Anoche fui a cenar con unos amigos de mi amigo. Yo estaba más desubicado que chupete en el culo. O para decirlo más finamente, era sapo de otro pozo. La cena ocurrió en un restaurant chino. Me puse a pensar en el globalizado mundo en que vivimos y en los inmigrantes chinos sobre la faz de la tierra. Se puede discutir mucho acerca de la globalización, sus defectos y ventajas. Defectos hay muchos, pero yo he descubierto una ventaja que ningún teórico postuló todavía, a saber: uno puede pedir comida de todo el mundo en todo el mundo. El chop suey y los rollitos primavera de Barcelona son exactamente iguales a los del restaurant chino al lado de mi casa en Buenos Aires.
Más tarde nos fuimos a un boliche. A los tres minutos el lugar explotó: a gente entró como manada y se puso a saltar como Mohamed Ali al ritmo de la música electrónica y cantando en catalán. Otra ventaja del mundo globalizado, puede no saber el idioma, pero hay signos universales. Ver una M amarilla sobre un fondo rojo significa, en Bs. As., Vietnam, Moscú y Barcelona comida chatarra y dominación cultural. Ver un montón de gente saltando con una botellita de agua mineral al ritmo de la música electrónica es un signo igualmente universal. Al rato la gente con la que estaba fueron desapareciendo. Algunos salieron del boliche y se fueron a comprar alcohol mas barato a un kiosco cercano. Las costumbres de los adolescentes, al parecer, también son universales (y para mimetizarme con los locales yo también salí con idénticos propósitos). El sello en nuestra mano nos permitía salir y entrar cuantas veces quisiésemos.
Lo curioso sucedió al volver a entrar al boliche: todos subieron la escalera cuya única indicación era la de los baños. Ávido por continuar con mi análisis (y de no alejarme de la botella de cerveza que ilegalmente introducimos al recinto) los seguí. Grande fue mi sorpresa al ver que ninguno entro a los baños: todos atravesamos una tercera puerta, tras la cual se encontraba otra pista de baile. Una que hubiese sido el deleite de los amantes de la música de los 80. Bailamos Madonna, Genesis, Queen y una versión muy graciosa de Vuela Vuela en catalán, para terminar haciendo pogo al grito hey hou, let’s go de los Ramones. Siendo las 4:30 de la mañana y viendo que mi amigo se tenia que levantar a las 7:30 para cumplir su rol de esclavo capitalista, decidimos retirarnos discretamente aquella noche.
“Levántate vago de mierda” junto con un sacudón en el hombro fue la forma de recibir el sábado. A los quince minutos partimos hacia el subte para llegar una rato después al mercado de las Glorias. Esto es algo raro de describir, aquellos que estuvieron en Ciudad del Este o en Asunción tendrán una idea más aproximada de lo que es. Mezcla de mercado persa y feria americana, es un predio de tres o cuatro cuadras, bajo el rayo del sol, donde arman unos puestos tipo feria artesanal de cualquier plaza. Con un gran barullo de fondo se escucha gritos tipo “barato, todo barato” o “todo por dos euros”. Allí se puede conseguir de todo, cosas nuevas, usadas y robadas. Desde placas de video a 2€ a campera de cuero a 300€, pasando por cosméticos, celulares, bicicletas, artículos de ferretería, CD, maquinas industriales, DVD, colchones, pornografía, muebles, plantas, sahumerios y hasta verduras frescas. Todo el mundo gritando y regateando precios, es un digno espectáculo que yo solo creí que se daba en el tercer mundo pero no, también ocurre en el primero.
Quizás el regateo sea el nuevo signo universal de la pobreza que se extiende en este globalizado mundo como se extienden los inmigrantes en el planeta y se tienden platos de arroz tres delicias en las mesas de los restaurantes chinos de todas las ciudades del mundo.
Más tarde nos fuimos a un boliche. A los tres minutos el lugar explotó: a gente entró como manada y se puso a saltar como Mohamed Ali al ritmo de la música electrónica y cantando en catalán. Otra ventaja del mundo globalizado, puede no saber el idioma, pero hay signos universales. Ver una M amarilla sobre un fondo rojo significa, en Bs. As., Vietnam, Moscú y Barcelona comida chatarra y dominación cultural. Ver un montón de gente saltando con una botellita de agua mineral al ritmo de la música electrónica es un signo igualmente universal. Al rato la gente con la que estaba fueron desapareciendo. Algunos salieron del boliche y se fueron a comprar alcohol mas barato a un kiosco cercano. Las costumbres de los adolescentes, al parecer, también son universales (y para mimetizarme con los locales yo también salí con idénticos propósitos). El sello en nuestra mano nos permitía salir y entrar cuantas veces quisiésemos.
Lo curioso sucedió al volver a entrar al boliche: todos subieron la escalera cuya única indicación era la de los baños. Ávido por continuar con mi análisis (y de no alejarme de la botella de cerveza que ilegalmente introducimos al recinto) los seguí. Grande fue mi sorpresa al ver que ninguno entro a los baños: todos atravesamos una tercera puerta, tras la cual se encontraba otra pista de baile. Una que hubiese sido el deleite de los amantes de la música de los 80. Bailamos Madonna, Genesis, Queen y una versión muy graciosa de Vuela Vuela en catalán, para terminar haciendo pogo al grito hey hou, let’s go de los Ramones. Siendo las 4:30 de la mañana y viendo que mi amigo se tenia que levantar a las 7:30 para cumplir su rol de esclavo capitalista, decidimos retirarnos discretamente aquella noche.
“Levántate vago de mierda” junto con un sacudón en el hombro fue la forma de recibir el sábado. A los quince minutos partimos hacia el subte para llegar una rato después al mercado de las Glorias. Esto es algo raro de describir, aquellos que estuvieron en Ciudad del Este o en Asunción tendrán una idea más aproximada de lo que es. Mezcla de mercado persa y feria americana, es un predio de tres o cuatro cuadras, bajo el rayo del sol, donde arman unos puestos tipo feria artesanal de cualquier plaza. Con un gran barullo de fondo se escucha gritos tipo “barato, todo barato” o “todo por dos euros”. Allí se puede conseguir de todo, cosas nuevas, usadas y robadas. Desde placas de video a 2€ a campera de cuero a 300€, pasando por cosméticos, celulares, bicicletas, artículos de ferretería, CD, maquinas industriales, DVD, colchones, pornografía, muebles, plantas, sahumerios y hasta verduras frescas. Todo el mundo gritando y regateando precios, es un digno espectáculo que yo solo creí que se daba en el tercer mundo pero no, también ocurre en el primero.
Quizás el regateo sea el nuevo signo universal de la pobreza que se extiende en este globalizado mundo como se extienden los inmigrantes en el planeta y se tienden platos de arroz tres delicias en las mesas de los restaurantes chinos de todas las ciudades del mundo.
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