Nos despertamos muy temprano, nos llevaron hasta la estación de tren y tres horas después llegábamos a Venecia. Ésta ciudad tiene fama mundial y no es para menos, es impresionante. A uno le dan ganas de ser araña para ver todo con ocho ojos. El tren entra por un puente donde ya se puede ver agua a ambos lados. Resulta ser que Venecia es como una gran isla que de un lado tiene una laguna pantanosa y del otro el mar Adriático. Un gran canal la parte en dos y la atraviesan cientos de pequeños canales por donde circulan las góndolas, los barquitos y los vaporetos.
Existen los lugares clásicos, llenos de miles y miles de turistas. Son muy bonitos, pero tanta gente a mi me canso. Por esta parte uno va caminando y ve los puentes, los canales, las casas de comida italiana, los gondoleros buscando clientela y los puestos de la artesanía local, entre la que destacan las máscaras. Pregunté de donde salían esas máscaras y me contaron dos historias: Venecia se hizo rica porque era la puerta de entrada a Europa para los mercantes provenientes de Asia. Así se creó un grupo de "nuevos ricos" que, en carnavales, les gustaba festejar con la plebe y por eso se disfrazaban para mezclarse con ellos. La otra historia es que estos nuevos ricos se montaban unas orgías magistrales y usaban las máscaras para que no se supiese quien matraqueaba* con quien. Supongo que la verdad esta en un punto intermedio entre ambas historias.
Pero Venecia también tiene la parte "under". Allí viven los estudiantes, los gondoleros, los inmigrantes. Esas partes están desiertas. El contraste es increíble entre el recorrido turístico clásico y la esta otra parte de la ciudad. Por eso creo que lo mejor que uno puede hacer en Venecia es perderse. Dejar el mapa en la mochila e ir al azar entre las callecitas. Mientras más se aleje uno de los turistas, mejor. Me di cuenta de una verdad tan obvia como oculta, el único medio de trasporte para los ciudadanos es por el agua (o caminando). Las casas tienen un embarcadero chiquito en lugar de garaje y en ellos se ven las canoas de la gente, no las góndolas fashion de los turistas, sino los barcos viejos y destartalados de los habitantes. En ellos las madres llevan a los nenes a la escuela, los hombres van al trabajo y los adolescentes se ocultan al amparo de un canal oscuro.
Para mi eso fue lo mejor del día en Venecia, una ciudad que no es arquitectónicamente bella, pero que los canales le brindan una magia única. Al finalizar la jornada desandamos el camino hecho a pie, pero esta vez en vaporeto, que es en nombre italiano a las lanchas-autobús como las del Tigre en Argentina. La vista de la ciudad desde este singular transporte público al caer la tarde es majestuosa. Una birra bien fría mirando el gran canal fue la forma de despedirnos de la ciudad. Quedó pendiente el paseo en góndola, el presupuesto no lo permitía. En otra ocasión, quizás.
*Matraqueaba: Conjugación verbal de "darle a la matraca"
Existen los lugares clásicos, llenos de miles y miles de turistas. Son muy bonitos, pero tanta gente a mi me canso. Por esta parte uno va caminando y ve los puentes, los canales, las casas de comida italiana, los gondoleros buscando clientela y los puestos de la artesanía local, entre la que destacan las máscaras. Pregunté de donde salían esas máscaras y me contaron dos historias: Venecia se hizo rica porque era la puerta de entrada a Europa para los mercantes provenientes de Asia. Así se creó un grupo de "nuevos ricos" que, en carnavales, les gustaba festejar con la plebe y por eso se disfrazaban para mezclarse con ellos. La otra historia es que estos nuevos ricos se montaban unas orgías magistrales y usaban las máscaras para que no se supiese quien matraqueaba* con quien. Supongo que la verdad esta en un punto intermedio entre ambas historias.
Pero Venecia también tiene la parte "under". Allí viven los estudiantes, los gondoleros, los inmigrantes. Esas partes están desiertas. El contraste es increíble entre el recorrido turístico clásico y la esta otra parte de la ciudad. Por eso creo que lo mejor que uno puede hacer en Venecia es perderse. Dejar el mapa en la mochila e ir al azar entre las callecitas. Mientras más se aleje uno de los turistas, mejor. Me di cuenta de una verdad tan obvia como oculta, el único medio de trasporte para los ciudadanos es por el agua (o caminando). Las casas tienen un embarcadero chiquito en lugar de garaje y en ellos se ven las canoas de la gente, no las góndolas fashion de los turistas, sino los barcos viejos y destartalados de los habitantes. En ellos las madres llevan a los nenes a la escuela, los hombres van al trabajo y los adolescentes se ocultan al amparo de un canal oscuro.
Para mi eso fue lo mejor del día en Venecia, una ciudad que no es arquitectónicamente bella, pero que los canales le brindan una magia única. Al finalizar la jornada desandamos el camino hecho a pie, pero esta vez en vaporeto, que es en nombre italiano a las lanchas-autobús como las del Tigre en Argentina. La vista de la ciudad desde este singular transporte público al caer la tarde es majestuosa. Una birra bien fría mirando el gran canal fue la forma de despedirnos de la ciudad. Quedó pendiente el paseo en góndola, el presupuesto no lo permitía. En otra ocasión, quizás.
*Matraqueaba: Conjugación verbal de "darle a la matraca"
Geniales tus comentarios. Buena brisa nocturna. En BCN hace calor y estoy constipado. Que todo siga bien. En un mural del Museo de Antropología de México hay una frase del Popol Vuh en la que se pide a los dioses que den a los viajeros "hermosos caminos planos". Pues eso... hasta pronto. Cuídate. Abel
ResponderEliminarque tal el olor de venecia????
ResponderEliminarJimmy