Salimos de Tallin un miércoles a las 10:00 de la mañana con el auto. El plan era ir hasta Praga, a mil seiscientos kilómetros de distancia. Planeamos hacer noche en un pueblo de Polonia que estaba a unos 1.100 Km de nuestro punto de partida. Éramos cuatro conductores y el plan era mantener en buen ritmo. Era un buen plan, lástima que no lo pudimos cumplir. Quizás los cuatro argentinos ya nos acostumbramos a las autopistas españolas o quizás fuimos unos ingenuos. Para mantener un promedio de cien kilómetros por hora hay que ir bastante más rápido que eso y hacer paradas breves sólo cuando hubiera que cargar combustible. Nada de eso ocurrió.
Largas filas de camiones, tramos donde la ruta era sólo de un carril, con lo cual había que esperar nuestro turno para avanzar. Malas indicaciones de las rutas. Atravesar ciudades sin circunvalación. Todo eso contribuyó a que lleguemos al pueblo donde queríamos hacer noche a las 3:00 de la madrugada. Tardamos media hora más en encontrar el hostal, donde fue imposible pernoctar porque estaba completo. Finalmente decidimos seguir camino hasta Praga, ya que tan solo faltaban quinientos kilómetros. Diez horas más tarde arribamos a esta ciudad. Tal cúmulo de horas fue en parte por una densa neblina que impedía ver a cinco metros y nos obligó a detenernos en una estación de servicio, a las 6:00 de la mañana y con cero grados. En parte el retraso fue gracias a los fondos de integración europea, que logran que en Polonia a todas las rutas las estén refaccionando o convirtiendo en autopistas. Esto suena bien pero hay que entender que esta todo cortado, lleno de desvíos, con máquinas trabajando y momentos en que cortan la circulación de vehículos.
Llegamos a Praga después de un viaje en coche de veintisiete horas. Algunos de ustedes pensaran que viajar en coche es una mejora con respecto a viajar en tren. Les quiero aclarar que no sólo era un coche chico, sino que las mochilas no entraban en el maletero por lo que fueron en el medio del asiento trasero. Tres de los cuatro ocupantes éramos hombres, cuya higiene no siempre es la mejor y a partir de la doceava hora encerrados en un auto eso se nota. Por otro lado sólo había dos CD, uno de música punchi punchi de Ibiza y el otro incluía hits de Cristian Castro. Además, como ironía del destino, el coche era un Skoda Fabia, auto de origen checo cuya campaña publicitaria se realizó en Buenos Aires y en la que yo trabajé la última vez que estuve en Argentina.
En cuba viajar para mi fue una odisea, en Marruecos tuve alguna que otra experiencia con final no muy feliz en el trasporte público. Ni que decir tengo de los Chiken Bus de Guatemala. Pero este viaje se lleva el premio al más largo, más cansador y más maltratador para mi cuerpo.
Largas filas de camiones, tramos donde la ruta era sólo de un carril, con lo cual había que esperar nuestro turno para avanzar. Malas indicaciones de las rutas. Atravesar ciudades sin circunvalación. Todo eso contribuyó a que lleguemos al pueblo donde queríamos hacer noche a las 3:00 de la madrugada. Tardamos media hora más en encontrar el hostal, donde fue imposible pernoctar porque estaba completo. Finalmente decidimos seguir camino hasta Praga, ya que tan solo faltaban quinientos kilómetros. Diez horas más tarde arribamos a esta ciudad. Tal cúmulo de horas fue en parte por una densa neblina que impedía ver a cinco metros y nos obligó a detenernos en una estación de servicio, a las 6:00 de la mañana y con cero grados. En parte el retraso fue gracias a los fondos de integración europea, que logran que en Polonia a todas las rutas las estén refaccionando o convirtiendo en autopistas. Esto suena bien pero hay que entender que esta todo cortado, lleno de desvíos, con máquinas trabajando y momentos en que cortan la circulación de vehículos.
Llegamos a Praga después de un viaje en coche de veintisiete horas. Algunos de ustedes pensaran que viajar en coche es una mejora con respecto a viajar en tren. Les quiero aclarar que no sólo era un coche chico, sino que las mochilas no entraban en el maletero por lo que fueron en el medio del asiento trasero. Tres de los cuatro ocupantes éramos hombres, cuya higiene no siempre es la mejor y a partir de la doceava hora encerrados en un auto eso se nota. Por otro lado sólo había dos CD, uno de música punchi punchi de Ibiza y el otro incluía hits de Cristian Castro. Además, como ironía del destino, el coche era un Skoda Fabia, auto de origen checo cuya campaña publicitaria se realizó en Buenos Aires y en la que yo trabajé la última vez que estuve en Argentina.
En cuba viajar para mi fue una odisea, en Marruecos tuve alguna que otra experiencia con final no muy feliz en el trasporte público. Ni que decir tengo de los Chiken Bus de Guatemala. Pero este viaje se lleva el premio al más largo, más cansador y más maltratador para mi cuerpo.
Pablo:
ResponderEliminarla vida ha sido generosa con vos en entrenarte de niño para el viaje que narràs. viajes a formosa 1200 km en fiat 600 en los dìas màs calurosos del año )o del milenio). Viajes a brasil 1600 km metido en un cajòn de manzanas para salvaguardarte de tus hermanos. viajes a coboba 1100 km durmiendo en la luneta de un renault 6.
la vida te entrenò con generosidad la paciencia en el auto , aunque no creo que haya sido suficiente para 27 hs. en ese skoda. me duele a mì el cuerpo sòlo de leerte. beso.
Para mi sois superheroes, yo si me tiro 5 horas en un coche salgo que no puedo caminar... no quiero imaginar como acabasteis.
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