Finalmente llegó. En mi vida he realizado una especie de zapping hogareño. Viví con mis padres, juntos y separados. Viví con extraños, con conocidos, con amigos. Con gente que hablaba mi idioma y gente que no. Personas de mi generación y otras un poco más grande. Viví en mi país y en otros. Conviví con gente muy buena onda y con ecologistas locos que querían acuchillarme. Viví de okupa, pagando poco y también pagando mucho. Viví en lugares viejos que se caían a pedazos y en edificios modernos. Habitaciones luminosas y oscuras. Silenciosas y ruidosas. Pero nunca viví solo. Hasta ahora.
Uno de los motivos que me trajeron de vuelta a Buenos Aires era vivir solo. Cuando llegué a la capital porteña me instalé transitoriamente en la casa de un amigo. Finalmente, después de los viajes pertinentes de fin de año para ver a la familia y un trabajo en publicidad que se me cruzó, en febrero se dieron las condiciones para empezar con el proyecto de vivir solo. Se dieron una seguidilla de arreglos, picar pared, cambiar cables, preparar cemento, lijar, elegir colores y pintar. Amigos, hermanos, primos ayudaron con su refuerzo físico y sus ideas decorativas, las cuales fueron gentilmente rechazadas. Después llegó la mudanza, que se realizó en sendos viajes con el coche de mi madre desde distintos puntos de la ciudad donde tenía repartida mis pertenencias, para coronarla con el traslado de un sommier de dos plazas atado en el techo del vehículo.
Hacia fines de la primer semana de febrero me mudé y dormí, un sábado a la noche, por primera vez en mi casa. Iluso de mi creí que el simple hecho de pernoctar era igual a estar instalado. La verdad es que a medida que pasaban los días se empezó a crear una lista de cosas para hacer en el departamento. Que colocar lámparas en toda la casa. Que agrandar los muebles de la cocina. Que instalar Internet. Que cambiar el espejo del baño. Que diseñar, comprar la madera, armar el escritorio de la compu y mi lugar de trabajo empotrado en el espacio donde había un ropero. Que elegir donde poner los muebles. Que ver que muebles poner. Lo curioso es que cada vez que tachaba una cosa ya hecha se agregaban otras dos por hacer. Tanto fue así que la realización de estas cosas demandaba la totalidad de mi tiempo libre, que es mucho (osea es todo mi tiempo menos el que duermo y el que paso con amigos). A parte, debido a una ingenua fe de mi parte hacia el género humano que me hacían creer que cuando en la carpintería, por poner uno de muchos posibles ejemplos, me decían “Sus maderas estarán listas en veinticuatro horas” yo lo creía, mientras que en realidad tardaban cuatro días. Así la puesta a punto de mi hábitat empezó a consumirme no solo mi tiempo, sino mi energía y hasta mi buen humor. No es para menos, me dijo un amigo, ya que después de la muerte de un familiar querido y la ruptura de la pareja una mudanza es la tercer causa de estrés más común en la sociedad actual.
Por toda esta energía gastada en la vivienda sumado a un constante mal descanso causado por una agitada vida social es que he decidido hacer una pausa y tomarme unas merecidas vacaciones. Hacia el norte parto rumbo al vecino país de Bolivia, donde permaneceré algunas semanas antes de volver a Buenos Aires y continuar armando mi lugarcito en el mundo, pero esta vez con las pilas recargadas y mucho más relajado. Después de todo armar el propio espacio es una actividad muy desafiante y entretenida.
Uno de los motivos que me trajeron de vuelta a Buenos Aires era vivir solo. Cuando llegué a la capital porteña me instalé transitoriamente en la casa de un amigo. Finalmente, después de los viajes pertinentes de fin de año para ver a la familia y un trabajo en publicidad que se me cruzó, en febrero se dieron las condiciones para empezar con el proyecto de vivir solo. Se dieron una seguidilla de arreglos, picar pared, cambiar cables, preparar cemento, lijar, elegir colores y pintar. Amigos, hermanos, primos ayudaron con su refuerzo físico y sus ideas decorativas, las cuales fueron gentilmente rechazadas. Después llegó la mudanza, que se realizó en sendos viajes con el coche de mi madre desde distintos puntos de la ciudad donde tenía repartida mis pertenencias, para coronarla con el traslado de un sommier de dos plazas atado en el techo del vehículo.
Hacia fines de la primer semana de febrero me mudé y dormí, un sábado a la noche, por primera vez en mi casa. Iluso de mi creí que el simple hecho de pernoctar era igual a estar instalado. La verdad es que a medida que pasaban los días se empezó a crear una lista de cosas para hacer en el departamento. Que colocar lámparas en toda la casa. Que agrandar los muebles de la cocina. Que instalar Internet. Que cambiar el espejo del baño. Que diseñar, comprar la madera, armar el escritorio de la compu y mi lugar de trabajo empotrado en el espacio donde había un ropero. Que elegir donde poner los muebles. Que ver que muebles poner. Lo curioso es que cada vez que tachaba una cosa ya hecha se agregaban otras dos por hacer. Tanto fue así que la realización de estas cosas demandaba la totalidad de mi tiempo libre, que es mucho (osea es todo mi tiempo menos el que duermo y el que paso con amigos). A parte, debido a una ingenua fe de mi parte hacia el género humano que me hacían creer que cuando en la carpintería, por poner uno de muchos posibles ejemplos, me decían “Sus maderas estarán listas en veinticuatro horas” yo lo creía, mientras que en realidad tardaban cuatro días. Así la puesta a punto de mi hábitat empezó a consumirme no solo mi tiempo, sino mi energía y hasta mi buen humor. No es para menos, me dijo un amigo, ya que después de la muerte de un familiar querido y la ruptura de la pareja una mudanza es la tercer causa de estrés más común en la sociedad actual.
Por toda esta energía gastada en la vivienda sumado a un constante mal descanso causado por una agitada vida social es que he decidido hacer una pausa y tomarme unas merecidas vacaciones. Hacia el norte parto rumbo al vecino país de Bolivia, donde permaneceré algunas semanas antes de volver a Buenos Aires y continuar armando mi lugarcito en el mundo, pero esta vez con las pilas recargadas y mucho más relajado. Después de todo armar el propio espacio es una actividad muy desafiante y entretenida.
Que gracia me ha hecho lo de k has rechazado gentilmente los consejos decorativos. Bueno bienvenido al club de los que vivimos solos, y lo de poner la casa a punto es verdad que es un nunca acabar, yo llevo 14 años y todavía estoy en ello (también hay que decir que he tenido abandonada la tarea durante muchos años)y más ahora que por necesidades económicas tengo que alquilar una habitación y tiene que estar la casa un poco decente. Disfruta de tus vacaciones, y seguro que vuelves recargado además para ti eso no es nada, despues de recorrerte medio mundo.
ResponderEliminarLo de los carpinteros, fontaneros, etc, aqui pasa lo mismo. Yo me hice un seguro de hogar, de contenido y responsabilidad civil (daños a terceros) que incluye fugas de agua, cristales rotos... No se si allí se estila esto. A mi me ha ido muy bien en agosto inundé a la vecina de abajo por el baño y lo hizo todo el seguro lo mio y lo de ella, y hace un mes una fuga de agua en la cocina, que no te lo pierdas: primero vino el perito, carpintero, fontanero, albañil y por ultimo carpintero (todo en el tiempo record de una semana) Aunque en 14 años es la primera vez que lo amortizo.
Cariño, espero que seas feliz en tu nuevo hogar. Un abrazo bien fuerte y un besazo.
¡Qué nal vievn los pobres!
ResponderEliminarbesos, mk
Pablito, estoy de acuerdo que tanto para vos como para mí los indices de estrés mas comunes son los factores "muerte de un querido", "separación" y "mudanzas". Pero para la la mayor parte "sociedad actual" (ponte a pensar un segundo en ellos, che!) supongo que hay otro factor que estás pasando por alto... ¿no se te ocurrió pensar en el estrés por el...
ResponderEliminar...trabajo?
En fin, la verdad no sé por qué esta vez me acordé de "ellos", yo también ando siempre medio olvidado.
hey que bien Pablo!
ResponderEliminarPara mi las mudanzas son dicertidas, arreglar elnidito y todo me da cosas lindas en que pensar y planificar... Que bueno que te lo tomes con calma ahora.
Mucha suerte y ya te leere cuando vuelvas a ver como te fue en bolivia.
Besos infinitos
Lu
que bueno!!no sabia que mudarse era la 3ªcosa mas estresante!asi voy yo por la vida,jejje!!
ResponderEliminaresta muy bien restart, nuevos horizontes se te abren camino de nuevo,Bolivia. Me ALEGRO MUCHO DE QUE TU ESPIRITU AVENTURERO SIGUE ARDIENDO DENTRO DE TI!!
XXX
Che! Se te echa de menos tío.
ResponderEliminarEspero que no metas los muebles de trompa que luego no podrás abrir la puerta.
Es increible lo lentos que pasan los segundos, y lo rápido que pasan los años. Hace pila que no te veo, y ya te has ido. El viejo continente a quedado atrás. Y con él los viejos amigos. Me pregunto cuando te veré. Si será aquí, o a allá. Pero mientas tanto no cambies mucho porfa.
Un abrazo enorme tío. Y no te olvides de mi eh! (lo dejo ya que me está quedando esto muy cursi).
Desde Asturias, con mucho cariño, César.