Un viernes cualquiera en mi trabajo de camarero en el Pizza Hut me entero que el día siguiente era mi último día de trabajo. Un tanto desesperado encaro al gerente, argentino, bastante cagón. Cual madre judía, me puse manos a la obra para hacerlo sentir cumpla. Al día siguiente el gerente me llama aparte, culposo y arrepentido me dice:
- Pablo te puedo hacer un hueco para que labures, pero no de camarero
- ¿De que?
- ¿Por qué no sos motorista del delivery?
- Por que no tengo moto
- Nosotros te damos una
- No tengo registro Español
- Usás el argentino
- Es para manejar autos
- Eso no importa
- No conozco el barrio
- Eso se aprende
- Nunca en mi vida me subí a una moto
- No me vengas con tecnicismos, ¿querés trabajar o no?
- Si
- Bueno, el trabajo es tuyo.
Con un ciclomotor de 1992, que anda como el culo, está medio fundido, que come más aceite que nafta, voy yo por las calles de Barcelona. Obviamente me pierdo todas las veces y las pizzas llegan frías. Eso se compensa con la calentura de los clientes. La verdad es que es muy divertido.
Hay que aclarar que los que hicieron la numeración de las calles son unos brutos. Le pusieron número a las casas no por los metros que ocupan en la cuadra (como en Argentina), sino por orden. Es decir, la primer casa es la 1, la del frente la 2, la de al lado de la 1 la 3 y así. El problema es que en la antigüedad los terrenos eran muy grandes, y hoy se dividieron en varios terrenos y duplex, con lo cual entre el 1 y el 3 existe el 1 Bis, 1 Bis A 1 Bis B, 3 Bis Derecha, el 3 Bis Izquierda. De esa forma para ir del 5 al 79 de una calle tenés que hacer diez cuadras. Con esta lógica las cuadras donde hay una plaza no se cuentan, por lo tanto las alturas de las calles paralelas ¡no coinciden!
Te podes encontrar con una calle que en una vereda impar va del 1 al 11 y en la par va del 124 al 136 en la misma manzana. Esto es así porque, por ejemplo, cuadras atrás en la calle de una vereda hay un gran parque y no se cuentan casas, pero en frente sí.
Además no sólo existe la calle Don Pindonga, sino el pasaje Don Pindonga y la Avenida Don Pindonga y la calle Plaza Don Pindonga. Con esta falta total de urbanismo, la irregularidad con la que se construía en el pasado, y con que cada fin de semana se organiza “la caminata por la no violencia a las mujeres” o “la bicicletada por la dignidad” o “maratón por los perros abandonados” o “el recorrido peatonal a favor de las ballenas” o pelotudeces por el estilo, cortan todas las calles del barrio olímpico. La ciudad se convierte en un laberinto. Y por ese laberinto voy yo, con mi uniforme y mi casquito, a 20 km por hora. En cualquier momento le quito el titulo mundial de motos a ese Valentino Rossi. Sin mencionar la vez que la policía me puso una multa por que la moto no tenia patente, dado que se cayó, lo cual demuestra que las motos están que se caen a pedazos. La vez que me metí con la moto en el estacionamiento privado de los patrulleros y casi me cagan a tiros, todo porque el comisario pidió una pizza para almorzar.
Cabe aclarar que odio las motos. Dentro de unas semanas empieza la temporada de lluvia, con lo cual el asfalto se transforma en una pista de patinaje sobre hielo. Coincidirá, por lo tanto, el comienzo de dicha etapa de lluvia con el fin de mi etapa motoquera. Como siempre dice mi sabio abuelo, el paragolpes de una moto es la cabeza del conductor. Por más que lleve casco mucho no me fío. Porque yo creo que con la motos hay dos finales. O vos terminas con ellas o ellas terminan con vos.
- Pablo te puedo hacer un hueco para que labures, pero no de camarero
- ¿De que?
- ¿Por qué no sos motorista del delivery?
- Por que no tengo moto
- Nosotros te damos una
- No tengo registro Español
- Usás el argentino
- Es para manejar autos
- Eso no importa
- No conozco el barrio
- Eso se aprende
- Nunca en mi vida me subí a una moto
- No me vengas con tecnicismos, ¿querés trabajar o no?
- Si
- Bueno, el trabajo es tuyo.
Con un ciclomotor de 1992, que anda como el culo, está medio fundido, que come más aceite que nafta, voy yo por las calles de Barcelona. Obviamente me pierdo todas las veces y las pizzas llegan frías. Eso se compensa con la calentura de los clientes. La verdad es que es muy divertido.
Hay que aclarar que los que hicieron la numeración de las calles son unos brutos. Le pusieron número a las casas no por los metros que ocupan en la cuadra (como en Argentina), sino por orden. Es decir, la primer casa es la 1, la del frente la 2, la de al lado de la 1 la 3 y así. El problema es que en la antigüedad los terrenos eran muy grandes, y hoy se dividieron en varios terrenos y duplex, con lo cual entre el 1 y el 3 existe el 1 Bis, 1 Bis A 1 Bis B, 3 Bis Derecha, el 3 Bis Izquierda. De esa forma para ir del 5 al 79 de una calle tenés que hacer diez cuadras. Con esta lógica las cuadras donde hay una plaza no se cuentan, por lo tanto las alturas de las calles paralelas ¡no coinciden!
Te podes encontrar con una calle que en una vereda impar va del 1 al 11 y en la par va del 124 al 136 en la misma manzana. Esto es así porque, por ejemplo, cuadras atrás en la calle de una vereda hay un gran parque y no se cuentan casas, pero en frente sí.
Además no sólo existe la calle Don Pindonga, sino el pasaje Don Pindonga y la Avenida Don Pindonga y la calle Plaza Don Pindonga. Con esta falta total de urbanismo, la irregularidad con la que se construía en el pasado, y con que cada fin de semana se organiza “la caminata por la no violencia a las mujeres” o “la bicicletada por la dignidad” o “maratón por los perros abandonados” o “el recorrido peatonal a favor de las ballenas” o pelotudeces por el estilo, cortan todas las calles del barrio olímpico. La ciudad se convierte en un laberinto. Y por ese laberinto voy yo, con mi uniforme y mi casquito, a 20 km por hora. En cualquier momento le quito el titulo mundial de motos a ese Valentino Rossi. Sin mencionar la vez que la policía me puso una multa por que la moto no tenia patente, dado que se cayó, lo cual demuestra que las motos están que se caen a pedazos. La vez que me metí con la moto en el estacionamiento privado de los patrulleros y casi me cagan a tiros, todo porque el comisario pidió una pizza para almorzar.
Cabe aclarar que odio las motos. Dentro de unas semanas empieza la temporada de lluvia, con lo cual el asfalto se transforma en una pista de patinaje sobre hielo. Coincidirá, por lo tanto, el comienzo de dicha etapa de lluvia con el fin de mi etapa motoquera. Como siempre dice mi sabio abuelo, el paragolpes de una moto es la cabeza del conductor. Por más que lleve casco mucho no me fío. Porque yo creo que con la motos hay dos finales. O vos terminas con ellas o ellas terminan con vos.
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