miércoles, 25 de octubre de 2006

2000 horas de viaje surrealista

Viajar por Cuba es una experiencia surrealista. El primer día salgo desde la casa donde estoy alojado y me tomo una guagua, es decir un bus urbano. Después de esperar quichicientas mil horas llega a la parada super lleno. Luego de tirarle por la ventanilla el dinero a uno que cobra los boletos, me subo por la puerta de atrás, o al menos eso intento. Sólo pude poner un octavo de mis pies en el suelo de la guagua y el resto de mis pies (y todo mi cuerpo) quedó colgando fuera, mientras arranca. Viajar así no es una novedad para mi, que nací en la provincia de Buenos Aires. Sálo Dios sabe cuántas estaciones de tren habré visto pasar a mis espaldas con medio cuerpo afuera en el Sarmiento. Lo realmente chocante en la guagua fue ver, entre la cabeza de los miles de sudados pasajeros, un cartelito en catalán que dice (traducido) “Multa por ir sin boleto: 40 euros”. Me empiezo a fijar con atención y era una guagua catalana. Exactamente igual a los buses de Barcelona, pero completamente hecha mierda. Pero eso no es todo, al bajarme puedo apreciar que tiene la misma publicidad que allá: Un gigantesco cartel de la aerolínea Transavia que ofertaba vuelos Barcelona-Amsterdam por 20 euros. Al parecer el gobierno catalán le regaló a Cuba unos vehículos que estaban muy dañados para que los cubanos los arreglen y los usen.
Si eso fue un shock, imagínense tomar un bus escolar idéntico al de los Simpson. Amarillito y con el letrero que dice "School Bus". Ni que hablar de los bici taxi, aquellos extraños aparatos en los cuales dos personas se montan y son tracción a hombre.
Pero lo mejor es viajar en "Maceta". Paso a describir: Camión en cuya parte de atrás, en la caja cerrada, pusieron cuatro largas tiras de chapa dura como el mármol. En ellas la gente se sienta. Es el trasporte larga distancia de los cubanos. El primero que me tomé fue una experiencia trascendente. Yo quería ir de La Habana a Santa Clara, pero pasó por la ruta uno que dijo "Las Tunas". Como también quería ir para allá, me monté. Catorce horas para hacer 657 kilometros. Sentados sobre un hierro frío. Metidos en una caja que multiplicaba por mil el efecto invernadero. Toda la noche. Teniendo más paradas que un corazón con veinte infartos. Pero la pasé muy bien gracias a los cubanos, que son como sólo ellos saben ser. En seguida me hice amigo de uno que era fanático de las peleas de gallos. Me explicó mucho de este deporte, que más que deporte es un arte, por todo el trabajo que lleva entrenar un gallo y mil cosas más. También estaba la típica vieja con trombosis que no se podía subir y entre todos la tuvimos que tirar arriba del camión. La señora calienta penes que se pasó toda la noche insultándose con el viejo borracho de turno o la linda morena adolescente que era el suspiro de los que viajábamos. Todos estos eran los matices que completaban la escena que parecía sacada de la cabeza de Luis Buñuel.
Pero lo mejor de todo es esa sensación tan latinoamericana de no saber a qué hora pasa un trasporte, ni cuánto va a tardar, ni siquiera saber si va a pasar o no. Capaz suspendieron el servicio y nadie lo sabe. Los boletos no se pueden comprar por adelantado, porque nunca se sabe si llega o no el trasporte. En la parada te podés pasar el día entero y no pasa nada.
Por eso en Cuba el transporte funciona a dedo. Todo el mundo pide que lo lleven. Tanto es así que existen los inspectores azules. En los puntos claves de la ciudad se para un policía vestido de azul. Uno se acerca, le comenta donde va y éste empieza a parar todos los autos que tengan matrícula azul (los que son del estado y se los asigna a trabajadores). Si el auto va para donde vos vas tiene la obligación de llevarte. Un lujo el hecho de que hacer dedo esté tan bien organizado.
De esta manera, entre maceta y bicitaxi, entre carros a caballos y guaguas catalanas, me recorrí la isla de una punta a la otra, viajando como cubano. Tratando de vivir su realidad lo más cerca posible.

1 comentario:

  1. Adorè el cuento y sobre todo el de la Meceta, me sentí ahí mismo entre los olores y los diversos personajes. Cierto que viajar en Cuba tiene su gran dosis de aventura, que lo sigas pasando bien!!

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