Actualmente el Día de los Muertos se celebra de una forma diferente. Pero en la antigüedad el ritual consistía en llevarle la noche del primero de noviembre al muerto la comida y bebida que a éste le gustaba. Obviamente se lo llevaban a su tumba, pero también en algunos casos desenterraban el cajón y depositaban la comida sobre el mismo. En casos más fanáticos, abrían el cajón (únicamente sólo si quedaba el esqueleto y nada más) dejando la comida dentro. Por la mañana del dos los familiares se la comían y bebían, pues tenían la creencia que el espíritu del muerto volvía esa noche y alimentaba su alma de esas cosas, dejando en ellas parte de su espíritu. De esa forma, al ingerir los familiares vivos estos alimentos, estaban haciendo una comunión con el espíritu del muerto. La tumba se adorna con una ramitas verde de un tipo de pino y sobre ella, con flores amarillas, se dibuja algún símbolo, en la actualidad generalmente es la cruz cristiana.
Después del cementerio de la ciudad de San Cristobal me fui para Chamula, un pequeño pueblo aborigen a una media hora de viaje. Cuando llegué los festejos ya habían concluido, pero pude observar que es bastante diferente a San Cristobal. En primer lugar el cementerio no está cerrado, es decir que no tiene paredes a su alrededor, ni alambres, ni nada, sólo un cartel que dice "cementerio" y en el centro se ven los restos de lo que fue una iglesia que hace ya mucho tiempo se prendió fuego. Segundo, las tumbas no son ni de cemento ni de marmol ni de nada. Los cajones están directamente enterrados en la tierra, y allá donde hay uno se puede apreciar un pequeño montículo, con tan sólo una cruz de madera con el nombre y las fechas del muerto.
En la iglesia del pueblo, que no es cristiana, se reúnen chamanes y curanderos a adorar a los santos. En una rara mezcla de la religión politeísta de los mayas y la cristiana, los santos son considerados como semi dioses y cada cual tiene un poder especial. Esta iglesia también tiene todo el piso cubierto de esas hojas de pino y dentro no hay bancos. A los costados, por todas las paredes, hay estatuas de diferentes santos y en el centro está San Juan, el santo con más poder. Ni Maria ni Jesús reciben un trato tan especial como San Juan.
Allí tuve la ocasión de ver a una curandera haciendo un ritual con velas y oraciones en maya para santificar una Pepsi, que luego sería bebida por el niño enfermo y toda su familia, para que éste se cure.
Pero lo que más me llamó la atención fue ver, en el cementerio, lo que les muestro en la foto: una tumba fechada en 1991 pero que el dos de noviembre del 2006 tenía la tierra removida. Al parecer en algunos lugares siguen festejando a la vieja usanza, sacando el cajón y los huesos del muerto.
Después del cementerio de la ciudad de San Cristobal me fui para Chamula, un pequeño pueblo aborigen a una media hora de viaje. Cuando llegué los festejos ya habían concluido, pero pude observar que es bastante diferente a San Cristobal. En primer lugar el cementerio no está cerrado, es decir que no tiene paredes a su alrededor, ni alambres, ni nada, sólo un cartel que dice "cementerio" y en el centro se ven los restos de lo que fue una iglesia que hace ya mucho tiempo se prendió fuego. Segundo, las tumbas no son ni de cemento ni de marmol ni de nada. Los cajones están directamente enterrados en la tierra, y allá donde hay uno se puede apreciar un pequeño montículo, con tan sólo una cruz de madera con el nombre y las fechas del muerto.
En la iglesia del pueblo, que no es cristiana, se reúnen chamanes y curanderos a adorar a los santos. En una rara mezcla de la religión politeísta de los mayas y la cristiana, los santos son considerados como semi dioses y cada cual tiene un poder especial. Esta iglesia también tiene todo el piso cubierto de esas hojas de pino y dentro no hay bancos. A los costados, por todas las paredes, hay estatuas de diferentes santos y en el centro está San Juan, el santo con más poder. Ni Maria ni Jesús reciben un trato tan especial como San Juan.
Allí tuve la ocasión de ver a una curandera haciendo un ritual con velas y oraciones en maya para santificar una Pepsi, que luego sería bebida por el niño enfermo y toda su familia, para que éste se cure.
Pero lo que más me llamó la atención fue ver, en el cementerio, lo que les muestro en la foto: una tumba fechada en 1991 pero que el dos de noviembre del 2006 tenía la tierra removida. Al parecer en algunos lugares siguen festejando a la vieja usanza, sacando el cajón y los huesos del muerto.
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