
Después del cementerio de la ciudad de San Cristobal me fui para Chamula, un pequeño pueblo aborigen a una media hora de viaje. Cuando llegué los festejos ya habían concluido, pero pude observar que es bastante diferente a San Cristobal. En primer lugar el cementerio no está cerrado, es decir que no tiene paredes a su alrededor, ni alambres, ni nada, sólo un cartel que dice "cementerio" y en el centro se ven los restos de lo que fue una iglesia que hace ya mucho tiempo se prendió fuego. Segundo, las tumbas no son ni de cemento ni de marmol ni de nada. Los cajones están directamente enterrados en la tierra, y allá donde hay uno se puede apreciar un pequeño montículo, con tan sólo una cruz de madera con el nombre y las fechas del muerto.
En la iglesia del pueblo, que no es cristiana, se reúnen chamanes y curanderos a adorar a los santos. En una rara mezcla de la religión politeísta de los mayas y la cristiana, los santos son considerados como semi dioses y cada cual tiene un poder especial. Esta iglesia también tiene todo el piso cubierto de esas hojas de pino y dentro no hay bancos. A los costados, por todas las paredes, hay estatuas de diferentes santos y en el centro está San Juan, el santo con más poder. Ni Maria ni Jesús reciben un trato tan especial como San Juan.
Allí tuve la ocasión de ver a una curandera haciendo un ritual con velas y oraciones en maya para santificar una Pepsi, que luego sería bebida por el niño enfermo y toda su familia, para que éste se cure.
Pero lo que más me llamó la atención fue ver, en el cementerio, lo que les muestro en la foto: una tumba fechada en 1991 pero que el dos de noviembre del 2006 tenía la tierra removida. Al parecer en algunos lugares siguen festejando a la vieja usanza, sacando el cajón y los huesos del muerto.
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