viernes, 18 de diciembre de 2009

Mundo Bizarro

¿Cómo es estar otra vez en Buenos Aires? Esa es la pregunta que durante el último mes la mayoría de mis allegados me hizo. En estos cinco años de ausencia yo creía que la vida seguía igual, cotidiana como siempre, como si hubiesen metido la realidad en un freezer. Pero la verdad es que la vida continua, y lo cotidiano evoluciona, muta.
El sentimiento que tengo es algo extraño, es como en esas historias de ciencia ficción donde alguien sin querer cambia algo del pasado y el presente se transforma. Es el mismo presente, pero totalmente bizarro. Las diferencias de este presente alterno y el que habita en mi memoria son sutiles, pero significativas. Cuando partí hace cinco años todos estaban muy contentos y esperanzados con el gobierno. Hoy el gobierno es el mismo, pero casi todos lo odian. Aquel amigo perdido en la vida y con pequeños problemas de drogadicción hoy es un eminente estudiante universitario a punto de recibirse. El que vivía en provincia se mudo a capital. El de capital se mudo al interior. Banfield salió campeón. Aquel mujeriego incorregible es ahora un hombre fiel que sentó cabeza. Algún otro se convirtió en padre. Gente con futuro prometedor en la producción abandonó el rubro para trabajar en una oficina. Algunos que estaban bien económicamente ahora están más ajustados. Alguno que estaba ajustado ahora le va bien. Otros que estaban vivos ya no lo están. Mi padre, que por más de treinta años llevó un bigote revolucionario ahora está afeitado. La ciudad es la misma, pero con más pobres revolviendo la basura, más estaciones de subte, mucho más sucia. Ruidosa y caótica como siempre. Con lugares más hermosos de los que recordaba.
Este presente bizarro que habito trato de re ajustar mi mente y mi vida a la nueva realidad que me rodea. Por suerte algo permaneció igual a través del tiempo y el espacio, el cariño que comparto con mis seres queridos.

viernes, 20 de noviembre de 2009

My Inca Rail

La ciudad de Cuzco fue la capital del imperio Inca y aún hoy se pueden ver los cimientos incáicos sobre los cuales los españoles construyeron sus iglesias y monasterios. Esto dota a la ciudad de un esplendor colonial y una irónica venganza del destino porque cada vez que hay un terremoto lo que se destruye es lo español, pero el primer metro que sobresale del piso, el cimiento Inca, sobrevive.
Estas iglesias son, quizás, la materialización de un curioso rito. Mezcla de fe ibérica y movimientos sísmicos la ciudad rinde culto al Señor de los temblores. A la fiesta tuve el privilegio, por pura casualidad, de asistir. Orquesta municipal en la plaza de armas, bailes típicos, vestiduras tradicionales. En la puerta de la catedral las familias pudientes montan unas estructuras de ocho, diez o doce metros de alto, todas en caña, que llenan de petardos, cañitas voladoras y fuegos artificiales. Una por una van prendiendo estas construcciones y le regalan al pueblo un bello espectáculo pirotécnico.
Pero el principal atractivo de Cuzco es que sirve de punto de partida hacia Machu Picchu. Para llegar a las ruinas se puede hacer el tradicional Camino del Inca, o Inca Trail, como es mundialmente conocido. Se sale de Cuzco en bus y dos horas más tarde empieza la caminata de tres días subiendo y bajando montañas, atravesando otras ruinas y se llega finalmente a Machu Picchu.
Los Incas, que desconocían la rueda y no montaban ningún animal, armaron una red de caminos peatonales a lo largo y ancho de todo su imperio, que llegó a medir cuarenta mil kilómetros. Pero para preservar este tramo del camino el gobierno de Perú dispuso que solamente quinientas personas por día pueden transitarlo. Las agencias de viaje ofrecen organizar todo el trayecto por un precio que oscila entre los doscientos cincuenta y los trescientos dólares. A pesar del monto y de que no me gusta viajar con packs organizados los hubiese pagado. Pero resulta que por el cupo de personas hay que sacar turno con anticipación. Cuando yo quise reservar mi plaza allá por principios de agosto ya estaba todo septiembre y octubre completo. Las agencias de viaje ofrecen otras caminatas alternativas, de más días y menos dólares, pero yo no quería tomar esta opción.
Otra forma de llegar es ir primero a Aguas Calientes, un pueblo que queda en la base de la montaña donde está Machu Picchu y desde allí subir. El problema es que este pueblo no tiene carretera y solo se puede llegar por tren. Perú Rail (que irónicamente no es peruana, sino una empresa privada extranjera) cobra a los no peruanos precios que oscilan entre los cuarenta y trecientos dólares dependiendo del horario y de la clase.
Para los que se rehúsan a pagar tal desproporcionada suma de dinero hay una forma alternativa. Consiste en salir de Cuzco, tomarse cuatro diferentes buses locales y llegar, después de unas cinco horas, hasta una central hidroeléctrica que se encuentra a otras dos horas de caminata de Aguas Calientes. Ésta es la forma más frecuente de los mochileros, ya que el costo no es superior a los tres dólares. Tampoco me inspiraba, ya que para mi era importante llegar caminando. Por eso busqué una vía alternativa, o un par de vías. Me fui hasta las afueras de Cuzco y caminé cincuenta kilómetros por la vías del tren. En las diez horas de caminata, bordeando siempre un río, fui atravesando valles, quebradas, adentrándome en túneles, disfrutando de la imponente vista de los Andes selváticos, mientras fui embestido en unos momentos por una fuerte lluvia, en otros por un despiadado sol (ciclotímico clima de montaña). Todo esto acompañado por la música de Cuenta Conmigo que sonaba en algún extraño lugar de mi cabeza. Un tanto cansado y bastante dolorido, siendo noche cerrada, llegué a Aguas Calientes donde descansé por las siguientes treinta y seis horas.
Machu Picchu es un hervidero de gente, miles de personas la visitan cada día. Pero al Huayna Picchu, la montaña que se ve en el fondo en todas las fotos de Machu Picchu, solo pueden entrar cuatrocientas personas al día. Por eso fue que me levanté bien temprano y caminé, montaña arriba y en plena noche, la hora y cuarto que separa las ruinas de Aguas Calientes. Mi afán madrugador fue tanto que llegué antes de que salga el sol, antes que cualquier otro turista, antes incluso que el personal de seguridad. La puerta que decía "Entrada" estaba cerrada, pero la que decía "Salida" no. Con paso firme y silbando bajito me adentré a las ruinas en plena oscuridad. Con la linterna busqué un sitio alto y allí me quede contemplando como el sol iba de apoco descubriendo para mis ojos la ciudadela de Machu Picchu. Entre que se hizo de día y abrieron las puertas pasó cerca de una hora, durante la cual estuve deambulando por las ruinas en pacífica soledad (bueno, había unas cuantas llamas, unos conejos silvestres y un amigo de Suiza que me acompañó en esta odisea incáica). Algún alma menos respetuosa que la mía podría haber aprovechado este momento para ensuciar las ruinas con un graffiti tipo "Acá estuvo Fulanito" o un "Aguante Boca" o quizás un argentinismo "Viva Perón, carajo". Por suerte tales cosas nunca sucedieron, hasta ahora.
Las ruinas son deslumbrantes. Sobre todo a primera hora de la mañana o última de la tarde, cuando ya no hay miles de personas pululando por todos lados. Construida hace unos seiscientos años, la ciudad nunca fue terminada del todo porque los Incas huyeron más profundo en la selva cuando los Españoles llegaron a Cuzco.
Es increíble ver la tecnología de sembrado que poseían los Incas. Las terrazas a diferentes alturas donde iban adaptando plantas de la selva a la montaña y viceversa. Su conocimiento en las estructuras antisísmicas, que construían piedra sobre piedra sin ningún tipo de pegamento. Todo se mantiene en pie por su propio peso. El conocimiento de la forma de la tierra y del sistema solar. Los ciclos de la luna y del sol.
Puede que en tamaño las ruinas de centro América, como Palenque o Tikal, sean más grandes. O incluso puede que sean más llamativas, por el hecho de haber construido pirámides. Pero Machu Picchu está ubicada en un paraje, en medio de las montañas, que la dotan de un atractivo natural extra y dan a la ciudadela un aspecto simplemente maravilloso.
Habiendo comprado la entrada a las ruinas el día anterior, sin haber sido cortadas y selladas al entrar hice una noche más en Aguas Calientes para acceder a Machu Picchu una vez más. La segunda vuelta, con menos exageración en el despertador, llegué a la ciudadela entre los primeros cincuenta. Subí el Huayna Picchu, que el día anterior no me había atrevido a hacerlo sin el correspondiente sello autorizador que te ponen en la entrada. Para el medio día ya había descendido de ese monte, recorrido otra vez todas las ruinas, vuelto al punto panorámico y sacado otra vez las mismas fotos que el día anterior, pero con mejor luz y más sol que me ofrecía este segundo día.
Descendí caminando a Aguas Calientes y después de un rápido almuerzo, un poco de tren y dos autobuses llegué hasta Santa Marta. Allí, en sus afamadas piscinas de aguas termales, descansé toda la tarde las piernas. Después de tanta caminata, tanta montaña arriba montaña abajo, tanta escalera Inca las tenía duras como hierro y sentía que los músculos se me prendían fuego a la vez que eran atravesados por miles de agujas heladas.
A la noche partí hacia Cuzco, ciudad a la que arribe de madrugada, con suficiente tiempo para un magro desayuno, intercambiar fotos con mi compañero suizo, tener una merecida sesión de masajes, relajarme en la tarde cuzqueña y partir nuevamente a la noche. Después de otra seguidilla de autobuses, treinta y seis horas mas tarde, llegaba al corazón de Bolivia, a la ciudad donde abordé el avión que finalmente me depositó en mi Buenos Aires querido.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Realidad de ciencia ficción

Nazca es un pueblo en medio del desierto Peruano sin mayor atractivo. Las casas bajas se confunden con el color de la tierra reseca que las rodea, ya que de ésta se componen los ladrillos y nadie revoca ni pinta las paredes. La única excepción es la avenida principal, íntegramente pensada para los turistas. Es que si no fuera por las misteriosas líneas en el desierto nadie visitaría el pueblo. Éste conjunto de muchas figuras geométricas o dibujos de animales se extienden por kilómetros y kilómetros. Muchos científicos especulan sobre su significado, pudiendo ser un calendario astronómico, un sistema de marcación territorial o incluso las relacionan con trazados de ríos subterráneos. Pero el hecho de que solo sean apreciables desde unos trecientos a quinientos metros de altura hace que la imaginación se dispare. ¿Poseían los nativos de Nazca algo parecido a un aladelta? En tal caso ¿Por qué no hay registro de tal tecnología? ¿Conocieron seres que volaban desde el espacio hacia ellos? O simplemente no tenían nada mejor que hacer. Sea cual sea la respuesta los investigadores hace décadas que no se ponen de acuerdo para dar una explicación racional y satisfactoria a estos curiosos símbolos.
Sobrevolar por todos ellos es bastante caro, pero por un monto no tan elevado uno puede hacer un vuelo de media hora y ver unos trece dibujos. Por suerte son los más más famosos, como la araña, el mono, el cóndor o el enigmático astronauta. Volando se comprueba que es verdad, las líneas existen. Pero están difusas entre huellas de autos o motos que cruzaron el desierto o incluso las líneas se pierden a veces entre los causes de los arroyos en los pocos meses que llueve en la montaña. Las fotos que uno ve, o son viejas o están retocadas para hacer las líneas más visibles. Pero las líneas están, existen y son algo muy raro.
Soy un amante de la ciencia ficción y mientras volaba mi cuerpo, mi imaginación despegó hacia seres que vienen desde el espacio para ser objeto de culto a los primitivos habitantes de la zona. Eso sí, los supuestos visitantes volaban bajito, porque si uno se eleva mucho las formas ya no se distinguen.

sábado, 31 de octubre de 2009

Las enseñanzas de Don Sabino

Primero atravesé medio Ecuador en Bus para llegar a un pueblo metido en la selva, después abordé una avioneta que sobrevoló durante media hora el amazonas para depositarme en Sarayacu, una pequeña comunidad quechua.
En este lugar tuve la oportunidad de participar en una minga. Un sábado cada dos meses el jefe del pueblo (que cambia cada año y es obligatorio que cada hombre con mujer e hijos ejerza el mando aunque sea una vez) decide un trabajo comunitario que todo el pueblo realiza en conjunto. Puede ser la limpieza del cementerio, arreglar algún camino, reparar algún puente sobre el río. A la mañana se realiza esta actividad, al mediodía cada familia vuelve a su casa a comer, lavarse y ponerse ropa de fiesta, que incluye pintura en la cara en algunos casos. Por la tarde se hace un recorrido por las diferentes casas de las familias. Los hombres tocan el tambor, las mujeres bailan y sirven chicha. Ésta es una bebida alcohólica que se fabrica a base de yuca. Primero se la hierve y luego las mujeres la mascan hasta que queda como puré, después la escupen en una gran vasija de barro donde fermenta de dos a cuatro días. Esto es mezclado con agua y servido en un cuenco que va pasando de persona en persona. Cada casa tiene grandes cantidades de chicha y cada vez que alguien va de visita se le sirve chicha y más chicha. No aceptar esta ofrenda es una ofensa para esa familia.
Además junto al chamán de la aldea, un hombre de noventa años, preparamos Ayahusca. Ésta es la bebida sagrada que el chamán usa para tener visiones, invocar a los espíritus y curar males de la gente de la tribu. Realizando una pequeña ceremonia yo he bebido este néctar, pero sus efectos en mí fueron más bien vómitos y algún malestar estomacal. Pero más allá de que la Ayahuasca no tuvo en mí el efecto que yo deseaba, pasar unos días con el chamán, en cuya casa me alojé, fue instructivo para comprender un poco sus creencias, así como ver las plantas medicinales de la selva.
Esta comunidad tiene la particularidad de ser muy unida y poseer un fuerte espíritu de lucha. Bajo sus tierras se encontró petróleo y el gobierno de Ecuador intentó con el ejército desplazarlos en el año 2003, pero ellos resistieron, según cuentan la lucha armada estuvo muy próxima a explotar. Hoy se encuentran en juicio contra el Estado en la corte Panamericana de los derechos humanos. Muchos jóvenes salen de la aldea a estudiar en la universidad, pero gran parte vuelven convertidos en doctores, abogados, ingenieros o bioquímicos. Vuelven porque saben que sin su presencia la comunidad muere y las petroleras entran en la región. Ellos no pretenden vivir igual que sus abuelos, al fin y al cabo yo tampoco lo hago. Aceptan la tecnología siempre y cuando sea sustentable, ya que el respeto por la tierra y la naturaleza es parte fundamental de sus creencias. Por ejemplo la gran mayoría de las casas tienen electricidad, generada por medio de unos paneles solares. El pueblo cuenta con un centro de internet satelital, en el aula de computación de los jóvenes, porque reconocen que la comunicación en esta era es algo fundamental.
Puede que sean esos jóvenes los que nos enseñen un poco cómo encontrar un equilibrio entre el progreso y la ecología. Ellos quizás puedan trasmitirnos esa convicción de que con el uso de tecnología sustentable se pueden obtener suficientes recursos naturales para todos los que habitamos este planeta sin destruirlo.

jueves, 29 de octubre de 2009

Desplumado en Cuenca

Arribé a Cuenca desanimado. Me robaron la PC y el MP3 player. Me robaron de la manera mas estúpida, sin que yo me de cuenta siquiera. Supongo que tantos años en Europa oxidaron mis instintos. En otra época de mi vida no hubiese descuidado por treinta segundos la mochila, el único descuido de todo el viaje y en ese tiempo de desplumaron.
Un tanto abatido por la pérdida en los días que estuve en Cuenca me dediqué a la burocracia legal, ir a cuatro dependencias policiales y que cada una me mandara a otro lugar porque a ellos no le correspondía tomarme la denuncia, a faxear documentos a mi compañía de seguro y a la vez recorrer esta colonial ciudad. Quizás el título de patrimonio de la humanidad le queda grande si uno la compara, por ejemplo, con Colonia Uruguay. Pero su arquitectura hispánica alzada al costado de un arroyo dotan a la ciudad de un encanto particular. Vale la pena pasar unos días aquí.
Me pareció llamativo que todo el mundo respira una cierta paranoia constante por temor al robo. Nunca camines solo de noche. De la disco tomate un taxi a la casa y que el taxi te espere hasta que entres y cierres la puerta. No salgas a la calle con cámara de fotos u objetos de valor. Tiempo atrás leí en algún lado que existe una gran diferencia entre la inseguridad real, de estadística, y la subjetiva que es la que la gente siente. Estoy seguro que Cali, Colombia es más inseguro que Cuenca, Ecuador. Pero allá la gente vive más despreocupada. Acá la paranoia y el miedo están exagerados. Si bien es cierto que me afanaron la laptop, también es cierto que me metí, en busca de un poco de carbón para hacer un pseudo asado, en un callejón sin salida ni luz. De esos que aparecen en las películas de terror antes de que un loco con motosierra mutile al turista desprevenido. Pero nada paso.
Habiendo realizado toda la burocracia necesaria y reponiéndome de mi descuido que generó que me robaran abandoné la ciudad de Cuenca. Lugar interesante que, a pesar de haber sido víctima de un delito, disfrute mucho gracia a la compañía de un grupo de yanquis que viven en ella.

viernes, 23 de octubre de 2009

Ocio

Como no quería pasar por la parte tropical del mundo sin ir a la playa, averigüé por algún poblado costero para pasar unos días. Me recomendaron uno que, paradojicamente, se llama montañita. Este paraje, que uno recorre de punta a punta en media hora, se destaca por ser la meca del surf. Todo el pueblo está montado para turistas surferos. Los hostales tiene decoración de surf, las tiendas venden ropa de surf, hay negocios donde se venden tablas de surf y muchos adolescentes se ganan la vida dando clases de surf. Yo no practico surf, y si bien nadar es una actividad que cada vez me gusta más, no tengo interés alguno en aprender a surfear. Por tal motivo en este pueblo me dediqué a hacer nada. Despertarme tarde, buscar un lugar para desayunar, cuando el sol se ponía bravo a la hora del medio día buscaba refugio en mi hostal y en mi libro. Por la tarde nadar en el mar hasta que la noche o el frío me ganase y entonces a calentar el cuerpo con una cena liviana y bailar música reggae en la playa junto a una fogata.
Esos días que estuve en Montañita tuve el placer de despertarme sin nada que hacer, sin catedrales que ver, sin museos que visitar, sin ciudades que conocer, solamente la hamaca, el mar, mi libro y la cerveza. Pero mi cabeza inquieta y mi alma hiperactiva al tercer día me dijeron basta ya de tanto relajo y volví a ponerme en marcha.

domingo, 11 de octubre de 2009

La mitad del mundo

Quito es una ciudad no muy grande, pero que se hace enorme por la ineficacia del transporte. Distancia que de noche en taxi uno hace en menos de diez minutos durante el día tarda como una hora. Encima hay que hacer trasbordo porque la red de buses no esta muy bien pensada, de hecho dudo que este pensada en absoluto. Pero más allá de este inconveniente tan latinoamericano hay que decir que la cuidad tiene un pequeño encanto al estar construida sobre diferentes lomas, con lo cual toda la ciudad esta en subida y en bajada. En una de estas lomas se encuentra una gran virgen que vigila la ciudad y está situada de forma tal que si uno se para cerca del altar de la basílica, a kilómetros de la virgen, puede divisarla perfectamente enmarcada en una ventana con forma de corazón que esta sobre la puerta mayor de la basílica. Ésta última, dicho sea de paso, en una réplica de la parisina Notre Dame, pero diez veces más chica. Una maravilla en Quito es una iglesia que dice ser la más representativa del barroco americano del continente. El barroco nunca me gustó, pero he de reconocer que esta iglesia, toda decorada en pan de oro, es un verdadero regocijo visual.
Uno no puede estar en Quito y no ir a la mitad del mundo. Esto es como una especie de museo/parque temático, a una hora de la ciudad, situado donde un grupo de franceses a principios del siglo pasado midieron la línea del ecuador. La verdad es que el parque es muy aburrido. Feria de artesanías con precios que triplican a los del mercado de la ciudad, restaurantes y un gran monumento en donde los franceses dijeron que ese era el ecuador. Pero resulta que con la moderna tecnología satelital del GPS se descubrió que los franceses le erraron. El monumento esta a unos doscientos cuarenta metros al sur de la verdadera línea del ecuador, que pasa justo fuera del predio del parque. Un vecino, viendo que la línea real pasaba por su propiedad, montó un segundo museo. Mucho más modesto que el primero pero mucho más entretenido. En el se describen un poco las diferentes tribus aborígenes del Ecuador y su relación con el sol. Este museo, aparte de poseer una piel de anaconda de siete metros, dos boas constrictoras, muchos bichos del amazonas y una cabeza humana reducida, tiene la demostración práctica del efecto Coriolis. A una pequeña tina desvencijada se la llena de agua, la ponen sobre la línea del ecuador y al soltar el tapón el agua cae rectamente. La misma tina con el mismo agua se la mueve tres metros al norte y cae formando un remolino en contra del sentido horario, mientras que cuando se la lleva tres metros al sur el agua vuelve a caer en forma de remolino, pero girando en sentido horario.
Quito tiene un firmamento privilegiado. Si uno es capaz de soportar el frió nocturno, se encuentra con que en el cielo se puede ver tanto la osa mayor como la cruz del sur, cuando no está nublado o lloviendo. Habiendo recorrido varias veces el centro histórico, asombrándome con los extraños efectos que se dan lugar en la latitud 0°0´0” y bebido unas merecidas cervezas con gente quitense abandoné la ciudad en busca de climas más veraniegos.

martes, 6 de octubre de 2009

Calor Tropical

Llegué a Cali con la idea de quedarme tres o cuatro días y terminé quedándome más de diez. Cali es una ciudad/pueblo al sur de Colombia. Se puede decir que el centro, la parte histórica y las iglesias dignas de ser vistas se visitan en un día. El zoológico, el mejor del país y probablemente de esta parte del continente toma otra tarde. Cali tiene fama de ser un lugar de mucha rumba, palabra local para describir fiesta o pachanga. Pero yo no soy demasiado aficionado a ella. De hecho en las afueras de Cali hay un barrio que por no ser jurisdicción de la ciudad los bares y discotecas tienen permiso para estar abiertos toda la noche hasta las ocho de la mañana, barrio al que nunca he ido. Algo tiene que ver con la prolongación de mi estadía el Festival internacional de Salsa, disciplina en la cual la ciudad se quiere lanzar como capital mundial. El festival dio la oportunidad de ver a las mejores parejas y grupos del mundo en este arte, así como asistir a conciertos.
Supongo que pasar tantos días en esta cuidad se puede asociar al clima; hace entre 20° C y 30° C día y noche, invierno y verano. Algún despistado podrá decir que mi estancia en la ciudad está relacionada con el gran espectáculo visual que ofrecen las caleñas, algunas, gracias a lo que la naturaleza les dio y otras gracias a la industria de la cirugía plástica. En Cali, según dicen, se concentra el mayor número de centros de cirugía estética del país, e incluso atrae por su precio y calidad a mujeres de toda Centroamérica. Es gracioso ver en las tiendas de ropa a los maniquíes, que ya de fábrica son voluptuosos, como le agregan tamaño persiguiendo un modelo de belleza a veces desproporcionadamente grande.
Pero la verdad es que el mayor aliciente para quedarme en la ciudad fue su gente. Ya me había pasado en Bogotá, donde el grupo de personas con el que me cruce fue entrañablemente cálido. Pero en aquella ciudad mi viaje recién empezaba y todavía estaba atado a esas estructuras de la vida rutinaria que hicieron apegarme demasiado al plan de fechas trazado. En Cali mi mente se empezó a liberar. El día que tenía planeado irme, con la mochila ya armada y todo listo, faltando tres horas para tomar el bus mi corazón dijo “quedate un poco más” y así lo hice.
Cali se encuentra ubicada en un valle entre dos ramas de la cordillera de los Andes. Por la zona hay muchos ríos, y una actividad muy popular es ir a pasar el día a sus orillas. Al otro lado de los Andes se encuentra San Cipriano, un pueblo que no tiene carretera y la única forma de llegar es por las vías del tren. Digo por las vías y no con el tren porque hace años que ya no circula. Por eso los vecinos del lugar idearon “las brujitas” como medio de transporte. Esto consiste en par de tablas a las cuales les ponen rulemanes y se les adosa una moto cuya rueda trasera va sobre la vía, entonces hace tracción para empujar a las tablas. Es una experiencia muy interesante alcanzar los cuarenta kilómetros por hora sobre unas maderas mal clavadas y rulemanes desvencijados mientras te vas internando más y más un la selva tropical.
Después de dos semanas en Cali partí rumbo sur. No se si la cuidad de Cali deba el nombre a la calidez de su gente. Probablemente no. Pero fue gracias a ellos que la frase el calor tropical paso en mi corazón a significar mucho más que un elemento climático.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

En el mismo continente

Llegué a América. A Latino América. Aterrice en Bogotá cuando el sol ya había caído, después de un retraso en el aeropuerto de Madrid. Me tomé un taxi y me fui a la casa de mi Couch. Gracias a la maravilla de internet y a un grupo de gente que tiene como objetivo favorecer el intercambio cultural y hacer de este mundo un lugar mejor se creo el CouchSurfing. Es una comunidad virtual de gente que hospeda en su casa a viajantes de todo el mundo.
Bogotá es una ciudad bella construida a la sombra de unos montes. El barrio de La Candelaria es el más antiguo, el centro histórico, el más pintoresco y por ende el más turístico. Sus calles empinadas anunciando los inminentes montes son las únicas en la ciudad que tienen nombre. El resto de las calles se las identifica con número. Me llamaron mucho la atención las casas pintadas de colores fuertes y chillones. De hecho la ciudad es muy colorida con los grandes graffitis que se encuentran por todos lados. Me dejé perder en este barrio, recorriendo sus calles, entrando en los bares, leyendo mi libro en alguna plaza. También aproveche un city tour gratuito que hace la policía de turismo, recorriendo el centro histórico, enseñando los edificios más importantes así como los hechos históricos más relevantes, entre ellos la vida y obra de su libertador, Simón Bolívar. Otra cosa que me llamó la atención es la cantidad imponente de clubes de billares. Salones con diez o veinte mesas de billar cada dos cuadras. Se ve que en esta ciudad es muy popular. Pero lo más llamativo de la ciudad es su predisposición al arte. El museo Botero forma parte de un gran parque cultural a escasas calles de la plaza mayor. El parque incluye la principal biblioteca de la ciudad, el museo histórico de la moneda, el centro cultural Gabriel García Marques y una galería de exposiciones transitorias, donde pude ver una muestra de Andy Warhol. Todo gratuito. Además he visto varios bares donde una noche a la semana se proyectan cortometrajes. Ciclos de música al aire libre en parque o festival de cine francés son algunas de las muchas ofertas culturales de la ciudad.
En las afueras de Bogotá, en el pueblo de Zipaquirá, existe una gran mina de sal. Lo curioso es que dentro, en las entrañas de la montaña, los mineros fueron tallando en la piedra salina las doce estaciones del viacrucis hasta llagar a una gran cámara subterránea donde se encuentra una catedral. Cada domingo, como Dios manda, celebran misa. Es una paseo muy interesante y que me hizo sentir como un Morlocks.
Por esta cuidad fue que empezó mi viaje por Latino América. Promete ser diferente a mis otros viajes, gracias al CouchSurfing, que no es como muchos piensan una forma de ahorrarse el hostal. En una manera de conocer la gente de un lugar y vivir la ciudad como ellos la viven. Una forma de adentrarse en la cultura de un lugar y entender mejor la idiosincrasia de un pueblo. Una forma de integrar pueblos, pero a la vez preservar su cultura local.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Aventuras...

Suiza es como una postal. Estuve hace un año en Berna y Zurich haciendo un poco la “visita turística”. Ahora visito a mi hermano y, por primera vez desde que estoy en Europa a visita fui yo. En todo el tiempo que llevo en Europa recibí varias veces a mi hermano, a mis amigos, a mi madre; siempre el anfitrión fui yo. Ésta vez fue el turno de él, y yo simplemente me dejé guiar por la cuidad donde él está viviendo, así como los vericuetos de su vida a la Suiza. De la mano de mi hermano y su novia, me sumergí en la zona más rural de este país. Conocí ese elemento que siempre viene adosado a las novias: la familia de las novias. Con ellos participé de una fiesta familiar y de un almuerzo en una cabaña al mejor estilo abuelito de Heidi, en medio de los Alpes donde no hay otro ser humano en kilómetros a la redonda. Fui testigo de un pedacito de lo que es hoy la vida de mi hermano, de lo que hace, los lugares a los que va, sus amistades, su rutina (o la falta de ella). Así me di cuenta de que cada vez que alguien venía a verme a Europa lo que menos me importaba era mostrarles la ciudad. Lo realmente importante para mi era abrirles el universo donde yo vivía para que ellos entren. Eso hizo mi hermano. Lo que me permitió acercarme más a él y compartir un poquito esta etapa de su vida.
Entre mate y mate, nadando en el río o en el lago, paseando un poco y hablando mucho se pasaron los días en Suiza. Allí deje a mi hermano, iniciando la que debe ser la más vertiginosa de las aventuras, la del amor.
Barcelona es como mi hogar. Fue llegar y sentirme en casa. A pesar de que la ciudad sea cada vez menos cuidad y más parque de atracción turístico. A pesar de que los derechos del ciudadano sean cada vez más menguados en pos de una cuidad linda, limpia, fashion y ordenada para los visitantes. A pesar de que la crisis tenga medio depre a todo el mundo, aunque los precios de los bares y restaurantes sigan subiendo y de que los políticos traten a los habitantes como expendedoras de dinero y no como ciudadanos. Barcelona sigue teniendo un lugar muy especial en mi corazón. Supongo que es por esa sensación de llegar y saber como es la cuidad, de sentirse local. El hecho de que me siguen pasando cosas maravillosas allá. El clima que reconforta, aunque no pisé la playa ni me sumergí en el mediterráneo. Pero sobre todo porque en ella vive gente que quiero mucho. La próxima vez que vuelva a Barcelona no tendrá que ser una visita tan exprés como la última. De ésta manera poder dedicar más tiempo a compartir buenos momentos con todas esas personas que han quedado grabadas en mi corazón.
Entre afectos y cervezas, comiendo pantumaca y jamón, haciendo gestiones burocráticas y estando con amigos se pasaron los días en Barcelona. Allí deje la ciudad e inicie la más temerarias de mis aventuras, la de volver a Buenos Aires.

martes, 8 de septiembre de 2009

Bye bye

Ha llegado la hora de partir. Dejo Londres y sin quererlo dejo un pedacito de mi corazón en esta ciudad. No lo creía posible en los primeros meses que estuve aquí. El crudo invierno, la sobre exigida rutina laboral y la caótica situación de vivienda me crearon un escudo que me protegía de apegarme a la ciudad. Pero después llego el verano, que en realidad es como un otoño generoso, y con él llegó la estabilidad hogareña. Pero sobre todo volvió ese hermoso sentimiento de estar en paz con uno mismo. Junto a ese estado de ánimo fue que ésta maravillosa ciudad se hizo un huequito en mi corazón.
Y ahora parto. La sensación es extraña. Londres es una ciudad que me gusta mucho, pero en la cual no creo que vuelva a vivir. A diferencia de Barcelona, que la considero un segundo hogar y donde tengo un grupo de gente que quiero mucho, Londres siempre fue como una ciudad de paso para mi, donde no he cosechado grandes afectos. Sin embargo a la hora de partir me entra la nostalgia. Quizá sea el hecho de que, al final, deje de verme a mi mismo como un turista en la ciudad y empecé a considerarme un habitante de ella. O quizá sea saber que ha habido personas con las que he compartido estos nueve meses que probablemente no vuelva a ver. Aunque siempre hay esperanza y uno nunca sabe cuales son las vueltas que da la vida.
Hablando de vueltas, es la hora de emprender la mía hacia Argentina. Pero antes me pasare unos días por Suiza, ya que el final (por ahora) de mi aventura europea coincide con el inicio de la de mi hermano, quien va siguiendo los deseos de su corazón. Aprovechare a pasarme por Barcelona, a ver a esa gente que quiero tanto y disfrutar de algo que realmente se pueda llamar verano. Además aproveché una muy buena oferta aérea que me saca de Barcelona y me deposita en Colombia. De allí en adelante me tomaré entre seis u ocho semanas para ir, sin pausa pero sin prisa, enfilando hacia mi Buenos Aires querido.

viernes, 12 de junio de 2009

Ventinueve

Los últimos años he desarrollado el vicio de hacer un viajecito para mi cumpleaños. Además, este cumpleaños tenía la particularidad de ser el último de los que empiezan con dos. Por eso, con motivo de mi vigésimo noveno aniversario me he ido a pasar unos días a Edimburgo.
Sobre la cima de lo que hace millones de años fue un volcán, hoy extinto y convertido en un cerro, está el castillo de Edimburgo. Esto le da a la ciudad un aire medieval, recrea los ojos y destroza las piernas. Toda la ciudad son cuestas o interminables escaleras. Esto último, para un hombre proveniente de la llanura pampeana, significó un gran esfuerzo.
Me allegue a la ciudad con mi amiga Carla temprano por la mañana. Después de dejar las cosas en el hostal y tener un buen desayuno, hicimos el tour por la ciudad vieja. Nos llevo a recorrer los lugares de interés, los sitios curiosos y aprender un poco más la historia de esa ciudad, de sus personajes y de Wiliam Walas.
Como nuestro presupuesto era escaso tuvimos que establecer prioridades. El tour histórico educativo fue el gratuito. El tour que pagamos fue el que nos llevo a recorrer los bares, con alguna que otra bebida incluida y terminaba en una discoteca. Me alegra saber que con los años he adquirido la sabiduría para saber en qué he de invertir mi dinero.
Pero lo más curioso de la ciudad son, justamente, sus curiosidades. El personaje más famoso es un perrito que, una vez muerto su dueño, se quedo en el cementerio velando la tumba dieciseis años. Tan famoso se hizo que, para evitar el sacrificio que sufrían los perros sin dueño en aquella época, el alcalde de la ciudad lo nombro hijo ilustre de la misma, con lo cual pasó a ser posesión legal de todos los habitantes de Edimburgo. El Museo Nacional de Escosia tiene, entre otras curiosidades, la segunda locomotora más antigua del mundo y la afamada oveja Doly disecada en una vitrina que gira constantemente. La vitrina no solo contiene a la oveja, sino que conserva varios de sus excrementos. También en la ciudad se encuentra el bar donde se escribió el primer libro de la saga Harry Potter. Cuenta la leyenda que la autora, madre primeriza, recientemente divorciada, viviendo de la ayuda del estado no tenía plata ni para pagar la calefacción y por eso se iba al bar. Consumía un único café en sus largas horas de escritura, mientras por la ventana se divisaba el colegio que le sirvió de inspiración para escribir la novela. Hoy, doce años después de la primera publicación, es la mujer más rica de Reino Unido, más incluso que la reina. A mi, que sueño con algún día vivir de la escritura, me preguntaron si esta historia me daba esperanza o me servía de ejemplo. La verdad es que no. Nunca se sabe que nos depara la vida, pero es seguro que nunca me voy a convertir en la mujer más rica de Reino Unido. Seguro.
Edimburgo es una ciudad de historias extrañas. Fantasmas, espectros, apariciones están bien documentadas. Caza de brujas, tortura de enemigos públicos. Muertos que vuelven a la vida en circunstancias extrañas. Vivos que van a la muerte en circunstancias más extrañas aún. Cada esquina guarda una historia tenebrosa. Cada rincón de la ciudad tiene un pasado siniestro, como el barrio que fue completamente tapiado dejando a todos sus habitantes morir dentro para que no se extienda “la plaga”.
Sin proponernoslo en Edimburgo casi se estableció una rutina. Por la mañana recorrido culturoso. Al medio día comida típica escocesa. Siesta en el parque o en una terraza al sol. Por la tarde empezar el recorrido de bares o pubs. A veces estas actividades se superponían, como la culturosa visita a The Scotish Whisky Expirens.
La última noche, la de mi cumpleaños, en un bar nos encontramos con un grupo de gente que estaba realizando una competencia de lo más extraña. Una especie de búsqueda del tesoro, que tenía dos fases. Una era ir a ocho bares diferentes de la ciudad y contestar preguntas concretas sobre su decoración, a la vez que conseguir una etiqueta de cada una de las cervezas que allí se venden. La otra fase era conseguir objetos raros, como el menú de un restaurante hindú, una señal de la vía pública, varias tarjetas de compañías de taxis, alguna prenda de vestir de un extraño o conocer a un polaco. Nos sumamos a esta grupo y fue así como nos pasamos las últimas horas en la ciudad yendo de un bar a otro. En el último nos aguardaba el jurado, donde lo convencimos de que yo era polaco, y además le ofrecí mi calcetín sudoroso, aunque el jurado prefirió que me lo deje puesto.
Como era de esperar se nos hizo tarde y atravesamos en quince minutos corriendo la ciudad, lo que implica subir y luego bajar el jodido monte, para abordar justo a tiempo el autobus que nos devolvería a Londres.
Con el inicio de los veintinueve se acaban los veintiocho. Año para el cual tenía muchas expectativas, que se han cumplido satisfactoriamente. Año movido, viajado, extraño, por momentos difícil y angustiante, pero mayormente divertido y enriquecedor. Esperemos que siga esta tendencia en alza que viene caracterizando a los últimos años de mi vida.
En cuanto al veintinueve, bueno, he de confesar que pensé que me iba a joder mucho esto de que los treinta estén a la vuelta de la esquina, pero no. Me he dado cuenta que si bien envejecer es molesto, lo bueno es que es una actividad que irremediablemente uno comparte con amigos.

jueves, 12 de marzo de 2009

Okupa

Capítulo Final
Suma de planes, suma de fracasos

Plan A: Llegar a Londres y encontrar una linda casa Okupa donde quedarme los tres meses que estaría en esta ciudad. La primer parte funciono, pero gracias a la tendencia dictatorial de mi compañero de vivienda me vi sin lugar donde quedarme prematuramente. Después de un acalorado intercambio de opiniones en el cual me dio un plazo de tres días para irme, tuvimos una nueva conversación, sentados y más calmados. En esta charla más civilizada acordamos que yo dejaría la vivienda en un plazo de dos semanas. Plan A: Fracaso.
Plan B: Yo ya lo había activado desde antes de que se pudra todo en mi morada. El mismo consistía en abrir mi propia casa okupa. Solo es muy difícil y por eso lo iba a hacer con unos estudiantes de sociología que conocí por medio de un centro social. Ellos ya vivían en una casa Okupa, donde hay tres habitaciones y siete personas. No tenían mucho espacio para ellos, menos para mi. El tema es que en esta casa ya tenían aviso de desalojo y la idea era abrir otras dos donde todos nos pudiéramos instalar más cómodamente. Pero el Juez entendió que la casa que okupan esta mejor con ellos dentro que vacía. Extendió el plazo de desalojo seis meses, con lo cual la idea de okupar otro lugar se diluyo. Plan B: Fracaso.
Plan C: Dado que no solo yo fui echado de la casa, sino también Aaron, mi otro compañero de piso, surgió la idea de okupar algo juntos. Tratando de superar la falta de experiencia que ambos teníamos en la materia, así como la carencia de herramientas o la falta de tiempo para resistir en el lugar la primer semana decidimos buscar un lugar que okupar. Un sábado por la tarde me junté con Aaron porque me quería mostrar un lugar que había visto. Fue así que me apersone frente a un palacio aristocrático de más de tres siglos, luego devenido en hospital psiquiátrico y posteriormente abandonado. "Si vamos a okupar lo hacemos a lo grande" dijo Aaron. No es un mal pensamiento, pero el edificio estaba custodiado por una decena de cámaras y las puertas como las ventanas estaban tapiadas. Osea que el edifico es como un bunker anti asalto. Entrar al Pentágono debe ser más fácil que en él. Fue así como me di cuenta que nuestras posibilidades reales de okupar no eran compatibles con los sueños de grandeza de Aaron. Plan C: Fracaso
Plan D: Dejarme de joder con el asunto de los okupas y pagar una habitación. Esto que tendría que ser sumamente fácil no lo es. Yo me voy a ausentar de Londres durante un mes y no estoy en la posición económica de pagar una habitación si no estoy en ella. Me puse a buscar un lugar sólo por unas semanas. Al parecer nadie quiere alquilar una habitación por tan corto tiempo. Todos quieren a alguien cuya estadía sea más larga. Finalmente encontré una habitación por poco tiempo y a un precio razonable. Un miércoles dejaba la casa okupa y el lunes siguiente me podía mudar a la nueva casa. Los días intermedios me instale en lo de mi amiga Natalia. El problema fue que el lunes de mi mudanza nevó como hacia veinte años no nevaba en Londres, todos los transportes se pararon y me fue imposible mudarme. El martes, miércoles, jueves y viernes yo tenía un horario de trabajo que promediaba en entrar a las once de la mañana y salir a las once de la noche. Por lo cual decidí dejar la mudanza para el próximo fin de semana. El siguiente fin de semana cuando llamé para coordinar mi mudanza resultó que la habitación se la habían alquilado a otra persona. Plan D: Fracaso.
Habiendo fracasado tan reiteradamente y en tantos frentes, finalmente decidí quedarme en la casa de Natalia hasta mi vuelo a Barcelona, exceptuando los últimos cinco días que al departamento de Natalia llegaron visitas desde España y Francia. Cinco días que me pase en la casa okupa de los estudiantes de sociología españoles. Pero a pesar de lo que digan los hechos yo no siento como que he fracasado. Viví en Londres. Sobreviví a Londres. Estuve tres meses en esta ciudad. Viví con amigos, conocidos, extraños, esquizofrénicos y con un loco dictador seudo ecologista. He acumulado anécdotas e historias a lo grande, me he divertido mucho y he sumado más experiencias que, vistas en retrospectiva, me han enriquecido. Veremos qué me depara el destino en cuanto a vivienda se trata el mes que viene, cuando vuelva a instalarme en Londres.

jueves, 26 de febrero de 2009

Okupa

Capítulo Cuarto
Destierro

Después de la discusión entre Aaron y Piort sabía que no faltaba mucho para mi propia discusión con Piort. Sabia que tendría igual resultado que la que tuvo con Aaron, aunque me intrigaba saber cuál iba a ser el motivo por el cual pretendía echarme de la casa. A los dos días empezó a joder con el de vivir en comunidad. Usualmente salgo por la mañana y no vuelvo hasta después de media noche. Un poco porque trabajo mucho, un poco porque el escaso tiempo libre que me queda salgo a recorrer esta magnífica y asombrosa ciudad en la que me encuentro. Un mucho porque no soporto a Piort y prefiero verlo poco o nada.
Un día cometí la imprudencia estratégica de entrar a la cocina a lavar mi tasa de te mientras Piort y un amigo suyo también polaco estaban cocinando. Piort dejo de cortar la zanahoria, camino tres pasos, se apoyo en la puerta bloqueándome la única salida y con el gran cuchillo en la mano me apunto y dijo "Tenemos que hablar". A mi la encerrona más la táctica de guerra psicologíca al estilo Gestapo no me cayeron nada bien. Lejos de amedrentarme aumentaron mi ira y agresividad mientras cierto calor empezó a anidar en mi pecho. El diálogo fue largo, aspero y duro, pero en castellano se lo puede resumir en algo así:

- Vos no vivís en comunidad, esto así no puede seguir, o participas más o te vas a otro lugar – Dijo Piort en tono solemne.
- ¿Participar de qué? ¿Qué es vivir en comunidad para vos? - Pregunto yo con mi mejor cara de boludo.
- Vivir en comunidad es comer juntos, salir de fiesta juntos, pasar tiempo conmigo.
- Eso no es vivir en comunidad, es ser tu amigo – sentencie yo.
- El tema es que esto no es un hotel, acá tenemos que vivir como una familia... ¿Acaso viviendo con tu familia vos salías a la mañana y no volvías hasta la noche?
- Si, eso hacía, y no toleraba que ellos me digan como debo vivir. Mucho menos voy a tolerar que vos me lo digas - El calor en mi pecho comenzó a crecer - Además decís que no es un hotel y es cierto, es una casa okupa, no tenes derecho a decirme que me vaya.
- Acá lo importante es vivir en comunidad.
- Es importante para vos.
- Es norma de la casa.
- No, no lo es. Es una norma que vos querés imponer y no tenes derecho a hacerlo. De los tres que vivimos acá vos sos el único que tiene problemas con que yo no pase tiempo en casa – El calor en mi pecho se empezó a extender a mi garganta.
- Vos no estas nunca acá, si querés malgastar tu vida trabajando es tu problema, pero no podes vivir en esta casa...
- Osea que para vivir en esta casa tengo que llevar el estilo de vida que vos dictaminas... - La fogata en mi garganta urgía por salir a la vez que es extendía a mi nuca.
- Tenemos que vivir en comunidad, pasar mas tiempo juntos, ser amigos.
- Mi amistad no esta a la venta. Yo comparto mi tiempo con los que quiero.
- Y no querés compartirlo con tus compañeros de vivienda.
- Yo comparto con Aaron – El fuego de la nuca empezó a apoderarse de mi cerebro – Con vos no lo comparto porque tenés un aura de energía negativa insoportable. Vos estas muerto por dentro y no me interesa tu compañía.
- Si no te interesa te podes ir, a mi no me interesa vivir con alguien que malgasta su vida trabajando.
- Si no te interesa, vos te podes ir. ¿Por qué me tengo que ir yo? ¿Por qué vos tenes derecho a decir cual es el estilo de vida que hay que llevar para vivir acá? Esta no es tu casa, no es tu propiedad.

Acá fue cuando llegamos al punto crucial de la discusión. Piort siente que él es el que debe decidir qué se debe comer, quien debe tener la llave, quien debe entrar y salir, cuanto tiempo de nuestras vida debemos estar en la casa, donde cagar, o que cosas podemos o no hacer cuando estamos en la casa. En definitiva él siente que tiene los derechos generalmente asociados al de propiedad sobre una casa okupa, cosa que para mi es un gran contrasentido. Filosóficamente hablando es muy interesante el planteo de una casa okupa, cuyo principio ideológico es ir en contra del derecho de propiedad, ver como la gente justifica que ellos tienen más derecho a imponer su opinión. La frase "Esta casa es mía por eso se hace lo que yo diga", más allá de ser muy poco democrática carece de sentido en una casa okupa.
Es cierto que fue Piort el que okupo la casa en primer lugar, pero a mi criterio eso no da derecho. O en todo caso lo perdió cuando abandono el lugar. Diferente sería si cuando yo me estaba por mudar me dicen “Acá no se come carne y tenes que pasar cuarenta horas a la semana, sin contar las de sueño, en la casa” Pero cuando yo me mude eran otras la reglas y Piort ni siquiera vivía en este país. El hecho es que Piort no me dio ninguna razón lógica de porque he de vivir según su estilo de vida para permanecer en la casa, en su lugar dijo:

- En la casas okupas se vive en comunidad.
- A mi criterio las personas que viven en la casa deciden democráticamente como vivir. Eso es comunidad.... ¿Querés que me vaya? Votemos. Si la mayoría decide que me tengo que ir me voy – Dije yo sabiendo que Aaron estaba de mi parte y con el cerebro prendido fuego.
- No hay nada que votar, esto no es una democracia.
- ¿Entonces que mierda es? - Mi cerebro en este punto estaba siendo pasionalmente devorado por las llamas - Es tu reino donde todos tenemos que decir “Si mi amo” para poder vivir... ¿Sabes lo que es? Es tu puta dictadura comunista.

Decirle eso a un polaco de treinta y cinco años debe doler.

- No tenes idea de lo que hablas – Dijo Piort con la cara dura como una piedra
- Yo creo que vos no tenes ni idea de la diferencia entre comunidad y comunismo.

Dicho esto encare para la puerta de la cocina, enfrentandome al cuchillo, con el paso firme y el culo fruncido. Sin ningún tipo de contacto físico pude retirarme. Ya fuera de la cocina y del encierro escucho:

- Tenes tres días para irte.
- No creo que eso pase – dije con tono mucho más valiente de lo que me sentía.

Ante mi se presentaban dos opciones. Irme del piso o iniciar una guerra para que Piort se vaya. Aaron me dijo "Hagamos veinte copias de la llave y demoselas a gente de la calle, pero gente heavy, con serios problemas de drogas" pero si convertimos la casa en un lugar invivible para Piort, también va a ser invivible para nosotros. Otra idea que me dijo "Cambiemos la cerradura y saquemos todas las cosas de Piort a la calle". Si Piort entro una vez a la casa estando cerrada lo puede hacer de nuevo. Mas allá de la logística, iniciar una guerra es un gasto de energía, tiempo y dinero que yo no tenia ganas de hacer. Mucho menos para ganar un lugar que voy a dejar en unas semanas (cuando me vaya a Barcelona un mes de vacaciones porque ya estoy cansado de trabajar). Además no por nada Dios puso esta gran nariz en medio de mi cara: yo ya me olía que algo así iba a pasar. Por eso estaba armando un Plan B de vivienda y ya tenía trazada una rápida ruta de escape. Aunque ni en broma pensaba irme en tres días. Sólo para joderlo.
Pero eso es otra historia.

domingo, 22 de febrero de 2009

Okupa

Capítulo Tercero
Gente Rara

Vivir en una casa okupa no tendría que ser muy diferente a vivir en una casa normal, común y corriente, pero sin embargo lo es. O al menos lo es para mí. Quizás sea por el hecho de que las personas con las que convivo son un poco extrañas y se dan cierto tipo de situaciones un tanto bizarras.
Un día me estoy haciendo un té en la cocina y entra Aaron con varias bolsas de supermercado. "Fuiste al súper" le dije ingenuamente "Bueno - respondió - Fui al basurero del súper, que tiran las cosas solo porque están vencidas" y empieza a enseñarme orgulloso latas de champignones vencidas hace dos días o pan del día anterior. Yo he reciclado comida de restaurantes cuando cierran por la noche, o en el mercado de frutas y verduras, pero nunca se me ocurrió de un supermercado. Gran idea la de Aaron.
Otro día, cuando apurado me estaba yendo al trabajo Aaron me encara y me dice "Van a quedarse a dormir unos días unos amigos". En todo los departamentos que he vivido mis compañeros de vivienda o yo mismo hemos alojado a alguien que venía de visita a la ciudad, por lo que le respondí "No hay problema... ¿Vienen unos amigos tuyos a la ciudad?" A lo que Aaron me mira desconcertado y me dice "No, ellos viven en la ciudad, en la calle. Cuando yo vivía en la calle me hice varios amigos y uno murió anoche de frío, por eso quiero traer unos días a otros amigos a un lugar donde funciona la calefacción". Así me entere que Aaron vivió veintitrés días en la calle, antes de venir a esta casa y después de no se que episodio que le hizo mandar al carajo a su familia, renunciar a su trabajo y dejar su pueblito natal para venirse a Londres.
En la calle se vive con la ley de la selva. Las personas que estuvieron allí se convierten en sobrevivientes. Yo pensaba que sería él la persona con la que más difícil sería la convivencia, pero resulta que las situaciones que más sorprendido me dejaron en la casa okupa vinieron de la mano de mi otro compañero de vivienda, Piort. Él se mudo luego de que lo fuésemos al hindú esquizofrénico. Éste es un polaco que fue el que okupó originalmente la casa. Luego se fue a vivir a Polonia, al mes se lo pensó mejor y volvió a Londres.
Cuando el regresó las cosas empezaron a ir mal. En primer lugar él es vegetariano. Yo he sido vegetariano por más de un año, por tanto soy mucho más que respetuoso. Entiendo que la gente no quiera que se cocine carne en la misma cazuela en la que cocina, en otro momento, su comida vegetariana. Al parecer comer carne es algo malo, por eso me mira como si fuera Charles Manson cuando me compro un kebab y lo como en casa. Yo no he cocinado ni una sola vez en la casa okupa, pero igual tengo problemas porque Piort pretende prohibir autoritaria y arbitrariamente el consumo de carne a todo el que viva con él.
Un día Aaron se encontró una TV en la basura y felizmente la trajo a casa. Más allá de los problemas legales que esto acarrea (en este país para ver la TV en tu casa hay que pagar un impuesto) a Piort no le gusto nada que tengamos una TV en la casa. Mirar la TV al parecer es algo malo malo. No solo porque las ondas de transmisión generan cáncer, sino que también es, y cito: un aparato que interrumpe el natural proceso de comunicación entre los habitantes de la casa. He de aclarar que he compartido más tiempo, charlas y risas con Aaron mirando alguna idiotez en la TV que con Piort, quien se niega a ver TV si hay otra gente en casa (Pero la mira si esta solo).
Piort no solo es vegetariano, es ambientalista. Nuevamente yo me manifiesto una persona que trata en su vida diaria hacer todo lo ecológicamente posible, pero no soporto mucho el fanatismo extremista. Un día me encuentro una silla de caños sin asiento, y en su lugar una tapa de inodoro. Eso es el principio de un inodoro orgánico... "¿Lo qué?" Dirán ustedes. Al parecer usar el inodoro común y corriente es algo malo malo malo, por lo que Piort pretendía que TODOS empecemos a usar un artefacto que él va a construir. Esto es un inodoro en el cual no se tira la cadena, sino que los desechos humanos se guardan en un contenedor donde a) se le escurre todo el líquido b) se lo mezcla con algún químico y c) guardan reposo TRES MESES para d) obtener fertilizante natural. No quise preguntar donde pretendía instalar este artefacto, si en el jardín, donde hace un frió tremendo y nos pueden ver todos los vecinos mientras evacuamos nuestras necesidades o en su propia habitación. Quizás lo quiera poner en el living room, en el espacio que quedara libre cuando la TV vuelva a la basura.
El tema del fanatismo extremo en los asuntos ambientalistas no solo se ve en el tema del inodoro. Al parecer usar la calefacción es algo malo malo malo malo. Es un gasto de enérgica innecesario, por lo que Piort piensa que es mejor apagarla. Él lo hace sin ningún problema pero a escondidas en mitad de la noche, mientras todos dormimos. Una de las muchas noches en la que apagó la calefacción era la que estaban los amigos sin casa de Aaron huyendo del frío. La discusión fue grande y ruidosa. Finalmente Piort termino echando a esta gente otra vez a la calle y dándole una semana de plazo a Aaron para que abandone la casa.
El problema con Piort es que no es una persona abierta al diálogo. En lugar de informar, concienciar y educar a los demás en un estilo de vida más verde, él pretende imponer por la fuerza su forma de ver el universo. Es totalmente intolerante con los que no lo ven de esa manera. Además el hecho de que le diga a Aaron que se tiene que ir refleja la obviedad de que Piort cree que tiene derecho a decidir quien vive y quien no en la casa. La suma de una persona intolerante más el derecho a decidir quien vive en la casa da por resultado mi propia expulsión de la casa, que no tardo en llegar.
Pero eso es otra historia

martes, 10 de febrero de 2009

Okupa

Capítulo Dos
Funcionamiento

El tema de las casas okupas ha generado ciertas inquietudes y varias preguntas. Primero hay que aclarar que en este país no es ilegal okupar. Es algo raro, a uno lo pueden echar de la casa solo si ha cometido algún delito. Ejemplos:
1) Romper el contrato de alquiler y no pagar.
2) Entrar a una casa donde hay gente viviendo.
3) Hacer daño a la propiedad.

Pero si uno no tiene contrato de alquiler y la casa esta vacía no hay delito, siempre y cuando entre sin dañar la propiedad. En la práctica eso nunca pasa, porque para entrar hay que romper una ventana o la puerta. Pero existe el principio de inocencia que establece que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Por lo tanto es el dueño el que tiene que demostrar fehacientemente ante la ley que uno hizo daño a la propiedad al entrar. Si uno es listo y arregla la ventana o puerta ni bien entra, no hay pruebas que demuestren que uno ha hecho daño a la propiedad. Pero lo mejor es el hecho de que sea delito entrar a una casa donde vive gente porque funciona en ambos sentidos. Si el dueño entra a la casa comete un delito porque somos nosotros los que estamos viviendo acá, lo podemos denunciar y hasta procesar.
En cuanto a la casa donde vivo hay que decir que no esta mal, pero tiene tres problemas:
1) No tiene máquina para lavar la ropa.
2) No tiene heladera.
3) Queda lejos de la estación de tren.

Lo de la ropa ni siquiera es un problema. Se soluciona fácilmente yendo una vez por la semana a la lavandería. En cuanto a la comida, dado que seis días a la semana trabajo en un restaurante donde como, no me hago problema. El día que no trabajo aprovecho para ir a algún museo, pasear por la ciudad o verme con amigos. Siempre estoy afuera. Ni una sola vez comí en casa (esto establece un nuevo récord personal: seis semanas en una casa sin cocinar). Suelo salir a media mañana y no volver hasta pasada la media noche. Lo único que compre en el súper es una caja de te, unos cereales y leche larga vida. Una vez abierta la leche la cuelgo en una bolsa del lado de afuera de la ventana, que con el frío que hace se mantiene varios días. En cuanto a la distancia a la estación de tren, se soluciona saliendo quince minutos antes de casa. Aunque ahora encontré un atajo que permite ahorrarme tres minutos de caminata: Hay que atravesar el parque donde se juntan los africanos fuma porros, entrar al jardín de la vieja iglesia derruida y cruzar el antiguo cementerio abandonado aledaño a la iglesia. Es un bonito paseo para hacer a la noche.
A decir verdad tiene otro problema mi vivienda, carece de Internet. Desconozco en que momento de mi vida tener una conexión banda ancha pasó a ser una necesidad seudo básica. Lo peor de todo es que no soy de esas personas que están todo el día chateando y mandando mails. Realmente no hago mucho en Internet, pero de algún modo es bastante vital en mi existencia. Como mi situación en esta casa y en este país es transitoria mucho no me preocupa, por ahora me arreglo con los locutorios, el wireless de mis amigos o la conexión que hay en el gimnasio.
Así es la situación sobre los okupas en este país y la mía propia en mi casa, de la cual hay mucho para contar pero será en otra ocasión.

sábado, 7 de febrero de 2009

Okupa

Capítulo Uno
Búsqueda

Al llegar al Londres me entretuve buscando trabajo. Lo conseguí en cinco días. El tema de la vivienda fue mucho más extraño. Antes de llegar a Londres una amiga me había dicho "Metete en la movida okupa, que allá funciona muy bien". Mi situación económica hace que deseé mucho no pagar alquiler. Pero descubrí que la movida okupa no tiene casi nada que ver con lo económico, es más un estilo de vida. Un estilo que yo quiero experimentar. Pero hay una razón de mucho más peso para estar de okupa en Londres: Es un lugar tremendamente polite. No lo busquen en el diccionario. Ser polite es ser una mezcla rara de cortes, un poquito hipócrita y bastante políticamente correcto. El juez polite, al finalizar el juicio, emite una orden de desalojo, no para ese mismo momento, sino para unos treinta días en el futuro. La policía polite te toca timbre uno o dos días antes del desalojo y muy amablemente te dice que: o te vas antes del desalojo o te rompen la cabeza a palazos durante el mismo. En la práctica esto no sucede, porque los okupas son muy polite y pacíficamente se auto desalojan antes de que lo haga la policía. Por todo esto, si alguna vez en mi vida quiero tener la experiencia de ser un okupa, mejor hacerlo en una ciudad donde la policía no te reprima. Mejor hacerlo aquí y ahora. Así que a los dos días de llegar, me fui a un centro social okupa a informarme del asunto. Puse en la cartelera un papelito con mis datos diciendo que tenía ganas de okupar un lugar. De esta forma me contacte con gente, y a través de ellos con otra gente para armar una mini red social con el objetivo común de ayudarnos en el tema de okupar un lugar.
Mientras tanto yo estaba parando en la casa de mi buena amiga Carla. Ella hace algunos meses se mudo de Barcelona a Londres. Si bien en su casa no había problema en quedarme un buen tiempo yo sentía que empezaba a abusar de su generosidad, así que inicié una búsqueda paralela de habitación en una casa que ya estuviese okupada. Un día, comiendo en un lugar vegetariano orgánico que también funciona como una especie de centro social, vi un papelito de gente que tenía una habitación libre y buscaban a alguien. Llame. Dos días después fui a ver la casa y a conocer a los que en ella vivían. Uno era Greg, un polaco de treinta años con el cual mucho no hable y me dio la llave de la casa al minuto de conocerme diciéndome "Mudate cuando quieras". El otro Aaron, un negro de veintiún años, ciento veinte kilos, un tanto paranoico y cuya habitación esta decorada con fotos de señoritas sin ropa. Él me dijo que en realidad quería que venga una chica a la casa, pero que no conocía a ninguna. En dos días me llamaba para confirmarme si era posible mudarme, cosa que fue posible.
Cuando me mude el polaco se había ido a otro lugar y en su reemplazo se mudo un hindú. Él era algo tímido, un poco callado y que a los tres días tuvo un ataque de esquizofrenia o algo así. Empezó a correr escalera arriba escalera abajo, gritando cosas ininteligibles como por unos quince minutos. Yo que la noche anterior había salido de fiesta mucho no escuche, pero Aaron, de naturaleza paranoica se aterrorizó mucho y no salio de su habitación. Al principio él pensó que era yo el del ataque. Me contó que hacia tres días había leído en el periódico sobre un psicokiller que parecía una persona normal y corriente. Aaron no quería vivir con un loco en la casa porque temía que entre en su habitación a mitad de la noche con un hacha y lo mate, como había leído en el periódico. Convengamos que alguien que se deja influenciar por la prensa sensacionalista no esta muy bien del marote. Pero alguien que tiene un ataque de esquizofrenia está peor. Luego de convencer a Aaron de mí buena salud mental él con su paranoia quiso poner un cerradura en la puerta de su habitación. Esto es algo muy raro en una casa okupa, algo para nada polite. Es emitir fuerte y claro un mensaje de desconfianza hacía los otros compañeros de vivienda. Pero ante un hindú esquizofrénico, por las dudas, yo también puse una cerradura un mi habitación. Aaron llamo a dos amigos grandes y negros que entraron a la habitación del hindú (quien se había ido) para meter todas sus cosas en bolsas y esperar que vuelva para echarlo al carajo. La verdad es que yo estaba más convencido de que todo era paranoia de Aaron que enfermedad mental del hindú. Entonces vi montones de cajas de medicamentos para la esquizofrenia, la mayoría vencidos y sin haber sido consumidos. Hubo una pequeña escena que hizo el hindú al llegar a casa, ver todas sus cosas en bolsa de basura y ser echado. Los amigos de Aaron se quedaron dos días más para custodiar nuestra morada.
Así fueron los primeros días en la casa Okupa, de la cual tengo muchas más cosas que contar, pero mejor lo dejamos para la próxima.

martes, 20 de enero de 2009

Volver a empezar

Llegué hace algo más de un mes a Londres sin dinero, sin casa y sin trabajo. La idea era quedarme tres o cuatro días e irme luego a buscarme la vida a algún pueblito no tan cosmopolita así podía mejorar mi inglés. "Si vas a vivir un tiempo en Reino Unido, viví en la capital" dijo una voz dentro de mi cabeza y finalmente decidí probar suerte.
El primer día ayude a Natalia a instalarse. Ella llegó a Londres sin dinero también, pero con casa y trabajo ya asegurados. Al final del día me propuse empezar al solucionar mis carencias. Lo de no tener dinero se soluciona trabajando. Lo de no tener trabajo se soluciona buscando. Al segundo día escuche en mi cabeza "Hoy traducís tu CV al inglés, imprimís cincuenta copias y salís a buscar trabajo". Al final de día lo único que había hecho fue traducir mi curriculim. Al día siguiente "Pablo, hoy vas a imprimir cincuenta copias y vas a salir a buscar trabajo". Pero las impresiones estaban más cara de lo que creía y solo imprimí diez. Además, no se muy bien como, cuando me allegue al centro me cruce con Natalia y en lugar de repartir los curriculum termine en un pub inglés tomando pintas de cerveza. Al final del día volví a mi casa más pobre y con las diez copias de mi CV en la mochila. "Pelotudo, no pasa de hoy que conseguís trabajo" dijo la voz en mi cabeza la mañana del cuarto día. Así que me levante temprano, imprimí otras diez copias y me marche pronto al centro. Finalmente repartí las veinte copias de mi CV en bares, restaurantes, pub y demás negocios asociados a la gastronomía. Decidí buscar trabajo en este rubro porque en el centro de Londres ocho de cada diez negocios pertenecen a este rubro. Además es, aparte del cine (en el cual ni se me ocurre trabajar con mi nivel de inglés) el único rubro donde tengo algo de experiencia. Al final del día no solo tenía un trabajo, sino dos. De hecho no era trabajo real lo que tenia sino dos training interview. Esto es la típica entrevista laboral de diez minutos sumada a tres o cuatro horas de trabajo en el lugar. Al final te dicen si tenes el trabajo o no. Yo ya sentía que tenia dos trabajos porque tengo, vaya Dios a saber porque, la cualidad de que siempre me va muy bien en las entrevistas laborales. Trabajando, si le pongo ganas, suelo aprender rápido y ser eficiente. Además, desconozco la causa, pero me di cuenta que parezco una persona responsable y aparento ser más o menos serio.
Supere con éxito mis dos training interview, uno en un restaurante italiano y otro en un lugar de comida rápida mexicana. Finalmente decidí quedarme con el trabajo en el restaurante italiano. Si bien el servicio es más elegante y correcto, lo que es más exigente para mi, la compensación económica hace que valga la pena el esfuerzo. Del trabajo no hay mucho que decir, es un lugar de comida italiana pero no hay ni un solo italiano en la cocina. Pertenece a una cadena de restaurantes cuyos dueños son ingleses e hindúes. Carezco de horarios fijos, con lo cual cada día y cada semana es diferente. Esto hace bastante difícil tener una rutina, pero en mi vida nunca tuve un trabajo de horario definido y salario establecido, eso no es problema para mi. Tengo un contrato basura de esos que están tan de moda en Europa donde me pagan por hora. Si hay poca clientela me mandan antes a casa y cobro menos. La empresa puede comunicarme que prescinde de mis servicios con veinticuatro horas de antelación. Como el nombre de todos los platos esta en italiano y son imposibles de pronunciar para un inglés parlante la gente suele señalar con el dedo el menú y decir “I Wanna this”. Eso facilita mucho mi trabajo, ya que mi inglés dista mucho de ser una maravilla, aunque tampoco es la basura que yo creía que era.
De esta manera fue como en mi quinto día en Londres empecé a trabajar después de pasarme casi cuatro meses sin trabajo y de vacaciones por Europa. He de confesar que aterrizar de nuevo a la vida laboral me costo un gran esfuerzo. Días antes mi única preocupación era donde ir a comer, que cosas hay que ver en cada ciudad, o si voy o no voy a tal museo. Volver a tener que cumplir un horario, a tener que soportar a un jefe o al antipático que siempre hay en todo trabajo, tener que afeitarme, cortarme el pelo, lucir como un ser humano pseudo respetable. Todo eso se me hizo cuesta arriba las primeras dos o tres semanas. Después de ese tiempo de re adaptación a la nueva realidad laboral de mi vida y a la nueva ciudad, las cosas empezaron a no ser tan pesadas. Diría que hasta se hicieron más llevaderas e incluso placenteras. Al fin y al cabo en esta vida no importa tanto donde estemos o que hagamos, sino tratar de sobrellevar una existencia placentera.
¿Que paso con mi carencia de vivienda? Preguntara alguno de ustedes. Bueno, eso es una bonita historia que queda pendiente para la próxima.

jueves, 15 de enero de 2009

Espíritu Navideño

Llegar a Viena fue como sumergirse en el espíritu navideño. Para empezar ya desde el tren se veía la nieve caer a montones, cubriendo de blanco las colinas y los techos de las casas. La ciudad estaba toda decorada con motivos navideños. En muchas plazas o parques estaban las típicas ferias de navidad vendiendo posibles regalos a los transeúntes.
Pero más allá de la Navidad hay que decir que Viena es una ciudad hermosa. Hace algunos siglos mucha gente con dinero vivía allí y construyeron majestuosos palacios que duran hasta hoy día. Muchos personajes importantes de la cultura se desplazaban a esta ciudad, como Mozart, Beethoven o Freud. Por eso fue, y hoy sigue siendo, un punto de referencia cultural. La filarmónica de Austria o el coro de niños cantores de Viena son atracciones culturales que casi todo turista quiere ir a ver.
Caminar por la calle produce cierto estrés visual porque hay tanto para ver que uno no sabe a donde mirar. Ve un edificio majestuoso, va hasta la esquina para que le entre en la foto y desde la esquina se ven otros tres edificios impresionantes. Es difícil saber para donde caminar, a menos que uno tenga un mapa turístico que te marca donde ver qué cosas. A mi parecer lo más imponente es el Palacio Imperial de Hofburg. Este fue el palacio de los emperadores y hoy día es la residencia del presidente. Es tan grande que también alberga a un museo de una emperatriz muy famosa, muchas salas exponiendo las reliquias de lo que fue la dinastía de los Habsburgo, que incluyen las joyas de la corona y otras obras de arte que esta familia atesoro en los seis siglos que duro su gobierno. El palacio está lleno de estatuas que realmente te dejan con la boca abierta. Además hay algo bastante curioso en esta ciudad, la mayoría de las estatuas, que las hay a millares, son muy violentas. Los ángeles con espadas, los hombres con garrotes, siempre matando o golpeando a algún ser infernal, o simplemente a algún pecador. Eso fue lo único que no me gusto de la ciudad, demasiadas escenas de violencia en el arte urbano.

El último día en esta ciudad era también el último día de este viaje. Si agarro un mapa de Europa y pinto el recorrido que hice veo un extraño círculo dibujado. Reflejo de este circulo y como si el destino hiciese un loop, el viaje termino como arranco. El final fue en Viena y el principio en Berna, de ambas puedo decir que son una de las ciudades más hermosas que he pisado. El primer día de paseo fue por Venecia y el último día el tren llego muy temprano a esta ciudad, donde desayunamos mirando el gran canal. A media mañana partimos hacia la casa del hermano de Natalia, punto de partida y ahora punto final del viaje.

jueves, 1 de enero de 2009

Había una vez un país que ya no existe

Poco sabía yo de lo que fue Yugoslavia, más allá de algo que estudie en geografía y algunas películas de Kusturika. En mi nebuloso imaginario de este lugar había edificios derrumbados, cerdos comiéndose coches y ciudades bordeando la pobreza. La realidad resultó ser muy diferente.
Llegamos a lo que fue su capital, Belgrado, hoy día capital de Serbia. Me sorprendió ver una ciudad moderna y en buen estado, de calles amplias, parques y muchas avenidas. Esta ciudad está ubicada en la confluencia de dos ríos, en lo alto de un cerro hay un antiguo fuerte militar que vigila la costa. Hoy día es un bonito parque donde los vecinos van a pasear, sacar al perro o hacer algo de gimnasia. Al lado del fuerte hay una gran exhibición de maquinaria bélica, que por suerte ya no funciona. En esta ciudad yo quería ir al Museo de Nicolás Tesla. Éste fue un científico que estudió, entre otras cosas, la forma de trasmitir energía sin cables y fue el primero en desarrollar el concepto de Wireless creando un barco en miniatura que él podía manejar desde más de cien metros de distancia, sin cables. Pero quizás su invento más conocido sea la bola de vidrio que tira rayitos de electricidad. Ir a su museo debería ser muy divertido, si no fuera porque está en reformas y son pocas las cosas que con las que se pueden jugar en él.
Sarajevo, actual capital de Bosnia, me produjo un flashback con Marruecos. Construida al costado de un río, en un valle pequeño entre dos lomas, la ciudad desborda de ambiente árabe. La parte antigua son todos negocios donde la gente te invita a entrar “sin compromiso”. Los comerciantes se sientan en la puerta de la tienda bebiendo en vasos pequeños café (En Marruecos era té, pero el ritual es el mismo). La alfarería manual y el trabajo artesanal sobre el metal se ve en cada negocio. Las Mezquitas que cinco veces al día llaman a orar por altoparlantes. Al subir una de las lomas uno se cruza con el cementerio. Como muchos en Europa del este el cementerio no tiene pared ni nada que lo separe de la calle o acera. Se destacaba por lo blanco de todas sus lápidas, ya sean musulmanas, católicas o judías. Todas están hechas del mismo mármol impoluto y brillante.
Zagreb, capital de Croacia es en cambio una ciudad católica, como lo demuestra su imponente catedral. Lo que más me gusto de esta ciudad son los muchos espacios verdes que tiene. Al salir de la estación de tren uno se encuentra con una gran plaza con árboles y al otro lado de la plaza un museo y otra plaza. De hecho todo el camino desde la estación hasta el centro está enmarcado por plazas y museos. En el centro, aparte de la catedral, hay un mercado al aire libre de fruta y verdura todas las mañanas.
Resulta difícil imaginar cómo todos los lugares, de culturas diferentes e idiomas diferentes antes fueran un solo país. Hoy la gente parece ser feliz, ya que considera que una forma de expresión de la diversidad cultural es tener su propio estado. Yo me manifiesto a favor de la diversidad cultural y de sus muchas forma de expresión. La moneda de un país es una de éstas formas, pero a nivel práctico hay que reconocer que una moneda única es muy útil. No sólo por no tener que cambiar dinero en cada nueva ciudad, sino por no tener que pensar cuanto cuestan las cosas. Por más que sea un pequeño instante de tiempo el que uno tarda en hacer la conversión de los precios desde la moneda local a la que uno esta acostumbrado a pensar, resulta tedioso tener que, en cada frontera, re adecuar la calculadora mental. Por eso llegar a Ljubljana, volver a entrar a la zona del euro, donde se puede ver la lista de precios y no se pierde esa fracción de segundo que uno tarda en hacer la conversión para saber si un producto es caro o barato es un descanso mental.
Ésta ciudad, que además de tener euro y poseer un nombre impronunciable para un hispanohablante, resulta ser la capital de Eslovenia. Tiene una extraña fijación con los dragones. Los hay en un puente sobre el río, los hay en las fachadas de los edificios, incluso hasta en los basureros hay caricaturas de un dragón enseñándole al ciudadano a reciclar. Alguna explicación ha de tener, quizás alguna vieja leyenda o mito popular, pero nadie me lo supo explicar. Lo que si nos dijeron es que el hostal donde nos alojábamos antiguamente era una prisión. En lo alto de un monte la ciudad tiene un pequeño castillo con muy buenas vistas.
Pero hay algo en común que tienen todos estos países independientes, más allá de un pasado común. Es ese deseo de paz entre ellos. Esas ganas de entrar y ser parte de otra unión, no la que creó un dictador al final de la segunda guerra, sino la más democrática actual Europa Unida.