miércoles, 24 de octubre de 2007

Entre Héroes y Violadores

Pilar no solo es una zona de casas de gente adinerada al norte de la ciudad de Buenos Aires, es también una virgen. Hace muchos años ya se apareció la figura de la virgen sobre el pilar de una construcción de la época ordenando a uno que por allí se encontraba construir una iglesia. Esto fue en la ciudad de Zaragoza y desde entonces la virgen “del Pilar” es la patrona de dicha ciudad.
El 12 de octubre es le día elegido para celebrar todos los festejos en su honor. La ciudad de Zaragoza se viste de fiesta y a esta fiesta yo me apersone. Lo primero que me llamo la atención fue ver por las calles a la gente, grandes y chicos, hombres y mujeres, vestidos con trajes de hace tres o cuatro siglos atrás. Esto es una tradición entre los habitantes de la ciudad y están los que todos los años usan el mismo, pero algunos, los mas adinerados, lo cambian para que cada año sea diferente.
Como es la fiesta mayor de la ciudad, el ayuntamiento organiza espectáculos en las plazas y calles. Al llegar vimos un entretenido espectáculo de malabares del cual nos fuimos apenas terminó a la velocidad de la luz para llegar a ver el plato fuerte del fin de semana: “Héroes del Silencio”. Ésta es una mítica banda de rock español que hace diez u once años se separó y ahora decidieron hacer una gira por las principales ciudades de España y Latinoamérica. Es además oriunda de Zaragoza, con lo cual el recital era una especie de hito histórico en la ciudad. La verdad es que los desconocía por completo, pero como soy conciente de ser un profundo ignorante en los hechos musicales que ocurrieron en cualquier momento de la historia de la humanidad, no me llamó la atención desconocer un grupo de tal magnitud. Traté de conseguir los temas más populares y aprendérmelos para poder cantar en el recital, pero con lo improvisado del viaje y los apuros de hacer todo a última hora no fue posible, así que desconocía gran parte del repertorio. No obstante, fue un gran recital y disfrute mucho del espectáculo. Al terminar nos fuimos para el centro de la ciudad, donde en un escenario montado en una ancha avenida (trasformada en peatonal por los festejos) tocaban “Los Violadores del Verso”. A mi el rap no me agrada, pero hay que reconocer que esta forma de poesía contemporánea encuentra en esta banda un digno exponente de lo que pueden ser unos versos muy bien hechos.
El sábado fue el día de hacer turismo. Zaragoza no es especialmente linda pero tampoco es fea. Esta atravesada por el río Ebro y en una de su orillas se levanta la imponente basílica del Pilar. Frente a la basílica hay una gran plaza donde sobre un pilar de unos quince metros hay una pequeña virgen y la gente le lleva flores. Depositan tantas toneladas, que la procesión suele durar mas de seis horas y se crea una gigantesca montaña alrededor de la virgen, de tal modo que ésta parece estar coronando una inmensa pirámide de flores. Debido al monumental volumen, desde varias calles antes de llegar uno ya siente sus aromas en el aire.
Lo que hay dentro de la basílica es el mítico pilar sobre el cual se apareció la virgen y se lo puede besar. La gente hace largas filas con tal propósito, y eso que el pilar esta protegido y solo se puede besar una superficie circular de diez cm de diámetro. Besarlo esta bien si uno es de los primeros, pero después de las primeras cien personas que lo besaron, esa diminuta superficie debe tener tanta baba que más que devoción lo que mi me causa es repulsión. Recuerdo que un cura conocido mío me comento que para él fue una bendición el hecho de poder entregar la eucaristía en la mano y no en la boca por que terminaba con toda la mano llena de baba y pintada con rouge.
El domingo fue la vuelta a Barcelona, no sin antes hacer un recorrido por una serie de puntos estratégicos para degustar las delicias culinarias que Zaragoza ofrece.

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viernes, 12 de octubre de 2007

¿Qué festejas?

Hoy es de doce de octubre, feriado. Es curioso lo de este feriado. Acá lo que se festeja es el día de la “españolidad”. Dicho nombre lo puso Franco, y es un día donde sacan a la calle todos los tanques y los soldados desfilan por las calles. Es como una fiesta de las fuerzas armadas. En Barcelona es bastante mal recibido este día por que a los catalanes les ofende eso de la “españolidad”. Lo que nadie parece recordar es que lo que se “celebra” es la llegada de Colon a América. Con ello empezó el mayor genocidio de la historia de la humanidad. En realidad tendría que ser un día de luto y no de fiesta.

martes, 9 de octubre de 2007

Pa´ chuparse los dedos

Si bien el territorio español es bastante pequeño, es curioso que la cultura culinaria cambie tanto de región en región. En realidad no solo la culinaria, sino la cultura en general. En mi viaje a Asturias, hace ya dos años, me di cuenta de lo diferente que era la comida de Barcelona y resulta ser que Catalunya no es el lugar donde mejor se come. De lo que no me di cuenta es la escala de este fenómeno. Uno puede irse a quinientos kilometros de Barcelona y encontrarse con un universo gastronómico completamente diferente.
Hace unas semanas, debido a un rodaje, me fui para la ciudad de Pamplona, en la comunidad de Navarra, cerca del País Vasco. No voy a ponerme a contar de la carretera, la ciudad o el trabajo, ya que eso quedó completamente eclipsado por la comida. Aproveche este viaje para hacer algo que es parte fundamental de la cultura española: salir de pinchos. Tradicionalmente un pincho es una tostada sobre la cual se pone algo y a ese algo se lo fija a la tostada pinchándolo con un palillo. La ciencia del pincho ha evolucionado mucho, con lo cual si ese algo es salmón ahumado la tostada es de un tipo de pan, mientras que si es jamón a la tostada se la unta con aceite o si es un pedazo de tortilla el pan no se tuesta sino que se fríe. Cada pincho tiene su receta y cada bar la modifica o adapta a piachere. Incluso ya no es obligatorio lo del pan y en los bares de pinchos se ven extraños canapés de mariscos o cosas aun más raras. En las antiguas tabernas sobre la barra estaban todos los pinchos y uno iba con el plato estilo self service, agarrando los pinchos que quería. El camarero, al finalizar la comida, contaba los palillos del plato y así sabía cuanto tenía que cobrar. Dice el mito urbano que en el País Vasco al pedir varias cervezas te traen los pinchos gratis como acompañamiento. Tendré que ir a comprobarlo, porque en Navarra me los cobraron, aunque valían la pena. De hecho en la ciudad de Pamplona, al lado de la plaza del Castillo, en la parte antigua existe un bar llamado “Gauchos”. Este bar es especialista en pinchos. Tiene uno de hígado simplemente maravilloso. Pan frito sobre un aceite con mucho ajo, el hígado hecho de no se que forma. Al entrar en el paladar, con una suave presión de la lengua, se deshace, o mejor dicho se trasformaba en un paté.
Degustando este manjar tuve, al igual que el crítico culinario en la película Ratatouille, un increíble flashback. Me fui a los veranos de mi infancia, a la casa de mis abuelos perdida en un pueblo en el medio de las sierras de Córdoba. Sobre mitad de la tarde, mi madre, mi abuela y mi bisabuela preparaban un tentempié que consistía en unas tostadas untadas con paté de foie. Eso era una versión un tanto arcaica de este pincho de hígado. Eso es lo que me hace amar la comida, esos momentos de un momento de mágica comunión.

lunes, 1 de octubre de 2007

El Pelo al Huevo

Siempre odie afeitarme. Tener o no tener barba, no es la cuestión. No es un problema estético. Lo que realmente odio es el proceso de afeitarme.
Algunas personas se afeitan después de ducharse, otras antes, dependiendo de cómo reaccione su piel con el agua. La mía lo hace de una forma muy peculiar: Descubrí que el momento óptimo para afeitarme es durante el baño. Esto es muy impráctico, ya que lejos de tener un espejo en la bañera, a mitad de la ducha cierro el agua y me voy hasta el espejo del botiquin (mojando todo el piso) para proceder allí con esta ardua tarea.
Otro problema es la crema de afeitar. En estos tiempos modernos la tendencia es usar un fino aerosol con gel, en reemplazo del aerosol con espuma. Yo no uso ni lo uno ni lo otro. Siguiendo con la tradición familiar uso la brocha. Ese pequeño instrumento mezcla de cepillo y pincel con el cual se bate la crema de afeitar hasta lograr una gran espuma. Pero en la post modernista Europa es complicado conseguir una brocha. La mía la olvidé en Buenos Aires. Cuando fui a una de esas farmacias estilo supermercado me quede mirando la góndola de artículos de higiene masculina con cara de idiota. No había brocha. Después de un rato desorientado caminando medio paso para un lado, medio paso para el otro, se me acerca un vendedor y por lo bajo me susurra:
- ¿Necesitas preservativos?
Al parecer el vendedor me confundió con un adolescente vergonzoso comprando profilácticos por primera vez. Le expliqué la situación y me dijo que hacía años que no se vendían brochas de afeitar. Al retirarme insistió nuevamente:
- ¿Seguro que no necesita nada mas? - Dijo mientras miraba insinuantemente los preservativos. Me di a la fuga del establecimiento lo más pronto posible.
Pero al dilema del vello facial se le suma ahora otra cuestión. Años hace ya que solucione toda problemática capilar con la máquina que me rapa. Ahora no me puedo cortar el pelo tan corto sin que se me noten los treinta y ocho puntos de la cicatriz que tengo en la cabeza. Tal hecho no me importa, pero no es compatible con la “imagen” que debo tener para trabajar en el hotel. Claro que tampoco puedo usarlo muy largo, con lo que estoy condenado a ir frecuentemente a algún peluquero a que me haga un corte ni muy muy ni tan tan.
Mi indomable cabellera y su frecuente necesidad de ser cortada, junto con la tortura semi diaria de afeitarme me tiene las pelotas por el piso. Si el universo funcionase correctamente uno no tendría que perder tiempo ni energía en tales menesteres. Se que alguna mujer estará protestando y diciendo “y eso que vos no te tenés que depilar”. Gracias a Dios que no. Pero si ese fuese el caso, creo que la solución es muy sencilla: recurrir al suicidio.