El 1º de enero del próximo año en Eslovaquia empieza a circular como moneda oficial el Euro. Por tal motivo en toda Bratislava está la publicidad de cómo serán los billetes y las monedas. En cada negocio los precios ya están en la antigua moneda y en la nueva. Nosotros, por un tema de utilidad cambiamos dinero y nos manejamos con la vieja moneda local.
Por toda la ciudad también se encuentran, además de la publicidad del Euro, estatuas muy curiosas. Desconozco por qué, pero se ve que a algún político se le ocurrió llenar de estatuas la ciudad. No en las plazas o en los parques, sino en las calles de la zona antigua, que es toda peatonal. Como salimos a pasear al atardecer, la ciudad estaba inundada de la luz anaranjada del sol mezclada con la amarillenta del alumbrado público, creando una atmósfera un tanto irreal que a mi me encantó.
Al otro día fuimos al Castillo, que se encuentra a un costado de la ciudad. Para acceder subimos una empinada cuesta que nos dejó sin aliento. Al llegar a la cumbre descubrimos que al castillo lo están restaurando y por tal motivo esta todo tapiado con la publicidad del Euro, no se ve nada. Al mediodía nos alejamos del centro y fuimos a comer a una taberna llena de obreros. Esas que al entrar se hace un silencio y todos miran con mala cara a los forasteros que entramos tosiendo por el humo del tabaco. No english... english centrum... nos dijo el tabernero mientras señalaba la avenida desde la cual veníamos. Lo ignoramos, nos sentamos y pedimos el plato del día, que resulto ser excelente. A la mañana siguiente Natalia y yo continuamos nuestro camino en tren, mientras Leonardo y su primo, compañeros de viaje desde Riga, continuaron en coche por el suyo.
Como las monedas de euro, que de una cara en toda Europa son iguales y de la otra cada país graba lo que quiere, esta cuidad tiene dos caras. Una es la de la nueva Europa, el centro de aceras bonitas y edificios vistosos, de restaurantes que hablan en inglés y tienen precios acordes al mercado común. La otra es la vieja Europa, la comunista, la de los suburbios con calles poceadas y la viviendas con las fachadas deterioradas por las décadas que hace que no las pintan, la del obrero local en la taberna fumando ajeno a toda regulación europea. Como las dos caras de una moneda separadas por el fino canto de una avenida, las dos Bratislabas se unen una mezcla de deseos, los de ser Europa y los de ser esa nación independiente que se formó hace apenas quince años.
Por toda la ciudad también se encuentran, además de la publicidad del Euro, estatuas muy curiosas. Desconozco por qué, pero se ve que a algún político se le ocurrió llenar de estatuas la ciudad. No en las plazas o en los parques, sino en las calles de la zona antigua, que es toda peatonal. Como salimos a pasear al atardecer, la ciudad estaba inundada de la luz anaranjada del sol mezclada con la amarillenta del alumbrado público, creando una atmósfera un tanto irreal que a mi me encantó.
Al otro día fuimos al Castillo, que se encuentra a un costado de la ciudad. Para acceder subimos una empinada cuesta que nos dejó sin aliento. Al llegar a la cumbre descubrimos que al castillo lo están restaurando y por tal motivo esta todo tapiado con la publicidad del Euro, no se ve nada. Al mediodía nos alejamos del centro y fuimos a comer a una taberna llena de obreros. Esas que al entrar se hace un silencio y todos miran con mala cara a los forasteros que entramos tosiendo por el humo del tabaco. No english... english centrum... nos dijo el tabernero mientras señalaba la avenida desde la cual veníamos. Lo ignoramos, nos sentamos y pedimos el plato del día, que resulto ser excelente. A la mañana siguiente Natalia y yo continuamos nuestro camino en tren, mientras Leonardo y su primo, compañeros de viaje desde Riga, continuaron en coche por el suyo.
Como las monedas de euro, que de una cara en toda Europa son iguales y de la otra cada país graba lo que quiere, esta cuidad tiene dos caras. Una es la de la nueva Europa, el centro de aceras bonitas y edificios vistosos, de restaurantes que hablan en inglés y tienen precios acordes al mercado común. La otra es la vieja Europa, la comunista, la de los suburbios con calles poceadas y la viviendas con las fachadas deterioradas por las décadas que hace que no las pintan, la del obrero local en la taberna fumando ajeno a toda regulación europea. Como las dos caras de una moneda separadas por el fino canto de una avenida, las dos Bratislabas se unen una mezcla de deseos, los de ser Europa y los de ser esa nación independiente que se formó hace apenas quince años.
Un lugar idílico por lo que cuentas. Y por como lo explicas parece que tambien es relajante.
ResponderEliminarFashion Watch
ResponderEliminarAl día de hoy te quedan 15 días en España, descansando de tanto trajín!!!!!!!!