viernes, 26 de diciembre de 2008

La cuna del terror

Quizás pocos lugares despierten la imaginación como lo hace la zona de Transilvania, en Rumanía. En este lugar nació Vlad Tepes Draculea, también conocido como el Conde Drácula. En Barcelona los rumanos tienen fama de ser ladrones, sucios y poco amables. Nada más lejos de la verdad, en mi experiencia. Rumanía me pareció seguro, limpio, moderno y muy bonito. Nos alojamos en Brasow, ciudad medieval que es como la capital de Transilvania. En esta ciudad se encuentra la catedral gótica más grande del este de Europa y tiene la particularidad de ser negra. El color se lo dio un incendio hace muchos años y la dejaron así. La parte antigua de la ciudad está en el valle entre dos montes y la plaza del centro, además de poseer wireless gratis, tiene una gran vista de ambas laderas. A un costado de la ciudad se ven los restos de una antigua muralla, y al otro las torres de vigilancia, hoy transformadas en museos.
A menos de una hora de bus se encuentra el pueblo de Bram, donde está el castillo de Bram, que es conocido como el castillo de Drácula. En lo alto de una loma está la edificación que originalmente era un fuerte de soldados. El castillo es muy pequeño y al recorrerlo uno se hace una idea de cómo era la vida en aquellos días. Vale la pena ir, pagando la entrada algo excedida en el precio. Pero hay que aguantar a los cientos de turistas, que a diferencia de uno que va callado sacando fotos, van a los gritos. Al salir del castillo están los típicos puestos de cualquier lugar turístico donde venden tazas de Drácula, camisetas, cartas, llaveros, rompecabezas, espadas, condones y todo lo que uno pueda imaginar. Nosotros no le dedicamos mucho tiempo a esto y nos fuimos a Rasnov, pueblo vecino. En el hay un antiguo fuerte que fue base de operaciones de toda la región en la lucha contra los turcos.
Al día siguiente quisimos ir al pueblo de donde Drácula es oriundo. Por un error de interpretación más la mala intención del conductor nos tomamos un bus que nos condujo tres horas en sentido contrario. Entre la ida y la vuelta perdimos todas las horas de luz. Al día siguiente, mejor informados, llegamos hasta Sighisoara, pueblo donde nació Vlad Tepes Draculea. En su casa natal hoy hay un restorante y es casi lo único turístico del lugar. El pueblo está en un estado bastante ruinoso y éramos los únicos turistas. Este pueblo conserva aún hoy todas sus murallas, así como las puertas de acceso y las torres de vigilancia. A un costado del pueblo, sobre lo alto de la cuesta y dentro de la muralla se encuentran la escuela, la iglesia y el cementerio. Para llegar hay que transitar por una escalera de ciento setenta y cuatro escalones. Entre el frío de la montaña y esa subida a mi me llama la atención que la deserción escolar no sea total en ese pueblo.
Entre el mito y la realidad, entre la leyenda y la historia, Transilvania hoy sabe sacar provecho del atractivo turístico que despierta su hijo más renombrado. Hay que poder ver más allá de las pegatinas de murciélagos en todos los negocios, los colmillos de plástico que te venden en cada tienda o las figuras del famoso Conde. Hay que poder ver que Transilvania es una hermosa región de montañas boscosas, con pueblos medievales llenos de encanto y, sobretodo, gente amable y servicial.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Como en casa

Moldavia es un país cuya existencia desconocía hasta un mes antes de pisarlo. Es un pequeño estado que se encuentra entre Ucrania y Rumania. Al principio la idea era ir a la costa del mar negro en Ucrania y desde allí cruzar a Moldavia. Resulta ser que la zona fronteriza reclama su independencia de una manera no muy pacifica, por lo cual, para evitar problemas y la confiscación de nuestras pertenencias por la policía local decidimos no ir por esa ruta. En su lugar entramos por el norte. Salimos de la capital de Ucrania en un tren nocturno que nos dejo a la mañana siguiente en un pueblo cerca de la frontera, donde esperamos unas cuantas horas y pasado el mediodía salimos en un autobús que nos dejo al final de la tarde en la capital de Moldavia, la ciudad de Chisinau. Como en esta parte del mundo, en esta época del año, anochece a media tarde cuando arribamos era noche cerrada. Al igual que la casa de cambio por lo que carecíamos de moneda local. Además llegamos a una estación que no era la que creíamos que íbamos a llegar, sino una más alejada del centro. Tan alejada que estaba en medio de un descampado. Como es típico en estos países una turba de taxistas se nos acercaron como moscas. Después de repelerlos salimos de la estación y fuimos hasta una gasolinera a preguntar cómo llegar al centro. Aunque no entendíamos el idioma desciframos perfectamente que los taxistas le gritaron al empleado que nos diga que solo se podía ir en taxi. Logramos llegar hasta lo que creíamos era la parada del autobús, una rotonda cercana. La misma carecía de luz o de otro signo de civilización. Temiendo por nuestras posesiones así como por nuestra virginidad anal decidimos acercarnos a la luz de la estación, donde encontramos un joven taxista que no solo nos inspiró confianza sino que nos acepto los pocos billetes ucranianos que nos quedaban. Llegamos al hotel de donde no salimos hasta la mañana siguiente para ir a la estación de tren y comprar el pasaje para esa misma tarde.
La ciudad en sí es tan pequeña que en dos o tres horas uno ve todo lo que hay que ver. Yo que nací en un país muy extenso, estar en estos mini estados me causa una sensación de irrealidad. Este país, que tiene la fama de ser el más corrupto de Europa, es el único mini estado tercermundista que he pisado. En él permanecí menos de veinticuatro horas, pero tengo que confesar que los lugares con las calles poseadas, los taxistas mafiosos, las rutas oscuras, los lugares inseguros y los políticos corruptos me hacen sentir como en el barrio de mi infancia.

viernes, 12 de diciembre de 2008

спасибо

Llegamos a Kiev, capital de Ucrania después de veintiséis horas de tren. Nos habían dicho que Ucrania todavía conserva el encanto de la Rusia socialista, a diferencia de los otros países del este que ya están “europeizados”. La verdad tienen razón. Para empezar el tren era comunista, es decir de la “era” comunista. Fácilmente tenía unos cuarenta años. Por otro lado nadie habla inglés, castellano o italiano. En otros lugares nos pasó que la comunicación verbal era imposible, pero uno se terminaba haciendo entender. Acá no. Vas a la estación de tren a comprar un pasaje y te hablan en ucraniano. Cuando le decís que no entendés te cierran la ventanilla en la cara, dejándote hablando solo y sin respuesta para tus dudas. Preguntás algo en la calle y la gente pone cara del increíble hulk cuando se esta enojando, te gritan “Niet”, se dan media vuelta y se van.
Mas allá de la falta de hospitalidad hacia el extranjero la ciudad no es bonita, pero sí interesante. Muchas iglesias y edificios públicos están pintados con los gloriosos colores azul y oro, aunque sospecho que es por el escudo nacional y no por el gran club de fútbol argentino Boca Juniors. También hay en la ciudad un parque dedicado a la memoria de la segunda guerra mundial. Allí se ven tanques, helicópteros y cañones. Uno camina por el parque y sin darse cuenta entra como en una alta cueva donde suena una marcha militar claramente soviética. Estatuas de cuatro metros muestran el heroísmo de los ucranianos. Pero las estatuas no solo son de jóvenes soldados, sino también de viejos obreros con el fusil en la mano, de ancianas ayudando a los soldados y de mujeres luchando. Caminar bajo la mirada de las estatuas, con la música de fondo, causa una profunda impresión, y realmente logra trasmitir el mensaje ideológico que exalta, de una manera muy comunista, los logros del pueblo unido contra en fascismo. Al finalizar el parque se encuentra una estatua de una mujer que mide más de cien metros de alto y que es el monumento a la Madre Patria.
Estando en Ucrania yo quería ir a Chernobyl, lugar donde hace algo más de veinte años se produjo el mayor accidente nuclear de la historia. Muchas partes de la zona aun hoy están cerradas por la contaminación radiactiva, con lo cual ir uno solo, sin guía no es seguro. Como el tour excedía mucho el presupuesto nos conformamos con ir al museo de Chernobyl en la ciudad de Kiev. Museo que seguramente debe ser muy interesante si no fuese porque sólo esta en Ucraniano y no se entiende absolutamente nada.
Mas allá del idioma, del frío o que fue en el único lugar donde nos quisieron robar, la ciudad de Kiev resultó un buen punto para ver los resabios de lo que fue la unión soviética, ya que cancelamos nuestra ida a Rusia al carecer de visado. Una lástima, sobretodo porque he aprendido mi primer palabra en ruso ¡NIET!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Una pausa a orillas del Danubio

La contemporánea ciudad de Budapest resulta ser la unión de dos antiguas ciudades, la de Buda y la de Pest, una a cada orilla del Danubio.
Pest es la moderna, con edificios de dos o tres siglos de antigüedad. En ella se encuentra el parlamento y la catedral, que guarda momificada la mano de un Santo milagroso. Además tiene un bello parque donde esta el zoológico y un palacio gótico en muy buen estado.
La parte de Buda es la más antigua. De este lado del río se alzan dos montes, en uno hay un fuerte militar que era el que defendía la ciudad, en el otro está el castillo. Pero es en los alrededores del castillo que se encuentra lo más bonito de Buda. Antiguas casas conforman un pequeño barrio que esta coronado por una gran catedral cuyas tejas de colores dibujan simétricas figuras muy llamativas. Al lado comienza el barranco para bajar hasta el río, sobre el cual se construyó una muralla medieval y una escalera.
Quizás Budapest no tenga el encanto de otras ciudades europeas, pero la rivera sinuosa, el antiguo fuerte y el castillo componen un hermoso lugar donde reposar unos días.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Dos caras

El 1º de enero del próximo año en Eslovaquia empieza a circular como moneda oficial el Euro. Por tal motivo en toda Bratislava está la publicidad de cómo serán los billetes y las monedas. En cada negocio los precios ya están en la antigua moneda y en la nueva. Nosotros, por un tema de utilidad cambiamos dinero y nos manejamos con la vieja moneda local.
Por toda la ciudad también se encuentran, además de la publicidad del Euro, estatuas muy curiosas. Desconozco por qué, pero se ve que a algún político se le ocurrió llenar de estatuas la ciudad. No en las plazas o en los parques, sino en las calles de la zona antigua, que es toda peatonal. Como salimos a pasear al atardecer, la ciudad estaba inundada de la luz anaranjada del sol mezclada con la amarillenta del alumbrado público, creando una atmósfera un tanto irreal que a mi me encantó.
Al otro día fuimos al Castillo, que se encuentra a un costado de la ciudad. Para acceder subimos una empinada cuesta que nos dejó sin aliento. Al llegar a la cumbre descubrimos que al castillo lo están restaurando y por tal motivo esta todo tapiado con la publicidad del Euro, no se ve nada. Al mediodía nos alejamos del centro y fuimos a comer a una taberna llena de obreros. Esas que al entrar se hace un silencio y todos miran con mala cara a los forasteros que entramos tosiendo por el humo del tabaco. No english... english centrum... nos dijo el tabernero mientras señalaba la avenida desde la cual veníamos. Lo ignoramos, nos sentamos y pedimos el plato del día, que resulto ser excelente. A la mañana siguiente Natalia y yo continuamos nuestro camino en tren, mientras Leonardo y su primo, compañeros de viaje desde Riga, continuaron en coche por el suyo.
Como las monedas de euro, que de una cara en toda Europa son iguales y de la otra cada país graba lo que quiere, esta cuidad tiene dos caras. Una es la de la nueva Europa, el centro de aceras bonitas y edificios vistosos, de restaurantes que hablan en inglés y tienen precios acordes al mercado común. La otra es la vieja Europa, la comunista, la de los suburbios con calles poceadas y la viviendas con las fachadas deterioradas por las décadas que hace que no las pintan, la del obrero local en la taberna fumando ajeno a toda regulación europea. Como las dos caras de una moneda separadas por el fino canto de una avenida, las dos Bratislabas se unen una mezcla de deseos, los de ser Europa y los de ser esa nación independiente que se formó hace apenas quince años.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La capital de la bohemia

Todo el mundo dice que Praga es hermoso. La verdad es que lo es. Llegamos a la ciudad después de una odisea en coche para darnos cuenta que el hostal que teníamos reservado no nos gustaba para nada. Después de deliberar un rato decidimos pasar sólo una noche en ese lugar y después cambiar de alojamiento. Con lo cual esa tarde la dedicamos a buscar otro hostal, y posteriormente reservarlo. Dando vueltas por los alrededores del centro se podía intuir que la ciudad era muy bonita.
La mañana siguiente hicimos el check out del primer hostal, dejamos las mochilas en el segundo, ya que el check in no era sino hasta dos horas más tarde y los cuatro argentinos nos fuimos a pasear por el centro de la ciudad. El mismo consiste en una gran plaza en donde se encuentran dos iglesias, una estatua con muchos hombres en postura altanera y una torre que posee un reloj astronómico a la cual se puede subir y ver toda Praga. Lo raro de esta plaza es que en frente de una de sus iglesias construyeron dos edificios. Pero no frente al otro lado de la plaza o cruzando una calle. En el frente, de tal forma que la pared trasera de estos edificios es la fachada de la iglesia. Como son más bajos que la iglesia, ésta sobresale y se pueden apreciar sus dos torres y sus campanas. Para entrar a la iglesia hay que entrar primero a uno de los edificios, bordear un restaurant y pasar por un túnel.
A unas cuadras de la plaza se encuentra en barrio judío, con un cementerio, que dicen, es de los más bellos de Europa. Quisimos ir, pero como era sábado el cementerio al igual que todos los negocios del barrio estaban cerrados. Desde allí se divisa, al otro lado del río, en lo alto de una colina un gigantesco metrónomo que marca el ritmo de vida en la ciudad. Varios puentes cruzan el río, pero el más turístico es el “Puente de Carlos”, dado que lo mandó a construir un Rey llamado Carlos IV (Y que nada tiene que ver con uno de los más nefastos presidentes de la reciente historia Argentina).
Del otro lado del puente se encuentra el Parlamento, edificio que llama la atención porque en su jardín hay una pajarera enorme con lechuzas, un estanque con patos y peces de colores, además de pavos reales que se pasean sin temor a los visitantes. Otra peculiaridad de este edificio es que una de sus paredes está decorada con falsas estalactitas haciendo dibujos muy raros.
Mas allá del Parlamento, subiendo una loma, se encuentra el castillo de Praga. Antes de viajar, cuando pensaba en un castillo se me venía a la cabeza la imagen de Disney o de Harry Potter. Hasta ahora no vi ni un solo castillo de ese estilo. El de Praga, es un conjunto de edificios de muchos estilos arquitectónicos diferentes, ninguno de más de tres pisos de altura, en torno a varios patios y a una imponente catedral gótica. A un lado del castillo están los jardines reales y de otro se alza un monte donde hay un gran parque. En él se encuentra el observatorio astronómico, una réplica en chiquito de la Torre Eifell, pero sólo con tres pies. También hay una casa que tiene esos espejos que deforman la imagen así como un laberinto donde uno se pierde entre sus múltiples reflejos. Junto al niño que llevo en mi interior y que a veces aflora demasiado a la superficie pase en este lugar uno de los momentos más divertidos de todo el viaje.
Pero mas allá de su geografía hay algo en esta ciudad que la hace merecer el apodo de “La ciudad dorada” y estar entre las veinte urbes más visitadas del mundo. No son sus bellos edificios, ni su sinuoso río con muchos puentes. No es que sea la ciudad de Europa del este con mejor infraestructura de transporte. No son los casinos y los prostíbulos que se abrieron con la llegada del capitalismo. Quizá tenga que ver que esta ciudad fue la capital del antiguo Reino de Bohemia. Es como un extraño polvo mágico que recubre la ciudad. Es algo que años atrás tenía Barcelona. Creo que es ese ambiente multi étnico cosmopolita sumado a una atmósfera de vanguardia cultural que se respira. Mezcla que se da vaya uno a saber por qué. Rara consecuencia de la globalización, este ambiente logra que el transeúnte, además de admirar la belleza del lugar, se sumerja en una atmósfera que lo deja fascinado.