jueves, 6 de diciembre de 2007

Cuestión de principios

Primero se llevaron a los comunistas
pero a mí no me importó porque yo no lo era.

En seguida se llevaron a los judíos
pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era.

Después detuvieron a los sindicalistas
pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista.

Luego apresaron a unos obreros
pero como yo no soy obrero tampoco me importó.

Ahora me llevan a mí
pero ya es tarde.

Bertolt Bretch
Uno de los lemas de la compaña Rizt Canton, a la cual pertenece el Hotel Arts Barcelona es “Somos Damas y Caballeros al servicio de Damas y Caballeros”. Esto hace referencia al respeto que demos tener con los clientes, pero no solo eso, habla también del respeto con el que debemos tratar a nuestros compañeros de trabajo y con el que debemos exigir ser tratados.
Como concepto esta bueno aunque dista mucho de ser aplicado a la realidad. Una mañana después de ya varias horas de trabajo el director de banquetes (departamento en el que trabajaba) aprovecha la estrechez de un pasillo para chocar con un compañero y proporcionarle un para nada disimulado golpe en el estómago. No contento con eso el directivo le echa una reprimenda a mi compañero por estar obstaculizando el paso y otras tonterías más. Pero eso no termina allí, a la media hora este compañero es llamado aparte y se le comunica que ya no ha de venir más al hotel. Como tenemos un contrato de mierda nos podemos quedar sin trabajo sin previo aviso ni indemnización.
Indignados, tres compañeros y yo pusimos una queja en recursos humanos inmediatamente. Solicitamos que este directivo se haga presente, pida disculpas y nuestro compañero sea re admitido de inmediato. Nada de esto sucedió, de hecho el director y el subdirector salieron de la oficina de recursos humanos riéndose, misma oficina de la que habíamos salido nosotros cinco minutos antes con la promesa de que conseguiríamos aclarar todo este asunto. Tan indignante fue que cuando el jefe de recursos humanos nos dijo que el objetivo de su trabajo era que todos nos sintamos como caballeros, un compañero le respondió que en el hotel tratan a la gente como burros de carga. Los cinco nos fuimos a la playa a tomar unas cervezas y a esperar la llamada que no tardó en llegar donde nos decían que el hotel ya no requería nuestro servicio.
Unos días después, comentando esto con un conocido me preguntó qué había ganado al hacer esto. El hotel tiene más de trecientos empleados transitorios y alguno de ellos nos reemplazó al día siguiente. El directivo en cuestión no se disculpó, ni tuvo ningún tipo de reprimenda o sanción por su agresión física. Durante tres o cuatro días algunas personas hablaran de los cinco locos que le exigieron al jefe supremo una disculpa y que se fueron dejando todo el trabajo del día sin hacer. Pero las noticias de hoy son basura de mañana, pronto se olvidaran y hablaran de otra cosa.
Lo que no podía entender mi interlocutor es que no lo hice para ganar nada. No lo hice para que cambie algo en el hotel, lo hice para que no cambie algo en mí. Por que si hoy miro al costado cuando un compañero es injustamente agredido solo para poder quedarme con un trabajo, quizás mañana mire al costado cuando alguien le pegue a su mujer sólo para no meterme donde no me llaman o al día siguiente puede que mire al costado cuando entre varios agredan a un inmigrante solo para que no noten que yo estoy allí.
Y puede que algún día necesite que la gente vea que se me trata de una forma injusta y solo encuentre miradas al costado. Ganar, no gane nada. Pero no perdí la dignidad.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Hace un año… ¿Qué estabas haciendo?

En Barcelona hay un slogan publicitario que dice “¿Qué estabas haciendo el 1º de noviembre del año pasado?”. Pues yo me puse a pensar y el año pasado en esa fecha estaba en San Cristóbal de las Casas, México. Estaba disfrutando y asombrándome con los maravillosos festejos del halloween y el día de todos los Santos.
Pero ese slogan me hizo pensar en todas las experiencias vividas en este año. Todos al acercarse el fin de año nos ponemos a hacer balances. Tratamos de cuantificar tal aspecto o tal otro de ese año que se cierra, buscamos adjetivos para calificarlo, buscamos definiciones o estructuras semánticas donde encajar el año que termina. A mi me resulta imposible hacer eso con el período de tiempo que va desde el anterior 1º de noviembre hasta este último. Fueron tantas las experiencias, que en un año cronológico se concentraron varios años emocionales. El viaje por centro América. El reencuentro con mi familia. El contacto con mi tierra. La muerte acechándome nuevamente en otro paso por el quirófano. Una intensa vivencia de auto exploración personal. La despedida de Argentina. Volver a Barcelona, una ciudad cada día mas mía y más ajena a la vez. Estos serian los puntos que más resaltarían en una mucho más extensa lista de sucesos en mi vida en el último año.
El slogan publicitario es de una agencia de viajes y propone no pasar un noviembre “normal” sino hacer algún viaje. Es irónico que mi ultimo noviembre fue el no convencional y este me encuentro en un torbellino sobresaturado de horas laborales. En estas horas malgastadas donde mi mente para no aburrirse se pone a divagar, pienso que todos estos items en la lista son experiencias vividas. Algunas son dulces, otras amargas, pero me doy cuenta que los sin sabores quedan atrás. Aprender de la experiencia, sacar conocimiento de aquellas situaciones que vivimos es lo que nos hace avanzar. Es una forma de crecer y evolucionar en la vida.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Entre Héroes y Violadores

Pilar no solo es una zona de casas de gente adinerada al norte de la ciudad de Buenos Aires, es también una virgen. Hace muchos años ya se apareció la figura de la virgen sobre el pilar de una construcción de la época ordenando a uno que por allí se encontraba construir una iglesia. Esto fue en la ciudad de Zaragoza y desde entonces la virgen “del Pilar” es la patrona de dicha ciudad.
El 12 de octubre es le día elegido para celebrar todos los festejos en su honor. La ciudad de Zaragoza se viste de fiesta y a esta fiesta yo me apersone. Lo primero que me llamo la atención fue ver por las calles a la gente, grandes y chicos, hombres y mujeres, vestidos con trajes de hace tres o cuatro siglos atrás. Esto es una tradición entre los habitantes de la ciudad y están los que todos los años usan el mismo, pero algunos, los mas adinerados, lo cambian para que cada año sea diferente.
Como es la fiesta mayor de la ciudad, el ayuntamiento organiza espectáculos en las plazas y calles. Al llegar vimos un entretenido espectáculo de malabares del cual nos fuimos apenas terminó a la velocidad de la luz para llegar a ver el plato fuerte del fin de semana: “Héroes del Silencio”. Ésta es una mítica banda de rock español que hace diez u once años se separó y ahora decidieron hacer una gira por las principales ciudades de España y Latinoamérica. Es además oriunda de Zaragoza, con lo cual el recital era una especie de hito histórico en la ciudad. La verdad es que los desconocía por completo, pero como soy conciente de ser un profundo ignorante en los hechos musicales que ocurrieron en cualquier momento de la historia de la humanidad, no me llamó la atención desconocer un grupo de tal magnitud. Traté de conseguir los temas más populares y aprendérmelos para poder cantar en el recital, pero con lo improvisado del viaje y los apuros de hacer todo a última hora no fue posible, así que desconocía gran parte del repertorio. No obstante, fue un gran recital y disfrute mucho del espectáculo. Al terminar nos fuimos para el centro de la ciudad, donde en un escenario montado en una ancha avenida (trasformada en peatonal por los festejos) tocaban “Los Violadores del Verso”. A mi el rap no me agrada, pero hay que reconocer que esta forma de poesía contemporánea encuentra en esta banda un digno exponente de lo que pueden ser unos versos muy bien hechos.
El sábado fue el día de hacer turismo. Zaragoza no es especialmente linda pero tampoco es fea. Esta atravesada por el río Ebro y en una de su orillas se levanta la imponente basílica del Pilar. Frente a la basílica hay una gran plaza donde sobre un pilar de unos quince metros hay una pequeña virgen y la gente le lleva flores. Depositan tantas toneladas, que la procesión suele durar mas de seis horas y se crea una gigantesca montaña alrededor de la virgen, de tal modo que ésta parece estar coronando una inmensa pirámide de flores. Debido al monumental volumen, desde varias calles antes de llegar uno ya siente sus aromas en el aire.
Lo que hay dentro de la basílica es el mítico pilar sobre el cual se apareció la virgen y se lo puede besar. La gente hace largas filas con tal propósito, y eso que el pilar esta protegido y solo se puede besar una superficie circular de diez cm de diámetro. Besarlo esta bien si uno es de los primeros, pero después de las primeras cien personas que lo besaron, esa diminuta superficie debe tener tanta baba que más que devoción lo que mi me causa es repulsión. Recuerdo que un cura conocido mío me comento que para él fue una bendición el hecho de poder entregar la eucaristía en la mano y no en la boca por que terminaba con toda la mano llena de baba y pintada con rouge.
El domingo fue la vuelta a Barcelona, no sin antes hacer un recorrido por una serie de puntos estratégicos para degustar las delicias culinarias que Zaragoza ofrece.

Ver todas las fotos de Zaragoza

viernes, 12 de octubre de 2007

¿Qué festejas?

Hoy es de doce de octubre, feriado. Es curioso lo de este feriado. Acá lo que se festeja es el día de la “españolidad”. Dicho nombre lo puso Franco, y es un día donde sacan a la calle todos los tanques y los soldados desfilan por las calles. Es como una fiesta de las fuerzas armadas. En Barcelona es bastante mal recibido este día por que a los catalanes les ofende eso de la “españolidad”. Lo que nadie parece recordar es que lo que se “celebra” es la llegada de Colon a América. Con ello empezó el mayor genocidio de la historia de la humanidad. En realidad tendría que ser un día de luto y no de fiesta.

martes, 9 de octubre de 2007

Pa´ chuparse los dedos

Si bien el territorio español es bastante pequeño, es curioso que la cultura culinaria cambie tanto de región en región. En realidad no solo la culinaria, sino la cultura en general. En mi viaje a Asturias, hace ya dos años, me di cuenta de lo diferente que era la comida de Barcelona y resulta ser que Catalunya no es el lugar donde mejor se come. De lo que no me di cuenta es la escala de este fenómeno. Uno puede irse a quinientos kilometros de Barcelona y encontrarse con un universo gastronómico completamente diferente.
Hace unas semanas, debido a un rodaje, me fui para la ciudad de Pamplona, en la comunidad de Navarra, cerca del País Vasco. No voy a ponerme a contar de la carretera, la ciudad o el trabajo, ya que eso quedó completamente eclipsado por la comida. Aproveche este viaje para hacer algo que es parte fundamental de la cultura española: salir de pinchos. Tradicionalmente un pincho es una tostada sobre la cual se pone algo y a ese algo se lo fija a la tostada pinchándolo con un palillo. La ciencia del pincho ha evolucionado mucho, con lo cual si ese algo es salmón ahumado la tostada es de un tipo de pan, mientras que si es jamón a la tostada se la unta con aceite o si es un pedazo de tortilla el pan no se tuesta sino que se fríe. Cada pincho tiene su receta y cada bar la modifica o adapta a piachere. Incluso ya no es obligatorio lo del pan y en los bares de pinchos se ven extraños canapés de mariscos o cosas aun más raras. En las antiguas tabernas sobre la barra estaban todos los pinchos y uno iba con el plato estilo self service, agarrando los pinchos que quería. El camarero, al finalizar la comida, contaba los palillos del plato y así sabía cuanto tenía que cobrar. Dice el mito urbano que en el País Vasco al pedir varias cervezas te traen los pinchos gratis como acompañamiento. Tendré que ir a comprobarlo, porque en Navarra me los cobraron, aunque valían la pena. De hecho en la ciudad de Pamplona, al lado de la plaza del Castillo, en la parte antigua existe un bar llamado “Gauchos”. Este bar es especialista en pinchos. Tiene uno de hígado simplemente maravilloso. Pan frito sobre un aceite con mucho ajo, el hígado hecho de no se que forma. Al entrar en el paladar, con una suave presión de la lengua, se deshace, o mejor dicho se trasformaba en un paté.
Degustando este manjar tuve, al igual que el crítico culinario en la película Ratatouille, un increíble flashback. Me fui a los veranos de mi infancia, a la casa de mis abuelos perdida en un pueblo en el medio de las sierras de Córdoba. Sobre mitad de la tarde, mi madre, mi abuela y mi bisabuela preparaban un tentempié que consistía en unas tostadas untadas con paté de foie. Eso era una versión un tanto arcaica de este pincho de hígado. Eso es lo que me hace amar la comida, esos momentos de un momento de mágica comunión.

lunes, 1 de octubre de 2007

El Pelo al Huevo

Siempre odie afeitarme. Tener o no tener barba, no es la cuestión. No es un problema estético. Lo que realmente odio es el proceso de afeitarme.
Algunas personas se afeitan después de ducharse, otras antes, dependiendo de cómo reaccione su piel con el agua. La mía lo hace de una forma muy peculiar: Descubrí que el momento óptimo para afeitarme es durante el baño. Esto es muy impráctico, ya que lejos de tener un espejo en la bañera, a mitad de la ducha cierro el agua y me voy hasta el espejo del botiquin (mojando todo el piso) para proceder allí con esta ardua tarea.
Otro problema es la crema de afeitar. En estos tiempos modernos la tendencia es usar un fino aerosol con gel, en reemplazo del aerosol con espuma. Yo no uso ni lo uno ni lo otro. Siguiendo con la tradición familiar uso la brocha. Ese pequeño instrumento mezcla de cepillo y pincel con el cual se bate la crema de afeitar hasta lograr una gran espuma. Pero en la post modernista Europa es complicado conseguir una brocha. La mía la olvidé en Buenos Aires. Cuando fui a una de esas farmacias estilo supermercado me quede mirando la góndola de artículos de higiene masculina con cara de idiota. No había brocha. Después de un rato desorientado caminando medio paso para un lado, medio paso para el otro, se me acerca un vendedor y por lo bajo me susurra:
- ¿Necesitas preservativos?
Al parecer el vendedor me confundió con un adolescente vergonzoso comprando profilácticos por primera vez. Le expliqué la situación y me dijo que hacía años que no se vendían brochas de afeitar. Al retirarme insistió nuevamente:
- ¿Seguro que no necesita nada mas? - Dijo mientras miraba insinuantemente los preservativos. Me di a la fuga del establecimiento lo más pronto posible.
Pero al dilema del vello facial se le suma ahora otra cuestión. Años hace ya que solucione toda problemática capilar con la máquina que me rapa. Ahora no me puedo cortar el pelo tan corto sin que se me noten los treinta y ocho puntos de la cicatriz que tengo en la cabeza. Tal hecho no me importa, pero no es compatible con la “imagen” que debo tener para trabajar en el hotel. Claro que tampoco puedo usarlo muy largo, con lo que estoy condenado a ir frecuentemente a algún peluquero a que me haga un corte ni muy muy ni tan tan.
Mi indomable cabellera y su frecuente necesidad de ser cortada, junto con la tortura semi diaria de afeitarme me tiene las pelotas por el piso. Si el universo funcionase correctamente uno no tendría que perder tiempo ni energía en tales menesteres. Se que alguna mujer estará protestando y diciendo “y eso que vos no te tenés que depilar”. Gracias a Dios que no. Pero si ese fuese el caso, creo que la solución es muy sencilla: recurrir al suicidio.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Ya llegó la primavera

En Argentina hay un patético canal que se llama Crónica TV. Es un canal de noticias las veinticuatro horas, completamente sensacionalista. Prensa amarilla que le dicen, porque es tan barata que ni gastan en papel blanco. Dos cosas tiene este canal de maravilloso:
  • Las placas rojas donde anuncian sus titulares cometiendo el mayor crimen a nuestra lengua castellana.
  • Todos los días, desde nueve meses antes del comienzo de la primavera, te ponen una placa roja que te dice cuantos días faltan para la primavera.
Así que yo, al estilo Crónica TV les digo:
¡¡¡FALTAN CERO DÍAS PARA LA PRIMAVERA!!!

Qué bonito, hoy veintiuno de septiembre, empieza la primavera. Sin duda es mi época preferida del año. No te cagas de frío, ni te morís de calor. La gente se ve más feliz por la calle y está todo el mundo más alegre. Se puede ir al parque a tomar unos mates o a una plaza sin tener que quedar carbonizado como en el verano.
La ciudad se empieza a llenar de turistas, a uno le dan ganas de salir de la casa donde se pasó los últimos tres meses hibernando, las mujeres empiezan a ir ligeritas de ropa por la calle. Y el mejor espectáculo primaveral lo otorgan los colegios privados. Los ojos de todos se regocijan ante las hermosas adolescentes en uniforme escolar que muestran al mundo los atributos que Dios le dio.
Lo único malo es que empieza la primavera en el hemisferio sur y yo estoy en el norte. Acá empieza el marrón otoño predecesor del gris invierno. Yo, que trato de vivir la vida cual golondrina huyendo del frío, me tocó padecer un por demás crudo invierno en Buenos Aires y ahora se avecina el frío catalán. Como me dijo un amigo, algún pecado karmático de otra vida estaré pagando si yo, que le corro al invierno, voy a Buenos Aires y nieva después de ochenta y nueve años. Al menos me queda el consuelo de llevar siempre la primavera en el corazón.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Hotel Dulce Hotel

Teniendo en cuenta que me pase gran parte de este año sin trabajar, sumado al hecho de que hice varios viajes y tuve varios gastos médicos, el estado en que se encuentra mi economía es francamente un estado calamitoso. A diferencia del último año, este verano en Barcelona el tema Cine / Publicidad viene muy tranquilo para la urgencia de mi cuenta bancaria. Por eso, antes de que me coman los piojos y sabiendo que quiero ahorrar para viajar un poco el próximo año, me vi en la situación de buscar trabajo en otra área.
Cabe aclarar que España es un país más tercer mundista que Argentina (Spain is not Europe, is África, dicen los ingleses). Sin embargo, siempre me llamó la atención la rapidez con la que se consigue trabajo. Claro que la mayoría de los trabajos son una mierda, pero igual te permiten zafar de una manera medianamente digna. Doy ejemplo de dos diferentes trabajos que me ofrecieron y que sabiamente rechacé:
  • Ser valet parking, de cuatro de la madrugada a doce del mediodía. Yo, que no puedo estacionar un Fiat 600 donde entra un Cadillac ¿Me iba a mandar todo dormido a estacionar autos con la precisión de un alfiler?. No way.
  • Montar no sé bien que cosas en un tablero eléctrico. No sabía una mierda de electrónica cuando terminé el secundario con el título de Técnico Electrónico, ahora, nueve años después, con suerte que puedo cambiar un enchufe.
Mejor hacer algo fácil, conocido y con responsabilidad nula: camarero de eventos para el hotel más lujoso de Barcelona, trabajo que ya había hecho. Fui a la agencia que maneja el tema, le expliqué a la empleada de turno que quería volver a trabajar, y ella me preguntó: ¿Tu ya has hecho las entrevistas para el trabajo? Como un flash back, mi cabeza viajó dos años atrás a la entrevista y el test psicológico de selección. La chica que me lo hizo en aquel momento era una pendeja que tenía tanta idea de lo que hacía como yo de hablar japonés. El test mismo era una mezcla de los test de la revista Para Ti y la cargada que hace Maitena a esos test. Ejemplo:
Un huésped del hotel que usted nunca ha visto, se cruza en un pasillo y lo empieza a insultar locamente:

A) Usted también le insulta, y si el tipo se pone muy hevy le rompe la cara a patadas.
B) Usted baja la vista como un idiota, mientras sumisamente dice “Sí, señor”
C) Usted dice “Señor si se calma y deja de faltarme el respeto, voy a poder entender su problema para solucionarlo de forma que usted quede plenamente satisfecho. Sino, llamo a seguridad”

Cotejada mi palabra con los datos de la PC, quince minutos después de entrar a la agencia, salía con trabajo y horario ya asignado: Empezaba al día siguiente. Si bien es cierto que España es una joda, uno no puede tirarse de vago varios meses con la excusa de "no encuentro trabajo".
Este hotel cuenta con muchas salas de reuniones, comedores empresariales, salones donde se hacen fiestas de casamiento y esas cosas. Todas las semanas yo digo: “Tal día puedo trabajar, tal otro no” y ellos configuran mi horario en función de eso y de los eventos que acontezcan esa semana. Cobro por hora trabajada y no tengo un número fijo de horas a la semana, lo cual dota de mucha flexibilidad horaria al trabajo y esto es ideal, porque lo puedo ir combinando con los rodajes que me vayan surgiendo. La paga no esta mal y el trabajo tampoco es muy estresante que digamos.
De esta manera voy sumando una cantidad aceptable de horas como para no agobiarme, dejándome mucho tiempo libre y a la vez poder vivir dignamente mientras, de paso, ahorro algo de dinero para los viajes futuros.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Insertándome en Barcelona

En Barcelona, este año, el verano es mucho más piadoso que en otros años. No se ha hecho presente ese calor agobiante. Hasta ha llovido varias veces, lo cual es extrañamente inusual. Si bien muchos se quejan de este clima a mi me vino muy bien para no sufrir un shock térmico cuando abandoné el por demás frío invierno porteño para adentrarme en este verano con pintas de primavera light.
Apenas llegué concentré mis energías en la búsqueda laboral, pero se que no dará resultado hasta dentro de un par de semanas, ya que es la naturaleza propia de mi medio. Mientras tanto he disfrutado de las múltiples actividades que me ofrece Barcelona: Ir a la playa, improvisar una sesión de flamenco con un guitarrista borracho que vive en una plaza cercana, salir de bares, ir a un concierto de jazz gratuito, recrear los sentidos (en especial la vista y el tacto) con alguna turista nórdica, zambullirme en las aguas cálidas del mediterráneo, quedarme escuchando música y filosofando con colegas hasta ver el amanecer, juntarme con mi dealer literario predilecto y terminarme en tres días la novela que me procuro o alimentarme durante cuatro días a Dürum (Dios, como extrañaba un buen dürum de ternera con queso de oveja y salsa de yogurt).
Mención aparte merecen las Fiestas de Gracia. Dichas fiestas son, como su nombre lo indica, unas fiestas que se organizan en el barrio barcelonés de Gracia. Todas sus calles se convierten prácticamente en peatonal, se arman escenarios en las muchas plazas del barrio, donde hay espectáculos y conciertos. Las fiestas son ocasión especial para ver una actividad catalana muy extraña: los Castellers. Estas son, desde mi ignorancia, unas construcciones que se asemejan a las torres de los castillos hechas por humanos. Perdón, no “por” humanos sino “de” humanos. Se para un tipo, en su hombro se para otro, y sobre este otro, después otro mas, hasta armar estructuras de siete, ocho o incluso diez pisos.
Lo más típico de las Fiestas de Gracia es que ciertas calles son decoradas según una temática (el fondo del mar, la ruta 66, un basurero cibernético, etc.). Son los vecinos quienes eligen la temática, arman y decoran su calle. Un comité seleccionador elige la calle más linda y la premia. Para financiar todo esto, los vecinos montan en la calle unos improvisados bares donde venden cerveza o algunos tragos. También en algunos lugares se puede conseguir la “cremat” bebida típicamente catalana hecha con ron (que es tan catalán como el Chop Suey) granos de café y cáscara de limón. Se mete todo en un cuenco y se prende fuego a este mejunje. Tradicionalmente se sirve en un vaso de vidrio con la bebida aun en llamas y se la toma caliente. De esta manera la gente disfruta de un cremat mientras mira la decoración de una calle, escucha a una banda barrial en la plaza, a la vez que le entra a una caipirinia y se pasea por el barrio tomándose una cerveza en cada esquina. A las tres de la mañana, con un pedo de película (otros, yo me mantengo abstemio por razones de salud), la policía te invita gentilmente a retirarte antes de que un ejercito de basureros te barra, baldeé o te tire al camión de basura.
Pero de todas las actividades en las que me involucré desde mi llegada a Barcelona, la más grata y a la vez la más sencilla, es la de reencontrarse con amigos. Casi sin darse cuenta, uno va cosechando amigos, personas que sin permiso se van metiendo en el corazón. Es un regocijo para el alma verlos nuevamente después de casi un año de ausencia.
De esta manera transcurren mis días no laborales en esta extraña ciudad, con extraña energía, que aunque no siempre sea muy positiva, sin duda la necesitaba para borrar la mufa que estaba anidando en mi corazón en Buenos Aires. Energía que dejaré me nutra y retroalimente, para poder volcar la mía en los proyectos que me trajeron a este presente y me conducirán hacia el futuro.

jueves, 23 de agosto de 2007

Piso de la calle Ferran

El piso de la calle Ferran, mi morada cuando estoy en Barcelona desde hace ya más de dos años, es un lugar extraño. Sito en la que es la calle principal del barrio Gótico, el departamento ocupa toda la segunda planta del edificio. Como fue construido previo a la existencia de los ascensores, hay que subir por escalera. De hecho fue construido antes de la llegada del agua corriente, por lo que gran parte de los caños, (de plomo corroído), están por afuera de las paredes, al igual que casi toda los cables viejos que componen la instalación eléctrica.
Como anuncio de inmobiliaria, el piso cuenta con cuatro habitaciones, tres de ellas con balcón a la calle, dos baños, una amplia cocina comedor, un salón, un gran hall de entrada y otros espacios no muy bien definidos, en uno de los cuales montamos una habitación de invitados. Lo curioso de su arquitectura es que el pulmón de edificio, lo atraviesa, lo cual hace que el piso sea circular. Si uno quiere, puede ponerse un par de rollers y dar vueltas a todo el departamento atravesando sus pasillos, la cocina de doble circulación y un baño con dos puertas. De hecho, más de una vez competimos a ver quien era el que daba la vuelta más rápida en bicicleta sin despintar las paredes.
Como a menudo sucede en Barcelona, la gente alquila una habitación, después se va y viene otra, y así sucesivamente. Este piso funcionaba así hace unos tres años, había solo una persona estable y otros tres habitantes siempre estaban cambiando. Pero por alguna extraña razón, en el tiempo que yo estuve nadie se mudó, y llegamos a ser los mismos cuatro. Sin embargo, el último año fue distinto. Cuando partí hacia Argentina, una chica ocupó mi habitación. Meses después, la habitación vecina a la mía quedó libre, cuando su habitante partió por medio año a Estambul. Quién había ocupado mi habitación, se trasladó a la que ahora había quedado vacía, dejando la mía libre, para luego ser ocupada por otra persona.
Pero esto no termina acá: otra habitación fue deshabitada por su ocupante original, cuando ésta se marchó por tres meses a Galicia, para ser rápidamente ocupada por otra chica. Quien ocupaba mi habitación, partió unas semanas y un chico argelino se instaló en su lugar. Al llegar al piso me encontré con la única habitación libre, cuya ocupante original se había ido a Estambul, su reemplazo de vacaciones y allí me instalé yo. Quien ocupaba mi habitación regresó de sus vacaciones, para encontrarse con el argelino en ella y a mí en la otra. Con ambas habitaciones ocupadas, resolvió instalarse por la única semana que se quedaría en Barcelona antes de partir hacia Estados Unidos, en el cuarto de una última ocupante que nunca había abandonado el piso, salvo por los diez días de sus vacaciones.
Fue así que al llegar a mi casa, no la habitaba nadie que yo conociera, con excepción de Nacho, un amigo Argentino que hizo una gira por algunos países del este de Europa y recaló una semana en Barcelona, antes de volverse a Buenos Aires.
Así de extraño es mi piso en Barcelona, con sus muebles recogidos todos de la calle, su pintura descascarada en algún techo por la humedad, sus pisos de cerámicos feos, sus plantas que nunca terminan de secarse, pero tampoco están del todo vivas, su pintura de colores psicodélicos, sus paredes con rajaduras, su decoración posmoderna y sus habitantes transeúntes. Por todas estas cosas, y muchas más que son imposibles de explicar, es que lo quiero tanto. Y por que lo quiero tanto es lo más cercano a mi hogar que tengo en el mundo.

viernes, 17 de agosto de 2007

Doble Identidad

Mis últimos días en Argentina fueron más estresantes de lo que yo quería que fuesen. Por alguna extraña razón es imposible tener todo preparado, siempre algo falla. Me había organizado para tener todo listo dos o tres días antes de viajar. La verdad es que venía bastante bien, cuando surgió un pequeño inconveniente: Viernes a la noche, a menos de una semana de viajar, me di cuenta que el pasaporte argentino se me había vencido tres días atrás. El pánico se apoderó de mí, aunque logré expulsarlo sábado y domingo, ya que en esos días no se puede hacer ningún tipo de gestión gubernamental. Lunes temprano, nuevamente entrado en pánico, me fui a la policía para sacar el nuevo pasaporte. La tajante respuesta de la policía era obvia: imposible sacar el pasaporte en menos de veinte días, no importa si voy con el pasaje de avión en mano ni nada. Dispuesto a no resignarme a un cambio de fecha del vuelo me dirigí al Centro Nacional de Migraciones, para cotejar la posibilidad de salir de mi país con mi pasaporte italiano. "Imposible" dijo la señorita que me atendió. Como esa respuesta no me satisfizo fui a hablar con su jefe, cuya respuesta nuevamente fue: "Imposible". Decidido a no dejarme de joder, fui a hablar con el inspector de migraciones. Éste me explicó que para salir con el pasaporte italiano debía haber entrado al país con él y no con el argentino, como hice. Debía tener en el pasaporte italiano el sello de entrada como turista a la Argentina. En ese momento miré a los ojos al inspector nacional de documentación, persona responsable de controlar y verificar la legalidad y vigencia de los papeles de las personas que habitan Argentina y le dije: “Pero si me cruzo al Uruguay, que para salir sólo me basta el documento argentino, y vuelvo a Buenos Aires utilizando el pasaporte italiano, de manera que en migraciones me lo sellen al entrar, no voy a tener ningún problema cuando quiera salir nuevamente del país...". El inspector en silencio se sonrió, con esa sonrisa tan típicamente argentina que significa hecha la ley, hecha la trampa y me dijo: "Yo nunca te dije nada, pibe".
Fue así, como a la mañana siguiente, abordé un barco que una hora más tarde me dejaba en las costas uruguayas, en las que permanecí quince minutos, me tome un café, para luego regresar en ese mismo barco a Buenos Aires. Fue el desayuno más caro que pagué en mi vida.
Pablo Marquevichi, argentino, abandonó su país vía fluvial hace unos días y horas después un ciudadano italiano, de nombre Pablo Marquevichi ingresó a la Argentina en calidad de turista, para finalmente salir por el aeropuerto internacional de Ezeiza rumbo Barcelona. Ventajas de tener doble identidad.
Entre estos menesteres y con la tensión constante de no saber si me iban a dejar salir, pasaron los últimos días en Buenos Aires, quedando en la lista de cosas por hacer antes de volar muchos ítems sin tachar.
Ahora ya fuera del país el estrés se redujo, pues lo que se pudo hacer se hizo y lo que no, no era a fin de cuentas tan importante.

jueves, 9 de agosto de 2007

Abriendo las Alas

Está la familia. Los padres, los hermanos. Los primos y los tíos. Están los amigos. Los viejos amigos, los nuevos amigos, los de siempre. Todos ellos nos acompañan mientras transitamos por esta vida. Todo ellos son los que comúnmente llamamos “afectos”. En todos ellos y en su ausencia pensé cuando me preguntaron que es lo que más me cuesta de irme al extranjero.
La primera vez que uno se va tiene toda la felicidad de la partida y la inconsciencia de no percibir lo que deja. Recién cuando vuelve uno es plenamente consciente de las cosas que más extraña, y en mi caso es la gente que uno siempre lleva en el corazón. Por eso es que volver a partir es emocionalmente mucho más duro que la primera vez.
Ahora me enfrento a un nuevo viaje, una nueva aventura que me lleva lejos de un gran número de personas a las que tanto amo. Él tenerlas lejos me llena de melancolía, es como una piedra que hace de lastre en mi corazón. Pero sé que es el deseo de esas personas verme feliz, verme realizar mis sueños y eso es lo que me da fuerza en esta nueva partida. Todos ellos son el viento de mis alas.

martes, 31 de julio de 2007

¿Por qué tanto apuro?

Una duda: No les pasa a ustedes que llega el día veinte del mes y se sorprenden de cómo volaron los diecinueve días anteriores. Ni que hablar de ese viernes en el que uno se pregunta “Pero ¿Ayer no era lunes?. Ahora que está terminando julio no dicen “¿Cómo puede ser que ya paso más de medio año?”. Yo creo que nos pasa a todos, y pensando en ello llegué a la siguiente conclusión: los tiempos en estos días corren demasiado deprisa.
Cuando era un niño las cosas no eran así. No quiero caer en el cliché de “Todo tiempo pasado fue mejor” pero cuando yo era chico las semanas eran largas, los meses longevos y los años eternos. De un año a otro pasaban un montón de cosas, pasaban, más o menos, cerca de trecientos sesenta y cuatro días y cada uno con veinticuatro horas enteras. Hoy por hoy los días parecen minutos, los meses semanas y los años un suspiro.
Ahora estoy preparando una nueva partida y me encuentro con que tengo que hacer mil cosas en estos días malgastados que no rinden para nada. Es como si de repente el minúsculo agujerito del reloj de arena se agrandase. Siento que el tiempo pasa volando, arrastrando con su ráfaga los granitos de arena que se deslizan de mi mano. Yo me pregunto, estos ocho meses que estuve en Buenos Aires ¿En qué mierda se me fueron? Si parece que Navidad fue hace unas cuantas semanas.
Pero esto no me pasa sólo a mí, sino a todos, por eso pienso que, en realidad, es el flujo de los segundos lo que se aceleró. Yo creo que el tiempo, en estos tumultuosos y posmodernos días, también está apurado.
Será cuestión entonces de ser nosotros los que hagamos una pausa para meditar en qué merece ser invertido nuestro tiempo y de esa forma, quizás, lograr caminar sin apuros y que el tiempo se acomode a la marcha de nuestro paso.

sábado, 21 de julio de 2007

Adiós Negro

Después de unos años esquivándola, finalmente Roberto Fontanarrosa se encontró con la muerte. El Negro Fontanarrosa fue, a mi juicio, el humorista que mejor pudo interpretar y plasmar en su obra ese extraño ser que es la identidad nacional argentina. Su trabajo ha sido de lo más diverso y a la vez coherente. Colaborador creativo del grupo Les Luthiers, escritor y humorista gráfico, desbordaba ingenio en cada cosa que hacía.
Tuve ocasión de conocerlo hace ya varios años cuando lo entreviste para un programa de TV que nunca salió al aire. Me llamó poderosamente la atención la sencillez de tal genio creativo. Su chispa, su inteligencia, su porte sereno y rostro serio son de público conocimiento, pero me impactó su humildad. El mismo, me confesó, se consideraba un mal dibujante. Sabida es la historia que cuando creó a Inodoro Pereyra decidió que sea un gaucho para ambientarlo en la pampa, cuya única escenografía es una raya horizontal que viene a ser el horizonte. Cuando la enfermedad le imposibilito dibujar, el advirtió a sus lectores que no se sorprendan al notar que la calidad de sus trazos mejoraba, pues otro dibujante ilustraría sus guiones.
Amante del fútbol y de las malas palabras, gran parte de sus cuentos están plagados de ambos. Con su historieta Boogie el Aceitoso no sólo ridiculizó la violencia por medio de la parodia, sino que hizo una sátira a la política internacional de los años 70. Pero mi personaje preferido es Inodoro Pereyra, el renegau, que ya está inscripto como un ícono en la cultura popular argentina. A más de un adolescente de mi generación, cuando se le preguntaba “¿Cómo estas?”, adoptaba como propia la clásica muletilla “Mal, pero acostumbrado” para su respuesta.
Y ahora ya no está. El amargo sabor de sentir que nos fue arrebatado antes de tiempo, que con sus sesenta y dos años aún era un joven con mucho para dar. La tristeza de no encontrarnos en la segunda hoja del diario o en la última de la revista del domingo con el clásico y rutinario espacio del humor inteligente y reflexivo. Con su muerte nos deja en el peor de los vacíos, el de la página el blanco.
En su humildad él afirmo que no le interesaba recibir grandes premios, sino que su mayor satisfacción es que alguien se le acercase y le diga “Me cagué de risa con tu libro”. A modo de homenaje y para paliar la tristeza de su ausencia transcribo algunas frases que cada vez que las leo no puedo parar de reírme, para que estés donde estés Negro sepas que yo me cago de la risa con tu obra.
  • Vago no, quizá algo tímido para el esjuerzo.
  • Estoy comprometido con mi tierra, casado con sus problemas y divorciado de sus riquezas.
  • - ¿Y usted cómo se gana la vida? - ¿Ganar? ¡De casualidá estoy sacando un empate!
  • La historia lo juzgará. Pero tiene el mejor de los abogados: el olvido.
  • Eso de "hasta que la muerte los separe" es una incitación al asesinato.
  • Endijpué de tantos años, si tengo que elegir otra vez, la elijo a la Eulogia con los ojos cerrados. Porque si los abro elijo a otra.
  • Soy crítico meteorológico, señor. La tormenta de anoche. Floja iluminación de los relámpagos, yuvia repetida, escenografía pobre y pésimo sonido de los truenos en otro fiasco de esta puesta en escena de Tata Dios.
  • Yo no quiero ser irrespetuoso, Eulogia, pero lo que ha hecho Tata Dios con usté es abuso de autoridá.
Adiós Negro, te vamos a extrañar.

jueves, 12 de julio de 2007

Nieve en Buenos Aires

Mi estadía en Argentina estuvo marcada por una serie de extraños sucesos. El más bizarro de todos fue este: nevó en Buenos Aires. Mi bisabuela, que en paz descanse, nació en 1908 y recordaba que cuando ella era una niña había nevado en Buenos Aires. Ella decía que desde que la historia es historia, o sea desde que Colon descubrió América, esa era la única vez que tal hecho acontecía en esta ciudad. Hace unos días volvió a nevar en Buenos Aires y nos recagamos bien de frío.
Nevó en Buenos Aires y como no podía ser de otra manera yo no estaba en Buenos Aires. A veces creo que el Altísimo tiene un sentido del humor un tanto perverso. Aprovechando el fin de semana largo me fui a visitar a mi primo a Mar del Plata, ciudad en la que cada tanto nieva. Cuando yo estuve hizo unos días fríos, pero, obviamente, sin una gota de nieve.
Volviendo ya del viaje, en la ruta, me enteré de este particular hecho climático. Un SMS de mi hermano que decía ver caer la nieve frente a sus ojos. Adjudiqué la razón de dicho SMS a sustancias alucinógenas que creí que fueron ingeridas por mi hermano y no a un fenómeno climatológico. Pero pronto muchos otros SMS de diferentes autores me llegaron portando la misma noticia: nieva en Buenos Aires.
Mi escepticismo empezaba a flaquear. Entonces a cien kilómetros de Buenos Aires, en plena ruta, nos agarró la tormenta de nieve. Cabe aclarar que en mi vida jamás vi nevar. Sí vi la nieve, pero eran nieves eternas en cerros de la Patagonia. Lo que nunca hasta el otro día ví es la nieve caer del cielo. Es un espectáculo magnífico, el campo todo blanco, los carteles de la ruta escarchados, los copos cayendo suavemente sobre el parabrisas, los pinos igualitos a los de la Navidad yanki. Un tanto paranoide recordando al Eternauta, yo estaba renuente a tocar la nieve; pero finalmente la curiosidad pudo más. Frenamos el auto a un costado de la ruta y nos detuvimos a contemplar como un frío blanco caía del cielo y cubría todo con su belleza.
Ya en Buenos Aires pude ver la nieve acumularse en las calles, en los balcones, sobre el techo de los autos. Con esa mágica y conmovedora imagen de la ciudad volví al calor de mi hogar. Entonces me puse a pensar en cuantos hay que no tiene un techo, un abrigo o un plato caliente. Cuantos que no pudieron calentar su casa debido a la ineficacia de quienes nos gobiernan para evitar una crisis energética más que anunciada.
La nieve, con su magia inherente, no es más que otra señal del cambio climático en el planeta. Planeta que cada vez está más inhóspito y va de a poco –sospecho- perfeccionando algún oculto sistema para deshacerse de aquello que más lo daña, nuestra especie.

jueves, 5 de julio de 2007

La Ciudad de la Furia

Buenos Aires me fascina. Hace meses que la transito y no se me va ese sentimiento. Esta ciudad tiene ese no sé que, esa cosa rara, indescriptible que tanto la caracteriza. Hay que reconocer que ver y vivir en Buenos Aires después de dos años es algo shockeante. La ciudad está hermosa. Siempre lo fue, no por nada enamora a todos los turistas que la visitan. Pero creo que ahora está más hermosa que nunca. Buenos Aires está tan pero tan linda que uno empieza a sospechar que lo hacen para los extranjeros más que para los locales. Todos los parques y las plazas se están refaccionando, las fachadas de los edificios se están recuperando y los espacios públicos embelleciendo.
Metrópolis urbana, Buenos Aires no deja de tener su kaótico transito, su insana polución, su ruido estresante y su alienante ritmo de vida. Cuidad que nunca duerme, tiene todas las opciones de ocio, entretenimiento y arte que uno quiera, y más. Meca cultural, en el verano porteño no hay un día sin que en una plaza haya un espectáculo de teatro o danza, no hay una noche sin un concierto al aire libre, no hay un museo que no tenga sus puertas abiertas y estrene nuevas muestras, no hay una avenida sin que se vea en la pared de un edificio una gigantografía de alguna obra de un artista local, no hay un barrio donde no se esté filmando algo, no hay un bar a la noche que este vacío.
La reactivación económica en Buenos Aires llegó con todo, pero no llegó para todos. Por eso se ven cosas que hace diez años no se veían. No hay noche en la que al salir uno no vea un homeless, no hay tarde en la que no se encuentre varios cartoneros, con mujer e hijos, buscando en la basura algo para revender, no hay tren donde no haya un desfile interminable de niños pidiendo monedas, no hay semáforo donde no haya un limpiavidrios y personas inseguras que traban las puertas de su coche, no hay alguien que no conozca a alguien al cual trató de robarlo en la calle un niño de doce años.
Ahora cambió el color de la bandera política en la ciudad hacia un tono más de derecha, de sálvese quien pueda. Así es Buenos Aires, llena de contrastes. Hoy está más europea que nunca, siendo la capital de un país cada vez más tercermundista. Donde cada días es más grande la distancia entre los que viven Buenos Aires y los que sobreviven en Buenos Aires.

lunes, 16 de abril de 2007

Problemas de Comunicación

La Biblia dice que los hombres, ebrios de poder, quisieron construir la torre más alta del mundo para alcanzar los cielos. Entonces se pusieron a construir la torre de Babel. A Dios, que en el antiguo testamento era un ser irascible e impiadoso, realmente le dio por las pelotas la soberbia de los hombres. Los castigó imponiéndoles diferentes lenguas, haciendo así casi imposible la comunicación y, por ende, la construcción de la mítica torre.
Un poco más cerca en el tiempo, cuando llegué a Latino América, me alegré de volver a encontrarme con el verdadero significado de algunos vocablos de nuestra querida lengua castellana. Sucede que en España, coger no significa "coger", en el sentido argentino del término. En España coger significa agarrar, tomar. En los dos años que viví en Barcelona nunca me pude acostumbrar. Pasados los primeros seis meses ya no me reía como un idiota cada vez que escuchaba "coger". Al año ya no me sonrojaba como un niño de cinco años al decir sus primeras malas palabras. Pero en mi cabeza sonaba una carcajada cada oportunidad que alguien pronunciaba esa palabra. Lo que pasa es que la usan en los más extraños contextos. Cómo no te vas a reír si alguien te dice "El otro día vi una gata en la calle, estaba sola y con frío y la cogí". Ni que hablar de una vez que una amiga, bajando la peligrosa escalera de mi terraza, pierde el equilibro y me empieza a gritar desesperada "Cogeme... cogeme un poquito".
Al llegar a Buenos Aires creí que esta maldición bíblica se había terminado. Me equivoque, el rencoroso Dios del antiguo testamento no la hizo acabar. Y hablando de "acabar", en España correrse no significa desplazarse de un lugar a otro. No señor. Es aquí donde voy a dirigir una dura crítica al léxico Argentino: el vocablo acabar implica que se terminó, que es el final. Esto no tiene porque ser necesariamente cierto, ya que es muy estimulante y altamente divertido continuar con la acción luego de dicho momento. Es por eso que en mi vocabulario reemplacé el término argentino "acabar" por su sinónimo español "correrse".
Nuevamente me equivoqué. Imagínenme a mi, con el significado que le asigno a esa palabra, escuchando en un Chiken Bus Gatemalteco al cobrador de boletos gritando a viva voz "A ver la señora del fondo si se corre, que va a viajar mucho más cómoda" o "Los jóvenes de la izquierda a ver si se corren de una vez" o "Permiso que necesito espacio para correrme y así cobrar el pasaje más relajado". Sin poder evitarlo, cada vez que escuchaba un comentario de estas características, se me escapaba una estúpida risa y mi rostro se ponía como un tomate.
Maldición bíblica de un antiguo Dios que nos dificultó la comunicación verbal, dejándonos en la desnuda necesidad de crear un lenguaje universal con nuestros cuerpos.

Nota de Autor: Aprovecho la ocasión para aclarar que no soy un pervertido, ni un degenerado, ni un mal pensado.

lunes, 1 de enero de 2007

La vida te da sorpresas

Primero empezó el trabajo psicológico. A veces era más sutil, a veces menos. Mandar mails a mi familia con indirectas del tipo "Los pasajes están muy caros", "Que lástima que nos nos veamos estas fiestas" o ""Ojalá que pasen una linda Noche Buena". Fue un trabajo lento el de destruir la esperanza de que me viesen a fin de año. De a poco mi familia se fue acostumbrando de a poco a la idea de que no volvía a Buenos Aires para las fiestas. Un día comuniqué que me era imposible y hasta tuve que explicar las razones logísticas-económicas que me impedían volver a mi desilusionado padre.
Lo cierto era que hacía dos meses que tenía pasaje para volar a Buenos Aires y pasar las fiestas en Argentina. Con la complicidad de mis dos hermanos, fraguamos maquiavélicos planes para sorprender a mi familia. Así fue como el veinticuatro de diciembre a las 8:15 de la mañana le toqué timbre a mi vieja. Y volví a tocar timbre y después una vez más hasta que se despertó. ¿Quién es?, pregunta ella antes de abrir la puerta. "Cartero" es lo primero que se me ocurre. Una milésima de segundo después me doy cuenta de que no existe lugar en el mundo donde un domingo a las ocho de la mañana los carteros trabajen. Mucho menos si el domingo en cuestión es veinticuatro de diciembre. Con la lógica suposición de que la iban a afanar mi vieja no abrió, sino que se miró por la mirilla para ver mi cara deformada saludándola a través del ojo de pez de la puerta. Su reacción fue instantánea, abrió la puerta y me abrazó, conmovida hasta las lágrimas de volver a ver a su hijo pródigo después de casi dos años en los que estuve vagando por el mundo.
Desayunamos juntos, mate de por medio. En el desayuno se sumó uno de mis hermanos y para el almuerzo el otro. Los tres fuimos para la siesta a ver a mi viejo, que continuaba en la ignorancia de mi presencia en Buenos Aires. Primero entraron mis dos hermanos, mientras yo esperaba escondido en la esquina, y a los dos minutos toqué timbre. Me abrió mi hermano, de acuerdo al plan previsto, y volvió a la cocina donde lo oí decir "Pa... hay un pibe del club que te busca no se bien para que". Confabulamos esto para que mi viejo abra sin pensar la puerta, sorteando los inconvenientes de la inseguridad bonaerense y que la sorpresa sea mayor. Y tanto lo fue que casi se me va de un infarto. Abrió la puerta y se quedó duro, petrificado como por diez segundos, sin decir palabra o mover un músculo, hasta que yo lo abracé y el me abrazó fuertemente. He de aclarar que mi padre tiene la contextura física de un oso y que un abrazo fuerte suyo hay que soportarlo. A esto de las sorpresas le tomamos el gustito con mis hermanos. Continuamos en la misma línea con mi tío Tito y su familia en la cena de nochebuena. Con amigos que se acercaron a casa para el cumpleaños de mi viejo. Con alguien que se sentaba a al mesa y mis hermanos lo incentivaban para que hablara mal de mi (cosa no muy difícil). Después yo salía de debajo de la mesa a defender mi honor. En fin, cosas de chiquilines que guardan un niño en el corazón.
Así fue como pasé Navidad en familia. Lo curioso es que el sorprendido fui yo al ver lo linda que está Buenos Aires. Sin hablar de lo sorprendido al contemplar la maravilla tecnológica que es volar. Es increíble poder desayunar huevos rancheros un día en una isla caribeña de Panamá y al día siguiente desayunar un buen mate en mi Buenos Aires querido.

Bellezas Naturales

Costa Rica es como la perla del Caribe. Es el único país medianamente desarrollado de Centroamérica, y al parecer es el único que no tuvo ninguna dictadura en los últimos cincuenta años. Es fácil suponer que ambos hechos están relacionados.
La principal actividad económica del país es el turismo. Esta enfocado en la preservación de la naturaleza y en el respeto al medio ambiente. No es para menos, ya que desborda en bellezas naturales, en volcanes majestuosos, en playas caribeñas, en paraísos de surfer en el pacífico y en abultados pechos en sus mujeres. Conscientes de estas bondades, los costaricenses crearon la infraestructura que no existe en otro países, es decir transportes decentes, todo tipo de alojamiento, muchos restaurantes y bares, así como blusas y afines muy escotados.
Empecé mi recorrido por San José, ciudad capital. La única en la que estuve en este viaje que parece una ciudad y no un montón de gente viviendo apretada en el mismo lugar. Lindas plazas, amplios parques, y la imperdible ocasión de ver aún desfiles de carrozas navideñas. Es evidente que mientras más cerca se está de yanquilandia, más invasión cultural hay. Estos desfiles, al igual que Halloween, no existen en el Cono Sur. La avenida principal se cortó, se instalaron algunas gradas y la gente temprano se fue a ver el acontecimiento. Patrocinado por Toyota, primero desfilaron los nuevos modelos de 4x4, para ser seguidos por acróbatas motoqueros e intrépidos conductores de fourtrack. Luego sí empezaron las carrozas, con sus músicas, sus porristas haciendo piruetas, sus bandas. Este evento es conocido como "El festival de la Luz". Todo el mundo compra de esas porquerías orientales que hacen luces, ya sean llaveros, colgantes o espadas láser. Yo, para no ser menos, me compré un sombrero de Papa Noel con luces rojas que titilan llamativamente.
De San José partí hacia el Pacifico. En todo este viaje no me había sumergido en sus aguas, y de hecho la última vez que lo hice fue en enero de 1994. Fue así como llegue a Jaco, pequeño pueblo surfista. El pueblo no está mal, surfistas de todo el mundo van para allá, lo cual lo convierte en un lugar con muchos bares, tiendas de ropa "cool", escuelas de surf y travestis prostituyéndose. Yo no lo sabía paro parece que donde hay surfistas hay mercado para la prostitución de travestis. A mí mucho el lugar no me gustó, la playa está sucia, la arena es negra, el mar está revuelto y no se ve nada. Pero si hay surfistas es por que hay olas (y travestis). En las aguas calmas del Caribe uno siente que está en una pileta. Muy lindo para bucear o hacer snorkel, pero no para nadar. El pacífico, que de pacífico no tiene nada (¿Quién carajo le puso ese nombre?) me recibió con sus bravas aguas y pasé un lindo día.
De allí me crucé todo el país para llegar, siete horas después, a Puerto Viejo. Este es un pueblo rastafari en la costa del Caribe. Este lugar sí me agradó. Noches de reggae, playas de arena blanca con palmeras y varios arrecifes, incluyendo el del Parque Nacional Caguhita, donde se puede hacer snorkel nadando desde la paya.
Si bien Costa Rica es hermosa, pierde un poco su encanto porque todo está ya preparado, ya hecho para el turista. Además es casi tan caro como España, así que limité mis días en ese hermoso país, donde los ojos no tienen descanso de ver tanto verde, tanto mar, tanta arena y tanto escote.