sábado, 16 de diciembre de 2006

Camino al infierno

Hace unos días fue el cumpleaños de un amigo canadiense y realizó un extraño ritual al cual me invitó a participar. Desde la ciudad de Antigua, Guatemala, un domingo al mediodía nos encaminamos hacia el volcán Pacaya. Después de dos horas en bus entre los precipicios y las quebradas guatemaltecas, llegamos a la base del volcán y empezamos la ascensión.
Por un fino sendero entre altos árboles subimos al volcán, el cual no difiere en mucho de las sierras cordobesas en Argentina o las montañas asturianas en España. Pero al cabo de una hora el paisaje cambió completamente. A unos trecientos metros, abajo de un barranco, comenzaba lo que sería un inmenso mar negro y sólido. Lava volcánica ya fría y convertida en piedra. La excursión proseguía escalando ese mar. Era muy difícil: veinte minutos para hacer los trecientos metros. La roca volcánica es bastante caliente al tacto, con lo que si uno deja la mano en un lugar mucho tiempo, se quema. Además es como una esponja, llena de aire y de burbujas. Si uno pisa muy fuerte la roca se rompe y el pie se hunde dentro de un horno natural. De vez en cuando, entre las rocas, uno encuentra un huequito y cincuenta o sesenta centímetros más abajo ve que la roca está el rojo vivo. Si metés el palo que oficia de bastón, se prende fuego instantáneamente. Al finalizar esta caminata uno se encuentra frente a frente con un río de lava que lentamente va descendiendo.
La caminata entre las rocas ardientes con la lava rodeándote es lo más parecido que ví al infierno en mi vida. A orillas de la lava uno no se puede acercar más de un metro porque el calor es insoportable.
Nosotros llegamos al atardecer y el espectáculo fue increíble. El rojo de la lava se reflejaba en las bajas nubes y se combinaba con la luz del sol para formar un degradé de violetas, fucsias, azules y naranjas en el cielo.
Cumpliendo con el ritual cumpleañero, mi amigo escribió una carta resumen de los veintisiete años de vida hacia atrás, con las esperanzas que tenía en su vigésimo octavo cumpleaños. Yo, aunque no era cumpleañero, escribí mi propia versión de la carta al volcán. Luego, cada cual envolvió con su carta una piedra volcánica fría, un moneda y un poco de nuestra propia saliva, para después arrojarla a la lava. La piedra era para devolverle a la lava algo que había perdido, la moneda como ofrenda y la saliva como parte de nuestro cuerpo en sacrificio (usar sangre nos pareció un poco melodramático). Terminó el ritual cuando todo esto ardió en las fauces de este infierno rojo, simbolizando nueva vida que comienza a partir de la quema de nuestras penas, miserias y defectos pasados, plasmados en una carta.
El hermoso atardecer devino en una oscura noche, muy bonita pero poco práctica para descender entre piedras volcánicas y senderos montañosos. Terminado el ritual y entrada la noche, volvimos a la ciudad y a nuestras camas, para que el reparador sueño nos acercara a convertirnos en aquello que le pedimos al volcán poder llegar a ser.

1 comentario:

  1. La noche del 31 de Diciembre de 2005 estuvimos en casa de Los Plantamenta, unos amigos que viven en Castelar. Habia a su vez amigos de ellos, hermanas y parejas diversas. Pasado el brindis y ya comenzado el nuevo año les reparti a cada uno un papelito en blanco y un lapiz, con la consigna de escribir en un lado todas las cosas malas que habian ocurrido en el año: las angustias, los proyectos frustrados, los desamores, las dudas. Y del otro lado los planes y los anhelos para el nuevo año. Luego, cada uno a su tiempo, hizo un bollito con el papel y lo arrojo a una fogata encendida para tal fin, con la esperanza que el fuego trasmute las cosas malas en buenas....
    ...este 2006 ha sido para mi un año intenso, con momentos felices y con momentos dificiles; pero lo termino contento: ha sido un buen año. No recuerdo exactamente que escribi en el papel, pero seguramente fueron cosas importantes, y este año se han concretado cosas importantes, y otras estan en camino. Tal vez el fuego realmente trasmute, o quiza simplemente escribir los propios anhelos nos hace tenerlos mas presentes para cumplirlos.
    La semana pasada llamo Gabi, la dueña de la casa en Castelar, y me dijo: "sabes que se cumplio todo lo que escribi en el papel! Tenemos que repetirlo". No me interesa saber como funciona (no esto al menos), sino simplemente que funcione. A veces me doy el lujo de ser feliz en la ignorancia y confiar que la vida me leva de la mano.

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