Siempre escuche que Roma es la cuna de la civilización occidental. Yo no entendía por qué. Los griegos, cuatrocientos años antes que los romanos fueron los que cimentaron la filosofía, la matemática y la forma de pensar de nuestro hemisferio. Por eso yo afirmaba que ellos eran la cuna de nuestra civilización. Eso afirmaba hasta que fui a Roma.
En esta cuidad uno puede pasar semanas sin terminar de ver todo lo que hay para ver. Mientras uno la camina de repente ve unas ruinas de dos mil años. Por todos lados. Ver la tumba de algún romano, las murallas de algún edificio antiguo o catacumbas, es extremadamente fácil porque, repito, están en todos lados.
El Panteón, originalmente un antiguo edificio construido en honor a alguna divinidad romana y después convertido en iglesia es la reliquia mejor conservada. Circular, caminar por ese piso que fue hecho hace dos milenos es impresionante. La cúpula tiene, justo en el centro, un tremendo agujero por el cual se pueden ver las estrellas, a menos que sea de día o esté nublado, como me paso. Los acueductos, gigantescas canaletas a quince o veinte metros de altura traían el agua a la ciudad desde las montañas a más de cien kilómetros. Es impresionante, estos tipos, hace dos mil años, tenían cloacas cuando nosotros hace veinte no las teníamos en Buenos Aires.
El Vaticano también es algo impresionante. La basílica de San Pedro, sobretodo. Esta llena de pinturas, de esculturas de Miguel Ángel. Es curioso, tiene un lugar donde la gente se puede confesar en diferentes idiomas. La capilla Sixtina en cambio no me pareció gran cosa. Su mayor atracción, es el cuadro ese donde la mano de Dios casi toca la del hombre. No se puede llegar apreciar porque está en medio de una ensalada de otros cuadros que también decoran el techo, sumado a los flashes de las cámaras de fotos, que son muy molestos. Hay otras grandes maravillas en el museo del vaticano que la gente ni las nota, como las paredes decoradas por Rembrandt, cuadros de Dali o la parte dedicada al mundo egipcio o al chino.
Pero lo más impresionante de todo, a mi parecer, es el Coliseo. Salí del subterráneo y lo vi erguirse a mis pies, imponente y desafiando al tiempo. Dentro es imposible no cerrar los ojos y transportarse al pasado. Sentir cuando entre esas paredes los hombres luchaban contra las fieras, o con otros hombres, al estilo película Gladiador. Es imposible no asombrarse ante tan majestuosa obra de ingeniería, que podía albergar a cincuenta mil personas, con sus instalaciones sanitarias y toda la maquinaria, las poleas, los ascensores, los engranajes necesarios para que el espectáculo funcione. Pero más impresionante es el concepto que encierra el Coliseo “Pan y Circo”. Hace dos mil años políticos corruptos e ineficaces se enriquecían mientras el pueblo estaba distraído viendo el espectáculo que ellos le ponían. Reconociendo esto es imposible negar que aquella sociedad es la cuna de la nuestra. Con la diferencia que aquellos políticos entendían que aparte del circo hay que dar pan, no como los políticos actuales.
En la era del imperio del miedo, del circo mediático y del consumo, lejos están esos ideales griegos de un gobierno por, para y del pueblo. Pero viendo las ruinas de aquel imperio uno no puede negar algo obvio, que son ruinas. Y si ese imperio cayó, también va a caer el actual.
En esta cuidad uno puede pasar semanas sin terminar de ver todo lo que hay para ver. Mientras uno la camina de repente ve unas ruinas de dos mil años. Por todos lados. Ver la tumba de algún romano, las murallas de algún edificio antiguo o catacumbas, es extremadamente fácil porque, repito, están en todos lados.
El Panteón, originalmente un antiguo edificio construido en honor a alguna divinidad romana y después convertido en iglesia es la reliquia mejor conservada. Circular, caminar por ese piso que fue hecho hace dos milenos es impresionante. La cúpula tiene, justo en el centro, un tremendo agujero por el cual se pueden ver las estrellas, a menos que sea de día o esté nublado, como me paso. Los acueductos, gigantescas canaletas a quince o veinte metros de altura traían el agua a la ciudad desde las montañas a más de cien kilómetros. Es impresionante, estos tipos, hace dos mil años, tenían cloacas cuando nosotros hace veinte no las teníamos en Buenos Aires.
El Vaticano también es algo impresionante. La basílica de San Pedro, sobretodo. Esta llena de pinturas, de esculturas de Miguel Ángel. Es curioso, tiene un lugar donde la gente se puede confesar en diferentes idiomas. La capilla Sixtina en cambio no me pareció gran cosa. Su mayor atracción, es el cuadro ese donde la mano de Dios casi toca la del hombre. No se puede llegar apreciar porque está en medio de una ensalada de otros cuadros que también decoran el techo, sumado a los flashes de las cámaras de fotos, que son muy molestos. Hay otras grandes maravillas en el museo del vaticano que la gente ni las nota, como las paredes decoradas por Rembrandt, cuadros de Dali o la parte dedicada al mundo egipcio o al chino.
Pero lo más impresionante de todo, a mi parecer, es el Coliseo. Salí del subterráneo y lo vi erguirse a mis pies, imponente y desafiando al tiempo. Dentro es imposible no cerrar los ojos y transportarse al pasado. Sentir cuando entre esas paredes los hombres luchaban contra las fieras, o con otros hombres, al estilo película Gladiador. Es imposible no asombrarse ante tan majestuosa obra de ingeniería, que podía albergar a cincuenta mil personas, con sus instalaciones sanitarias y toda la maquinaria, las poleas, los ascensores, los engranajes necesarios para que el espectáculo funcione. Pero más impresionante es el concepto que encierra el Coliseo “Pan y Circo”. Hace dos mil años políticos corruptos e ineficaces se enriquecían mientras el pueblo estaba distraído viendo el espectáculo que ellos le ponían. Reconociendo esto es imposible negar que aquella sociedad es la cuna de la nuestra. Con la diferencia que aquellos políticos entendían que aparte del circo hay que dar pan, no como los políticos actuales.
En la era del imperio del miedo, del circo mediático y del consumo, lejos están esos ideales griegos de un gobierno por, para y del pueblo. Pero viendo las ruinas de aquel imperio uno no puede negar algo obvio, que son ruinas. Y si ese imperio cayó, también va a caer el actual.
Si todavía estás en Roma, o si volvés, dos imperdibles: la librería inglesa en el bajo de Piazza Spagna, tal como en la época de Byron, Keats y Shelley y Villa Borghese con sus jardines, junto con la via apia antica al atardecer los dos lugares "naturales" más bellos de Roma.
ResponderEliminarGodere!!!
me emociona verte en el coliseo. desde acà cierro los ojos y puedo sentir la sensaciòn del miedo, el temblor en el estòmago, el alma traspasada de adrenalina, el vèrtigo antes de la lucha, el olor del sudor y la sangre, la muerte. veo tu foto y siento lejano el rumor, el entrechoque de metales, el griterìo, me emociona que hayas estado allì.
ResponderEliminarlos años pasan... para muchos, antes de que allì estuviese gladiador estuvo ben hur. otros estaràn. y como decìa borges, al igual que ellos dos, seremos polvo del planeta.
impacta ver el polvo de los que dominaron el mundo, justo ahora que hemos visto el esfuerzo desesperado del imperio por no caerse. se hizo el salvataje, pero deja el escalofrìo en el alma de que estamos asistiendo al fin del mundo conocido. otros veràn un dìa nuestras ruinas, pero siempre habrà pasto brotando y niños naciendo y jugando entre las piedras.