Mi nueva morada es un tanto bizarra. Para empezar esta lejos. Claro que cabe preguntarse: ¿Lejos de qué? Porque de mi vecino estoy justo al lado. De lo que estoy lejos es de mi viejo barrio, que no solo era el lugar donde más tiempo pasaba, sino que es el centro de Barcelona. Claro que lejos al estilo de Barcelona, es decir a quince minutos de metro. Antes vivía en el Barrio Gótico, que es una espacie de parque de atracciones para turistas, con bares, restaurantes, tiendas fashion y juerga a toda hora. Ahora estoy en un barrio barrio, de esos que a las ocho de la noche esta todo cerrado, menos el restaurante chico de la otra cuadra.
Antes convivía con mujeres, por lo que había desarrollado toda una serie de recursos para la armonía hogareña. Recursos hoy inútiles ya que ahora convivo con hombres. Es por eso que me tengo que reeducar en muchos aspectos, como tomar cerveza mirando deportes en la TV, mear con la puerta abierta, lavar la ropa y dejarla sin colgar por varios días o eructar en la mesa (esto último se me da particularmente bien). La única presencia femenina en la casa es la de Kiara, la perra de Luis, amigo y uno de mis compañeros de piso.
Además hay un tema generacional. Dos de los habitantes de la casa me sacan diez años y el tercero es dos décadas mayor que yo. Pero lo más curioso es que todos nos dedicamos a la publicidad, aunque cada uno en roles distintos. Esto lleva a que en casa haya DVD de series como Los Sopranos, Lost, Band of Brothers, Prision Break, Nip Tuck y cientos de películas. Además Luis no solo es mi amigo y ocasional jefe, sino que es mi dealer literario. Posee una magnífica colección de libros de ciencia ficción y fantasía. Es como vivir en un videoclub mezclado con una librería medio freak. Maravilloso. Eso sin contar que, a diferencia de mi antiguo piso donde teníamos un TV 14 pulgadas con una antena de esas extensibles en forma de V que mal sintonizaba seis canales, acá hay una magnifica y gigantesca pantalla plana con un equipo de sound round excelente. Y PlayStation. Y XBox. Y Wii.
En mi nueva morada no solo comparto piso, sino habitación. Esto es un hecho temporal ya que prontamente (espero) se libera una de las habitaciones del piso y me instalaré en ella de una forma más definitiva. Compartir habitación es una experiencia buena, me recuerda a mi niñez cuando compartía con mis hermanos. Pero se extraña la privacidad y el espacio propio, decorado a mi estilo y acondicionado a mi medida.
A mi natural tendencia hogareña se le suma el hecho de vivir en una casa con un mar de entretenimiento dentro y estar lejos de las tentaciones del centro. Es probable que estos días grises de invierno los aproveche para ponerme al día en películas, series y libros. Mientras espero la llegada de lo que será, al menos por un tiempo, mi lugarcito en el mundo.
Antes convivía con mujeres, por lo que había desarrollado toda una serie de recursos para la armonía hogareña. Recursos hoy inútiles ya que ahora convivo con hombres. Es por eso que me tengo que reeducar en muchos aspectos, como tomar cerveza mirando deportes en la TV, mear con la puerta abierta, lavar la ropa y dejarla sin colgar por varios días o eructar en la mesa (esto último se me da particularmente bien). La única presencia femenina en la casa es la de Kiara, la perra de Luis, amigo y uno de mis compañeros de piso.
Además hay un tema generacional. Dos de los habitantes de la casa me sacan diez años y el tercero es dos décadas mayor que yo. Pero lo más curioso es que todos nos dedicamos a la publicidad, aunque cada uno en roles distintos. Esto lleva a que en casa haya DVD de series como Los Sopranos, Lost, Band of Brothers, Prision Break, Nip Tuck y cientos de películas. Además Luis no solo es mi amigo y ocasional jefe, sino que es mi dealer literario. Posee una magnífica colección de libros de ciencia ficción y fantasía. Es como vivir en un videoclub mezclado con una librería medio freak. Maravilloso. Eso sin contar que, a diferencia de mi antiguo piso donde teníamos un TV 14 pulgadas con una antena de esas extensibles en forma de V que mal sintonizaba seis canales, acá hay una magnifica y gigantesca pantalla plana con un equipo de sound round excelente. Y PlayStation. Y XBox. Y Wii.
En mi nueva morada no solo comparto piso, sino habitación. Esto es un hecho temporal ya que prontamente (espero) se libera una de las habitaciones del piso y me instalaré en ella de una forma más definitiva. Compartir habitación es una experiencia buena, me recuerda a mi niñez cuando compartía con mis hermanos. Pero se extraña la privacidad y el espacio propio, decorado a mi estilo y acondicionado a mi medida.
A mi natural tendencia hogareña se le suma el hecho de vivir en una casa con un mar de entretenimiento dentro y estar lejos de las tentaciones del centro. Es probable que estos días grises de invierno los aproveche para ponerme al día en películas, series y libros. Mientras espero la llegada de lo que será, al menos por un tiempo, mi lugarcito en el mundo.