mas vacío”.
Mis oídos no podrían creer lo que oían, al parecer este ser (que no me atrevo a llamar pensante) creía que mágicamente solamente subiría el nivel del agua de una mitad del contenedor, al estilo la película “El abismo”. Grande fue el asombro del gallego al introducir juntas cuatro botellas del lado derecho y ver que el agua se rebalsaba del lado izquierdo, atribuyendo sin duda este fenómeno a una obra de brujería.
Luego de pensar un rato bien largo cómo proceder, decidieron que lo mejor era poner las botellas en otro contenedor que no estaba tan lleno, no sea cosa de darle oportunidad a las artes oscuras de hacer de nuevo de las suyas.
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