viernes, 21 de septiembre de 2007

Ya llegó la primavera

En Argentina hay un patético canal que se llama Crónica TV. Es un canal de noticias las veinticuatro horas, completamente sensacionalista. Prensa amarilla que le dicen, porque es tan barata que ni gastan en papel blanco. Dos cosas tiene este canal de maravilloso:
  • Las placas rojas donde anuncian sus titulares cometiendo el mayor crimen a nuestra lengua castellana.
  • Todos los días, desde nueve meses antes del comienzo de la primavera, te ponen una placa roja que te dice cuantos días faltan para la primavera.
Así que yo, al estilo Crónica TV les digo:
¡¡¡FALTAN CERO DÍAS PARA LA PRIMAVERA!!!

Qué bonito, hoy veintiuno de septiembre, empieza la primavera. Sin duda es mi época preferida del año. No te cagas de frío, ni te morís de calor. La gente se ve más feliz por la calle y está todo el mundo más alegre. Se puede ir al parque a tomar unos mates o a una plaza sin tener que quedar carbonizado como en el verano.
La ciudad se empieza a llenar de turistas, a uno le dan ganas de salir de la casa donde se pasó los últimos tres meses hibernando, las mujeres empiezan a ir ligeritas de ropa por la calle. Y el mejor espectáculo primaveral lo otorgan los colegios privados. Los ojos de todos se regocijan ante las hermosas adolescentes en uniforme escolar que muestran al mundo los atributos que Dios le dio.
Lo único malo es que empieza la primavera en el hemisferio sur y yo estoy en el norte. Acá empieza el marrón otoño predecesor del gris invierno. Yo, que trato de vivir la vida cual golondrina huyendo del frío, me tocó padecer un por demás crudo invierno en Buenos Aires y ahora se avecina el frío catalán. Como me dijo un amigo, algún pecado karmático de otra vida estaré pagando si yo, que le corro al invierno, voy a Buenos Aires y nieva después de ochenta y nueve años. Al menos me queda el consuelo de llevar siempre la primavera en el corazón.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Hotel Dulce Hotel

Teniendo en cuenta que me pase gran parte de este año sin trabajar, sumado al hecho de que hice varios viajes y tuve varios gastos médicos, el estado en que se encuentra mi economía es francamente un estado calamitoso. A diferencia del último año, este verano en Barcelona el tema Cine / Publicidad viene muy tranquilo para la urgencia de mi cuenta bancaria. Por eso, antes de que me coman los piojos y sabiendo que quiero ahorrar para viajar un poco el próximo año, me vi en la situación de buscar trabajo en otra área.
Cabe aclarar que España es un país más tercer mundista que Argentina (Spain is not Europe, is África, dicen los ingleses). Sin embargo, siempre me llamó la atención la rapidez con la que se consigue trabajo. Claro que la mayoría de los trabajos son una mierda, pero igual te permiten zafar de una manera medianamente digna. Doy ejemplo de dos diferentes trabajos que me ofrecieron y que sabiamente rechacé:
  • Ser valet parking, de cuatro de la madrugada a doce del mediodía. Yo, que no puedo estacionar un Fiat 600 donde entra un Cadillac ¿Me iba a mandar todo dormido a estacionar autos con la precisión de un alfiler?. No way.
  • Montar no sé bien que cosas en un tablero eléctrico. No sabía una mierda de electrónica cuando terminé el secundario con el título de Técnico Electrónico, ahora, nueve años después, con suerte que puedo cambiar un enchufe.
Mejor hacer algo fácil, conocido y con responsabilidad nula: camarero de eventos para el hotel más lujoso de Barcelona, trabajo que ya había hecho. Fui a la agencia que maneja el tema, le expliqué a la empleada de turno que quería volver a trabajar, y ella me preguntó: ¿Tu ya has hecho las entrevistas para el trabajo? Como un flash back, mi cabeza viajó dos años atrás a la entrevista y el test psicológico de selección. La chica que me lo hizo en aquel momento era una pendeja que tenía tanta idea de lo que hacía como yo de hablar japonés. El test mismo era una mezcla de los test de la revista Para Ti y la cargada que hace Maitena a esos test. Ejemplo:
Un huésped del hotel que usted nunca ha visto, se cruza en un pasillo y lo empieza a insultar locamente:

A) Usted también le insulta, y si el tipo se pone muy hevy le rompe la cara a patadas.
B) Usted baja la vista como un idiota, mientras sumisamente dice “Sí, señor”
C) Usted dice “Señor si se calma y deja de faltarme el respeto, voy a poder entender su problema para solucionarlo de forma que usted quede plenamente satisfecho. Sino, llamo a seguridad”

Cotejada mi palabra con los datos de la PC, quince minutos después de entrar a la agencia, salía con trabajo y horario ya asignado: Empezaba al día siguiente. Si bien es cierto que España es una joda, uno no puede tirarse de vago varios meses con la excusa de "no encuentro trabajo".
Este hotel cuenta con muchas salas de reuniones, comedores empresariales, salones donde se hacen fiestas de casamiento y esas cosas. Todas las semanas yo digo: “Tal día puedo trabajar, tal otro no” y ellos configuran mi horario en función de eso y de los eventos que acontezcan esa semana. Cobro por hora trabajada y no tengo un número fijo de horas a la semana, lo cual dota de mucha flexibilidad horaria al trabajo y esto es ideal, porque lo puedo ir combinando con los rodajes que me vayan surgiendo. La paga no esta mal y el trabajo tampoco es muy estresante que digamos.
De esta manera voy sumando una cantidad aceptable de horas como para no agobiarme, dejándome mucho tiempo libre y a la vez poder vivir dignamente mientras, de paso, ahorro algo de dinero para los viajes futuros.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Insertándome en Barcelona

En Barcelona, este año, el verano es mucho más piadoso que en otros años. No se ha hecho presente ese calor agobiante. Hasta ha llovido varias veces, lo cual es extrañamente inusual. Si bien muchos se quejan de este clima a mi me vino muy bien para no sufrir un shock térmico cuando abandoné el por demás frío invierno porteño para adentrarme en este verano con pintas de primavera light.
Apenas llegué concentré mis energías en la búsqueda laboral, pero se que no dará resultado hasta dentro de un par de semanas, ya que es la naturaleza propia de mi medio. Mientras tanto he disfrutado de las múltiples actividades que me ofrece Barcelona: Ir a la playa, improvisar una sesión de flamenco con un guitarrista borracho que vive en una plaza cercana, salir de bares, ir a un concierto de jazz gratuito, recrear los sentidos (en especial la vista y el tacto) con alguna turista nórdica, zambullirme en las aguas cálidas del mediterráneo, quedarme escuchando música y filosofando con colegas hasta ver el amanecer, juntarme con mi dealer literario predilecto y terminarme en tres días la novela que me procuro o alimentarme durante cuatro días a Dürum (Dios, como extrañaba un buen dürum de ternera con queso de oveja y salsa de yogurt).
Mención aparte merecen las Fiestas de Gracia. Dichas fiestas son, como su nombre lo indica, unas fiestas que se organizan en el barrio barcelonés de Gracia. Todas sus calles se convierten prácticamente en peatonal, se arman escenarios en las muchas plazas del barrio, donde hay espectáculos y conciertos. Las fiestas son ocasión especial para ver una actividad catalana muy extraña: los Castellers. Estas son, desde mi ignorancia, unas construcciones que se asemejan a las torres de los castillos hechas por humanos. Perdón, no “por” humanos sino “de” humanos. Se para un tipo, en su hombro se para otro, y sobre este otro, después otro mas, hasta armar estructuras de siete, ocho o incluso diez pisos.
Lo más típico de las Fiestas de Gracia es que ciertas calles son decoradas según una temática (el fondo del mar, la ruta 66, un basurero cibernético, etc.). Son los vecinos quienes eligen la temática, arman y decoran su calle. Un comité seleccionador elige la calle más linda y la premia. Para financiar todo esto, los vecinos montan en la calle unos improvisados bares donde venden cerveza o algunos tragos. También en algunos lugares se puede conseguir la “cremat” bebida típicamente catalana hecha con ron (que es tan catalán como el Chop Suey) granos de café y cáscara de limón. Se mete todo en un cuenco y se prende fuego a este mejunje. Tradicionalmente se sirve en un vaso de vidrio con la bebida aun en llamas y se la toma caliente. De esta manera la gente disfruta de un cremat mientras mira la decoración de una calle, escucha a una banda barrial en la plaza, a la vez que le entra a una caipirinia y se pasea por el barrio tomándose una cerveza en cada esquina. A las tres de la mañana, con un pedo de película (otros, yo me mantengo abstemio por razones de salud), la policía te invita gentilmente a retirarte antes de que un ejercito de basureros te barra, baldeé o te tire al camión de basura.
Pero de todas las actividades en las que me involucré desde mi llegada a Barcelona, la más grata y a la vez la más sencilla, es la de reencontrarse con amigos. Casi sin darse cuenta, uno va cosechando amigos, personas que sin permiso se van metiendo en el corazón. Es un regocijo para el alma verlos nuevamente después de casi un año de ausencia.
De esta manera transcurren mis días no laborales en esta extraña ciudad, con extraña energía, que aunque no siempre sea muy positiva, sin duda la necesitaba para borrar la mufa que estaba anidando en mi corazón en Buenos Aires. Energía que dejaré me nutra y retroalimente, para poder volcar la mía en los proyectos que me trajeron a este presente y me conducirán hacia el futuro.