sábado, 7 de febrero de 2009

Okupa

Capítulo Uno
Búsqueda

Al llegar al Londres me entretuve buscando trabajo. Lo conseguí en cinco días. El tema de la vivienda fue mucho más extraño. Antes de llegar a Londres una amiga me había dicho "Metete en la movida okupa, que allá funciona muy bien". Mi situación económica hace que deseé mucho no pagar alquiler. Pero descubrí que la movida okupa no tiene casi nada que ver con lo económico, es más un estilo de vida. Un estilo que yo quiero experimentar. Pero hay una razón de mucho más peso para estar de okupa en Londres: Es un lugar tremendamente polite. No lo busquen en el diccionario. Ser polite es ser una mezcla rara de cortes, un poquito hipócrita y bastante políticamente correcto. El juez polite, al finalizar el juicio, emite una orden de desalojo, no para ese mismo momento, sino para unos treinta días en el futuro. La policía polite te toca timbre uno o dos días antes del desalojo y muy amablemente te dice que: o te vas antes del desalojo o te rompen la cabeza a palazos durante el mismo. En la práctica esto no sucede, porque los okupas son muy polite y pacíficamente se auto desalojan antes de que lo haga la policía. Por todo esto, si alguna vez en mi vida quiero tener la experiencia de ser un okupa, mejor hacerlo en una ciudad donde la policía no te reprima. Mejor hacerlo aquí y ahora. Así que a los dos días de llegar, me fui a un centro social okupa a informarme del asunto. Puse en la cartelera un papelito con mis datos diciendo que tenía ganas de okupar un lugar. De esta forma me contacte con gente, y a través de ellos con otra gente para armar una mini red social con el objetivo común de ayudarnos en el tema de okupar un lugar.
Mientras tanto yo estaba parando en la casa de mi buena amiga Carla. Ella hace algunos meses se mudo de Barcelona a Londres. Si bien en su casa no había problema en quedarme un buen tiempo yo sentía que empezaba a abusar de su generosidad, así que inicié una búsqueda paralela de habitación en una casa que ya estuviese okupada. Un día, comiendo en un lugar vegetariano orgánico que también funciona como una especie de centro social, vi un papelito de gente que tenía una habitación libre y buscaban a alguien. Llame. Dos días después fui a ver la casa y a conocer a los que en ella vivían. Uno era Greg, un polaco de treinta años con el cual mucho no hable y me dio la llave de la casa al minuto de conocerme diciéndome "Mudate cuando quieras". El otro Aaron, un negro de veintiún años, ciento veinte kilos, un tanto paranoico y cuya habitación esta decorada con fotos de señoritas sin ropa. Él me dijo que en realidad quería que venga una chica a la casa, pero que no conocía a ninguna. En dos días me llamaba para confirmarme si era posible mudarme, cosa que fue posible.
Cuando me mude el polaco se había ido a otro lugar y en su reemplazo se mudo un hindú. Él era algo tímido, un poco callado y que a los tres días tuvo un ataque de esquizofrenia o algo así. Empezó a correr escalera arriba escalera abajo, gritando cosas ininteligibles como por unos quince minutos. Yo que la noche anterior había salido de fiesta mucho no escuche, pero Aaron, de naturaleza paranoica se aterrorizó mucho y no salio de su habitación. Al principio él pensó que era yo el del ataque. Me contó que hacia tres días había leído en el periódico sobre un psicokiller que parecía una persona normal y corriente. Aaron no quería vivir con un loco en la casa porque temía que entre en su habitación a mitad de la noche con un hacha y lo mate, como había leído en el periódico. Convengamos que alguien que se deja influenciar por la prensa sensacionalista no esta muy bien del marote. Pero alguien que tiene un ataque de esquizofrenia está peor. Luego de convencer a Aaron de mí buena salud mental él con su paranoia quiso poner un cerradura en la puerta de su habitación. Esto es algo muy raro en una casa okupa, algo para nada polite. Es emitir fuerte y claro un mensaje de desconfianza hacía los otros compañeros de vivienda. Pero ante un hindú esquizofrénico, por las dudas, yo también puse una cerradura un mi habitación. Aaron llamo a dos amigos grandes y negros que entraron a la habitación del hindú (quien se había ido) para meter todas sus cosas en bolsas y esperar que vuelva para echarlo al carajo. La verdad es que yo estaba más convencido de que todo era paranoia de Aaron que enfermedad mental del hindú. Entonces vi montones de cajas de medicamentos para la esquizofrenia, la mayoría vencidos y sin haber sido consumidos. Hubo una pequeña escena que hizo el hindú al llegar a casa, ver todas sus cosas en bolsa de basura y ser echado. Los amigos de Aaron se quedaron dos días más para custodiar nuestra morada.
Así fueron los primeros días en la casa Okupa, de la cual tengo muchas más cosas que contar, pero mejor lo dejamos para la próxima.

4 comentarios:

  1. Lindo, estoy en el cuento de Pablito,me encanta estar presente, tu descripcion me lleva a Londres... quiero to be continue...

    ResponderEliminar
  2. te cuento que tengo corso y baile popular frente a casa, meta cumbia entre murga y murga. a mì me gusta, el baile, los choripanes en la plaza, muy lindo, y sobre todo las murgas. sòlo que el baile intermedio està a un volumen que tiemblan las cortinas y previsto hasta las 2 de la mañana. me puedo mudar con aaron y el hindù?

    ResponderEliminar
  3. Joder, que aventura. Ya nos irás contando como te va.

    ResponderEliminar
  4. Vaya historia de terror. No se como puedes aguantar, has pasado del cielo al infierno en un plis. Precisamente hace un momento estaba hablando de ti sobre que hacía tiempo que no recibiamos noticias tuyas, ¿no te han pitado los oidos?. Yo tengo muchas y buenas noticias. Nos vas contando ¿vale?. Un abrazo.

    ResponderEliminar