jueves, 15 de julio de 2004

Liberté, Egalité, Fraternité

El azar quiso que yo estuviese en París un 14 de julio, aniversario de la Revolución Francesa. Siempre me llamó la atención que la Revolución Francesa, con su reivindicaciones tan sociales, con su declaración de los derechos universales de todos los hombres, es para muchos el inicio de la era moderna de la humanidad. Era que se caracteriza, irónicamente, por ser una de las menos solidarias.
Para tal ocasión París se viste de fiesta y lo festeja a lo grande. Bien temprano a la mañana empieza un desfile de tropas, policía, bomberos, políticos y todos aquellos con algún rango cívico. Pasan tanques y camiones militares, para cerrar el desfile pasan varios aviones haciendo piruetas y al final pasan tres aviones tirando humo con los colores de la bandera de Francia. Todo muy hermoso, o por lo menos así se lo vio en la nota de dos minutos del noticiero de las 12:30, horario en que nos levantamos después de la cena con amigos del día anterior.
Como ese era un lindo día de sol (cosa rara en París) las calles se apestaron de franceses que salían como estudiantes en el día de la primavera. Yo aproveché para comer una de las comidas parisinas mas típicas: “Crêpes”.
Por la tarde fuimos al barrio latino. Este debe su nombre a intelectuales del siglo XIX que hablaban en latín, y no a que viven latinoamericanos. Caminando por sus calles me di cuanta de una curiosa costumbre parisina: en las mesas que los bares tienen en la calle, las personas no se sientan una frente la otra, mirándose. Se sientan los dos paralelos mirando a la gente que pasea por allí. Sentarte a tomar un café con alguien es realmente molesto, por que te agarra torticolis de tanto girar el cuello para ver a tu interlocutor.
Yo me pregunto: ¿Cómo una sociedad donde las personas no se miran a los ojos puede llegar a ideales tan nobles? Quizás los parisinos (y el resto del mundo) estemos más preocupados en mirar (y ser mirados) como si estuviésemos en un escaparate luciendo la moda de esta temporada (y fuésemos maniquíes) que en mirarnos a los ojos. Quizá si lo hiciésemos volveríamos a vernos como humanos. Entonces los ideales de libertar, igualdad y fraternidad entre todos los hombres no serían de antiguas temporadas. No estarían démodé

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