De San Cristóbal de las Casas partí para Palenque, donde hice dos noches y después me encaminé hacia el Caracol Roberto Barrios. Un Caracol es como una municipalidad paralela, de un gobierno paralelo que existe en Chiapas. El gobierno del los Zapatistas.
Desde el levantamiento del 1994, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) fue cambiando sus formas de lucha por la tierra, la dignidad y la justicia de los campesinos aborígenes en Chiapas. En la actualidad existen cinco Caracoles, que son el centro administrativo y de decisión política de las más de trescientas comunidades Zapatistas en la región.
Concientes de que en el mundo de hoy es muy fácil que alguien te apode terrorista e instantáneamente pierdas todos tus derechos civiles, el EZLN desarrolló diferentes estrategias para la paz. Entre ellas se encuentran los Campamentos Civiles por la Paz. Los militares y grupos paramilitares en esta zona suelen acosar, invadir, quemar y disparar sobre las diferentes comunidades. Esta acción es, sino promovida, al menos no sancionada por el gobierno de México. Pero si en las comunidades se encuentra algún extranjero, los paramilitares no se atreven a entrar. Temen la repercusión que puede tener en los medios internacionales y porque suponen que los gobiernos extranjeros, en especial los europeos, van a ejercer presión sobre el mexicano si algún ciudadano europeo es fusilado o quemado.
Los extranjeros, llamados Observadores Internacionales de los Derechos Humanos o simplemente Escudos Humanos, van a la comunidad y conviven con los Zapatistas durante varios días. Para esos campamentos me fui.
Después de una pésima coordinación de diferentes asociaciones civiles en San Cristóbal, pude llegar a Roberto Barrios. La camioneta que me llevó me dejó a una orilla del río, el cual tuve que cruzar a pie, hasta que me adentré en territorio Zapatista, tal como lo indicaba el cartel que allí estaba. Me presenté a la Junta del Buen Gobierno para que ellos decidan a dónde me mandaban. Esto fue muy gracioso. Los cinco integrantes de la junta, con pasamontañas o pañuelos que le cubrían la cara, procedieron a un amable interrogatorio, motivado más por curiosidad y protocolo que por seguridad. Decidieron finalmente que me quedaría en el Caracol cuatro días.
La vida en una comunidad Zapatista es un poco extremista, cuando es tranquila es muy tranquila y cuando hay agite hay fuego, disparos y gran conmoción. Por surte mi estadía fue tranquila. La misma consistía básicamente en despertarme por la mañana, tratar de prender un fuego con leña verde y papel húmedo y tardar media hora para calentar agua para tomarme un te. A media mañana, jugar un poco al básquet, con otro observador o con algún Zapatista. Cuando el calor y el sudor del básquet era insoportable, irse a bañar a un paradisíaco río. Después del río, empezar a preocuparse por qué comer, cortar leña a machetazos, hacer la comida y comer. Por la tarde siesta, un libro o jugar al Go. Algo más de básquet y otra vez al río antes de que caiga la noche, esto coronaba la actividad diaria.
La verdad es que fue una estancia vacacional y no tanto la vida en una comunidad Zapatista, si no fuera por la tensión constante, a la que nadie alude pero todos saben que está. La tensión en los rostros aparece cuando se escucha un helicóptero pasar o cuando te cortan la luz a la noche, te la vuelven a dar por cinco minutos y te la vuelven a cortar de forma que uno sepa que el corte es intencional y que la noche va a ser larga.
El objetivo de retenerme tantos días en el Caracol, lugar bastante seguro y fuera de peligro, era que presenciara los festejos en ocasión del fin de curso de los técnicos en prótesis dentales. A través de una asociación civil griega, una pareja de ortodoncistas griegos estuvo un año en el Caracol y enseño a diez adolescentes a hacer prótesis dentales. Estos diez "técnicos" transitan por las diferentes comunidades, hacen moldes de la boca de los campesinos y vuelven al caracol, donde se instaló un laboratorio dental y allí confeccionan las prótesis.
Este es otro ejemplo de la lucha Zapatista, no armada, que se centra en promover la educación, la salud y la producción eficiente y ecológica de la tierra. Lucha centrada en la denuncia y la protesta, así como en la acción concreta y cotidiana. Que intenta resistir contra la avaricia y corrupción del mal gobierno. Lucha que pretende devolverle aquello que el gobierno Mexicano y las colonias previas le vienen negando hace ya más de quinientos años al pueblo aborigen: La dignidad.
Si quieren saber un poco más de lo que viene pasando en Chiapas, y ahora en el vecino estado mexicano de Oaxaca, les recomiendo que visiten la página del colectivo catalán El Lokal.
http://www.pangea.org/ellokal/chiapas/home/mexp.htm
También les recomiendo leer el Manifiesto Zapatista
Desde el levantamiento del 1994, el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) fue cambiando sus formas de lucha por la tierra, la dignidad y la justicia de los campesinos aborígenes en Chiapas. En la actualidad existen cinco Caracoles, que son el centro administrativo y de decisión política de las más de trescientas comunidades Zapatistas en la región.
Concientes de que en el mundo de hoy es muy fácil que alguien te apode terrorista e instantáneamente pierdas todos tus derechos civiles, el EZLN desarrolló diferentes estrategias para la paz. Entre ellas se encuentran los Campamentos Civiles por la Paz. Los militares y grupos paramilitares en esta zona suelen acosar, invadir, quemar y disparar sobre las diferentes comunidades. Esta acción es, sino promovida, al menos no sancionada por el gobierno de México. Pero si en las comunidades se encuentra algún extranjero, los paramilitares no se atreven a entrar. Temen la repercusión que puede tener en los medios internacionales y porque suponen que los gobiernos extranjeros, en especial los europeos, van a ejercer presión sobre el mexicano si algún ciudadano europeo es fusilado o quemado.
Los extranjeros, llamados Observadores Internacionales de los Derechos Humanos o simplemente Escudos Humanos, van a la comunidad y conviven con los Zapatistas durante varios días. Para esos campamentos me fui.
Después de una pésima coordinación de diferentes asociaciones civiles en San Cristóbal, pude llegar a Roberto Barrios. La camioneta que me llevó me dejó a una orilla del río, el cual tuve que cruzar a pie, hasta que me adentré en territorio Zapatista, tal como lo indicaba el cartel que allí estaba. Me presenté a la Junta del Buen Gobierno para que ellos decidan a dónde me mandaban. Esto fue muy gracioso. Los cinco integrantes de la junta, con pasamontañas o pañuelos que le cubrían la cara, procedieron a un amable interrogatorio, motivado más por curiosidad y protocolo que por seguridad. Decidieron finalmente que me quedaría en el Caracol cuatro días.
La vida en una comunidad Zapatista es un poco extremista, cuando es tranquila es muy tranquila y cuando hay agite hay fuego, disparos y gran conmoción. Por surte mi estadía fue tranquila. La misma consistía básicamente en despertarme por la mañana, tratar de prender un fuego con leña verde y papel húmedo y tardar media hora para calentar agua para tomarme un te. A media mañana, jugar un poco al básquet, con otro observador o con algún Zapatista. Cuando el calor y el sudor del básquet era insoportable, irse a bañar a un paradisíaco río. Después del río, empezar a preocuparse por qué comer, cortar leña a machetazos, hacer la comida y comer. Por la tarde siesta, un libro o jugar al Go. Algo más de básquet y otra vez al río antes de que caiga la noche, esto coronaba la actividad diaria.
La verdad es que fue una estancia vacacional y no tanto la vida en una comunidad Zapatista, si no fuera por la tensión constante, a la que nadie alude pero todos saben que está. La tensión en los rostros aparece cuando se escucha un helicóptero pasar o cuando te cortan la luz a la noche, te la vuelven a dar por cinco minutos y te la vuelven a cortar de forma que uno sepa que el corte es intencional y que la noche va a ser larga.
El objetivo de retenerme tantos días en el Caracol, lugar bastante seguro y fuera de peligro, era que presenciara los festejos en ocasión del fin de curso de los técnicos en prótesis dentales. A través de una asociación civil griega, una pareja de ortodoncistas griegos estuvo un año en el Caracol y enseño a diez adolescentes a hacer prótesis dentales. Estos diez "técnicos" transitan por las diferentes comunidades, hacen moldes de la boca de los campesinos y vuelven al caracol, donde se instaló un laboratorio dental y allí confeccionan las prótesis.
Este es otro ejemplo de la lucha Zapatista, no armada, que se centra en promover la educación, la salud y la producción eficiente y ecológica de la tierra. Lucha centrada en la denuncia y la protesta, así como en la acción concreta y cotidiana. Que intenta resistir contra la avaricia y corrupción del mal gobierno. Lucha que pretende devolverle aquello que el gobierno Mexicano y las colonias previas le vienen negando hace ya más de quinientos años al pueblo aborigen: La dignidad.
Si quieren saber un poco más de lo que viene pasando en Chiapas, y ahora en el vecino estado mexicano de Oaxaca, les recomiendo que visiten la página del colectivo catalán El Lokal.
http://www.pangea.org/ellokal/chiapas/home/mexp.htm
También les recomiendo leer el Manifiesto Zapatista
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