miércoles, 27 de febrero de 2008

Nueva Morada

Mi nueva morada es un tanto bizarra. Para empezar esta lejos. Claro que cabe preguntarse: ¿Lejos de qué? Porque de mi vecino estoy justo al lado. De lo que estoy lejos es de mi viejo barrio, que no solo era el lugar donde más tiempo pasaba, sino que es el centro de Barcelona. Claro que lejos al estilo de Barcelona, es decir a quince minutos de metro. Antes vivía en el Barrio Gótico, que es una espacie de parque de atracciones para turistas, con bares, restaurantes, tiendas fashion y juerga a toda hora. Ahora estoy en un barrio barrio, de esos que a las ocho de la noche esta todo cerrado, menos el restaurante chico de la otra cuadra.
Antes convivía con mujeres, por lo que había desarrollado toda una serie de recursos para la armonía hogareña. Recursos hoy inútiles ya que ahora convivo con hombres. Es por eso que me tengo que reeducar en muchos aspectos, como tomar cerveza mirando deportes en la TV, mear con la puerta abierta, lavar la ropa y dejarla sin colgar por varios días o eructar en la mesa (esto último se me da particularmente bien). La única presencia femenina en la casa es la de Kiara, la perra de Luis, amigo y uno de mis compañeros de piso.
Además hay un tema generacional. Dos de los habitantes de la casa me sacan diez años y el tercero es dos décadas mayor que yo. Pero lo más curioso es que todos nos dedicamos a la publicidad, aunque cada uno en roles distintos. Esto lleva a que en casa haya DVD de series como Los Sopranos, Lost, Band of Brothers, Prision Break, Nip Tuck y cientos de películas. Además Luis no solo es mi amigo y ocasional jefe, sino que es mi dealer literario. Posee una magnífica colección de libros de ciencia ficción y fantasía. Es como vivir en un videoclub mezclado con una librería medio freak. Maravilloso. Eso sin contar que, a diferencia de mi antiguo piso donde teníamos un TV 14 pulgadas con una antena de esas extensibles en forma de V que mal sintonizaba seis canales, acá hay una magnifica y gigantesca pantalla plana con un equipo de sound round excelente. Y PlayStation. Y XBox. Y Wii.
En mi nueva morada no solo comparto piso, sino habitación. Esto es un hecho temporal ya que prontamente (espero) se libera una de las habitaciones del piso y me instalaré en ella de una forma más definitiva. Compartir habitación es una experiencia buena, me recuerda a mi niñez cuando compartía con mis hermanos. Pero se extraña la privacidad y el espacio propio, decorado a mi estilo y acondicionado a mi medida.
A mi natural tendencia hogareña se le suma el hecho de vivir en una casa con un mar de entretenimiento dentro y estar lejos de las tentaciones del centro. Es probable que estos días grises de invierno los aproveche para ponerme al día en películas, series y libros. Mientras espero la llegada de lo que será, al menos por un tiempo, mi lugarcito en el mundo.

martes, 19 de febrero de 2008

Hogar Dulce Hogar

El piso de la calle Ferrán, del cual ya escribí algo en el pasado, fue mi morada casi todo el tiempo que viví en Barcelona. Fue más que mi morada, fue mi hogar. Conjugo en pasado porque, nunca mejor dicho, ya fue. El contrato de alquiler inicialmente terminaba el siete de abril, pero por diversas circunstancias se adelanto al tres de febrero. De eso nos enteramos con diez días de anticipación. Esa semana y media un caótico estrés se apodero de mi vida, miles de planes de vivienda emergieron y, luego, se sumergieron en el mar del fracaso.
Cabe aclarar que la vivienda es el principal problema de los jóvenes en España. Es imposible comprar una casa. Son carísimas. La cuota promedio de cualquier hipoteca es mayor al sueldo promedio de cualquier clase media. Las hipotecas son a sesenta años y heredables, es decir que cuando uno muera, sus hijos van a tener que seguir pagando. Todo esto hace que la gente alquile y, al aumentar la demanda de alquiler aumenta el precio (libre mercado, que le dicen). Un caos.
Yo siempre definí al piso de la calle Ferran como bueno, bonito y báratro. Pero la verdad es que era mucho más, era amplio, luminoso, céntrico y sobretodo muy barato. Los planes de alquilar una nueva vivienda con la misma gente fracasaron y finalmente decidimos que cada cual se la arreglaba por su cuenta. Particularmente me instale provisionalmente en lo de mi amigo Luis. El sábado, con la ayuda de la furgoneta de un amigo realice mi mudanza. Ese sábado a la noche hicimos la fiesta reunión despedida del piso. Como cada ex habitante del piso se marchaba a una casa ya montada aprovechamos la reunión para regalar las ollas, sartenes, sofás, máquina de lavar la ropa, heladera y demás utensilios que quedaban en casa.
El domingo hicimos la última gran limpieza general y comimos afuera porque ya no teníamos en que cocinar. Ese día marcharon todos menos yo, que aproveche para hacer mi última noche. El lunes me levante, empaque las últimas tres tonterías que me quedaban y espere durante una hora que viniesen de la inmobiliaria a firmar la finalización del contrato. Prendí un puro, llené mi copa de licor y me puse a recordar los momentos vividos en esa casa. Aquel piso fue el primer y hasta ahora el único en mi vida donde realmente me valía por mi mismo. Caminé por sus habitaciones vacías, cerré la puerta de mi dormitorio y con ella cerré la etapa de mi vida en ese piso, como augurio de muchas otras etapas que se cerraran este año. Aquella fue mi primera casa después de abandonar el/los hogares de mis padres. Fue el lugar donde definitiva y rotundamente me convertí en adulto, donde solo contaba con mis recursos para vivir y sobrevivir. Era mi espacio propio, personal, donde desarrollarme. La burbuja donde uno puede descansar del resto del mundo, donde uno esta tan a gusto que instintivamente se siente bien y relajado. Me tumbé en el sofá y dándole una profunda calada al habano por primera vez entendí lo que para mi significa hogar.