En casa está el sobrino de doce años de una de mis compañeras de piso. Hoy comimos todos juntos y la charla derivó en el tema video juegos. “El juego que realmente me marcó – dije yo ingenuamente – fue el Doom, te estoy hablando del año 93” “¿Del 93? El año que yo nací” dice el pendejo irrespetuoso.
Con esa simple frase me cayó la ficha de que ya no soy un pibe. Pongámonos a pensar un poco. Para hacer números redondos digamos diez años. Hace diez años empezaba en Argentina el segundo mandato de un reelecto presidente que por cuestiones de cábala supersticiosa no me atrevo a nombrar. Hace diez años las mayorías de las PC funcionaban con D.O.S por que no hacía ni seis meses que se había lanzado el Windows 95 y no estaba muy extendido. Hace diez años no existía Internet, o al menos no como la concebimos hoy día. Hace diez años yanquilandia se encontraba en un gran problema oral, dijo moral, por las actividades que su presidente tenía con una becaria. Hace diez años descubríamos en Latinoamérica lo que eran los X-Files. Claro que los descubrimos gracias a que hace diez años se formaba Multicanal y nos abría las puertas al mundo (televisivo). Hace diez años no existían las teletiendas ni teníamos las incontables horas de humor que nos proporcionaban las publicidades de sus productos.
Como cambia el mundo en diez años, y después dicen que veinte años no es nada. Hace unas horas me di cuenta que este chico que nació en 1993 nunca vivió en un mundo sin Internet. Me sentí como debe haberse sentido mi bisabuela hace diez años, cuando le pregunté cómo era posible que ella haya nacido en un universo donde no existía la lamparita eléctrica. Hace unas horas, por primera vez en mi ida, me sentí realmente viejo.
Ante este sentimiento uno cae en el vacío del tiempo que ya se fue. En esta tarde gris de este frío enero los parlantes suenan a todo volumen. Los Redondos me gritan a la cara que “El futuro ya llegó, hace raro”. Yo discrepo. El futuro no sólo llego hace rato, sino que llegó y se fue. Y yo acá sintiéndome toda una vida más viejo. Qué ingenuo fui cuando, hace tres días, brindé por el año nuevo. Cuando era joven, cuando era feliz. Cuando levanté mi copa por un año más.
Con esa simple frase me cayó la ficha de que ya no soy un pibe. Pongámonos a pensar un poco. Para hacer números redondos digamos diez años. Hace diez años empezaba en Argentina el segundo mandato de un reelecto presidente que por cuestiones de cábala supersticiosa no me atrevo a nombrar. Hace diez años las mayorías de las PC funcionaban con D.O.S por que no hacía ni seis meses que se había lanzado el Windows 95 y no estaba muy extendido. Hace diez años no existía Internet, o al menos no como la concebimos hoy día. Hace diez años yanquilandia se encontraba en un gran problema oral, dijo moral, por las actividades que su presidente tenía con una becaria. Hace diez años descubríamos en Latinoamérica lo que eran los X-Files. Claro que los descubrimos gracias a que hace diez años se formaba Multicanal y nos abría las puertas al mundo (televisivo). Hace diez años no existían las teletiendas ni teníamos las incontables horas de humor que nos proporcionaban las publicidades de sus productos.
Como cambia el mundo en diez años, y después dicen que veinte años no es nada. Hace unas horas me di cuenta que este chico que nació en 1993 nunca vivió en un mundo sin Internet. Me sentí como debe haberse sentido mi bisabuela hace diez años, cuando le pregunté cómo era posible que ella haya nacido en un universo donde no existía la lamparita eléctrica. Hace unas horas, por primera vez en mi ida, me sentí realmente viejo.
Ante este sentimiento uno cae en el vacío del tiempo que ya se fue. En esta tarde gris de este frío enero los parlantes suenan a todo volumen. Los Redondos me gritan a la cara que “El futuro ya llegó, hace raro”. Yo discrepo. El futuro no sólo llego hace rato, sino que llegó y se fue. Y yo acá sintiéndome toda una vida más viejo. Qué ingenuo fui cuando, hace tres días, brindé por el año nuevo. Cuando era joven, cuando era feliz. Cuando levanté mi copa por un año más.