Cuando yo era chico no sabia una mierda de inglés (ahora tampoco es que sepa mucho). Por eso me gustaba mucho el tema “La isla bonita”. Era el único tema que yo más o menos podía entender dado que tenía alguna que otra palabra en castellano. El tema hablaba de una paradisiaca y maravillosa isla en España. Y para esa isla me fui a pasar unos días.
Con Cesar, un amigo asturiano, un buen día de agosto llegamos al Puerto de Mahón, en la Isla de Menorca. Mahon es una ciudad linda, pero sin mucho más que eso. Lo impresionante es verla desde el mar. El barco se va adentrando en la isla por un canal de varios kilómetros y al final del canal se levanta imponente, sobre la ladera del barranco, la ciudad de Mahón.
Una vez que bajamos del barco y después de un buen desayuno nos dimos a la tarea de pasear por la ciudad. Encontramos la catedral, en donde nos deleitamos con un mini concierto de J.S. Bach en un órgano a tubos. Por la noche partimos a un pueblo cercano, Cala Fonts, lugar que nos recomendaron para irnos de bares y lugar de veraneo de poderosos millonarios. Para allá fuimos, dos crotos, con la mochila al hombro. Tomamos unas cervezas y preguntamos en el lugar más V.I.P. de la isla dónde había una playa para poder dormir.
La rutina diaria consistía en despertarnos cuando el sol calentaba ya demasiado, aprovisionamos de fruta, nuestra principal fuente de comida, y pasear por diferentes lugares de la isla, que es bastante chica, pero su infraestructura de transportes es sin embargo muy mala. Por las noches íbamos de bar en bar tomando cerveza, nuestra principal fuente de bebida y de madrugada buscábamos un lugar donde tirar los sacos y dormir.
Fue así como llegamos a la otra ciudad importante de Menorca: Ciudadella. Es increíble, una típica ciudad mediterránea con varios siglos de historia, con sus callejuelas, sus casas antiquísimas, sus fortificaciones y su puerto. Nos pasamos todo el día paseando por la ciudad y por la noche, cena en el puerto y más bares.
En uno de esos bares Cesar le invita una cerveza a un borracho que estaba allí. Ese borracho es el típico tonto de la clase que no tiene amigos. No tiene amigos, pero resultó ser que tenia el bar, era el dueño. A partir de esa cerveza el resto de la noche invitó la casa. Lástima que en la invitación no viniese incluida la camarera.
En Menorca es mejor no depender del transporte público, así que alquilar una bicicleta e ir a los lugares cercanos no es una mala opción. Eso hicimos y nos fuimos a lo que nos aseguraron seria una playa espectacular. Lo era. El agua de mar en Menorca es increíblemente transparente. Con más de 4 metros de profundidad se ven las rocas del fondo con una claridad impecable.
La última noche de nuestro viaje estábamos en Ciudadella y nuestro barco zarpaba desde Mahón. Dos caminos se extendían bajo nuestros pies: partir para Mahón en él ultimo bus de la noche o bien partir en el primero de la mañana siguiente. Partir en él ultimo bus de la noche implicaba que teníamos que dejar la bonita Cuidadella antes de lo querido. Partir en el primero de la mañana era una hazaña imposible porque nos teníamos que despertar a las siete. Así que decidimos hacer la más prudente: quedarnos en Ciudadella despiertos toda la noche y partir en el primer bus de la mañana. Como la noche iba a ser larga y el presupuesto corto, decidimos volver al bar donde Cesar se hizo amigo del dueño, donde una vez que agotamos todo nuestro efectivo, la hermosa camarera nos siguió sirviendo. Allí nos encontró la madrugada, y luego el sol. A la hora señalada partimos hacia la parada de bus, de allí a Mahón, al puerto, al barco y a Barcelona.
Menorca es alucinante, con sus fiestas populares, sus puertos y sus barcos, sus playas y su fuerte escondido. Ya me dedicare más tiempo a escribir sobre cada una de esas cosas. El viaje fue increíble. Los lugares hermosos, las fiestas buenísimas, la compañía de Cesar sin duda fue ideal para este viaje y espero que para muchos otros. Y la isla, aunque después me enteré que Madonna pensó en otra cuando compuso su tema, es sin duda La Isla Bonita.
Con Cesar, un amigo asturiano, un buen día de agosto llegamos al Puerto de Mahón, en la Isla de Menorca. Mahon es una ciudad linda, pero sin mucho más que eso. Lo impresionante es verla desde el mar. El barco se va adentrando en la isla por un canal de varios kilómetros y al final del canal se levanta imponente, sobre la ladera del barranco, la ciudad de Mahón.
Una vez que bajamos del barco y después de un buen desayuno nos dimos a la tarea de pasear por la ciudad. Encontramos la catedral, en donde nos deleitamos con un mini concierto de J.S. Bach en un órgano a tubos. Por la noche partimos a un pueblo cercano, Cala Fonts, lugar que nos recomendaron para irnos de bares y lugar de veraneo de poderosos millonarios. Para allá fuimos, dos crotos, con la mochila al hombro. Tomamos unas cervezas y preguntamos en el lugar más V.I.P. de la isla dónde había una playa para poder dormir.
La rutina diaria consistía en despertarnos cuando el sol calentaba ya demasiado, aprovisionamos de fruta, nuestra principal fuente de comida, y pasear por diferentes lugares de la isla, que es bastante chica, pero su infraestructura de transportes es sin embargo muy mala. Por las noches íbamos de bar en bar tomando cerveza, nuestra principal fuente de bebida y de madrugada buscábamos un lugar donde tirar los sacos y dormir.
Fue así como llegamos a la otra ciudad importante de Menorca: Ciudadella. Es increíble, una típica ciudad mediterránea con varios siglos de historia, con sus callejuelas, sus casas antiquísimas, sus fortificaciones y su puerto. Nos pasamos todo el día paseando por la ciudad y por la noche, cena en el puerto y más bares.
En uno de esos bares Cesar le invita una cerveza a un borracho que estaba allí. Ese borracho es el típico tonto de la clase que no tiene amigos. No tiene amigos, pero resultó ser que tenia el bar, era el dueño. A partir de esa cerveza el resto de la noche invitó la casa. Lástima que en la invitación no viniese incluida la camarera.
En Menorca es mejor no depender del transporte público, así que alquilar una bicicleta e ir a los lugares cercanos no es una mala opción. Eso hicimos y nos fuimos a lo que nos aseguraron seria una playa espectacular. Lo era. El agua de mar en Menorca es increíblemente transparente. Con más de 4 metros de profundidad se ven las rocas del fondo con una claridad impecable.
La última noche de nuestro viaje estábamos en Ciudadella y nuestro barco zarpaba desde Mahón. Dos caminos se extendían bajo nuestros pies: partir para Mahón en él ultimo bus de la noche o bien partir en el primero de la mañana siguiente. Partir en él ultimo bus de la noche implicaba que teníamos que dejar la bonita Cuidadella antes de lo querido. Partir en el primero de la mañana era una hazaña imposible porque nos teníamos que despertar a las siete. Así que decidimos hacer la más prudente: quedarnos en Ciudadella despiertos toda la noche y partir en el primer bus de la mañana. Como la noche iba a ser larga y el presupuesto corto, decidimos volver al bar donde Cesar se hizo amigo del dueño, donde una vez que agotamos todo nuestro efectivo, la hermosa camarera nos siguió sirviendo. Allí nos encontró la madrugada, y luego el sol. A la hora señalada partimos hacia la parada de bus, de allí a Mahón, al puerto, al barco y a Barcelona.
Menorca es alucinante, con sus fiestas populares, sus puertos y sus barcos, sus playas y su fuerte escondido. Ya me dedicare más tiempo a escribir sobre cada una de esas cosas. El viaje fue increíble. Los lugares hermosos, las fiestas buenísimas, la compañía de Cesar sin duda fue ideal para este viaje y espero que para muchos otros. Y la isla, aunque después me enteré que Madonna pensó en otra cuando compuso su tema, es sin duda La Isla Bonita.
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