miércoles, 23 de septiembre de 2009

En el mismo continente

Llegué a América. A Latino América. Aterrice en Bogotá cuando el sol ya había caído, después de un retraso en el aeropuerto de Madrid. Me tomé un taxi y me fui a la casa de mi Couch. Gracias a la maravilla de internet y a un grupo de gente que tiene como objetivo favorecer el intercambio cultural y hacer de este mundo un lugar mejor se creo el CouchSurfing. Es una comunidad virtual de gente que hospeda en su casa a viajantes de todo el mundo.
Bogotá es una ciudad bella construida a la sombra de unos montes. El barrio de La Candelaria es el más antiguo, el centro histórico, el más pintoresco y por ende el más turístico. Sus calles empinadas anunciando los inminentes montes son las únicas en la ciudad que tienen nombre. El resto de las calles se las identifica con número. Me llamaron mucho la atención las casas pintadas de colores fuertes y chillones. De hecho la ciudad es muy colorida con los grandes graffitis que se encuentran por todos lados. Me dejé perder en este barrio, recorriendo sus calles, entrando en los bares, leyendo mi libro en alguna plaza. También aproveche un city tour gratuito que hace la policía de turismo, recorriendo el centro histórico, enseñando los edificios más importantes así como los hechos históricos más relevantes, entre ellos la vida y obra de su libertador, Simón Bolívar. Otra cosa que me llamó la atención es la cantidad imponente de clubes de billares. Salones con diez o veinte mesas de billar cada dos cuadras. Se ve que en esta ciudad es muy popular. Pero lo más llamativo de la ciudad es su predisposición al arte. El museo Botero forma parte de un gran parque cultural a escasas calles de la plaza mayor. El parque incluye la principal biblioteca de la ciudad, el museo histórico de la moneda, el centro cultural Gabriel García Marques y una galería de exposiciones transitorias, donde pude ver una muestra de Andy Warhol. Todo gratuito. Además he visto varios bares donde una noche a la semana se proyectan cortometrajes. Ciclos de música al aire libre en parque o festival de cine francés son algunas de las muchas ofertas culturales de la ciudad.
En las afueras de Bogotá, en el pueblo de Zipaquirá, existe una gran mina de sal. Lo curioso es que dentro, en las entrañas de la montaña, los mineros fueron tallando en la piedra salina las doce estaciones del viacrucis hasta llagar a una gran cámara subterránea donde se encuentra una catedral. Cada domingo, como Dios manda, celebran misa. Es una paseo muy interesante y que me hizo sentir como un Morlocks.
Por esta cuidad fue que empezó mi viaje por Latino América. Promete ser diferente a mis otros viajes, gracias al CouchSurfing, que no es como muchos piensan una forma de ahorrarse el hostal. En una manera de conocer la gente de un lugar y vivir la ciudad como ellos la viven. Una forma de adentrarse en la cultura de un lugar y entender mejor la idiosincrasia de un pueblo. Una forma de integrar pueblos, pero a la vez preservar su cultura local.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Aventuras...

Suiza es como una postal. Estuve hace un año en Berna y Zurich haciendo un poco la “visita turística”. Ahora visito a mi hermano y, por primera vez desde que estoy en Europa a visita fui yo. En todo el tiempo que llevo en Europa recibí varias veces a mi hermano, a mis amigos, a mi madre; siempre el anfitrión fui yo. Ésta vez fue el turno de él, y yo simplemente me dejé guiar por la cuidad donde él está viviendo, así como los vericuetos de su vida a la Suiza. De la mano de mi hermano y su novia, me sumergí en la zona más rural de este país. Conocí ese elemento que siempre viene adosado a las novias: la familia de las novias. Con ellos participé de una fiesta familiar y de un almuerzo en una cabaña al mejor estilo abuelito de Heidi, en medio de los Alpes donde no hay otro ser humano en kilómetros a la redonda. Fui testigo de un pedacito de lo que es hoy la vida de mi hermano, de lo que hace, los lugares a los que va, sus amistades, su rutina (o la falta de ella). Así me di cuenta de que cada vez que alguien venía a verme a Europa lo que menos me importaba era mostrarles la ciudad. Lo realmente importante para mi era abrirles el universo donde yo vivía para que ellos entren. Eso hizo mi hermano. Lo que me permitió acercarme más a él y compartir un poquito esta etapa de su vida.
Entre mate y mate, nadando en el río o en el lago, paseando un poco y hablando mucho se pasaron los días en Suiza. Allí deje a mi hermano, iniciando la que debe ser la más vertiginosa de las aventuras, la del amor.
Barcelona es como mi hogar. Fue llegar y sentirme en casa. A pesar de que la ciudad sea cada vez menos cuidad y más parque de atracción turístico. A pesar de que los derechos del ciudadano sean cada vez más menguados en pos de una cuidad linda, limpia, fashion y ordenada para los visitantes. A pesar de que la crisis tenga medio depre a todo el mundo, aunque los precios de los bares y restaurantes sigan subiendo y de que los políticos traten a los habitantes como expendedoras de dinero y no como ciudadanos. Barcelona sigue teniendo un lugar muy especial en mi corazón. Supongo que es por esa sensación de llegar y saber como es la cuidad, de sentirse local. El hecho de que me siguen pasando cosas maravillosas allá. El clima que reconforta, aunque no pisé la playa ni me sumergí en el mediterráneo. Pero sobre todo porque en ella vive gente que quiero mucho. La próxima vez que vuelva a Barcelona no tendrá que ser una visita tan exprés como la última. De ésta manera poder dedicar más tiempo a compartir buenos momentos con todas esas personas que han quedado grabadas en mi corazón.
Entre afectos y cervezas, comiendo pantumaca y jamón, haciendo gestiones burocráticas y estando con amigos se pasaron los días en Barcelona. Allí deje la ciudad e inicie la más temerarias de mis aventuras, la de volver a Buenos Aires.

martes, 8 de septiembre de 2009

Bye bye

Ha llegado la hora de partir. Dejo Londres y sin quererlo dejo un pedacito de mi corazón en esta ciudad. No lo creía posible en los primeros meses que estuve aquí. El crudo invierno, la sobre exigida rutina laboral y la caótica situación de vivienda me crearon un escudo que me protegía de apegarme a la ciudad. Pero después llego el verano, que en realidad es como un otoño generoso, y con él llegó la estabilidad hogareña. Pero sobre todo volvió ese hermoso sentimiento de estar en paz con uno mismo. Junto a ese estado de ánimo fue que ésta maravillosa ciudad se hizo un huequito en mi corazón.
Y ahora parto. La sensación es extraña. Londres es una ciudad que me gusta mucho, pero en la cual no creo que vuelva a vivir. A diferencia de Barcelona, que la considero un segundo hogar y donde tengo un grupo de gente que quiero mucho, Londres siempre fue como una ciudad de paso para mi, donde no he cosechado grandes afectos. Sin embargo a la hora de partir me entra la nostalgia. Quizá sea el hecho de que, al final, deje de verme a mi mismo como un turista en la ciudad y empecé a considerarme un habitante de ella. O quizá sea saber que ha habido personas con las que he compartido estos nueve meses que probablemente no vuelva a ver. Aunque siempre hay esperanza y uno nunca sabe cuales son las vueltas que da la vida.
Hablando de vueltas, es la hora de emprender la mía hacia Argentina. Pero antes me pasare unos días por Suiza, ya que el final (por ahora) de mi aventura europea coincide con el inicio de la de mi hermano, quien va siguiendo los deseos de su corazón. Aprovechare a pasarme por Barcelona, a ver a esa gente que quiero tanto y disfrutar de algo que realmente se pueda llamar verano. Además aproveché una muy buena oferta aérea que me saca de Barcelona y me deposita en Colombia. De allí en adelante me tomaré entre seis u ocho semanas para ir, sin pausa pero sin prisa, enfilando hacia mi Buenos Aires querido.