sábado, 19 de abril de 2008

Las mil y una noches

De niño mi pasión por el cine me llevaba a pasar largas horas frente a la TV dejándome poseer por las historias que me contaban. Mientras más lejanos y fantásticos eran los mundos que me mostraban más me atrapaban. Recuerdo que una de mis películas favoritas era el “Ladrón de Bagdad”. Con ella se me abrieron las puertas a un mundo de alfombras voladoras, de genios encerrados en botellas, de lámparas mágicas, de camellos y de desierto.
Nuestro plan en Marrakech era ir para la costa pero yo, la última noche en esa ciudad, expuse mis ganas de ir al desierto de Sahara. Un francés que conocimos en un bar dijo que lo mejor era partir para una ciudad llamada Ouarzazate que es la puerta del desierto. Lo bueno de los planes de viajes es que mejor salen cuando menos se los sigue.
A la mañana siguiente, luego de un intento fallido de abordar una camioneta para turistas, terminamos optando por la opción del bus local. Estos son unos autobuses destartalados, como el que me llevaba a la primaria hace veinte años, pero más viejos, más sucios y más lentos. El camino fue hermoso, cruzando por una cordillera que tiene Marruecos a la mitad, los Atlas. A diferencia de los Andes, única cordillera que yo conocía hasta el momento, estas montañas no se ven azules, sino grises. Además no hay pre cordillera. Estando abajo las vimos erguirse imponentes, majestuosas y nevadas. Estando arriba nos cagamos bien de frió. Salimos de Marrakech en pantalón corto y remera y ese no es el mejor atuendo para cruzar una cordillera nevada en un autobús cuyas ventanas no cierran y carecen de calefacción. Luego nos adentramos en un valle y llegamos a Ouarzazate pasado el mediodía. Resulta que en esa ciudad existen grandes estudios de cine. En ella y sus alrededores se filman todas las escenas de desierto de las películas de Hollywood. Fue maravilloso para mí, que me dedico al cine y soy un amante de las películas de desierto, pasar por esa ciudad. Efectivamente este punto es la puerta al desierto, para entrar hay que hacer otros doscientos cincuenta kilómetros hacia al sur. Osea otras cinco horas en autobús, hasta M´Hamid. Compramos un pasaje para el siguiente autobús, contratamos una excursión al desierto y esperamos el autobús que vino con más de una hora de retraso.
Llegamos como a las 21:00 hs a M´Hamid donde nos esperaba una 4x4. Nos alejamos unos siete kilometros del poblado hasta llegar a un grupo de jaimas. Una jaima es una tienda árabe. En este caso eran varias, todas puestas en circulo y mirando para dentro para protegerse del viento. En el centro había un fogón y un pozo de agua. Una gruesa alfombra sobre la arena, dos palos en X haciendo de columnas y otras gruesas mantas que caían de los palos era nuestro refugio donde pasaríamos la noche. Luego de una rápida cena y antes de irnos a dormir nos pusimos a mirar las estrellas. Sin luz eléctrica, en el desierto se ven a millares.
Por la mañana me desperté solo antes que salga el sol. Cuando llegamos ya estaba todo oscuro y no se veía nada. Esa mañana pude divisar realmente donde me encontraba: Estaba en el Sahara, rodeado de dunas, durmiendo en un campamento Berebere. Esa mañana me recosté en una duna, sin que me importe ensuciarme con la arena y contemplé el amanecer. El paisaje se me impregnó en la piel y me sumergí en un mundo mágico, aquel mundo de Las mil y una noches, dejando que las emociones me desbordaran y la fantasía me atrapase.
Poco a poco los demás se fueron despertando, desayunamos y volvimos a M´Hamid en una travesía de una hora montados en camellos. En realidad eran dromedarios. El camello tiene dos jorobas y el dromedario una. Alguien le tendría que avisar a los que fabrican los cigarrillos Camel. Mientras cabalgaba sobre la joroba de aquel animal me puse a pensar en el desierto. Es cierto que me encontraba en una excursión para turistas, donde hay cosas que son un decorado y que el paseo en dromedario es medio una representación. Pero eso no quita lo real e innegable que era que yo estaba en el Sahara, montando un dromedario y había dormido en una tienda berebere. Como aquellos viajeros del cine de mi infancia yo me había adentrado en las dunas en busca de aventura. Para realizar un viaje de película.