domingo, 14 de diciembre de 2008

Como en casa

Moldavia es un país cuya existencia desconocía hasta un mes antes de pisarlo. Es un pequeño estado que se encuentra entre Ucrania y Rumania. Al principio la idea era ir a la costa del mar negro en Ucrania y desde allí cruzar a Moldavia. Resulta ser que la zona fronteriza reclama su independencia de una manera no muy pacifica, por lo cual, para evitar problemas y la confiscación de nuestras pertenencias por la policía local decidimos no ir por esa ruta. En su lugar entramos por el norte. Salimos de la capital de Ucrania en un tren nocturno que nos dejo a la mañana siguiente en un pueblo cerca de la frontera, donde esperamos unas cuantas horas y pasado el mediodía salimos en un autobús que nos dejo al final de la tarde en la capital de Moldavia, la ciudad de Chisinau. Como en esta parte del mundo, en esta época del año, anochece a media tarde cuando arribamos era noche cerrada. Al igual que la casa de cambio por lo que carecíamos de moneda local. Además llegamos a una estación que no era la que creíamos que íbamos a llegar, sino una más alejada del centro. Tan alejada que estaba en medio de un descampado. Como es típico en estos países una turba de taxistas se nos acercaron como moscas. Después de repelerlos salimos de la estación y fuimos hasta una gasolinera a preguntar cómo llegar al centro. Aunque no entendíamos el idioma desciframos perfectamente que los taxistas le gritaron al empleado que nos diga que solo se podía ir en taxi. Logramos llegar hasta lo que creíamos era la parada del autobús, una rotonda cercana. La misma carecía de luz o de otro signo de civilización. Temiendo por nuestras posesiones así como por nuestra virginidad anal decidimos acercarnos a la luz de la estación, donde encontramos un joven taxista que no solo nos inspiró confianza sino que nos acepto los pocos billetes ucranianos que nos quedaban. Llegamos al hotel de donde no salimos hasta la mañana siguiente para ir a la estación de tren y comprar el pasaje para esa misma tarde.
La ciudad en sí es tan pequeña que en dos o tres horas uno ve todo lo que hay que ver. Yo que nací en un país muy extenso, estar en estos mini estados me causa una sensación de irrealidad. Este país, que tiene la fama de ser el más corrupto de Europa, es el único mini estado tercermundista que he pisado. En él permanecí menos de veinticuatro horas, pero tengo que confesar que los lugares con las calles poseadas, los taxistas mafiosos, las rutas oscuras, los lugares inseguros y los políticos corruptos me hacen sentir como en el barrio de mi infancia.

2 comentarios:

  1. Siempre desafiando el peligro, ¿verdad? lo que no entiendo es como no pudiendote comunicar verbalmente como llegas a saber de los trapicheos fronterizos y demás.

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  2. Los trapicheos fronterizos son igual en todo el tercermundo. Recuerdo las mismas imagenes en Foz do Iguazu o en Marrakesh.

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