Estos comunistas son gente rara. Y cuando me refiero a "estos" me refiero a los cubanos. Ellos mismos se denominan guarosos. Una persona guarosa es aquella que entra en confianza muy rápido y a los diez minutos te trata como si te conociera de toda la vida. Como si fueras el mejor de los amigos. Todos los pueblos caribeños son así, pero el cubano creo que más. Por un lado el hecho de que el tiempo no tenga valor económico hace que hablar de cosas innecesarias no sea una pérdida de tiempo. Por otro, sus penurias económicas, sumadas a la educación con ideales socialistas, los convierte en personas muy solidarias. Basta dar el ejemplo de July y su esposo Vladimir, ambos sobre el final de los treinta años. Enfermera y médico respectivamente. Los conocí en una de esos raros transportes cubanos, mientras viajábamos de Las Tumas a Holgin (sesenta km tres horas de viaje). Al llegar a Holgin ya había caído la noche y el dato que teníamos para pernoctar no funcionó. Nos quedamos en pelotas, a las diez de la noche en la estación de autobuses (que es una ironía llamarla así porque lo que hay en realidad son camiones).
La pareja ésta nos ofrece, a Auri y a mí, pasar la noche en su casa. Era por demás humilde, pero muy acogedora. Imagínense que en ella vivían el matrimonio, un hijo de nueve años, otra hija de dieciocho meses, ambos padres de ella y un estudiante boliviano de medicina que se quedó sin casa en Cuba y esta familia lo adoptó.
Claro que siempre está el cubano que aprovecha y que "acosa" al turista. El que se hace amigo para ver si uno que trae dinero de afuera le paga una birra o le regala algo de ropa. Esto es una lástima, porque se está desdibujando el verdadero sentido y significado de tanta amabilidad. Tanto que a veces uno entra en paranoia si la persona que se acerca lo hace porque sí o porque te va a terminar pidiendo algo.
Pero esta característica, esto de ser guaroso, se manifiesta en su máxima expresión en lo que he denominado "El deporte nacional de Cuba". Este deporte es hablar. Hablan todo el tiempo. Cuando vas al mercado, todo los clientes hablan y hablan y hablan y hasta que uno no para de hablar, no se atiende al siguiente. Cuando van en el bondi, hablan y hablan. Cuando les preguntás una dirección, hablan y hablan. Cuando llegan a la casa, hablan y hablan, pero esta vez por teléfono, que es muy barato. En una casa de cuatro personas el noventa porciento del tiempo el teléfono está en uso. El colmo es que tienen dos conversaciones simultáneas por teléfono. Hablan con uno y a los tres minutos le dicen "esperame que tengo una llamada en espera" y se ponen hablar con el otro por un rato. Así siguen hablando, tres minutos con uno y tres con otro, durante una hora entera. Es increible.
Por todas estas caracteristicas, un poco chocantes al principio, es que el pueblo de Cuba es algo maravilloso, amable y solidario. Un pueblo digno de conocer y que esperemos que no cambie nunca. Aunque a estas alturas eso es una utopía.
La pareja ésta nos ofrece, a Auri y a mí, pasar la noche en su casa. Era por demás humilde, pero muy acogedora. Imagínense que en ella vivían el matrimonio, un hijo de nueve años, otra hija de dieciocho meses, ambos padres de ella y un estudiante boliviano de medicina que se quedó sin casa en Cuba y esta familia lo adoptó.
Claro que siempre está el cubano que aprovecha y que "acosa" al turista. El que se hace amigo para ver si uno que trae dinero de afuera le paga una birra o le regala algo de ropa. Esto es una lástima, porque se está desdibujando el verdadero sentido y significado de tanta amabilidad. Tanto que a veces uno entra en paranoia si la persona que se acerca lo hace porque sí o porque te va a terminar pidiendo algo.
Pero esta característica, esto de ser guaroso, se manifiesta en su máxima expresión en lo que he denominado "El deporte nacional de Cuba". Este deporte es hablar. Hablan todo el tiempo. Cuando vas al mercado, todo los clientes hablan y hablan y hablan y hasta que uno no para de hablar, no se atiende al siguiente. Cuando van en el bondi, hablan y hablan. Cuando les preguntás una dirección, hablan y hablan. Cuando llegan a la casa, hablan y hablan, pero esta vez por teléfono, que es muy barato. En una casa de cuatro personas el noventa porciento del tiempo el teléfono está en uso. El colmo es que tienen dos conversaciones simultáneas por teléfono. Hablan con uno y a los tres minutos le dicen "esperame que tengo una llamada en espera" y se ponen hablar con el otro por un rato. Así siguen hablando, tres minutos con uno y tres con otro, durante una hora entera. Es increible.
Por todas estas caracteristicas, un poco chocantes al principio, es que el pueblo de Cuba es algo maravilloso, amable y solidario. Un pueblo digno de conocer y que esperemos que no cambie nunca. Aunque a estas alturas eso es una utopía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario