miércoles, 6 de diciembre de 2006

Border line

El día arrancó mal. Cuando el despertador sonó a las 5:30 AM, junté todas mis cosas y me fui a la entrada del hostal, a las 6:00 AM, para esperar la camioneta que me llevaría hasta la frontera entre México y Guatemala.
Arrancó mal porque yo sabía que éramos seis los que tomaríamos esa camioneta y estaba sólo yo en la puerta del hostal. Con la linterna pude encontrar un reloj en la recepción y comprobar que eran las 3:00 AM y no las 6:00 AM, mi despertador seguía con la hora Cubana. La verdad es que no tengo mucha idea en qué día vivo y qué hora es. Cuando tengo hambre como, cuando tengo sueño duermo y así se pasan los días.
Tres horas más tarde, después de volver a mi habitación y dormir un poco más, me subía a la cómoda camioneta que me llevó a la frontera. La diferencia entre México y Guatemala se nota mucho. Del lado mexicano hay una pequeño edificio donde hice migraciones. Del lado de Guatemala tuve que cruzar a pie un kilómetro en medio de un mercado favela que se instaló en la frontera, construido con chapas y madera.
Después de cruzar dicho paraje, me monté a una PickUp 4x4 que se metió por algo que no llega a ser un camino en medio de la montaña, durante quince minutos, para llegar a la costa del río San Pedro. Allí pasé a una lancha que me llevó río arriba durante cuarenta minutos, para luego llegar a una choza en el medio de la selva. Esa era la oficina de migraciones guatemalteca, casi dos horas de la frontera y como 100 km dentro de Guatemala. Hecho el trámite retomé la lancha por otros cinco minutos hasta llegar a no se qué ciudad y allí tomé una camionetita para doce personas. Lo bueno era que en esa camioneta, cuando arrancó, éramos nueve. Lo malo, es que en las tres horas subsiguientes empezó a subir gente y terminamos siendo como veinte en el minúsculo vehículo.
Fue así como arribé a Flores, isla de no más de uno o dos kilometros cuadrados, ubicada en el Lago Peten Itza, muy cerca de la costa de Santa Elena. Flores es uno de los lugares más caros de Guatemala y aun así los precios ya se estaban acomodando más a mi bolsillo, no como en México. Con respecto al dinero, calculé tan bien el metálico que cuando alcancé la frontera no tenía más que unos pocos pesos mexicanos, que cambié por menos quetzales guatemaltecos. Tan poco efectivo tenía que tuve que regatear el precio en la posada más barata, porque no tenía ni para pagar la noche.
La isla es bonita, por la tarde di un paseo, crucé a Santa Elena a conseguir un cajero automático donde proveerme de cash, me instalé en un barcito cuyas mesas estaban en una plataforma de madera flotando sobre el lago. Luego llevé mi ropa a la lavandería ya que gracias a mis andanzas con los Zapatistas estaba demasiado sucia. Finalmente, una cena liviana y me fui a dormir bastante temprano.
El día, que arrancó mal y que fue físicamente muy incómodo en los transportes y por el agobiante calor, fue sin embargo una maravilla, con un hermoso paseo en lancha, una divertida excursión en 4x4 y para coronarlo, una cerveza bien fría mirando el atardecer en un barcito sobre el agua del Lago Peten Itza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario