Quizás sea porque salí de los agradables veinti pocos grados de Suiza para internarme en los treinta y muchos de Italia. Quizás sea porque la noche anterior dormí poco y estaba muy cansado. Quizás sea porque la ciudad estaba desierta ese sábado a la tarde. Quizás sea porque nunca tuve (ni tengo) el menor sentido de la moda. O quizás porque las marcas de ropa me son todas iguales y me importan poco o nada. Lo cierto es que Milán no me gustó. Yo no encajo.
Todos estaban vestidos super fashion. Las italianas, que tienen la ventaja genética de venir generosamente dotadas en su parte de adelante, se arruinan pintarrajeándose la cara como si fuese un óleo renacentista. Viejas paquetas hablando a los gritos sobre que tal o cual vestido está en rebaja. Turistas que se sacan fotos junto al escaparate de Gucci como si fuera el techo de la Capilla Sixtina o la catedral de Notre Dame. Adolescentes de pechos operados vestidas con ropa que probablemente pagó algún señor, que bien podría ser su padre (o no). Yo que soy un negado para las cosas de la moda me aburrí. Natalia, que de adolescente era una concheta, se sentía como si hubiese vuelto a un viejo hogar abandonado hace años. Que cada quien viva su vida como se le cante, mientras respete a los demás, fue siempre mi filosofía. Por eso, que los milaneses vivan como quieran, a mi con cinco horas de esa ciudad ya me bastó. Salimos de la estación y caminamos bastante hasta llagar al centro. La parte antigua sería muy bonita si no hubiesen reformado la planta baja de todos los edificios para trasnformarlas en negocios de marcas como Cristian Dior, Emporio Armani o Versace entre muchas otras que no conozco ni recuerdo. El subte, sucio y chillante, fue una tortura para los tímpanos y los dientes.
Tres cosas me gustaron de la ciudad: La Catedral, hermosa e imponente, bien al estilo italiano. El antiguo fuerte medieval, que aún se conserva en muy buenas condiciones. El gran parque verde que hay detrás del fuerte. Ese espacio de naturaleza fue como un oasis donde pude refrescarme y descansar antes de volver a partir.
Todos estaban vestidos super fashion. Las italianas, que tienen la ventaja genética de venir generosamente dotadas en su parte de adelante, se arruinan pintarrajeándose la cara como si fuese un óleo renacentista. Viejas paquetas hablando a los gritos sobre que tal o cual vestido está en rebaja. Turistas que se sacan fotos junto al escaparate de Gucci como si fuera el techo de la Capilla Sixtina o la catedral de Notre Dame. Adolescentes de pechos operados vestidas con ropa que probablemente pagó algún señor, que bien podría ser su padre (o no). Yo que soy un negado para las cosas de la moda me aburrí. Natalia, que de adolescente era una concheta, se sentía como si hubiese vuelto a un viejo hogar abandonado hace años. Que cada quien viva su vida como se le cante, mientras respete a los demás, fue siempre mi filosofía. Por eso, que los milaneses vivan como quieran, a mi con cinco horas de esa ciudad ya me bastó. Salimos de la estación y caminamos bastante hasta llagar al centro. La parte antigua sería muy bonita si no hubiesen reformado la planta baja de todos los edificios para trasnformarlas en negocios de marcas como Cristian Dior, Emporio Armani o Versace entre muchas otras que no conozco ni recuerdo. El subte, sucio y chillante, fue una tortura para los tímpanos y los dientes.
Tres cosas me gustaron de la ciudad: La Catedral, hermosa e imponente, bien al estilo italiano. El antiguo fuerte medieval, que aún se conserva en muy buenas condiciones. El gran parque verde que hay detrás del fuerte. Ese espacio de naturaleza fue como un oasis donde pude refrescarme y descansar antes de volver a partir.
En la epoca en que viajaba maratones de kilometros hice un raid Athenas-Barcelona sin escalas. Bueno, casi, tenia una escala en milan. 11 horas entre que bajaba de un tren y subia al otro. 11 horas para buscar algun lugar de la ciudad y refugiarme de los peligrosos treitaypico grados de calor. Camine desde la estacion al parque, compre en el camino un jugo de naranja y una botella de agua mineral, y me lo pase todo el tiempo sobre el cesped, durmiendo la siesta, leyendo, escribiendo. Es todo lo que recuerdo de Milan. No recuerdo si habia milanesas; y me refiero a la comida, que cuando uno viaja con la mochila al hombro a veces es mas escasa que las feminas. Tampoco fui un chico fashion, asi que no repare que ese lugar era la mecca de la moda. Queda en mi recuerdo como 11 hs de espera, no mas que eso.
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