Llegué a Cali con la idea de quedarme tres o cuatro días y terminé quedándome más de diez. Cali es una ciudad/pueblo al sur de Colombia. Se puede decir que el centro, la parte histórica y las iglesias dignas de ser vistas se visitan en un día. El zoológico, el mejor del país y probablemente de esta parte del continente toma otra tarde. Cali tiene fama de ser un lugar de mucha rumba, palabra local para describir fiesta o pachanga. Pero yo no soy demasiado aficionado a ella. De hecho en las afueras de Cali hay un barrio que por no ser jurisdicción de la ciudad los bares y discotecas tienen permiso para estar abiertos toda la noche hasta las ocho de la mañana, barrio al que nunca he ido. Algo tiene que ver con la prolongación de mi estadía el Festival internacional de Salsa, disciplina en la cual la ciudad se quiere lanzar como capital mundial. El festival dio la oportunidad de ver a las mejores parejas y grupos del mundo en este arte, así como asistir a conciertos.
Supongo que pasar tantos días en esta cuidad se puede asociar al clima; hace entre 20° C y 30° C día y noche, invierno y verano. Algún despistado podrá decir que mi estancia en la ciudad está relacionada con el gran espectáculo visual que ofrecen las caleñas, algunas, gracias a lo que la naturaleza les dio y otras gracias a la industria de la cirugía plástica. En Cali, según dicen, se concentra el mayor número de centros de cirugía estética del país, e incluso atrae por su precio y calidad a mujeres de toda Centroamérica. Es gracioso ver en las tiendas de ropa a los maniquíes, que ya de fábrica son voluptuosos, como le agregan tamaño persiguiendo un modelo de belleza a veces desproporcionadamente grande.
Pero la verdad es que el mayor aliciente para quedarme en la ciudad fue su gente. Ya me había pasado en Bogotá, donde el grupo de personas con el que me cruce fue entrañablemente cálido. Pero en aquella ciudad mi viaje recién empezaba y todavía estaba atado a esas estructuras de la vida rutinaria que hicieron apegarme demasiado al plan de fechas trazado. En Cali mi mente se empezó a liberar. El día que tenía planeado irme, con la mochila ya armada y todo listo, faltando tres horas para tomar el bus mi corazón dijo “quedate un poco más” y así lo hice.
Cali se encuentra ubicada en un valle entre dos ramas de la cordillera de los Andes. Por la zona hay muchos ríos, y una actividad muy popular es ir a pasar el día a sus orillas. Al otro lado de los Andes se encuentra San Cipriano, un pueblo que no tiene carretera y la única forma de llegar es por las vías del tren. Digo por las vías y no con el tren porque hace años que ya no circula. Por eso los vecinos del lugar idearon “las brujitas” como medio de transporte. Esto consiste en par de tablas a las cuales les ponen rulemanes y se les adosa una moto cuya rueda trasera va sobre la vía, entonces hace tracción para empujar a las tablas. Es una experiencia muy interesante alcanzar los cuarenta kilómetros por hora sobre unas maderas mal clavadas y rulemanes desvencijados mientras te vas internando más y más un la selva tropical.
Después de dos semanas en Cali partí rumbo sur. No se si la cuidad de Cali deba el nombre a la calidez de su gente. Probablemente no. Pero fue gracias a ellos que la frase el calor tropical paso en mi corazón a significar mucho más que un elemento climático.
Supongo que pasar tantos días en esta cuidad se puede asociar al clima; hace entre 20° C y 30° C día y noche, invierno y verano. Algún despistado podrá decir que mi estancia en la ciudad está relacionada con el gran espectáculo visual que ofrecen las caleñas, algunas, gracias a lo que la naturaleza les dio y otras gracias a la industria de la cirugía plástica. En Cali, según dicen, se concentra el mayor número de centros de cirugía estética del país, e incluso atrae por su precio y calidad a mujeres de toda Centroamérica. Es gracioso ver en las tiendas de ropa a los maniquíes, que ya de fábrica son voluptuosos, como le agregan tamaño persiguiendo un modelo de belleza a veces desproporcionadamente grande.
Pero la verdad es que el mayor aliciente para quedarme en la ciudad fue su gente. Ya me había pasado en Bogotá, donde el grupo de personas con el que me cruce fue entrañablemente cálido. Pero en aquella ciudad mi viaje recién empezaba y todavía estaba atado a esas estructuras de la vida rutinaria que hicieron apegarme demasiado al plan de fechas trazado. En Cali mi mente se empezó a liberar. El día que tenía planeado irme, con la mochila ya armada y todo listo, faltando tres horas para tomar el bus mi corazón dijo “quedate un poco más” y así lo hice.
Cali se encuentra ubicada en un valle entre dos ramas de la cordillera de los Andes. Por la zona hay muchos ríos, y una actividad muy popular es ir a pasar el día a sus orillas. Al otro lado de los Andes se encuentra San Cipriano, un pueblo que no tiene carretera y la única forma de llegar es por las vías del tren. Digo por las vías y no con el tren porque hace años que ya no circula. Por eso los vecinos del lugar idearon “las brujitas” como medio de transporte. Esto consiste en par de tablas a las cuales les ponen rulemanes y se les adosa una moto cuya rueda trasera va sobre la vía, entonces hace tracción para empujar a las tablas. Es una experiencia muy interesante alcanzar los cuarenta kilómetros por hora sobre unas maderas mal clavadas y rulemanes desvencijados mientras te vas internando más y más un la selva tropical.
Después de dos semanas en Cali partí rumbo sur. No se si la cuidad de Cali deba el nombre a la calidez de su gente. Probablemente no. Pero fue gracias a ellos que la frase el calor tropical paso en mi corazón a significar mucho más que un elemento climático.
Hola pablito! Que bueno tenerte ya de vuelta en suelos amerindios. :-)
ResponderEliminarCuando estés en Buenos Aires, nos juntamos y te devuelvo unos DVDs de Monty Python que me dejó el Javi.
un abrazo,
--
alecu
La cultura te habla de su gente, su gente te habla de la cultura, la cultura te habla de la historia...la historia te habla de la gente. La gente te habla de como ven el mundo...y esto de como ven y viven sus vidas.
ResponderEliminarQue copado...disfruta... Viajar y conocer otras formas de ver el mundo es lo más!
Besos! Caro
¡Que boniiitooo! Las imagenes han pasado por mi retina casi como si estuviese allí. Tubo que ser una estancia inolvidable porque irradias felicidad, casi lloro (ya me conoces soy una sensiblera)
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