jueves, 6 de diciembre de 2007

Cuestión de principios

Primero se llevaron a los comunistas
pero a mí no me importó porque yo no lo era.

En seguida se llevaron a los judíos
pero a mí no me importó porque yo tampoco lo era.

Después detuvieron a los sindicalistas
pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista.

Luego apresaron a unos obreros
pero como yo no soy obrero tampoco me importó.

Ahora me llevan a mí
pero ya es tarde.

Bertolt Bretch
Uno de los lemas de la compaña Rizt Canton, a la cual pertenece el Hotel Arts Barcelona es “Somos Damas y Caballeros al servicio de Damas y Caballeros”. Esto hace referencia al respeto que demos tener con los clientes, pero no solo eso, habla también del respeto con el que debemos tratar a nuestros compañeros de trabajo y con el que debemos exigir ser tratados.
Como concepto esta bueno aunque dista mucho de ser aplicado a la realidad. Una mañana después de ya varias horas de trabajo el director de banquetes (departamento en el que trabajaba) aprovecha la estrechez de un pasillo para chocar con un compañero y proporcionarle un para nada disimulado golpe en el estómago. No contento con eso el directivo le echa una reprimenda a mi compañero por estar obstaculizando el paso y otras tonterías más. Pero eso no termina allí, a la media hora este compañero es llamado aparte y se le comunica que ya no ha de venir más al hotel. Como tenemos un contrato de mierda nos podemos quedar sin trabajo sin previo aviso ni indemnización.
Indignados, tres compañeros y yo pusimos una queja en recursos humanos inmediatamente. Solicitamos que este directivo se haga presente, pida disculpas y nuestro compañero sea re admitido de inmediato. Nada de esto sucedió, de hecho el director y el subdirector salieron de la oficina de recursos humanos riéndose, misma oficina de la que habíamos salido nosotros cinco minutos antes con la promesa de que conseguiríamos aclarar todo este asunto. Tan indignante fue que cuando el jefe de recursos humanos nos dijo que el objetivo de su trabajo era que todos nos sintamos como caballeros, un compañero le respondió que en el hotel tratan a la gente como burros de carga. Los cinco nos fuimos a la playa a tomar unas cervezas y a esperar la llamada que no tardó en llegar donde nos decían que el hotel ya no requería nuestro servicio.
Unos días después, comentando esto con un conocido me preguntó qué había ganado al hacer esto. El hotel tiene más de trecientos empleados transitorios y alguno de ellos nos reemplazó al día siguiente. El directivo en cuestión no se disculpó, ni tuvo ningún tipo de reprimenda o sanción por su agresión física. Durante tres o cuatro días algunas personas hablaran de los cinco locos que le exigieron al jefe supremo una disculpa y que se fueron dejando todo el trabajo del día sin hacer. Pero las noticias de hoy son basura de mañana, pronto se olvidaran y hablaran de otra cosa.
Lo que no podía entender mi interlocutor es que no lo hice para ganar nada. No lo hice para que cambie algo en el hotel, lo hice para que no cambie algo en mí. Por que si hoy miro al costado cuando un compañero es injustamente agredido solo para poder quedarme con un trabajo, quizás mañana mire al costado cuando alguien le pegue a su mujer sólo para no meterme donde no me llaman o al día siguiente puede que mire al costado cuando entre varios agredan a un inmigrante solo para que no noten que yo estoy allí.
Y puede que algún día necesite que la gente vea que se me trata de una forma injusta y solo encuentre miradas al costado. Ganar, no gane nada. Pero no perdí la dignidad.