miércoles, 12 de mayo de 2004

Signos universales

Anoche fui a cenar con unos amigos de mi amigo. Yo estaba más desubicado que chupete en el culo. O para decirlo más finamente, era sapo de otro pozo. La cena ocurrió en un restaurant chino. Me puse a pensar en el globalizado mundo en que vivimos y en los inmigrantes chinos sobre la faz de la tierra. Se puede discutir mucho acerca de la globalización, sus defectos y ventajas. Defectos hay muchos, pero yo he descubierto una ventaja que ningún teórico postuló todavía, a saber: uno puede pedir comida de todo el mundo en todo el mundo. El chop suey y los rollitos primavera de Barcelona son exactamente iguales a los del restaurant chino al lado de mi casa en Buenos Aires.
Más tarde nos fuimos a un boliche. A los tres minutos el lugar explotó: a gente entró como manada y se puso a saltar como Mohamed Ali al ritmo de la música electrónica y cantando en catalán. Otra ventaja del mundo globalizado, puede no saber el idioma, pero hay signos universales. Ver una M amarilla sobre un fondo rojo significa, en Bs. As., Vietnam, Moscú y Barcelona comida chatarra y dominación cultural. Ver un montón de gente saltando con una botellita de agua mineral al ritmo de la música electrónica es un signo igualmente universal. Al rato la gente con la que estaba fueron desapareciendo. Algunos salieron del boliche y se fueron a comprar alcohol mas barato a un kiosco cercano. Las costumbres de los adolescentes, al parecer, también son universales (y para mimetizarme con los locales yo también salí con idénticos propósitos). El sello en nuestra mano nos permitía salir y entrar cuantas veces quisiésemos.
Lo curioso sucedió al volver a entrar al boliche: todos subieron la escalera cuya única indicación era la de los baños. Ávido por continuar con mi análisis (y de no alejarme de la botella de cerveza que ilegalmente introducimos al recinto) los seguí. Grande fue mi sorpresa al ver que ninguno entro a los baños: todos atravesamos una tercera puerta, tras la cual se encontraba otra pista de baile. Una que hubiese sido el deleite de los amantes de la música de los 80. Bailamos Madonna, Genesis, Queen y una versión muy graciosa de Vuela Vuela en catalán, para terminar haciendo pogo al grito hey hou, let’s go de los Ramones. Siendo las 4:30 de la mañana y viendo que mi amigo se tenia que levantar a las 7:30 para cumplir su rol de esclavo capitalista, decidimos retirarnos discretamente aquella noche.
“Levántate vago de mierda” junto con un sacudón en el hombro fue la forma de recibir el sábado. A los quince minutos partimos hacia el subte para llegar una rato después al mercado de las Glorias. Esto es algo raro de describir, aquellos que estuvieron en Ciudad del Este o en Asunción tendrán una idea más aproximada de lo que es. Mezcla de mercado persa y feria americana, es un predio de tres o cuatro cuadras, bajo el rayo del sol, donde arman unos puestos tipo feria artesanal de cualquier plaza. Con un gran barullo de fondo se escucha gritos tipo “barato, todo barato” o “todo por dos euros”. Allí se puede conseguir de todo, cosas nuevas, usadas y robadas. Desde placas de video a 2€ a campera de cuero a 300€, pasando por cosméticos, celulares, bicicletas, artículos de ferretería, CD, maquinas industriales, DVD, colchones, pornografía, muebles, plantas, sahumerios y hasta verduras frescas. Todo el mundo gritando y regateando precios, es un digno espectáculo que yo solo creí que se daba en el tercer mundo pero no, también ocurre en el primero.
Quizás el regateo sea el nuevo signo universal de la pobreza que se extiende en este globalizado mundo como se extienden los inmigrantes en el planeta y se tienden platos de arroz tres delicias en las mesas de los restaurantes chinos de todas las ciudades del mundo.

domingo, 9 de mayo de 2004

Perdido en Barcelona

Ayer quise ir a una universidad a conectarme gratis a Internet. Tenía la dirección, una explicación verbal de cómo llegar y sin embargo me perdí. Hoy temprano me levanté y me fui al registro de extranjeros, y me volví a perder, pese a que me explicaron muy bien como llegar. Finalmente, después de preguntar y preguntar llegué y pude solicitar mi NIE (número de identificación de extranjero) el cual permite trabajar, estudiar y sacar residencia en España. Luego me fui a la oficina de información al ciudadano para hacer el empadronamiento, lo cual me da derecho a la salud pública, pero nuevamente me perdí. Intentaré ir mañana.
Dado a mis constantes extravíos en la laberíntica ciudad decidí usar un nuevo método para llegar a destino.

NUEVO METODO:
1 Conseguir un mapa.
2 Ubicar en el mapa el lugar de destino.
3 Ubicar en el mapa lugar de origen.
4 Trazar la ruta.
5 Ante cualquier duda preguntar.

VIEJO METODO
Caminar al azar.

Una vez establecido el nuevo método y haciéndome de un mapa en la oficina de información turística decidí caminar al azar por la ciudad a ver a dónde llegaba. El azar quiso llevarme al puerto viejo de Barcelona, lugar lleno de veleros, cines, y un parque con estructuras arquitectónicas raras. Me senté a continuar con mi novela. Luego de un rato el frió carcomió mis huesos y decidí pasear por La Rambla, que es una ancha peatonal que va desde plaza Cataluña hasta el mar.
Aún no he ido al museo Picasso, ni a ver las obras de Dalí, ni admirar los edificios de Gaudi. Tampoco paseé por los parques ni fui a la playa. Todavía no me he puesto en contacto con los amigos de amigos para quienes traje regalos y palabras de cariño. Ni siquiera he desarmado las valijas o acomodado adecuadamente en el desordenado depto donde vivo. Mientras este clima de mierda siga dudo que lo haga, lo que sí hago es tener los ojos bien abiertos, las orejas destapadas, el alma atenta y el corazón dispuesto para disfrutar cada minuto como si fuera el primero en esta ciudad y el último en mi vida.

lunes, 3 de mayo de 2004

Mi primer día en Barcelona

Ya llegué a Barcelona. Partí de Ezeiza y después de una agitadísima escala en Madrid aterricé en Barcelona. Luego de estar volando en un amplio cielo azul, sobre un colchón de nubes que se extendía hasta el horizonte, el avión inicio el descenso. Una cosquilleante sensación de por momentos tener el estómago en los pulmones y por otros sentir que medís diez centímetros menos se apoderó de mi. Atravesé la capa de nubes con varias sacudidas. Del manto de bruma emergió la ciudad de Barcelona y el mar mediterráneo. Todo se fue agrandando hasta que esas finas líneas se convirtieron en anchas calles y el avión tocó tierra. Pronto advertí que el hermoso océano de nubes que se divisaba bajo mis pies desde el avión también se veía con los pies en la tierra, convertido en un horrible cielo nublado de un frió día de otoño en el cual amenazaba con llover. Al parecer el invierno en el hemisferio norte decidió quedarse a esperarme y mostrarme su cara unos cuantos días más. Crucé la puerta de salida del aeropuerto donde me esperaba mi amigo Estaban, doce meses más viejo desde la última vez que lo ví, diez kilos más flaco y con considerablemente menos pelo.
Después de los saludos y abrazos que la ocasión ameritaba nos encaminamos hacia el tren donde nos pusimos al día con el “pelado” de nuestras vidas, le sacamos el cuero a nuestros amigos en común, hablamos boludeses y cosas por el estilo. Lentamente el tren iba dejando las afueras de Barcelona para adentrarse en la ciudad. Nos bajamos en plaza Cataluña. Allí emprendimos una marcha de una quince cuadras (con mis 45 kilos de equipaje) primero por la Rambla, luego por el laberíntico barrio gótico para llegar al edificio donde está el departamento y muy fatigado descubrir que el mismo se ubica en un cuarto piso por escalera.
Hay muchas cosas que impresionan de Barcelona. Lo primero es la gente. Cuando habla en castellano parece que uno está metido en una película de Almodóvar. Escuchás a dos amigas hablar y tenés la sensación de que ambas están al borde de un ataque de nervios. Es muy gracioso como habla la gente acá. Mi amigo sin ir mas lejos llama nevera a la heladera, metro al subte, ordenador a la PC. Pero eso no es todo, acá la gente es más despreocupada sexualmente, con decir que mi amigo me comentó como si fuera lo más normal del mundo “hace dos semanas me cogí un resfriado”
Otra cosa que impresiona es el barrio gótico. La primera vez que uno entra piensa “si me meto acá me encuentran dentro de diez días tirado en una zanja y con el culo roto”, pero no. Entre un edificio y el que está en frente hay como máximo cinco metros y entre ellos están las dos minúsculas veredas y una calle por donde pasan autos. De vez en cuando mirás para arriba y te encontrás con una arcada techando la calle. Hay miles de calles de tres metros de ancho, donde no pasan autos y siempre a ambos lados se elevan edificios de cuatro o cinco pisos. Las viviendas no están en la planta baja, allí sólo hay las entradas al edificio y negocios. Uno va encajonado entre paredes antiguas y rostros marroquíes en ese laberinto en el cual es muy difícil ubicarse. Suena feo pero es muy hermoso.
Para seguir cronológicamente, luego de terminar de subir las dos valijas me tiré exhausto a lo que parecía ser un colchón sin sabanas debajo de un montón de ropa sucia, en donde trascurrieron apaciblemente seis segundos hasta que mi amigo me dijo “joder tío, que nos tenemos que ir a un bar acá cerca, que he quedado con una amigo a tomar unas cervezas” “¿Cervezas? – Respondí – son las dos de la tarde” Como si alguna vez me hubiese importado el horario para tomar cerveza. “que son las siete tío, levántate y anda”. Como Lázaro obedecí y nos fuimos a un bar cercano a tomar una cervezas con esta gente. Al rato esta gente se va y Esteban dice “ven, acompáñame”. Fuimos caminando por el barrio gótico hasta llegar a una plaza rodeada toda por edificios y con solo una pequeña calle como vía de acceso donde se encontraba una fuente y una vieja iglesia. Dos cosas me llamaron la atención en ese lugar, el silencio, no se oían autos, gente, nada excepto las palomas en el agua, y el frente de la iglesia lleno de balazos, fruto de que fue usado como paredón de fusilamiento en la época del franquismo.
Después, en casa, nos pusimos a armar una computadora con retazos de cosas encontradas en la calle (es decir basura). Es increíble las cosas que tira la gente. En mi corta estadía vi una cama, un sofá cama, un bafle en perfectas condiciones, una cocina, una heladera, un changuito de supermercado (ya apropiado por mí) y un silloncito.
Extenuado por el maratónico día que arrancó en Buenos Aires y terminó 36 horas después en Barcelona, me fui a dormir.

PD: para los físicos, ingenieros y amantes de los Simpsons: es verdad, acá arriba el agua gira al revés.

domingo, 2 de mayo de 2004

En la Ruta

Harto ya de estar harto ya me cansé
de preguntar al mundo por qué y por qué
la rosa de los vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear
entre el cielo y el mar
vagabundear.

J. M. Serrat

Cuando yo era un niño con mi familia salíamos de vacaciones, siempre en auto. Hubo años en los que nos teníamos que ir a un camping por que no teníamos ni un centavo. Otros que nos permitíamos pagar casas de lujo en la costa de Brasil (que salía bastante barato al cambio). Pero siempre en auto. Las horas de viaje eran interminables porque rutas argentinas y de países aledaños son interminables. Nosotros tratábamos de matar el tiempo escuchando música. Fue en estos viajes donde aprendí las estrofas que cito. Pero no sólo aprendí las estrofas, sino mamé su significado.
Hoy, varios años después, siguen sonando esos versos en mi cabeza. Siguen prendiendo fuego en mi alma y en mi corazón. Hoy parto en un nuevo viaje, en una nueva aventura, con la misma alegría con la que un niño sale de vacaciones, con las mismas ganas que tiene un niño de aprender nuevas cosas y de tener enriquecedoras experiencias.
Hoy parto hacia un nuevo rumbo, dejando a muchos seres queridos, con la esperanza de pronto volverlos a ver. Hasta entonces estaremos en contacto por esta maravilla llamada Internet.
Besos.