Mis últimos días en Argentina fueron más estresantes de lo que yo quería que fuesen. Por alguna extraña razón es imposible tener todo preparado, siempre algo falla. Me había organizado para tener todo listo dos o tres días antes de viajar. La verdad es que venía bastante bien, cuando surgió un pequeño inconveniente: Viernes a la noche, a menos de una semana de viajar, me di cuenta que el pasaporte argentino se me había vencido tres días atrás. El pánico se apoderó de mí, aunque logré expulsarlo sábado y domingo, ya que en esos días no se puede hacer ningún tipo de gestión gubernamental. Lunes temprano, nuevamente entrado en pánico, me fui a la policía para sacar el nuevo pasaporte. La tajante respuesta de la policía era obvia: imposible sacar el pasaporte en menos de veinte días, no importa si voy con el pasaje de avión en mano ni nada. Dispuesto a no resignarme a un cambio de fecha del vuelo me dirigí al Centro Nacional de Migraciones, para cotejar la posibilidad de salir de mi país con mi pasaporte italiano. "Imposible" dijo la señorita que me atendió. Como esa respuesta no me satisfizo fui a hablar con su jefe, cuya respuesta nuevamente fue: "Imposible". Decidido a no dejarme de joder, fui a hablar con el inspector de migraciones. Éste me explicó que para salir con el pasaporte italiano debía haber entrado al país con él y no con el argentino, como hice. Debía tener en el pasaporte italiano el sello de entrada como turista a la Argentina. En ese momento miré a los ojos al inspector nacional de documentación, persona responsable de controlar y verificar la legalidad y vigencia de los papeles de las personas que habitan Argentina y le dije: “Pero si me cruzo al Uruguay, que para salir sólo me basta el documento argentino, y vuelvo a Buenos Aires utilizando el pasaporte italiano, de manera que en migraciones me lo sellen al entrar, no voy a tener ningún problema cuando quiera salir nuevamente del país...". El inspector en silencio se sonrió, con esa sonrisa tan típicamente argentina que significa hecha la ley, hecha la trampa y me dijo: "Yo nunca te dije nada, pibe".
Fue así, como a la mañana siguiente, abordé un barco que una hora más tarde me dejaba en las costas uruguayas, en las que permanecí quince minutos, me tome un café, para luego regresar en ese mismo barco a Buenos Aires. Fue el desayuno más caro que pagué en mi vida.
Pablo Marquevichi, argentino, abandonó su país vía fluvial hace unos días y horas después un ciudadano italiano, de nombre Pablo Marquevichi ingresó a la Argentina en calidad de turista, para finalmente salir por el aeropuerto internacional de Ezeiza rumbo Barcelona. Ventajas de tener doble identidad.
Entre estos menesteres y con la tensión constante de no saber si me iban a dejar salir, pasaron los últimos días en Buenos Aires, quedando en la lista de cosas por hacer antes de volar muchos ítems sin tachar.
Ahora ya fuera del país el estrés se redujo, pues lo que se pudo hacer se hizo y lo que no, no era a fin de cuentas tan importante.
Fue así, como a la mañana siguiente, abordé un barco que una hora más tarde me dejaba en las costas uruguayas, en las que permanecí quince minutos, me tome un café, para luego regresar en ese mismo barco a Buenos Aires. Fue el desayuno más caro que pagué en mi vida.
Pablo Marquevichi, argentino, abandonó su país vía fluvial hace unos días y horas después un ciudadano italiano, de nombre Pablo Marquevichi ingresó a la Argentina en calidad de turista, para finalmente salir por el aeropuerto internacional de Ezeiza rumbo Barcelona. Ventajas de tener doble identidad.
Entre estos menesteres y con la tensión constante de no saber si me iban a dejar salir, pasaron los últimos días en Buenos Aires, quedando en la lista de cosas por hacer antes de volar muchos ítems sin tachar.
Ahora ya fuera del país el estrés se redujo, pues lo que se pudo hacer se hizo y lo que no, no era a fin de cuentas tan importante.
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