viernes, 23 de abril de 2010

Entre rosas y libros

Cuenta una antigua leyenda que un Dragón asolaba a una poblado de religión indecorosa. Una princesa fue ofrecida en sacrifico para tranquilizar a la bestia. Cuando la princesa caminaba hacia su destino de snack mañanero se cruzó con un caballero cristiano. Este noble hidalgo mató al Dragón. La sangre de la bestia se transformo milagrosamente en una rosa roja que fue entregada a la princesa. En honor a este caballero se construyo una iglesia y la ciudad se convirtió a la noble religión católica apostólica romana. Gracias a su proeza dicho caballero fue hecho santo.
Hay quienes creen que en realidad no mató a un Dragón sino a cientos de musulmanes. Hay quienes creen que este caballero se llamaba Jordí y que la matanza del Dragón tuvo lugar en tierras catalanas. Por eso Sant Jordí es el patrono de Catalunya y su día, el 23 de abril, es festivo y no laborable.
Por otro lado cuentan que el día 23 de abril del año 1616 fallecían tanto Miguel de Cervantes como William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega.
La matanza del Dragón y el homenaje a estos grandes escritores se entremezcló en una curiosa tradición catalana: Cada 23 de abril los hombres han de regalar una rosa a las mujeres. Estas, al recibir la rosa, deben corresponder regalando un libro.
Cuando vivía en Barcelona los 23 de abril solía pasear por La Rambla, ese ancho bulevar peatonal y arbolado que cruza el centro de la ciudad. Ese día en la capital catalana se hace una celebración al libro. Talleres literarios, editores independientes y grandes cadenas de librerías ponen una mesita en La Rambla, al mejor estilo feria artesanal. La gente pasa, se encuentra, huelen rosas y compran libros. Realmente es una hermosa tradición.
Algún ortodoxo dirá que Cervantes murió el 22 de abril y no el 23, día que fue enterrado. Que Shakespeare murió el 3 de de mayo de nuestro calendario, aunque como en Inglaterra todavía usaban el calendario juliano ese día lo llamaban 23 de abril. Y mejor no hablar de las no siempre bien intencionadas resoluciones de la UNESCO. Todo eso es irrelevante. A mi me gustan los libros. Y la fiesta. Yo, ahora paseando por los arrabales porteños, festejo igual.

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