jueves, 11 de noviembre de 2004

Un lugar Mágico.

Barcelona es una ciudad llena de rincones, pasajes, callejones y espacios maravillosos. Es en ese sentido (y en muchos otros) una ciudad muy hermosa. Pero hay un lugar al que el único adjetivo que le hace justicia es “mágico”. Ese lugar es la plaza Sant Felip Neri. Situada en el corazón del barrio gótico, nomás al entrar uno ya siente cierta extraña energía en el lugar. Es una plaza muy chiquita, a la que se entra por una angosta calle y al llegar uno se siente transportado a otro mundo. Durante mi primer día en Barcelona pasé de casualidad por esa plaza y me enamoré de ella. En aquella ocasión (y aún hoy) me llamó poderosamente la atención el silencio del lugar. Lejos del ruido de los miles de turistas que siempre están en el barrio, en la plaza no se oye nada más que alguna que otra paloma jugando en la fuente que la plaza tiene en el medio.
Sobre un lateral, ocupando todo el largo de la plaza hay una iglesia. Lo curioso es que la fachada de la iglesia era usada como paredón de fusilamiento en la época de Franco. “No matarás” reza uno de los mandamientos que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí. Mandamientos sobre los que se cimienta la Fe cristiana, la misma Fe que llevó a construir esa iglesia hace siglos y que la hizo servir como escenario de muchas muertes hace cincuenta años. Hoy, como monumento a la memoria, los agujeros que dejaron los impactos de bala siguen en la fachada, recordando a todo el que pasa por allí lo que esas paredes vivieron.
Al lado de esa iglesia hay un pequeño jardín de infantes y si uno va por la mañana puede ver alguna clase al aire libre. Todos los nenes sentados en el piso y el profesor explicando cualquier cosa. Es como si el lugar quisiera redimirse de los crímenes en él cometidos y ahora se empeñase en educar a las nuevas generaciones para que nunca más suceda lo mismo. Por la noche la luz se enciende y lo curioso es que es el único lugar en toda Barcelona donde la luz no es eléctrica, sino a gas. Justo cuando se prenden uno oye el sonido del encendedor y de pronto se hace la luz, naranja, tal como era la iluminación pública de Barcelona hace un siglo.
Siempre que viene un amigo o alguien de Argentina una de las cosas que le muestro es esa plaza y todos se quedan maravillados. Se las muestro antes que recomendarles ir a la Sagrada Familia o a la Casa Batlló, porque sin duda ese lugar dice mucho más del alma de Barcelona que cualquiera de las otras atracciones turísticas.
Hará cosa de unos meses pusieron un barcito. Son sólo cuatro mesas y el bar está muy lindo y muy bien puesto, pero desentona en ese lugar. Antes del bar uno iba por las noches y siempre había gente sentada en el portal de la Iglesia tomando unas cervezas o incluso algunos yonkis* que dormían ahí. Pero ahora toda esa gente se fue, llevándose consigo un poquito de la magia del lugar.
Pero a pesar del bar, la plaza sigue siendo un lugar mágico, un lugar donde de vez en cuando me voy a sentar en el suelo aunque más no sea por dos minutos y me logra despejar de todos los trajines e inconvenientes de la vida moderna. Un lugar que toda persona que visite Barcelona debe conocer.

*Yonki: Persona adicta a la heroína y que además que vive en la calle. En Barcelona hay una gran cantidad de ellos.

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