Está la familia. Los padres, los hermanos. Los primos y los tíos. Están los amigos. Los viejos amigos, los nuevos amigos, los de siempre. Todos ellos nos acompañan mientras transitamos por esta vida. Todo ellos son los que comúnmente llamamos “afectos”. En todos ellos y en su ausencia pensé cuando me preguntaron que es lo que más me cuesta de irme al extranjero.
La primera vez que uno se va tiene toda la felicidad de la partida y la inconsciencia de no percibir lo que deja. Recién cuando vuelve uno es plenamente consciente de las cosas que más extraña, y en mi caso es la gente que uno siempre lleva en el corazón. Por eso es que volver a partir es emocionalmente mucho más duro que la primera vez.
Ahora me enfrento a un nuevo viaje, una nueva aventura que me lleva lejos de un gran número de personas a las que tanto amo. Él tenerlas lejos me llena de melancolía, es como una piedra que hace de lastre en mi corazón. Pero sé que es el deseo de esas personas verme feliz, verme realizar mis sueños y eso es lo que me da fuerza en esta nueva partida. Todos ellos son el viento de mis alas.
La primera vez que uno se va tiene toda la felicidad de la partida y la inconsciencia de no percibir lo que deja. Recién cuando vuelve uno es plenamente consciente de las cosas que más extraña, y en mi caso es la gente que uno siempre lleva en el corazón. Por eso es que volver a partir es emocionalmente mucho más duro que la primera vez.
Ahora me enfrento a un nuevo viaje, una nueva aventura que me lleva lejos de un gran número de personas a las que tanto amo. Él tenerlas lejos me llena de melancolía, es como una piedra que hace de lastre en mi corazón. Pero sé que es el deseo de esas personas verme feliz, verme realizar mis sueños y eso es lo que me da fuerza en esta nueva partida. Todos ellos son el viento de mis alas.
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