miércoles, 21 de julio de 2004

¡Metete la Gioconda por donde te entre!

Por ahora solo fui una vez. Espero volver. Mi estadía se me hizo corta y fueron once días, lo cual es mucho teniendo en cuenta que la mayoría de la gente va con esos tours de cuatro días. Tours que te llevan de museo en museo, de arriba abajo, de la Torre Efiel al Panteón en tres minutos y al final no sabes una mierda qué viste y en dónde.
A mí en Paris me encantó el Museo Picasso. Me gusta mucho Picasso y para los amantes de la pintura, o simplemente los que disfrutan de ella como yo, es un paseo que recomiendo fervientemente. Es inútil tratar de describir lo que una obra trasmite o te hace sentir, así que me limitaré a decir que es realmente interesante ese museo. Debe ser el único de todo París que podés recorrer íntegro en una tarde, así que se lo recomiendo a los que tengan un poco de tiempo en la ciudad. El museo de Orsay, donde se puede apreciar a los impresionistas, y a Van Gogh, es otra maravilla. Igualmente maravilloso es el Centro Pompidou, museo de arte moderno.
Consejo: si uno se aburre con eso de los museos y esas cosas es mejor no perder tiempo ni dinero en ir. A mi la pintura me encanta. La entiendo, la comprendo, la conozco y la disfruto. Pero no tengo sensibilidad para la escultura. Estuve diez minutos mirando la Venus de Milo y no me movió un pelo. Entre eso y un cacho de concreto tirado de una construcción hay diferencia, pero no tanta. Soy un negado en ese arte. Como lo se y lo admito sólo voy sólo a ver las cosas que me causan placer, y no malgasto mi tiempo en algo que no me llega.
En los museos hay algo que yo nunca voy a entender ¿Por qué la gente le sacan fotos a los cuadros? NUNCA salen bien. Es más fácil comprarse una postal o bajarse la reproducción de Internet. Por no decir que en la mayoría de los casos está prohibido sacarles fotos porque el flash daña la pintura. En París vi a un flaco que le sacaba fotos a todos los cuadros. No los miraba, sacaba la foto y se iba. Horas después, cuando salí del museo, lo vi sentado en un bar contemplando las fotos detenidamente. Puede ser que en la sociedad moderna uno esté mucho más acostumbrado, más cómodo y más seguro teniendo una experiencia mediatizada de las cosas que una experiencia directa. Se siente mejor ver algo por la TV que vivirlo en la realidad. O puede ser que tenga algo que ver con el caretaje. Como si las personas no le sacan fotos para recordar la obra, sino para mostrar a los demás y decirles a sus amigos “Yo estuve allí, lo ves, soy un groso"
Y como no podía faltar también fui al Louvre. Un mes antes de ir a París había terminado de leer “El código Da Vincci” y me interesaba conocer ciertos detalles de su arquitectura. Igual, desde niño, quería conocer el llamado “mejor y más grande museo del mundo” cuya atracción principal es la Mona Lisa.
En el gigantesco laberinto del museo uno puede ver cartelitos mal fotocopiados de la Mona Lisa con una flechita indicando el camino para llegar hasta ella. En los últimos docientos metros de dicho camino la gente se empieza a amontonar, y los últimos veinte parecen el pogo de un recital de una banda heavy satánica. A unos cinco metros uno dobla a su derecha y la ve. Lo que es una forma de decir. La ve detrás de un vidrio opaco que no deja ver nada, detrás de dos carteles de ‘prohibido sacar fotos’, detrás de los dos empleados de seguridad que la cuidan, detrás de las trescientas personas que le sacan fotos con flash, haciendo que el vidrio opaco se trasforme en un espejo.
Después de avanzar dando codazos y pisotones a los trescientos especímenes sub humanos que se interponían entre el cuadro y yo, llegué finalmente a estar de frente al cuadro, a un metro. Que es una pintura chica ya lo sabia, mide tan sólo 80cm x 60cm, pero la verdad es que no es gran qué. La mina esa (si es que es una mina y no en tipo con peluca) riéndose con cara de “yo se algo que vos no”. La verdad que fue una desilusión. Para colmo en los tres segundos que la tuve en frente hubo como treinta flash de cámara. Parecía una discoteca haciendo juegos de luces y no un museo. Y fueron tres segundos porque el cabrón del segurata me dijo en un pésimo ingles “c’mon, move”. Que alguien me devuelva los veinte minutos que malgasté de mi vida para llegar a ver ese cuadro. Y que se metan la Mona Lisa en el orto, franceses hijos de una gran puta. Yo me fui a ver otras obras mucho más interesantes que están en el mismo museo.

En definitiva, si van para París vayan a ver las cosas que le gustan. Si entre ellas está la pintura vayan a esos museos que hay obras realmente impresionantes, no como la insulsa Mona Lisa.

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