Ha llegado la hora de partir. Dejo Londres y sin quererlo dejo un pedacito de mi corazón en esta ciudad. No lo creía posible en los primeros meses que estuve aquí. El crudo invierno, la sobre exigida rutina laboral y la caótica situación de vivienda me crearon un escudo que me protegía de apegarme a la ciudad. Pero después llego el verano, que en realidad es como un otoño generoso, y con él llegó la estabilidad hogareña. Pero sobre todo volvió ese hermoso sentimiento de estar en paz con uno mismo. Junto a ese estado de ánimo fue que ésta maravillosa ciudad se hizo un huequito en mi corazón.
Y ahora parto. La sensación es extraña. Londres es una ciudad que me gusta mucho, pero en la cual no creo que vuelva a vivir. A diferencia de Barcelona, que la considero un segundo hogar y donde tengo un grupo de gente que quiero mucho, Londres siempre fue como una ciudad de paso para mi, donde no he cosechado grandes afectos. Sin embargo a la hora de partir me entra la nostalgia. Quizá sea el hecho de que, al final, deje de verme a mi mismo como un turista en la ciudad y empecé a considerarme un habitante de ella. O quizá sea saber que ha habido personas con las que he compartido estos nueve meses que probablemente no vuelva a ver. Aunque siempre hay esperanza y uno nunca sabe cuales son las vueltas que da la vida.
Hablando de vueltas, es la hora de emprender la mía hacia Argentina. Pero antes me pasare unos días por Suiza, ya que el final (por ahora) de mi aventura europea coincide con el inicio de la de mi hermano, quien va siguiendo los deseos de su corazón. Aprovechare a pasarme por Barcelona, a ver a esa gente que quiero tanto y disfrutar de algo que realmente se pueda llamar verano. Además aproveché una muy buena oferta aérea que me saca de Barcelona y me deposita en Colombia. De allí en adelante me tomaré entre seis u ocho semanas para ir, sin pausa pero sin prisa, enfilando hacia mi Buenos Aires querido.
Y ahora parto. La sensación es extraña. Londres es una ciudad que me gusta mucho, pero en la cual no creo que vuelva a vivir. A diferencia de Barcelona, que la considero un segundo hogar y donde tengo un grupo de gente que quiero mucho, Londres siempre fue como una ciudad de paso para mi, donde no he cosechado grandes afectos. Sin embargo a la hora de partir me entra la nostalgia. Quizá sea el hecho de que, al final, deje de verme a mi mismo como un turista en la ciudad y empecé a considerarme un habitante de ella. O quizá sea saber que ha habido personas con las que he compartido estos nueve meses que probablemente no vuelva a ver. Aunque siempre hay esperanza y uno nunca sabe cuales son las vueltas que da la vida.
Hablando de vueltas, es la hora de emprender la mía hacia Argentina. Pero antes me pasare unos días por Suiza, ya que el final (por ahora) de mi aventura europea coincide con el inicio de la de mi hermano, quien va siguiendo los deseos de su corazón. Aprovechare a pasarme por Barcelona, a ver a esa gente que quiero tanto y disfrutar de algo que realmente se pueda llamar verano. Además aproveché una muy buena oferta aérea que me saca de Barcelona y me deposita en Colombia. De allí en adelante me tomaré entre seis u ocho semanas para ir, sin pausa pero sin prisa, enfilando hacia mi Buenos Aires querido.
Me alegro que te vayas con buenos sentimientos y sensaciones. ¿Osea que al final puede que nos veamos en Barna antes de irte?. Ya me diras. Yo sigo liada como siempre con mis cuentos. Un abrazo bien fuerte.
ResponderEliminarTe vas?? Para volver pronto o para quedarte allí? Pasarás por Asturias antes no? Oye, a ver si nos vemos antes de que te vayas no?
ResponderEliminarFrío me acabas de dejar.
Un abracísimo desde gijón. César.